Auster cree que el mundo, el quehacer humano, está montado sobre una armonía. Pero es escéptico de la causa y el efecto como los conocemos. Las contingencias son las que marcan la vida de cada día.
Más que un descubrimiento es una aguda observación. El refranero popular de todos los pueblos del planeta ha captado esta armonía del caos y la expresa de varios modos. La casualidad más que la causalidad. En México se dice “Te salvaste de pura casualidad”, no dice te salvaste de pura causalidad. O bien: “Te salvaste de chiripa” “Chiripa” es uno de tantos nombres que en este país se le da al azar. O “Te salvaste de milagro”. Milagro es lo que está más allá de la causa y el efecto, lo ilógico. Al menos lo que entendemos por nuestro ilógico.
Sin embargo el caos no debe ser algo que va dando tumbos sin ton ni son. Debe tener sus bases en otro tipo de armonía. La causalidad parece una especie de predestinación. En cambio el caos sería como un devenir siempre rehaciéndose.
Marco Stanley Fogg es un muchacho que, a falta de padre, es educado por su tío Víctor, un excéntrico músico que toca el clarinete en orquestas casi anónimas. Al morir lo único que le deja es un montón de cajas llenas de libros. Para sobrevivir MSF decide vender los libros pero antes s e propone leerlos. Conforme los va leyendo los lleva a la librería de usados. El tío Víctor le había dicho: “Algunos de estos libros son grandes, otros pequeños, unos son gordos, otros delgados, pero todos contiene palabras. Si lees esas palabras, puede que te ayuden en tu educación”. Luego el propio MSF dirá: “Para mí, los libros no eran tanto el soporte de la palabras como las palabras mismas y el valor de un libro estaba determinado por su calidad espiritual más que por su contenido físico”.
Paul Auster se refiere a esos impresionantes inventos tecnológicos que niegan el trato humano y a los que muy pronto nos acostumbramos. Hoy por hoy sería la televisión que alguien, quien sabe quien, programa sin la menor intervención del espectador que sólo ve comerciales que no busca y programas que ni se imaginó pero que de todas maneras de nada le sirven positivamente y que si insiste en verlos lo convertirán en una patología con dos pies. El autor se refiere concretamente al teléfono: “Todos nos hemos acostumbrado a esos simulacros de nosotros mismos, pero cuando te paras a pensarlo, el teléfono es un instrumento de distorsión y fantasía. Es una comunicación entre fantasmas las secreciones verbales de mentes sin cuerpo. Yo quiero ver a la persona con la que estoy hablando., Si no puedo verla prefiero no hablar con ella.”
Al final no le queda otra que llevar la vida de un indigente. Vive en el parque y come los desperdicios de comida que tira la gente. Así hasta que una bella muchacha llamada Kitty Wu y un amigo lo rescatan y lo llevan a vivir con él. Cuando a l fin se recupera de la desnutrición busca trabajo. Lo encuentra cuidando a un pintor- historiador impedido para caminar y lo lleva por todos lados en su silla de ruedas.
Se refiere a la relación amorosa que sostendrá con Kitty: “Yo había saltado desde el borde y entonces, en el último instante, algo me cogió en el aire. Ese algo es lo que defino como amor. Es la única cosa que puede detener la caída de un hombre, la única cosa lo bastante poderosa como para invalidar las leyes de la gravedad”.
Es un historiador neurótico y MSF debe soportar sus malos tratos. Pero cuando le agarra confianza el enfermo, que se llama Julián Barber, le hace escribir su biografía que le va dictando. La manera cómo por casualidad se hizo rico y le revela que tiene un hijo que no conoce. Al morir encarga a MSF que busque a ese hijo, ahora adulto, y le entregue su biografía. Emprende la búsqueda de Simón Barber, que así se llama el hijo. D e alguna manera éste y MSF continúan la relación
Simón Barber es un hombre exageradamente gordo. En parte a esos e debe que de joven se retrajo del trato de la gente y le dio por escribir una novela. Se la cuenta y de esa manera MSF descubre que Simón Barber conoció a la madre de MSF. Al final MSF descubre que Julián Barber, el historiador lisiado, era su abuelo y que Simón Barber resulta ser su padre.
Así el estilo de Paul Auster se hace presente y encima tres relatos. A la vez que MSF cuenta su vida hablando en primera persona, MSF se mete en la biografía de Julián y en la novela autobiográfica de Simón.
“Novelista y poeta estadounidense. Auster nació en Newark, Nueva Jersey. Estudió en la Universidad de Columbia y después de trabajar en un petrolero durante un año se fue a vivir a Francia cuatro años. Volvió a Nueva York en 1974. Auster empezó su carrera escribiendo poesía y ensayos en las revistas New York Review of Books y Harper's Saturday Review. En 1987 se ganó los elogios de la crítica por su libro de cuentos La trilogía de Nueva York. Después se pasó a la novela: El país de las últimas cosas se publicó en 1988, El palacio de la luna en 1989 y La música del azar en 1991. Su ficción se caracteriza por una desconcertante mezcla de realismo y fantasía, de lo normal y lo increíble, que sorprende al lector y confunde sus expectativas. También ha escrito una obra autobiográfica, La invención de la soledad” (Wikipedia)
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