Autor: Eurípides
Título El Cíclope
Actor: Odiseo-Ulises
Hace mucho tiempo, aun varios siglos antes de Cristo, los hombres trataban los mismos temas que ahora. Sólo que en lugar de modernas y líricas composiciones sicologistas, escribían en metáforas.
La metáfora llana sería la figura del Cíclope que aprisiona y devora a los humanos. Que bien puede no ser otra cosa que el habito de fumar, alcoholismo, el comer hasta la obesidad o del sano descanso cuando se convierte en sedentarismo patológico… Muchos vamos por la vida prisioneros del Cíclope.
El Cíclope de Eurípides contiene además una metáfora doble, en la solución que le da a su obra. La liberación de ese mal que esclaviza a los hombres. Y es la muerte del Cíclope. El fin de nuestros hábitos patológicos. Pero esto es doloroso. Traído a terrenos comunes, la liberación a su vez exige una ordalía. Donde la curación es casi peor que la enfermedad. Al modo de una cirugía donde es necesario cortar para extraer el tumor.
El Cíclope parece una aventura de literatura para niños, de héroes griegos que regresan de Troya y van haciendo hazañas y todas esas cosas que disparan la imaginación de niños y adultos. En realidad se trata de una dura advertencia de que nuestros instintos nos pueden llevar a terrenos donde somos vulnerables.
Muchos hombres hay que son correctos ciudadanos, trabajadores, buenos padres de familia o dedicados estudiantes. Pero que a la mañana siguiente, de la noche de borrachera, están en el panteón o en la cárcel por pleito o por manejar borrachos.
Ulises-Odiseo, el de Ítaca, de regreso a su casa, de la guerra de Troya, navega y es empujada su nave por los vientos hasta dar con las playas de Sicilia, en el volcán Etna (montaña de 3,580 metros sobre el nivel del mar). Se encuentra a unas criaturas conocidas como sátiros. Ulises se entera por uno de ellos, llamado Selenio, que aquella es una tierra habitada por cíclopes. Seres raros con un solo ojo en la frente. Son crueles, los esclavizan obligándolos a trabajar y viven en las cuevas de la montaña volcánica. Son antropófagos y de vez en cuando comen a algún prisionero, así como hace el pastor con sus ovejas. Los náufragos que el mar va arrojando a esas playas son capturados por los monstruos y los devoran. Selenio le cuenta: “Nadie llega a esta tierra sin que sea luego engullido”.
En un momento el Cíclope le expondrá a Ulises cuál es la filosofía de su vida: “¿Los dioses? ¡Qué dioses! A nadie ofrendo yo oblaciones. Mira cuál es mi mayor dios… ¡esta pancita linda! Comer, beber, día tras día, ¿Para qué hace falta Zeus?”
Ulises relata a detalle cómo el Cíclope descuartizó a dos de sus compañeros para después “tostarlos al fuego”. Ulises se apresura a ganarse la confianza del Cíclope cuando le da de beber el vino que trajo en sus naves. De todas maneras el Cíclope le advierte: “Cuando acabe con tus compañeros, terminaré contigo comiéndote”. Ya para entonces Ulises-Odiseo tiene un plan para acabar con el monstruo: emborracharlo y una vez en el suelo clavarle una estaca en el único ojo. Así lo hace y logran escapar.
Es necesario señalar que aquí el vino es usado por Ulises como una arma para debilitar al enemigo, el Cíclope. En la historia de la humanidad eso no es raro. Una oración que elevaban los aztecas a Tezcatlipoca, el dios más grande de todos los dioses, para dominar a sus enemigos, decía: “¡Vuélvelos borrachos!”
Es sabido que un pueblo borracho es fácil de esclavizar pero el secreto nos lo dice Eurípides y es esconder la mano que sirve el vino, ese “Riente don de Dioniso”. Al principio el Cíclope le había preguntado a Ulises cómo se llamaba. Me llamo Nadie, había contestado Ulises. Y al final, cuando ya Ulises le ha sacado el ojo, el Cíclope exclama: ¡Nadie me emborrachó!
Pero no se crea que la obra insista en mandar un mensaje moralista. Al contrario, es advertencia perfectamente enmarcada en el mecanismo de la causalidad. Véanse algunas expresiones dichas por Ulises, por el mismo Cíclope o por el coro:
Una bebida en común acarrea riñas, golpes, mojicones.
Querido, si uno bebe mejor quedarse en casa.
Se hartó de vino para su desgracia.
Bellaco, me dio su bebedizo y fue para mí el cataclismo.
Una última expresión y ésta para los que creen dominar el efecto del vino. El vino personalizado, antropomorfizado, es un duro peleador. El corifeo dice: “ El vino es tremendo, es un jugador muy pesado!”
que buenaaa historiaa.!!
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