LASTIMA, UNA APORÍA DE SCHOPENHAUER




         

El amor, las mujeres, la muerte y otros temas
Editorial Porrúa, México, Serie Sepan Cuantos Núm.455, año 2009,
Primera edición en alemán: Berlín 1851.

“Arthur Schopenhauer (Danzig, 22 de febrero de 1788Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, 21 de septiembre de 1860) fue un filósofo alemán. Su filosofía, concebida esencialmente como un «pensar hasta el final» la filosofía de Kant, es deudora de Platón y Spinoza, sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el budismo, el taoísmo y el vedanta. En su obra tardía, a partir de 1836, presenta su filosofía en abierta polémica contra los desarrollos metafísicos postkantianos de sus contemporáneos, y especialmente contra Hegel, lo que contribuyó en no escasa medida a la consideración de su pensamiento como una filosofía «antihegeliana»” Wikipedia.

El hombre, al nacer, es amamantado, lo mismo que es amamantado el perro al nacer, ¿por qué el primero tendría que ser cruel con el segundo?


Influido por los Upanishads ( “Upanishads designa a cada uno de los más de 200 libros sagrados hinduistas escritos en idioma sánscrito entre el siglo VII a. C. y principios del siglo XX d. C.”Wikipedia), o quizá por San Francisco de Asís, Schopenhauer pone a occidente frente a una aporía, esto es, una cuestión sin resolver. Cómo demostrar lástima, suprema señal de  la moral, y, a la vez, supervivir, o ya siquiera, cómo sobrevivir, sin hacer daño a la naturaleza. Pero Schopenhauer no pregunta, no interroga, demuestra. Demuestra que nos hemos metido en un callejón sin salida.


Somos de la cultura occidental y ésta, a lo largo de sus milenios, sabe, y esa es la lección que nos dejó la guerra de  Troya, cantada por Homero, que hay corrientes de pensamiento, y hasta religiones, que son armas sublimadas de conquista que se nos presentan con la piel de oveja. Al final va a ganar el que sea más sagaz para convencer al otro y el que éste mejor armado. Pero el vencedor mismo implosionaría, como tantos vencedores han implosionado,  si no cuenta con principios morales de calidad. Y ese es el tema que aquí desarrolla Schopenhauer.

Remarcamos que somos de la cultura occidental porque ésta tiene sus principios (resultado de sus tesis y contratesis) y así, desde esa perspectiva, es como debe verse el tema en cuestión.  No desde otra perspectiva cultural ni religión, a riesgo de hacer del tema un galimatías.

La ciencia veterinaria experimenta con perros, así este filosofo con las cuestiones de los hombres. Es cuando dice: “lo mismo que ellos, los hombres, han sido amamantados por sus madres, también el perro lo ha sido por la suya.”

Agrega: “La lástima, principio de toda  moralidad, toma también bajo su protección a los brutos, al paso que en los otros sistemas de moral  europea se tiene  para con ellos tan poca responsabilidad y tan escasos miramientos. La pretendida carencia de derechos  de los animales, el prejuicio de que no tiene importancia moral nuestra conducta  para con ellos, de que no hay, como suele  decirse, deberes para con los irracionales, esto es precisamente una grosería que subleva…”
 
A.Schopenhauer
Se refiere a la crueldad del hombre que maltrata y mata a los perros y a los gallos cuando los echa a pelear en la plaza. Una crueldad que crece de manera exponencial al escuchar los gritos de máximo sadismo de los espectadores, al grado que algunos eyaculan de tanta emoción al pedir la muerte del gallo o perro o boxeador o luchador, o toro, en contra del cual apostaron.

Esto era natural en tiempos del paganismo, no del cristianismo que, junto con lo mejor de la cultura grecorromana, distingue a lo que conocemos como cultura occidental. Si estuviéramos en  los tiempos de los romanos  o de los aztecas, eso sería lo “normal”.


La aporía a la que nos referimos es cuando caemos en la certeza que, para alimentarnos, deben ser sacrificados animales de prácticamente toda especie como aves, peces…Como demandantes somos responsables, junto con el que levanta el hacha, para matar al pavo.

Aquí es donde Schopenhauer  emplea  un modo muy fino de hacernos entender que, al estilo de los de la India (o en Europa San Francisco de Asís) en cuanto a religión, o filosofía espiritual, todo debe quedarse como está, como nace. Al menos en lo que se refiere al reino de los animales. Que tendríamos que volvernos vegetarianos. Grupos de excepción practican ese modo de alimentarse. Pero eso, como sabemos, no es el “modo occidental” de comer.


