GRAHAM GRENEE Y EL PROPIO VERDADERO SER




Cartone, personaje de Dickens en Historia de Dos Ciudades, Fernando Valle de Altamirano en su novela Clemencia, Jean-Louis Charlot y Michel Janvier, personajes de Graham Greene  en  El Decimo Hombre, son cuatro individuos atípicos al escoger morir para que otros se salven. Shakespeare tal vez sea el primero, en los siglos recientes, de este tipo de sacrificio con su personaje Antonio en El Mercader de Venecia.

Lo típico es sálvese el que pueda y el que no perezca. Primero yo, luego yo  y después yo. Es la época del yoismo-consumismo. El mismo Schopenhauer, que sabido es no se tienta el corazón para decir las verdades venenosas que predomina sobre las buenas, en el corazón de los humanos, declara en una parte de su obra En torno la filosofía, que el humano es  capaz de ese tipo de sacrificios. Sus escritos no son la amarga terapia del clásico filósofo amargoso ni tampoco el autor de textos adornados con florecitas. Su objetividad, llegado el caso no duda en reconocer lo que hay  de trascendente en el humano. Tiene mucha influencia del brahmanismo y del budismo en los cuales se distinguen bien lo perecedero de lo imperecedero.
Graham Grenee

 Pero como esta actitud más parece un absurdo que un acto razonable, se pone el ejemplo de una carrera de relevos. Un atleta corre  un tramo y se agota, en ese momento le entrega la estafeta al que está en buenas condiciones para continuar con ímpetu la carrera. Aquí no importa que los cuerpos se agoten o hasta que perezcan. Lo que s e pone a resguardo con el siguiente corredor es que la carrera continúe y con él, lo que va  a trascender,  es la mística. Dos tipos de valores en un mismo corredor. El cuerpo perecedero y el ser imperecedero. El fenómeno y la voluntad, como se dice en occidente o como en la filosofía  de la India, la Realidad Última y el velo de la ignorancia.

Esto  no es una entelequia y está más cerca de nosotros de lo que imaginamos. Anda en nuestras calles. Es el caso de los militares, los policías y los bomberos. Desprestigios aparte en lo que suelen caer miembros de estos gremios, también ellos, llegado el caso, ofrendan su vida para que otros puedan seguir viviendo. Sus miserables sueldos y también sus miserables prestaciones, si acaso las tienen,  le quita el carácter mercenario al asunto y les deja la inmensurable vocación  de sacrificio.
Schopenhauer: “El reconocimiento antes indicado de su propio verdadero ser en un individuo extraño que se presenta objetivamente, se destaca hermosa y claramente  en los casos en los que un hombre irreparablemente destinado a la muerte piensa todavía, con ansioso cuidado y activo celo, en el bien y la salvación de otros…En todo caso vemos  al individuo ante sus destrucción personal inmediata, que no piensa ya en sus conservación para concentrar todos sus cuidados y sus esfuerzos en otro individuo. No puede expresarse más claramente  la conciencia  de que sólo  perece el fenómeno, pero que el ser verdadero queda intacto continuando en el otro.”

Graham Grenee tiene un bello cuento corto, apenas tres cuartillas, en donde desarrolla toda la mística de lo imperecedero sobre el fenómeno. Su título: Del otro lado

























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