Aconcagua, alpinismo y política

Plano  lado sureste del Aconcagua
Aconcagua visto desde el noreste

Fuimos  al filo noreste del monte Aconcagua, República Argentina, en el verano de 1974. Más conocido el lugar  como Glaciar de los Polacos.

La marcha de aproximación, caminando, es de unos treinta kilómetros a partir de Punta de Vacas, hasta el emplazamiento del campamento base, al pie de la pared sur del monte Ameghino.

Punta de Vacas es un caserío, y una guarnición militar, en lo alto de la cordillera central de los Andes, no lejos de la frontera con Chile.

La larga caminata de aproximación, al emplazamiento del campamento base, es por fondo de la cañadas Vacas, primero, y al final por la  Relinchos de los Huanacos. Esta ascensión se aparta desde el principio de todo punto de contacto con  los lugares y con el ambiente de la ruta clásica, que es por la ladera suroeste (ver plano  de nuestra expedición).

Llegamos al sur de América en el invierno mexicano de 1974. Una década en la que en  Argentina existía una señalada convulsión política. Y dado que la agitación  de este género, para bien o para mal, toca a  las puertas de los otros países de la región, como una ola marina que se expande, México  se encontró envuelto  en tal ambiente  internacional, de manera particular.

Por un lado, México no tenía relaciones diplomáticas con Chile, por lo del  general Augusto Pinochet. Por otro lado, México era maldecido por unos argentinos y bendecido por otros argentinos. Abrió sus puertas a centenares de argentinos que buscaban salvar la vida alejándose,  en esos días, de su amada Argentina,  emprendiendo el camino del exilio.



Muchas expediciones llegaron ese año, a Mendoza,  como todos los años lo hacen, procedentes de prácticamente todo el mundo. Nada más de México fuimos tres expediciones. Dos se fueron por el suroeste y nosotros por el noreste.  El caso es que nuestro grupo era una expedición oficial, con financiamiento de la presidencia de la república. No se nos negó la entra al país argentino pero tampoco se abrió ninguna puerta oficial.
Aconcagua.Ruta clasica del suroeste( tomado del libro 28 bajo cero, de Luis Costa, 1954.

Cuando nos elevamos sobre la ciudad de México, y enfilamos rumbo al sur, abajo tenían lugar grandes ceremonias protocolarias oficiales dando la bienvenida a Campora, uno de los hombres fuertes del gobierno Argentino. Perón aun vivía pero ya era inminente su  cercano fallecimiento. En el avión, yendo a través de las nubes, éramos los consentidos alpinistas de la fortuna. Salíamos con la venia y el dinero del gobierno mexicano. Y en Argentina llegaríamos a la casa de los grandes amigos políticos de México.

Cuando aterrizamos en Buenos Aires el gobierno había cambiado. Ahora mencionar el nombre de Campora era meterse en dificultades. El presidente estaba prácticamente aislado por los médicos y el ambiente político era de lo más incierto. Una noche fuimos a cenar a un restaurante en Buenos Aires, por el rumbo de la calle Florida. A la salida cuatro de nuestro grupo, de quince, fuimos detenidos por la policía. Metralleta (Thompson) en mano nos subieron a las patrullas. El resto de los de la expedición había logrado llegar al hotel.Durante veinte horas permanecimos prisioneros  en una cárcel de la capital argentina. En una celda de tres por tres. Como carecía de retrete, al menos un metro estaba ocupado por el excremento.

 El gobierno del general Porfirio Díaz, en México,  ya tenía sesenta y cinco años de haber pasado y ahora ya no sabíamos los mexicanos que, en ciertas condiciones políticas, reunirse quince es una cosa sumamente grave. Como en México, a la sazón, bien podríamos reunirnos, en la calle, veinte o treinta o cincuenta, a parlotear y por tiempo indefinido,  sin avisara nadie ni pedir permiso de nadie, y nadie voltea siquiera a mirarnos,  esta situación argentina la sentíamos traumática.

No obstante, los militares de Punta de Vacas, nos dieron abrigo en sus instalaciones de la cordillera. Su trato fue no sólo amable  sino el de unas gentes que se les notaba la cultura a flor de piel. Como no llevábamos guía, estos militares,  además, nos orientaron respecto del terreno por el que tendríamos que adentrarnos para alcanzar el emplazamiento del campamento base. Y de los argentinos, civiles, ni se diga. Al pasar por las ciudades fueron verdaderamente hospitalarios.

En la calle Florida, y en todas partes, nos llamaban mexicanos. Adiós mexicanos, bienvenidos mexicanos. ¿Cómo es que se dan cuenta que somos mexicanos, entre tanta gente? Con nuestro color de piel rojo-cobrizo, rostro mongólico y mirada de coyote, ¿qué crees que piensan que somos? 

