LAS HISTORIAS DE TACITO, EL ROMANO

Testigo de la descomposición del imperio romano, este historiador con su obra  nos escribe una especie de guión que podría titularse: “La mejor manera para que las naciones, de todos los tiempos,  entren en descomposición y se disuelvan”.

La obra de Cornelio Tácito abarca la historia de Roma, 8 siglos, del principio hasta su tiempo, que es el siglo I. El historiador nació en el año 55 d. C. Cuando Nerón era emperador. Para entonces los antiguos principios de la tierra romana, la familia, los dioses, la herencia cultural griega - romana, la misma filosofía de la guerra de conquista, han pasado. Ya sólo quedan el auto exterminio y la rapiña.

Siguen existiendo los principios e ideales  como principio en las clases altas pero sin llevarlas a cabo mayormente. La guerra no ha cesado, ciertamente, más ya no se dirige tanto  a la conquista de los pueblos bárbaros, más bien tratar en  defender lo que se ha conquistado. Ahora hay que olvidarse del exterior y prender la antorcha de la guerra civil para apoderarse de los mandos superiores, tanto del senado como del trono: “Cuando sometido el orbe y demolidas las urbes rivales y los reyes, fue posible ambicionar riquezas seguras, se encendieron los primeros combates entre los padres y la plebe. Ora turbulentos tribunos, ora cónsules prepotentes” (Historias de Cornelio Tácito, Biblioteca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana, UNAM, 1995).

Es la guerra civil el instrumento para llegar  a los puestos más altos del poder del imperio. Más fácil comprar a los generales romanos con mandos de ejércitos, que vencer a los enemigos   germanos.

Traiciones y asesinatos  es lo que llenan el panorama  cotidiano. Los senadores se hacen llamar los padres (este fue precisamente el modelo de los padres fundadores de la nación norteamericana). Hablan en el Foro el lenguaje de la democracia en la perspectiva de la república, pero son los que en verdad socavan, en mayor medida, las bases del poder. Llegan a ser hasta 600 senadores y cada uno de ellos es inmensamente rico, dueño de extensas tierras e incontables  esclavos, en tanto el pueblo romano padece, hay hambrunas y con frecuencia la turbamulta se da al saqueo de todo lo que encuentra a su paso.
 Los senadores intrigan para conservar lo que tienen y para defenderse de los peligros que implican los cambios en el poder. El peligro no está tanto en el emperador que por lo general  enloquece al saberse dueño del mundo y se da a poner en practica sus fantasías sexuales. El verdadero peligro está en los senadores mismos. Un grupo de ellos impulsa a un general  de prestigio para ser el sucesor del emperador que está en turno. Pero el emperador tiene también sus ejércitos que lo respaldan y el choque entre hermanos  se vuelve una practica común.”Según Dion Casio 40,000 hombres murieron en la batalla de Bedriaco”  Hay familiares y amigos en uno y otro bando que tienen que matarse (como en México los indios que se mataban defendiendo unos  a los criollos  insurgentes  y otros a los colonialistas peninsulares)  En ocasiones, después de la batalla, se reúnen los anteriormente enemigos y procuran curarse unos y otros, como familiares, amigos o vecinos que son.

En la desesperación los jerarcas retiran  legiones de Germania, España, Siria o de Inglaterra y se les hace ir a Italia a reforzar a esta o aquella sedición.  O combatirla. Pero además se traen a sus ejércitos auxiliares mercenarios de la región. Tal es el caso de los germanos.

Siglos después estos senadores serán los señores feudales. Pero lo que ahora llevan a cabo, con su afán de conservar el poder, es derribar al emperador. ¡Y también a otros senadores! De los pretorianos salen los senadores  y de estos los emperadores. Cuando el trono se vuelve hereditario los senadores  terminan asesinando al emperador y al resto de su familia. Cada emperador respaldaba a un grupo de senadores y eliminaba a otros senadores. Y este es el círculo fatal que terminará con Roma y, como dice Tácito, con todas las naciones sin importar la época.

 Entre tanto los soldados de todos los bandos roban y destruyen a las poblaciones pacíficas. “Los vitelianos, dispersos por municipios y colonias, expoliaban, arrebataban, con violencia y estupros manchaban; ávidos de lo licito e ilícito, o venales, no se abstenían de lo sagrado ni de lo profano”.

Hubo emperadores que quisieron poner orden en los padres. Algunos de ellos eran muy queridos por los ejércitos y por el pueblo mismo, como Julio Cesar. O temidos, como Caligula o Nerón. Aquí los sicarios no se atrevían a levantar la mano. Entonces los mismos senadores se reunían a la entrada del Foro, por donde tenía que pasar el emperador. Se acercaban a saludarlo como todas las mañanas y lo masacraban  a puñaladas. Se aseguraban que estuviera muerto. A Julio Cesar le dieron más de treinta golpes de puñal.

Frente al espectáculo que los guías del imperio se asesinaban unos y otros para robarse la riqueza y el poder, el soldado común hacia lo propio. Empieza por pervertir la disciplina del ejercito, que otrora lo había convertido en el conquistador del mundo “La pasión de los banquetes, repugnante e insaciable, desde la urbe e Italia, eran trasportados los incentivos de la gula, resonando los caminos de uno a otro mar; los príncipes de las ciudades fueron agotados por las preparaciones de convites; las mismas ciudades eran devastadas; el soldado, por la costumbre de las voluptuosidades y por desprecio al jefe, degeneraba del trabajo y de la virtud”
En tanto el pueblo padecía hambre y los ejércitos perdían la disciplina y desertaban por falta de pertrechos, los jerarcas servían de tiempo completo en los grandes festines “El mismo (Vitelio) pensando que le bastaba si disfrutaba las cosas presentes, y no pensando más lejos,  se cree que, en poquísimos meses, malversó novecientos millones de sestercios”.    

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