El, o la, que  tiene, y demuestra, lástima, pasa la prueba de toda humanidad. Recuérdese que humanidad no es la gente o el populacho o la especie. Es una categoría que se gana con acciones positivas hacia otro fuera de mí. Un título de doctor en ciencias no se hereda, se gana. Así la categoría de humano, no se hereda, se gana.

Schopenhauer recurre a su modelo preferido para contrastar situaciones con el hombre, el perro. Así como la ciencia veterinaria se apoya  con perros, así este filosofo  con las cuestiones de los hombres.


El tema es la lastima como ejercicio moral que pasa todas las pruebas de la sofistería intelectualoide.

Y en tanto eso no suceda, la lástima, la prueba de fuego para practicar  la autentica demostración de respeto y amor, seguirá estando muy lejos de nuestras buenas intenciones.

 Finalmente dice: “La conmiseración con los animales está íntimamente unida  a la bondad de carácter, de tal suerte, que puede afirmar de seguro que quien es cruel  con los animales no puede ser buena persona.”












RUBEN DARIO Y JUAN VALERA




“Félix Rubén García Sarmiento, conocido como Rubén Darío (Metapa, hoy Ciudad Darío, Matagalpa, 18 de enero de 1867 - León, 6 de febrero de 1916), fue un poeta nicaragüense, máximo representante del modernismo literario en lengua española. Es posiblemente el poeta que ha tenido una mayor y más duradera influencia en la poesía del siglo XX en el ámbito hispánico. Es llamado príncipe de las letras castellanas

Rubén Darío envió a Juan Valera un ejemplar de su libro Azul  Son relatos de viaje y algunos cuentos. El novelista  y político español entabló por ese motivo una comunicación epistolar con el poeta nicaragüense. Recuérdese  que  en el modo epistolar Valera es un maestro.

Desde Madrid,  el 22 de octubre de  1888, Valera le escribió a Darío: “Su libro no enseña nada”.  De esa manera  el autor de Pepita Jiménez empieza con Darío el juego del suspenso literario. Le va a dirigir enseguida señalados  elogios como escritor. Pero antes le restregó en la cara su afrancesamiento:”Dudé empezar la lectura de su librito porque pensé que usted era uno más de los Victorhuguitos que tanto proliferan en estos tiempos….¿Si será éste, me dije,  uno de tantos y tantos  como por todas partes, y sobre todo en Portugal y en la América española, han sido inficionados por Víctor Hugo?”
Rubén Darío

En efecto, era el final del siglo diecinueve en el que  una parte de América, es el caso de México, Francia estaba omnipresente. Su arquitectura se puede ver en la colonia Roma, de la capital mexicana. El ejército mexicano se vestía con uniformes estilo ejército francés. La literatura francesa campeaba y la alta sociedad  procuraba aprender  el idioma francés antes que el mismo español. En el  intríngulis de la política internacional México había enfrentado al ejército francés pero en la práctica era muy favorable a Francia, como una respuesta al poder hegemónico de Estados Unidos

El presidente Porfirio Díaz, uno de los héroes que combatieron al ejército francés de Maximiliano y Carlota, escogió, no obstante,  Francia para pasar sus últimos años de vida y morir allá… El discurso político estaba con Estados Unidos pero el corazón con Francia. En el  México de entonces pocos sabían leer  y los que tenían acceso a los libros se aprendían  de memoria a  Víctor Hugo. Citar Los Miserables y Los hombres del mar eran el toque de distinción en las reuniones de la sociedad. Abundaban los bigotes finos  engomados hacia arriba, un poco a lo Dalí.

Los pueblos de origen indoamericano no podían volver la vista hacia otro lado. Pocos tenían acceso a la filosofía alemana.

 La cultura de calidad de España estaba a  la sazón distanciada del ánimo de sus  habitantes por la animadversión incubada en   tres siglos de coloniaje. Tendría que correr el tiempo para abrirle los brazos a Rocío Durcal (en primer lugar), Miguel de Cervantes S, Manuel García Morente, José Ortega y Gasset...

 Se leía a Homero y a Dante y poco a Cervantes. En especial en el siglo  diecinueve, con la reforma borbónica, que en México recaudaba dinero hasta por debajo de las piedras.