En la montaña todo fue diferente. Con suficientes recursos económicos, quisimos cambiar el estilo de la etapa de acercamiento al emplazamiento del campamento base. En lugar de enviar nuestro voluminoso equipo y víveres sobre lomo de mulas, como se acostumbraba  en ese tiempo en los Andes, intentamos alquilar los servicios de un helicóptero.

En ninguna parte encontramos un helicóptero. Semanas después, cuando bajábamos de regreso por la cañada Vacas, después de haber alcanzado la cumbre, un helicóptero pasó volando sobre nuestras cabezas, rumbo al campamento base. Iban por un escalador de la expedición norteamericana que, en el mismo Glaciar de los Polacos, en la cota 6 mil, se había accidentado. Cuando nosotros descendíamos, ellos apenas subían. Nos cruzamos ambas expediciones en el emplazamiento del  campamento base.  “Abrir México sus puertas al pueblo argentino tiene sus consecuencias”, dijo alguien que resoplaba trabajosamente bajo los veinte kilos de su mochila. ¿O será por nuestra mirada de coyote?

Entonces recordamos que veinte años atrás, en 1954, la expedición francesa que emprendería la primera escalada a la pared sur del Aconcagua, también habían encontrado excepcionales condiciones de apoyo para su ascensión.


En su libro: “Ascensión al Aconcagua”, René Ferlet, el jefe de esa expedición, relata su cálida entrevista  con el presidente de la Argentina. Escribe: “Deseoso de facilitarnos la tarea al máximo, pone a nuestra disposición  medios poderosos.
“Ante todo, es un avión de las fuerzas aéreas argentinas que queda afectado a nuestro servicio para llegar hasta Mendoza con todo nuestro material.
“Después, sabiendo todo el interés  que presenta para nosotros un vuelo  de reconocimiento, el Presidente nos ofrece  conservar el aparato todo el tiempo que sea necesario, para sobrevolar la muralla. Bien entendido que, desde Mendoza hasta el campamento base, tendremos todas las facilidades para utilizar, a nuestra conveniencia, instalaciones, camiones y mulas del ejército.

Queremos retomar el punto de la cárcel en la que estuvimos detenidos por veinte horas. Por el sólo hecho de ir caminando por la calle tres de la expedición. (En caso de dictaduras caminar dos ya  son sospechosos de conspiradores). Dormir en la orilla de un metro de excremento (obviamente carecía de inodoro o algo que sirviera para el caso),llenando una tercera parte del piso de  la celda, con sólo un angosto reborde de mampostería para sentarse dos o tres.

Y por la noche dormir en el suelo sin frazada alguna, parecen no describir lo miserable de la situación   para el que no la ha vivido en carne propia. Tal vez sirva de contraste lo que Jan Valtín dice en su novela La noche quedó atras (parece que el título original de esta obra es Fuera de la noche),de su experiencia cuando lo llevaron  al campo de Ploetzensee, tal vez la cárcel más terrible que tenía la Gestapo, con guillotina y ganchos de carnicería para colgar a los comunistas, y demás presos políticos enemigos del régimen nazi. Según la descripción que hace Valtín, esa terrible cárcel de la Gestapo era como un hotel cinco estrellas comparada con la celda en la que estuvimos tres mexicanos en Buenos Aires. Valtin habla de Ploetzensee:

"Cada celda tenía una pequeña ventana en lo alto de la pared que daba al patio, una puerta de acero con un atisbadero, un lugar abierto que  servía de retrete,                                                         una cama desplegable de hierro, una mesa para el trabajo, una silla de madera y un estante para la palangana, un plato y una cuchara...En todas las celdas los radiadores estaban colocados debajo de las camas."
Capitulo XXXVIII                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                             

Como decimos, abrir las puertas de México al extranjero en peligro de muerte en su país, tiene su rebote en alguna parte y la pelota acabará golpeando. Sin embargo, es un precio menor.  Argentina, en todos sentidos, es un país bello.

Por lo demás, estos contratiempos, humanos y políticos, son parte de la aventura alpina. En cada época, en cada región alpina, las expediciones viven lo suyo. 







