Eurípides y Reso

Al aparecer las naves griegas en las playas de Troya, Héctor, hijo de Príamo y principal defensor de la ciudad, empieza a enviar  mensajeros a otras ciudades para que vaya a pelear a su lado. Uno de los que acuden al llamado es Reso, rey de Tracia, y su ejército.

Entretanto, Héctor envía a Doblón, ciudadano troyano, al campo griego para que espíe los movimientos del enemigo. Va disfrazado con un cuero de lobo gris.

Esta idea de meterse al campo enemigo  fue sugerida a Héctor por Eneas. Es el mismo Eneas que inspirará a Virgilio para escribir su Eneida. Poema que canta  el éxodo de los troyanos que se salvan cuando los griegos incendian Ilión. Se irán a enfrentar y fundir con los grupos  que ya viven en la Península Itálica y con el tiempo estos  troyanos, guiados por Eneas, serán parte del poderoso Impero Romano. Andando los siglos, los descendientes de Troya, ya como romanos conquistarán Grecia.  Esa es la vuelta que dará la historia

Pero la tragedia de Reso, última de las diecinueve tragedias de Eurípides,  apenas se va a escribir. O a vivir. Estamos en el principio  de los diez años que durará la guerra contra  Troya.

Ulises y Diomedes, ambos  capitanes griegos, descubren al espía  Doblón y le dan muerte. A su vez aprovechan el disfraz que llevaba Doblón, de lobo gris, y se introducen en el campo troyano. Están enterados de la llegada del rey Raso, lo buscan y también lo matan. Ese es el tema de este poema.



En el cuerpo del relato van apareciendo criaturas del Olimpo. Principalmente la diosa Atena que tuvo que ver en el crimen del rey tracio.

Finalmente s e presenta la Musa de la Montaña y, como madre de Reso, se lleva su cuerpo para que reciba veneración en Tracia. Antes descubre a la verdadera autora de la muerte de Reso. Dice: “¡Atena, Atena cruel…Esto no es de Ulises ni de Diomedes: esto es de ti!”

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