Paideia
Autor: W.Jaeger
Editorial Fondo de Cultura Económica, México.
2002
En los tiempos heroicos de Homero se hablaba de dioses y de héroes pero aquí, en Paideia, se habla de educación y cultura. Perdón por la redundancia, pues Paideia es Cultura.
Grecia, y Atenas, en particular, deben su grandeza a su paideia, a su cultura. Isócrates dice que “sólo su superioridad intelectual es la que ha hecho grande a la ciudad” Isócrates había establecido una escuela de retórica en Atenas hacia el año 400 a.C., con un ciclo de estudios que se extendía a lo largo de tres o cuatro años. El desafío particular que Isócrates puso ante sus alumnos era el de recuperar el esplendor de la cultura griega, impulsando por medio de la educación una nueva cultura con la intención de reformar la ciudad-estado por medio de sus futuros líderes políticos. Ese era el punto: sus políticos se habían deteriorado y ya no servían para la causa del pueblo. Se necesitaban políticos de nuevo cuño pero eso sólo se lograría no sólo con retórica sino con la Paideia.
Jaeger, en una parte de su monumental obra, da algunas características de la generación que ganó en Maratón: “El justo logos promete a los muchachos que se confían a él y a su educación, enseñarles a odiar el mercado y los baños, a avergonzarse de toda conducta deshonrosa, a indignarse cuando hacen burla de ellos, a levantarse ante los mayores y a cederles el lugar, a honrar a los dioses y a venerar la imagen de la Vergüenza”. Estas aparentes simplezas son las que se requieren para ser, o hacer, un estado grande. En las actuales circunstancias es obvio que esas simplezas son más difíciles de lograr que vencer el hábito de fumar, por ejemplo. O ganarle a la báscula cuando se trata del peso corporal propio. No son apresuradas hipótesis pedagógicas o cuestiones subjetivas. Habla del factor que hizo a los griegos triunfar en Maratón. No fue Maratón el que hizo a los griegos sino que fue su cultura, su paideia, quien hizo a Maratón.
A lo largo de su obra Jaeger va hablando de cosas como enkratia y de autarquía. Es decir “dominio de sí mismo” y de carencia de necesidades (algo como sobriedad). ¿Para qué sirve eso, diríamos en este siglo veintiuno? “El saber socrático o fronesis, no tiene más objeto que uno: el bien”. Este concepto del bien estaba hasta hace poco arrumbado en la buhardilla de los cachivaches. Cuando en nuestras ciudades y los campos aparecen, con inusitada frecuencia, bolsas llenas de cabezas humanas los hospitales se pueblan de jóvenes cuyas neuronas han sido destrozadas por substancias químicas no autorizadas por la ciencia médica bancos que defraudan a miles de cuentahabientes recibos de pago de la luz que eran el mes pasado de 400 pesos(cuatrocientos pesos) y ahora de 39 mil pesos(treintainueve mil pesos)bandas que roban niños licenciados que alargan los procesos miles de inocentes en las cárceles y los culpables libres el que desaprecibidamente tira un papelito en la calle y será parte de las cien mil toneladas de basura que contamina a la ciudad... Es cuando nos acordamos que hace veinticinco siglos los pensadores de la Hélade ya alertaban de eso bajo el curioso concepto de “el bien”.
Pero cómo sabré identificar al bien. Hay todo un mecanismo de causalidad pero es más un sentimiento: lo agradable se identifica con el bien: “Lo agradable pura y simplemente por el bien, no a la inversa. El hombre, como cualquier otro ser, es bueno porque en él reside, o de él nace, un areté, una excelencia o una virtud. Pero este areté no surge por casualidad, sino a fuerza de guardar un orden acertado y de seguir un arte ajustado a un fin”. Pero esto no se improvisa: “es necesario un régimen de larga convivencia y no en unos cuantos semestres de convivencia escolar.” Si el areté se enseña o es innato es materia de este trabajo.
Paideia, de W, Jaeger, es una obra monumental que va describiendo la labor civilizadora de los griegos clásicos, fuerte presencia de lo que entendemos por cultura occidental. Y conviene recordar que “cultura occidental” es nuestra, de los mexicanos, desde el siglo dieciséis. Es sin duda la más grande aportación,terapeutica, que hizo la conquista española al pueblo mexicano. No conocer Paideia de W. Jaeger es una grave deficiencia cultural. Tan grave como no conocer Filosofía Nahuatl, de Miguel León Portilla.
Una nota acerca de W. Jaeger:
Se licenció en Filosofía y Filología Clásica en la Universidad de Hamburgo, doctorándose en la de Berlín. Fue catedrático en la Universidad de Basilea, en la de Kiel y la de Berlín, en la que fue rector, fundando por aquella época las revistas Die Antike y Gnomon. En 1936, emigró a Estados Unidos, y allí fue profesor de la Universidad de California en Berkeley, en la de Chicago y en la de Harvard en Cambridge, Massachussets, en la que también fue director del Instituto de Estudios Clásicos. Recibió numerosos honores en vida, y fue Doctor Honoris Causa por varias universidades.
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