Schopenhauer en la Primera raíz del principio de razón suficiente

Obra: La cuádruple raíz del principio de razón suficiente
Editorial Losada
Buenos Aires, Argentina
2008
Schopenhauer

Aclaración. Para más sencillez en la exposición presentamos aquí, por separado, la primera raíz (o razón) del principio de raiz suficiente. Pero con la anotación que no se trata de cuatro raíces, sino de una sola: " el principio de razón suficiente como un juicio que tiene una cuadruple razón, y no cuatro raíces diferentes que condujeran al mismo juicio, sino una cuadruple razón, que yo llamo cuadruple raíz." (cap. V-33)


Se refiere a la ley de causalidad. Causa-efecto-consecuencia-causa-efecto, consecuencia… “Tal proceso se llama  sucesión, y el primer estado se llama causa, y el segundo, efecto.”

Estamos acostumbrados a pensar en la causa que va a provocar  un efecto, como si ambos conceptos  fuera  un suceso aislado. Pero como todo viene de un suceso anterior en realidad estamos ante una cadena de acontecimientos. Y de la misma manera podemos mirar hacia el mañana donde tendrá lugar una repetición que podemos vislumbrar desde hoy para algún caso en particular.

La función de la repetición en la cultura griega, y muy particularmente en lo que se refiere al axioma de Tucídides, es conocer por medio de la repetición-experiencia, para prevenir. Schopenhauer: “La ley de causalidad es una regla según la cual los estados se suceden  unos a otros.”

Arturo Schopenhauer ( 1788-1860)
 El efecto también se convierte en causa y provoca otro efecto. Aquí cabe la metáfora del taco que golpea a la bola de billar, la cual, al golpear otra bola, queda convertida, de efecto, en causa…”Toda causa es principio de conocimiento; todo efecto, consecuencia”.

Para Schopenhauer no existe, o no admite, la Primera Causa o Motor Inicial (Causa Prima o The First Cause): “Una causa es tan imposible de imaginar como un límite al espacio  o un principio al tiempo, pues toda causa es un cambio  en el cual hay que preguntar por un cambio anterior  del cual proviene, y así in infinitum, en infinitum…Toda cosa debe tener su causa.”

Esta ley se refiere solamente a cambios, no a objetos.

Para no provocar confusión advertimos que en este tema volvemos a encontrarnos con una situación recurrente  en la filosofía: sumamos peras con manzanas. Es decir que cosas que pertenecen al ámbito de la teología las queremos explicar desde la filosofía.

Para nada acepta este filósofo alemán el concepto de “Absoluto”. Y, de manera especial lo rechaza cuando recuerda que este concepto fue abundantemente usado  por Hegel. En el mundo de la filosofía es muy conocido el pleito entre estos dos pensadores. Para ser más exacto, Schopenhauer es el que se peleaba con lo que enseñaba Hegel. Lo critica por haberse dedicado a explicar, dentro de la filosofía, a Dios y no al mundo. Lejos de medirse o retractarse, dice: “No se espere de mí que hable con respeto de gente que ha hecho despreciable  la filosofía.”

La inconformidad de Schopenhauer con Hegel es porque  la idea del Infinito o Absoluto o Dios,  anula la ley de causalidad. Esta ley, dice, no tiene principio ni fin. Como los soles aztecas a los que se refiere D. H. Lawrence, unos acaban  y otros empiezan. Dice Schopenhauer: “de ninguna ,manera imaginamos  que aquella materia primitiva  haya salido de la nada, sino que, necesariamente, sus partículas existieron diseminadas , o en otra forma cualquiera, anteriormente, en alguna parte, juntándose luego, porque el principio de la permanencia  de la sustancia es un principio trascendental.”

 En cambio con Hegel retrocedemos, caminamos en sentido contrario, hasta encontrar la Primera Causa o, como lo llama Aristóteles, el Primer Motor, el que puso todo en movimiento.

Ante este insoslayable encadenamiento de causas y efectos y consecuencias, cabría preguntarse dónde quedó la libertad de decisión del individuo. ¿Nosotros decidimos o, como dice Kant, citado por Schopenhauer, todo está sujeto a la ley de sucesión. “Atendiendo a este carácter empírico, no existe la libertad…las acciones  humanas  así como todo otro fenómeno de la naturaleza, estarán determinados por leyes.”

Schopenhauer invita a leer filosofía, en especial su filosofía. Dice que el mundo de la cultura fue llenándose paulatinamente, y de manera incontenible, de basura, a la que se le da categoría de filosofía. También advierte que no tiene prisa que se le lea. Si esta generación ya está muy intoxicada por la basura, puede esperar a la otra generación: “El lector que no se interese en estos asuntos, puede trasmitir este  y todos mis escritos, intactos, a sus nietos. Poco me importa pues yo no escribo para una generación, sino para muchas”.

Dice que no  hay que esperar a que sucedan las cosas para dar constancia de la ley de causalidad. Como siempre suceden, o se repiten, se les puede explicar a priori.





