Una copa de vino, una muchacha bella y seductora, las arenas del desierto y el cielo de impresionantes estrellas.
Ese es el mundo de Omar Kayam. Pero es un mundo que, ha observado, pasa inexorablemente. En cada segundo envejece y se va. ¿Qué caso tiene lo que es, si enseguida ya no es? Ciertamente, mucho regresa, como la luna, como el sol y la lluvia, pero ya no para nosotros.
Por eso Kayam es escéptico y nihilista. Lo único que parece estar seguro es el aquí presente, materializado por una muchacha y una copa de vino y las estrellas y las arenas. Aunque, la muchacha, las arenas y las estrellas, también se van. Lo único seguro es la copa de vino.
Bebe, y al mirar las estrellas
Piensa en las civilizaciones
Que se tragó el desierto.
¡Oh, ya vuelven las nubes a llorar
Sobre el prado,
Y los campos estrenan su vestido
Floreado…
¡Bebe vino y disfruta! Es preciso insistir
Que seremos abono de los que han de venir…
El ayer ha forjado la locura
Presente.
Ya sea triunfo o derrota, el Mañana está ausente:
Bebe pues, ya que ignoras, y que
Nunca sabrás
Ni de de Dónde has venido, ni Hacia dónde te irás
Y después de un silencio, comentó
Maliciosa
Una jarra inclinada que salió
Defectuosa:
“No desdeñen mi forma por demás
Miserable,
Si tembló el alfarero, ¡yo no soy
Responsable!”
“Nació en Nichapur, Persia, hacia el año 1040 de la era cristiana, y vivió cerca de ochenta años.
Libertino, sibarita, ácido, místico y profeta, estudió Matemáticas y Astronomía, reformó el calendario musulmán, cultivó el Derecho y las Ciencias Naturales, pero todo le resultó insuficiente a la hora de resolver el misterio del Universo, las pasiones humanas y la existencia misma.
Se destacó en el plano de las letras por sus famosas «Rubaiyat», que constituyen una alabanza al brindis, una enorme plegaria fragmentada en estrofas que remiten a la celebración del vino y del goce del instante, frente a la finitud de la vida.”
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