 Los indios no podían pagar los impuestos, pero no eran metidos a la cárcel porque menos podrían pagar. En su lugar se les azotaba  y con la espalda chorreando sangre  eran enviados a  trabajar. Tan torpe la política de los borbones en América, para España,  que sin ella el grito de independencia de los pueblos americanos  se hubiera tardado otros cien años en oírse. Los norteamericanos, y los países centroeuropeos, seguían de cerca los acontecimientos y entre todos acabaron poniendo una camisa de fuerza  a España.  
Juan Valera

Valera,escritor original de altos vuelos y experimentado político de carrera, sabía lo que le decía a Darío. Lejos de los norteamericanos y muy distantes de España, América abrió los brazos a la cultura francesa. Y, en efecto, s e llenó de Victorhuguitos. Sigue diciéndole respecto del paquete cultural del poeta nicaragüense: “Y se entrevé también que todo esto  ha penetrado en la mente del autor, no diré exclusivamente, pero sí principalmente, a través de libros franceses.”

Ya pasada, pero todavía  fresca, la presencia política española, predominante en Europa,  y su influencia cultural: “La cultura de Francia, buena o mala, no pasa nunca de la superficie. No es más que un barniz transparente, detrás del cual se descubre la condición española.”

Desde luego, Valera no quiere dejar la impresión que Darío es un plagiario, como tan frecuente es en literatura. Todos somos herederos y pregoneros de la  rica cultura occidental y no dudamos en citar, en entrecomillar, pensamiento de éste o aquel pensador, y lo hacemos con placer, pero nunca falta un filósofo  más “original” que el mismo Platón,que se olvida de entrecomillar, por eso le dice: “usted no imita a ninguno: ni es usted romántico, ni naturalista, ni neurótico, ni decadente, ni simbólico, ni parnasiano. Usted lo ha revuelto todo. Lo ha puesto a cocer  en el alambique de su cerebro, y ha sacado de ello una rara quintaescencia.”

No deja de mencionar una influencia  que se descubre en Azul y que son ecos de la revolución francesa y, a la vez,  ecos que anuncian la conmoción española de 1936,con lo que, en este sentido, España también acabó siguiendo a Francia: “Que se suprima a Dios o que no se le miente sino para insolentarse  con Él, ya con reniegos  y maldiciones, ya con burlas y sarcasmos.”

Reconoce la originalidad que Darío transluce en su poesía: “Con el  galicismo mental de usted no he sido sólo  indulgente, sino que le he aplaudido por lo perfecto:”

Y, como en Las mil y una noches, al terminar su epístola, le dice: “Ahora será bien que yo cite muestras  y pruebas que hay en su libro de usted, con notable elegancia, todo lo que afirmo; pero esto requiere segunda carta.”




















 

Zaratustra mayéutico baja de las montañas




Así hablaba Zaratustra
Federico Nietzsche


 “La situación necesita un líder,   busca un líder, si no lo encuentras, vuélvete líder”, es  un viejo dicho popular.

 ¿Para qué un líder? ¡Para que regrese la nieve a mis montañas!

 Zaratustra quiere hacer creer a los hombres que Dios ha muerto para que piensen más en él, en el hombre, y no tanto en Dios. Es otra manera de decir Renacimiento, cuando en la Edad Media europea predominaba la teología y después se sintió la necesidad de más filosofía.

 Llegó el Humanismo, con mayúscula, pero luego siguió una caricatura de humanismo. A este declive es al que se va a referir Zaratustra en la plaza del pueblo, en la que la gente ha ido a ver a un bailarín de cuerda: “Cosa para preocuparse es la vida humana y, además, falta siempre de sentido.”

Sin interrogatorio y carente de ironía, como son los elementos del método mayéutico socrático, Zaratustra le dice a boca de jarro al  hombre  en la plaza: ¡Dios ha muerto! Vuélvete Dios. Vuélvete Creador. Pero entonces ve  que el hombre ha renegado de sus potencialidades y se da cuenta que debe empezar de más atrás. La gente se divierte con el bailarín de cuerda y se pitorrea de Zaratustra.
F.Nietzsche 1861

 Zaratustra descubre que el hombre ha renegado de sus potencialidades, pero que no carece de ellas. Puede alcanzar un cielo, menos o, nada, contaminado: “Lo grande del hombre es que es un puente y no una meta.”

 Su pauperización, como ser,  no es genética y sí cultural. De manera reiterada escribirá (en Aurora y en El Orígen de la Tragedia,) que estamos en un mundo en el que se aprende a escribir leyendo periódicos. Lugar para recordar que, con su abuelo cultural, Schopenhauer,  es el autor de la lucha cultural o kulturkampf.

En otras palabras, es hora de regresar a los clásicos de la filosofía griega. ¿Cómo se podría llegar al cielo de la gran cultura si a la escalera le falta el ineludible peldaño de la antigua cultura griega? Todos los pueblos del planeta tienen su kulturkampf pero sus peldaños están averiados y otros  ni a escalera llegan.