Así pensaba Schopenhauer

El mundo como voluntad y representación

Arturo Schopenhauer
1818

Tres  cuestiones son las que campean en el pensamiento de Schopenhauer. Dos abstractas y una objetivada. Las primeras  son: voluntad y  cosa en sí. La otra cuestión es la Idea, que  es   como la voluntad cuando se materializa u objetiva. Conviene familiarizarse con ellas por la frecuencia que en toda su obra las vamos a encontrar. Trátese de El mundo como voluntad y representación o Sobre la cuádruple raíz del principio de razón suficiente o Parerga y Paralípomena, etc.

En el Libro Tercero (XXXII) encontramos el siguiente texto que engloba y aclara las tres cuestiones mencionadas: “Las cosas particulares  que se nos revelan bajo la forma del principio de razón no son, por consiguiente, más que la objetivación inmediata de la cosa en sí (que es la voluntad), entre la cual y ella está la Idea como la sola objetivación inmediata de la voluntad” El paréntesis y la mayúscula en “Idea” son del   texto original.

Para evitar confusiones aclara que la Idea platónica es diferente a la interpretación que él le da: “La Idea platónica, por el contrario, es necesariamente objeto, una cosa conocida, una representación, y precisamente por esto y sólo por esto, distinta de la cosa  en sí.”

Schopenhauer (1788-1860) dice que la voluntad es imperecedera, más allá del cuerpo cuando éste muere. Es una voluntad  metafísica. Por tal aseveración a él se le ubica en el terreno filosófico del irracionalismo.
En este pensador el Absoluto no se identifica para nada con la razón. Le siguen en este modo de pensar el danés Soren Kierkegaard y el francés Françoise Pierre Maine de Biran.

Schopenhauer recomienda  que, para entender  cabalmente su modo de pensar, expuesto en El mundo como voluntad y representación, se lea antes  la obra suya publicada cinco años atrás: De la cuádruple raíz  del principio de razón suficiente. Este es una especie de trabajo propedéutico para entrar al estudio de aquella.  Antes  leer también  a  Kant y, mucho antes, a Platón.

La voluntad en este pensador es como una mega conciencia universal, fuera de este mundo. En El mundo.. (Libro Tercero) dice que una vez que el individuo ha muerto: “La voluntad sigue viviendo y se muestra en otros individuos cuya conciencia, sin embargo, no es la continuación de la del primero…La voluntad se revela como un devenir eterno, corriente sin fin.” Al morir el individuo se destruye  su cuerpo individual  pero no la voluntad.” No se sigue de ello que destruya su esencia metafísica, ya que ésta se encuentra “fuera del tiempo” y consiguientemente no puede extinguirse por un acto dirigido contra la objetivización meramente fenoménica y por ello temporal de su naturaleza.”
Arturo Schopenhauer

En el tiempo de Schopenhauer  estaban en boga las ideas procedentes de la Ilustración, respecto de la perfectibilidad del hombre. Schopenhauer  va en sentido contrario. Describe de manera desgarradora la naturaleza vil del humano. Patrick Gardiner escribe  en su obra Schopenhauer (Fondo de Cultura Económica, México, 1975): “Thomas Mann ha hecho notar que Schopenhauer, al describir lo que consideraba  todo el horror de la condición humana, hizo que su genio literario alcanzase la cima  más brillante y crítica de su perfección. Ciertamente su análisis detallado del vicio y locura  humanos y de las desgracias  que inexorablemente lo siguen posee una calidad elevada, obsesiva, casi sádica, como si se complaciera  en lo terrible de la historia  que narraba.” 

Necesario puntualizar que, según Schopenhauer, cada uno de nosotros es, además de cuerpo, voluntad. Es decir que mi cuerpo es objeto y es voluntad. La aclaración va por que suele suceder que   nos vemos sólo como cuerpo y nos olvidamos que también somos voluntad. O sólo  como voluntad y nos olvidamos como cuerpo.

Igual que muchos historiadores, que por diversos intereses manipulan el dato histórico, así Schopenhauer advierten al lector  que hay un juego perverso para deformar la filosofía. Recomienda leer a las fuentes. Hablando de Kant: “Por su originalidad  s e puede decir de él  y de lo que de todos los verdaderos filósofos: que sólo se  les puede conocer  por sus propios escritos, no por lo relatos de otros… Las ideas filosóficas solo pueden  recibirse de sus  mismos autores: por eso, el que se sienta poseído del amor a  la filosofía, debe buscar a sus inmortales maestros en el sagrario de sus obras mismas.”

