Tlamatzinco es el sitio del templo mayor dedicado a Tezcatlipoca; donde está el que aprisiona. Armando Altamira Gallardo escribe sobre alpinismo y literatura.
Ganar la carrera imposible
Estoy listo para la “Gran Carrera de los Noventa Centímetros de Cintura”. Esta mañana me he puesto los tenis, los cortos y la camiseta. He cambiado egos por centímetros.
No había calibrado antes la realidad. La carrera inolvidable es la que tiene como meta alcanzar los noventa de cintura. Esto me vuelve a poner en la idea que en toda justa deportiva buscamos ganar a los otros que también participan en la carrera. Como digo: es la carrera de los egos. Lo mismo si se trata de deportes de competencia que deportes por la salud. En ocasiones logro llegar primero a la meta o ya de perdis en los primeros cinco lugares. Pero, ¿saben qué? lo más difícil es vencerme a mí mismo.
A estas alturas ya no sé si “mí mismo” soy yo o es otro. Lo digo porque en las fiestas de fin de año yo quería seguir con mis hábitos sobrios pero algo fuera de mi control me hacía comer tamales más de la cuenta. En enero veo que la cinta métrica es implacable y no baja. Por más que suspendo mi respiración a la hora de medir en derredor de mi abdomen los noventa y siete no retroceden. Ya he tenido que recorrer otro tanto a mi cinturón. En fin de año abundaron los tamales, las barbacoas, los pozoles y las bebidas dulces de todo tipo. Y una que otra chela. Para que voy a decir que no si sí. ¡Deliciosas! Pero ahora la cinta métrica se ha recorrido hasta los noventa y nueve.
Empiezo a pensar que todo esto es un plan del sistema para que no llegue a la jubilación. La primera trampa fueron las malditas y truculentas Afores. Ahora los noventa y nueve centímetros. El panorama se presenta negro y ya veo venir sobre mí todo un rosario de enfermedades producto del sobrepeso. ¿De qué sirve ganarle a los otros si sigo barrigón. ¿Para qué le voy a servir a mi familia, a mi universidad, a mi sindicato, a mi empresa, y a mi sociedad?
Sigo llegando en los primeros tiempos a la meta de la carrera pero le estoy exigiendo más a mi organismo. El corazón, las piernas y los pulmones hacen más esfuerzo porque ahora ya peso más. Después de Navidad y Año Nuevo siguió la rosca de Reyes. Y todavía me esperan los tamales y los atoles del dos de febrero. El problema no es comer, el problema es no moverse. Es una manera de decir porque la verdad es que necesito saber comer. Y con mis hábitos de comer y no moverme no voy a llegar muy lejos. Ya no digamos a la jubilación pero ni siquiera al próximo quinquenio.
Más yo sé cuál es la solución contra este Apocalipsis pozolero, panadero, tortillero y tamalero. Caminar. Dejar en ochenta por ciento el uso del automóvil o del trasporte público.
Sí, caminar por las calles, los parques y si es posible por los senderos de la media montaña o por el llano fuera de la población, de población en población.
No necesito más para recomponer el caos del sobrepeso.
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