Tenía treinta años Zaratustra cuando dejó su casa en el valle y subió a la montaña. En ella vivió diez años en una cueva. Lo acompañaban en su soledad un águila y una serpiente.

Todas las mañanas disfrutaban del sol que llegaba de frente: “Más nosotros te esperábamos todas las mañanas, te tomábamos lo superfluo y te bendecíamos.” Había correspondencia, o retroalimentación, para existir. El sol calentaba a Zaratustra y éste se maravillaba de lo que significaba el sol. Zaratustra era un tanto heliocéntrico y suponía que el sol tenía una existencia antropomorfa.

Fue cuando se le ocurrió que los hombres, los animales y las plantas, tenían una misión excepcional en la vida, dijo: “¡Gran astro! ¿Si te faltaran aquellos a quienes iluminas, cuál sería tu felicidad?” Se sintió dueño de una sabiduría que necesitaba  comunicar a los otros: “Debo descender hacia aquellos a quienes quiero  dirigirme.”

Bajó al valle y llegó a la plaza de la ciudad más cercana al bosque. Había una multitud de gente  que había ido a ver al bailarín de cuerda. Recordó las palabras de un viejo que se había encontrado en el camino. Éste le dijo que los hombres son demasiado imperfectos: “todos son iguales  y el que piensa en otra forma  va por su propia voluntad al manicomio.”

Durante un tiempo cargó en el descenso de la montaña a un cadáver. Era lo muerto que todavía había en Zaratustra. Fue cuando dijo: “Necesito compañeros vivos, no compañeros muertos…


Alzando la voz, Zaratustra dijo así  a la multitud: “Yo les anuncio al Superhombre. El hombre es algo que debe ser superado.” Pero los hombres se rieron de Zaratustra y lo amenazaron sino se marchaba: “Más peligros he encontrado entre los hombres que entre los animales”- se dijo a sí mismo-. Nunca volveré a hablar al pueblo.” Lo miraron con recelo y Zaratustra los puso en la disyuntiva de “superarse o regresar a la animalidad.” Animalidad de la posmodernidad...

 Procedente de una familia religiosa, Nietzsche no se la cree que Dios haya muerto. Pero los hombres en la plaza empiezan a  pensar que, si Dios ha muerto, ahora ellos tendrán que empezar a resolver por sí mismos. Como los súbditos de un reino donde  el gobierno da todo a los hombres y de pronto ya no les da. Como el hijo que se va de la casa paterna y ahora él tendrá que empezar a resolver…

Jesús en la otra plaza ve que un grupo de adúlteros va a matar a pedradas a una mujer por ser adultera. Recurre al estilo  mayeutico para llevar a  que los hombres piensen que están equivocados al considerarse interlocutores de la pureza.

Recuérdese que Schopenhauer recomendaba  que la gente dejara de leer. Les estaba diciendo mayeuticamente que empezaran a pensar por sí mismos. Con la figura del Superhombre Zaratustra les está induciendo a pensar que ellos  se han vuelto blandengues.

 Lo que  Zaratustra busca es    que el hombre no  siga apoyándose en Dios porque de esa manera desarrollará su potencial anímico. Quiere que de una vez por todas deje de confiar tan ciegamente en su razón práctica y vaya en pos de su razón vital.  Así será más consciente el hombre de lo que pide en la vida.

Por lo general lo que pide es en la perspectiva de su solipsismo, no de su necesidad vital. Su razón práctica lo llevó al consumismo, a la depredación del medio ambiente, se acabó  la nieve en los glaciares, se secaron los campos otrora de cultivo y las hortalizas, el aire se llenó de IMECAS y el hombre empezó tomar pastillas hasta para poder reír.

Miles  de guías alpinos profesionales en el mundo se quedarán sin nieve en sus montañas. La infraestructura fabricante de equipo para escalar, para campar, para trasportar, para hoteles de montaña, tendrán que soportar fuertes vendavales para salir adelante.

En el mundo tecnificado de ahora varias profesiones y oficios desaparecen por el avance de la tecnología. ¿Dónde quedó la gran industria fotográfica analógica  de los Kodak y de los Agfa? El teléfono fijo casero es un anacronismo. Hasta el hombre mismo ya no es del todo indispensable para la procreación...

El alpinismo puede desaparecer no en ser desplazado por algo mejor como deporte  sino por el solipsismo de los humanos y su espada flamígera conocida como “incremento de la temperatura local y global”.  

Schopenhauer se dirige a un pueblo lector, porque un pueblo que no lee por lo mismo no puede dejar de leer. No ha empezado a leer. Zaratustra habla al pueblo del consumismo que ha debilitado sus fuerzas vitales, porque un campesino que apenas  come no sabe del consumismo.