Al final de su obra El mundo… dice que “Lo semejante sólo es conocido por lo semejante” De ahí que  resulte tan difícil conocer a Cristo o a Buda. Ni somos Cristo ni somos Buda. Tampoco podemos entender, a las primeras lecturas, a Platón o a Kant. Como el estudiante en el primer día de clases no tiene ni idea de lo que está tratando de comunicar el maestro. Esa es la distancia que Schopenhauer recomienda ir acortando. El estudiante buscar subir hasta la comprensión del que habla. Con la condición que el profesor abandone toda pretensión de hacer poses de complicado y, sin llegar a las peligrosas simplificaciones, haga el esfuerzo de ser comprendido.

De ahí que uno de sus méritos de Schopenhauer haya sido el abandonar toda pose de filósofo complicado y escribir  de tal modo que fuera entendido por todos. Patrick Gardiner en su obra Schopenhauer (Fondo de Cultura Económica, México, 1975) dice: “escribió con una inmensa distinción y estilo muy propio, que se esforzó para no sobrecargar sus párrafos con incómodas  expresiones técnicas y terminológicas”. Y el mismo Schopenhauer  refiere: “Los seudofilósofos emplean las palabras , no ciertamente para ocultar sus pensamientos, sino más bien para ocultar sus ausencia y son capaces de hacer a sus lectores  responsables de la incomprensibilidad de sus sistemas, que, en realidad brota de su falta de claridad de pensamientos.”












Demócrito y la megalomanía

Demócrito de Abdera (460 a C)

“En todo, lo igual es bello; más no me parece serlo ni el exceso ni el defecto.” Escribió Demócrito.-

Demócrito ( nació en Abdera,460 a C) es contemporáneo de Sócrates. No obstante se le sitúa entre los filósofos Presocráticos. Término que se aplica a los  filósofos anteriores  a Sócrates. Los más importantes de los presocráticos fueron Anaximandro, Heráclito, Parménides, Empédocles, Pitágoras, Anaxagoras y Demócrito.

El pensamiento de Demócrito se mueve en una dimensión muy ajena al modo de vivir del habitante de la ciudad.  Se le rechaza porque incomoda a nuestro antropocentrismo. Uno de sus pensamientos dice: “Conoce (el animal) lo que le es necesario y cuánto. Por el contrario (el hombre) no conoce lo que le es necesario”.  Quiere decir, como Sócrates: “La ciudad está llena de cosas que no se necesitan pero todos compran”.

Es sano que se busque lo mejor. El bienestar. Con relación al momento en el que se está viviendo. Es lo que se llama “moverse”, movimiento, devenir en algo mejor. Demócrito s e pregunta ¿qué se entiende por lo mejor? Lo contrario del malestar emocional. Pero un excesivo bienestar emocional es siempre sospechoso. Se confirma porque a la postre lleva al malestar.

La “bella medianía” es lo que pregona Demócrito.

Si decimos que, en términos pecuniarios, es necesario que el pobre tenga  más dinero, se entenderá. Si decimos que, por voluntad propia, el rico tenga menos dinero, parecerá un absurdo. Nadie quiere tener menos dinero. Y, repetimos, esa es la cuestión que defiende Demócrito. Que no se e tenga poco pero que tampoco se tenga mucho. Cualquiera de los extremos es peligroso.

Si no se tiene dinero llega la desnutrición, la tuberculosis y la muerte. Si se tiene en exceso puede llegar la megalomanía. Peor, el complejo llamado de Hestia, que es un retroceso mental  hacia la niñez. Probablemente la psiquiatría lo tomó de Demócrito cuando escribe: “Desear sin mesura es cosa de niños, no de varón.”

Aristóteles va a hacer un postulado de esta idea. La desarrollará. Es el famoso término medio aristotélico.  Demócrito había empezado a trabajar en ello. Le llama “prevención”. ¿Se lucha para alcanzar bienestar o para llegar a la megalomanía? Algunos atletas corren para conservar la salud. Otros de competencia para ganar el premio.  Aquellos viven en la “bella medianía”. Estos viven con su trofeo  y con sus rodillas ya inservibles. Todo depende de lo que se persiga. Lo primero requiere prevención. Lo segundo…

La imagen de la comida es la que  arroja luz sobre el tema. Ante una mesa bien preparada, y abundante, ¿por qué comer  dos o tres platillos, que me aconseja mi dietista, si puedo comer diez? Es ante la  autodestrucción  a lo que Demócrito antepone la “prevención”.

Es momento de aclarar que hay ideas mal digeridas que se tiene de Nietzsche y de  Ingenieros respecto de la mediocridad. Cuando fustigan la mediocridad, que se confunde con la medianía. En el centro de los extremos. Lo primero es ignorancia, producto del analfabetismo emocional. Lo  segundo requiere un proceso vivencial elaborado.

