Síndrome de la expedición alpina.

(Sólo para organizadores de expediciones alpinas)
La crítica tiene un enorme valor dialéctico. Permite ajustar proyectos y rectificar criterios. Es la base misma del sistema político democrático. Pero cuando la crítica pasa la raya se convierte en una patología individual que puede contaminar al grupo.  No es lo mismo criticar que hacer. Hay mil críticos de los “brochazos” de van Gog  pero ninguno de ellos puede dar esos brochazos.

El conflicto en el alpinismo expedicionario se da cuando la salida tiene carácter de oficial. Cualquiera puede jugar con el dinero que no le costó. Sucede poco cuando está financiada con el dinero de los propios  expedicionarios. Requiere un esfuerzo económico y nadie quiere jugar con su dinero. Esas son las líneas generales de conducta, aunque pueden darse casos aislados de todo tipo.

Hay problemas de colaboración en el transcurso de una expedición alpina. El alpinismo es por excelencia un terreno donde se desarrollan las individualidades.Pero una expedición requiere el trabajo de conjunto.Se necesita madurez para trasformar el ego en un yo semejante a los radios de una rueda. Ahí todos los radios son principales.

 Dibujo de Manuel Sánchez, tomado del libro Técnica Alpina, editado por Actividades Deportivas y Recreativas de la Universidad Nacional Autónoma de México,noviembre 1978, Pág.135.

Hay señales que se pueden detectar en la fase del entrenamiento o, si se es oficial, en la etapa que se conoce como “preselección”. ¿Cuánto se participa en resolver las necesidades del grupo? ¿Lava los platos, levanta las tiendas, mete el hombro para abastecer los campamentos superiores, de los veinte kilos que lleva en su mochila cuánto pesa su equipo y cuánto es de aprovechamiento comunitario, fija las cuerdas en aquel diedro para facilitar el paso a la cordada que viene más abajo, marca la huella en la nieve para evitar más cansancio a los que vendrán  para el asalto final?
En una expedición todos están capacitados técnica y anímicamente para el asalto a la cumbre. El ruido va a llegar de los que no colaboraron con las necesidades del grupo, o que evadieron estas todo cuanto les fue posible.



Hace muchos miles de años, cuando todavía no existía la psicología social en las  escuelas, se reunieron los dioses  teotihuacanos en San Juan, un pueblo del centro  del Valle de México.
Todo era oscuridad y la humanidad necesitaba luz. Necesitaba lo que ahora conocemos como “Sol”. Pero este Sol sólo podía surgir de alguien que tuviera un profunda vocación de servicio para con el grupo.
La prueba era arrojarse a la metafórica hoguera. Tecuciztecatl era el dios señalado para tal empresa. Pero él sólo veía por sus cosas. Era fatuo y se alimentaba de la adulación. Jamás pudo pasar la prueba. ¿Por qué sacrificarse para que otros vivan bien? Hizo varios intentos y siempre falló. Nanahuatzin era lo contrario. Tenía vocación de servicio hacia el grupo. Se arrojó hacia la hoguera sacrificante y desde entonces la humanidad tiene Sol.

El organizador de expediciones alpinas tiene en la leyenda del Quinto Sol, no una vieja leyenda de empolvados archivos de la antropología, sino  una metáfora  viva de nuestros días, y de todos los días, de la que  puede servirse.¡Suerte!

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