Otros pensadores han expresado esta idea de diferentes maneras tales como “de nada en exceso”, “Sin contrarios no hay contrarios”, “Cada línea tiene sus extremos”. Si en la Antártica hay hielo y en Hawái hay fuego, lo más sensato es ir a vivir a Cuernavaca “lugar de la eterna primavera”. Cada país tiene su Cuernavaca.

 ¿Cómo pregonar la prevención en un mundo que se muere de hambre? Es lo contrario. Se muere de gula. Véanse las estadísticas de la Organización Mundial de la Salud en lo que se refiere a enfermedades causadas por la sobrealimentación. Sobre peso, obesidad… El término más amable de gula, inventado por la mercadotecnia, es “consumismo.” Miles de toneladas de comida  se arrojan  cada día  a la basura del mundo. Y por todas las ciudades hay “bazares de pasillo” que prácticamente te regalan  la mercancía  ahí expuesta con tal que te la lleves. Llegan otras modas,  se necesita echar todo a la calle y tener espacio para las nuevas adquisiciones.

No hubo mesura en la adquisición en una parte  y eso provocó un desequilibrio de miseria  en otra parte.

Lo anterior no lleva la intención de quitarle mérito al genuino esfuerzo. Lo que sucede es que siempre se desconfía del proceder de las grandes fortunas: “No hay manera de que sea justo el que está rendido incondicionalmente a las riquezas.”

Sin embargo Demócrito no se refiere a lo pecuniario, a la economía. Lo pecuniario para él fue sólo una metáfora. Metáfora de la filosofía vivencial del individuo con repercusiones sociales: “Quien pretenda el bienestar  preciso es que no emprenda  muchas cosas ni en público ni en privado; y, en las que por acaso emprendiere, no se deje llevar  a más de lo que dan sus propias fuerzas y naturaleza. Guarde por el contrario, esta prevención: que, aun en el caso de que la buena suerte le levante y aun parezca conducirle  al colmo, deponga pretensiones  y no se deje arrebatar  por sobre sus posibilidades; que, en lo material, la bella medianía  es más segura que la megalomanía.”

Wallenstein, la gloria y el ocaso

Wallenstein
Palacio de Wallenstein en Praga
El asesinato de Wallenstein
Federico Schiller

 Wallenstein
Federico Schiller
Editorial Porrua
1984
Prólogo de Wilhelm Dylthey



Se considera  que Wallenstein, de Schiller, y Fausto, de Goethe, son “los dos más grandes dramas que ha producido Alemania”.

Wallenstein, duque de Friedland,  guerrero capaz  en el campo de batalla, está al mando  de un ejército de 30 mil soldados. Al cabo de varios años de guerra (“La Guerra de 30 años”) considera que ya es tiempo de que el reino viva en paz: “Porque prefiere el bienestar de Europa  a unas cuantas fanegas más o menos  para el Austria.”

Militar preponderante, acaricia  varias metas en su vida.  Como individuo,” llegar a ser príncipe del imperio y regente de Bohemia.” Como estadista procurar “el gran bien de Europa”. Y, como padre, casar a su hija Tecla con alguien de “hasta arriba”. Tiene la fuerza y el apoyo del ejército, ¿quién puede impedirlo? 

Wallenstein advierte  que el austriaco tiene patria y la ama, pero el ejercito  en ese momento está compuesto por mercenarios de todas partes de Europa y, en ese caso, poco o nada le importa Austria: “ese ejército que decimos imperial, acuartelado hoy en Bohemia, no la tiene, ni mucho menos; formado por la escoria de las naciones extranjeras, nada posee bajo la capa del sol”

El Emperador quiere seguir en la guerra. De ahí que Wallenstein busque entrar en platicas con el enemigo sueco y sajones y concertar la paz: “Sólo desea pacificar, y como el Emperador  odia la paz, quiere forzarle a aceptarla.”

Así es como, a la vista de todos, Wallestein  cae bajo sospecha de traición: “El duque finge  el propósito de abandonar  el mando, mientras, por otra parte, a estas horas se trabaja por sustraer el ejercito al Emperador  para entregarlo al enemigo.”

Gran conocedor de la pasta con la que están hechos los hombres, empero, Wallenstein todavía tiene que aprender que el  poder lo compra casi todo. Llegado el caso, por vocación, por  intereses o por miedo, casi todos tienen  su precio.

 Para conquistar el mundo se necesita una mezcla de Julio Cesar y José Fouché. Wallestein “solo” es un guerrero. Gran estratega en el campo de batalla pero se pierde  en los corredores de la política. Wallenstein confía en su ejército, que lo sigue a todas partes. El ejército sabe de disciplina y obedecer,  pero no puede descubrir las intenciones de los astutos. Más si estos astutos están en  los altos rangos a los que hay que obedecer...

Es un guerrero que sabe levantar ejércitos, atacar para ganar, quedarse quieto para ganar, huir para hacer caer en la emboscada,  ganar cuando todos consideran que se ha perdido. Todo depende  lo que la gente tenga por ganar. Porque desde  siempre no todos ganan cuando cantan victoria. Ni pierden los que salen derrotados. Wallenstein dice: “sólo los generales bisoños, necesitados de victorias, suelen librar batallas sin motivo alguno. Cabalmente la ventaja  de un general acreditado consiste en que nada  le obliga a combatir  para mostrar al mundo  su valor y su pericia.”

 Para realizar todos estos movimientos se necesita que el ejército sea uno con su general. El ejército acaba identificándose  con su guía  y éste con su ejército. Y aquí es donde los mandos superiores del imperio, trátese del  Emperador o de la Cámara de Legisladores, entran en conflicto con el general. Lo ven como una amenaza para su autoridad y sus intereses personales. Julio Cesar, Juana de Arco… la historia abunda en  casos semejantes.

En el ejército campea  el espíritu de guardar el orden a través de las leyes de ese país.  Pero otros siguen intereses pecuniarios sobre toda filosofía, regla, disciplina y norma. Algunos altos mandos, fieles a Wallenstein,  se pasan en el último momento al bando contrario. Que ya para entonces no está claro cuál es el “bando contrario”, si el soberano  legitimo o el general que ha salvado y ganado batallas para el imperio. Uno de ellos, Deveroux dice: “Nosotros, general, somos soldados  de fortuna, y pertenecemos al que más  paga”.



El ejército quiere y sigue a su general Wallenstein, el Emperador tratará de quitarle el mando. Para tal efecto se recrudecerá contra él el cargo de traición: “  Se han roto ya todos los lazos que atan  el oficial al Emperador y el soldado a las leyes civiles, y así libertado de sus deberes y de toda sujeción se fortifica contra el mismo Estado que debía defender , y amenaza volver  contra él la propia espada.” Acorralado Wallenstein, dice: “A quienes temo  es al invisible enemigo que se alza contra mí en la conciencia de los hombres”.

Aristóteles, en el capítulo sobre la amistad, en su obra Gran ética, ya había señalado, hace veinticuatro siglos, “el que odia  es el enemigo cercano, que echa por tierra hasta los méritos reales del otro”.

“Es verdad-dice Wallenstein- que del Emperador he recibido el mando, pero como general del imperio lo empleo en el bien y la salvación de todos, no en el engrandecimiento de uno solo…”   El ejército, hasta entonces devoto de Wallenstein, empieza a abandonarlo…Las fuerzas del Emperador, la traición de sus anteriores amigos, y la ambición de otros, acaban por erosionar su fuerza… 

Las cosas han llegado a un punto en que ya no hay regreso: En su defensa Wallenstein recuerda la decisión que tomó Julio Cesar que le hizo cruzar el Rubicón y enfrentarse  a las fuerzas gobernantes de su  patria romana: “¿En qué soy más culpable que el gran Cesar cuyo nombre resuena  aun por el universo entero? Contra la misma Roma dirigió aquellas legiones  que de Roma había recibido para su defensa.”

Al final Wallenstein es degollado en su cama, mientras duerme. Hasta su castillo, bien resguardado, por “su gente”, había penetrado la traición.   Su esposa, la duquesa de Friedland, a la que el Emperador había prometido respetar su vida, la de sus familiares y sus bienes, se suicidó bebiendo veneno.

D. Morris, el sexo y la sociedad

Tomada de la revista CYo ZONE

El zoo humano
Desmond Morris
1970

El equilibrio en el sexo es lo que cuenta en Morris.

 Hace veinticinco siglos Eriximaco, pensador griego, sostenía sistemáticamente, dice Jaeger en Paideia,  el poder generador de Eros como el principio del devenir de todo el mundo físico. Pero advierte que en la práctica del sexo se debe observar el equilibrio. Hay un  eros bueno y un eros malo. ¿Cómo saber cuál es cuál? Jaeger anota: “La salud es la mezcla acertada de los contrarios en la naturaleza; la enfermedad, la perturbación dañosa de su equilibrio y de su armonía…Eriximaco  ve  la acción del eros  sano en todos los campos del cosmos y de las artes humanas el principio de todo bienestar y de toda verdadera armonía.”

Desmond Morris entra en la disección más detallada del tema, en la perspectiva no individual, como Eriximaco, sino social. Una sociedad ansiosa, con signos destructivos, o una sociedad con reservas emocionales, dependerá, escribe  Morris, en el Zoo humano, del primer año de vida de la criatura humana. De qué tipo de actividad sexual lleve el individuo adulto engendrador.

En el capítulo tercero,  Morris habla  de sexo y súper sexo. A manera de ejemplificar se refiere a la acción de ingerir comida. No siempre comemos porque tenemos hambre. Puede ser para pasar el rato, como cuando comemos palomitas en el cine: “no acertamos a separar la comida  y la bebida no nutritivas de sus funciones nutritivas.” El resultado son una serie de desarreglos fisiológicos que nos han llevado al sobre peso, a la obesidad y de aquí a un rosario de padecimientos mortales. A la fecha la gordura ha alcanzado, a nivel terráqueo, dice la Organización Mundial de la Salud (OMS), la categoría de pandemia.

En lo que al comportamiento sexual se refiere la situación es semejante. Aunque más complicada. Con el ejemplo de la comida, las implicaciones son, hasta cierto nivel, también individuales. Con el sexo las repercusiones  tienen dimensión social: “En este terreno se ha producido un fracaso  aun mayor  al tratar de separar las actividades no reproductoras de sus primarias funciones reproductoras.”

El humano, a diferencia del animal, ha convertido el sexo en un súper sexo. El autor señala  diez categorías sexuales: el sexo reproductor, el de formación de pareja, el de mantenimiento de pareja, el fisiológico, el exploratorio, el re compensador por sí mismo, el ocupacional, el tranquilizador, el comercial  y el de estatus.”

Dice que esto se debe a que somos inclinados  a una clase de estimulación supernormal. Es un proceso que se llama  dramatización. Los griegos del tiempo de Sócrates  se referían a él como “buscar la manera de llenar el día.” Sin esa dramatización, dice Morris,”Las acciones cotidianas, tal como tiene lugar  en la vida real, no  serían suficientemente excitantes.”

Si esto entra en combinación y hacen la trilogía tedio-trauma- estupefacientes, ya tenemos a los grandes sádicos. Llevados a situaciones de aburrimiento extremo, pueden recurrir  a una drástica especie de sexo ocupacional.

En casos de desvalorización, ya sea sexual  o social, se ha echado mano  de recursos tales como el strip- tease: “La hembra , por una pequeña suma de dinero, tiene que desnudarse delante de él, rebajándose a sí misma y elevando por consiguiente, el estatus relativo de los machos espectadores.”

Morris opina que es necesario aprender el “juego” del sexo. O que el juego se haga con responsabilidad. Al igual que se puede gozar de la buena mesa sin engordar: “La única esperanza es que, al ir aumentando en intensidad las encontradas exigencias  del supe sexo, aprendamos a practicar más diestramente  el juego. Al fin y al cabo, es posible complacerse  en la buena mesa  sin engordar  ni caer enfermo. Esto es más difícil de conseguir cuando se trata de la actividad sexual, y, para demostrarlo, la sociedad está llena de amargos celos, destrozados corazones  abandonados, familias deshechas y desgraciadas e hijos no deseados.”

Tal situación dificulta el sano desenvolvimiento de la sociedad si, como dice la pedagogía, y lo repite Morris, el primer año de vida del niño o niña, es básico, va a marcar, la vida de ese individuo y con el tiempo impactará al grupo social en el que se mueve. Esto nada tiene de alejamiento académico en países, como el México actual, donde la sociedad no sólo está precarizada    sino también marcadamente “patologizada”. Los diarios del mundo publican que hay más muertos, diariamente, en la paz mexicana, que en las  más recientes guerras de los países árabes.

Puede tratarse de una familia de colonia proletaria o de la exclusiva área residencial de la ciudad. La casa será una jaula de fieras o un lugar que permita  un sano desenvolvimiento del niño. Alimentación, pañales, la vigilancia periódica del pediatra. La educación del niño cuesta dinero. Mucho dinero. Pero lo que realmente puede dar al traste  con la formación del niño es el analfabetismo emocional de la pareja procreadora. L apareja procreadora, no el niño, es la que va construir  una sociedad sana o bien una  sociedad patológica. Morris agrega:


“Criaturas que son bien alimentadas y van limpias, pero que se hallan privadas del “amor” de la grabación temprana, pueden padecer ansiedades que permanecen con ellos  durante el resto de su vida… Una buena y temprana grabación le abre al niño una nutrida cuenta bancaria emocional. Si posteriormente los gastos son grandes,  tendrá de sobra para ir sacando.”

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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