En todo caso es un grito desesperado de advertencia, el de Zaratustra,  para los pueblos agrícolas que aspiran a la vida de la ciudad y sus eclecticismos disolventes. Tan disolventes que disolvieron la nieve de los glaciares en las altas montañas.














J. Wahl busca el orden vital




Introducción a la filosofía
Jean Wahl
Fondo de Cultura Económica, México, 1988
Primera edición en inglés 1948

Incurrimos  en el error y de esa manera, por oposición, nos damos cuenta de lo correcto: “Sólo si es posible el error, es posible el auténtico conocimiento en oposición a él.”

 Jean Wahl nació en Marsella, en  1888. Falleció en París en 1974. Filósofo francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a Francia (1945) para enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de París. Es recordado, sobre todo, por su estudio sobre La desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929). Otras obras a destacar son, entre otros títulos, Filosofías   pluralistas de Inglaterra y América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).

Sirve también el error  para reafirmar lo que estamos haciendo bien y por rutina, eventualmente, caemos en el descuido.

Asimismo, marca el camino de los cabezas necias cuando de manera reiterada, y consciente, cometen el error. Al apartarse  de lo acertado, están manifestando una patología. Aquí el tema se extiende hasta el mal, la libertad de acción o lo que se llama en el cristianismo libre albedrío. Todo lleva a la pregunta de si el error es punitivo o didáctico.

Parece que el asunto del error es más complicado de lo que se cree. Wahl señala que para Spinoza y para Hegel el error es negativo y no toman en cuenta el carácter didáctico que más arriba le atribuye Descartes.

Luego de citar a poetas y novelistas como Baudelaire, Dostoievski y Melville, Wahl anota que “Puede incluso decirse que esta insistencia en el mal como positivo ha conducido a una conciencia más clara del bien puesto que cada contrario saca del otro un lugar más intenso.”


 Pero Wahl no quiere hacer la apología del mal como tantos individuos,  y grupos, desde la sombra,  lo han hecho, y dice que s e puede continuar con este discurrir pero: “Nos veríamos arrastrados a muy grandes dificultades tocante al carácter positivo de algo tan negativo como es el mal.”

A Spinoza se debe, en tiempos modernos, que nos encontremos parados, tal vez, ante una revelación extraordinaria. Ya apuntada por pensadores tan distantes en el tiempo como Platón, Nietzsche y Bergson. Esto es, que en realidad todo está bien, pero nuestro entendimiento actual no lo puede comprender y creemos que hay una apariencia de desorden porque buscamos el orden mecánico y no el orden vital: “Todo está ordenado sólo nuestra ignorancia es la que crea la apariencia del desorden.”Y sigue un encadenamiento de leyes como la libertad de decisión, el error es producto de la ignorancia, etc.

Es precisamente en este tema de la filosofía donde algunos novelistas piensan que lo que rige la vida  normal es el azar y no lo ordenado ortodoxo que estamos acostumbrados a creer.

En realidad una cuestión que observa  el humano, desde tiempos de Homero, y después lo hará el cristianismo, son esos giros inesperados, para bien o para mal, que suele dar  nuestra existencia. Hay cuestiones que en lo inmediato nos parecen un desastre y a la postre resultaron  benéficas. O viceversa.

Los dioses olímpicos actúan con frecuencia de una manera incomprensible para el entendimiento humano. En la guerra de Troya Héctor es el favorito, el protegido, de Zeus. Y sin embargo Zeus lo abandona. El héroe de Ilión no sólo muere sino que tiene lugar su fin de manera ridícula para tratase  del héroe central del poema homérico.

Cuando Héctor muere, Homero abandona todo el relato. Otros poetas, como Virgilio y Eurípides, nos dirán cómo sucumbieron Troya y los troyanos, pero Homero no. Es como si el mismo Homero estuviera inconforme o descontento que Zeus haya abandonado a Héctor. No comprende que lo haya abandonado. Los griegos de ese ejército sólo eran unos depredadores y Troya, en cambio, una ciudad-  reino con todo orden, familia, leyes, religión…

Después de siglos la conquista de Grecia por Roma, de la que uno de sus caudillos fundadores fue  Eneas, héroe de Troya, y después Roma, heredera cultural de Grecia, proyectó su sombra, es decir, su luz, cultural, por el planeta. ¿Ese era el plan de Zeus al hacer sucumbir a Héctor y a Troya? Jamás lo sabremos porque se sobreponen tres escalas de tiempo que son la olímpica, la historia de los pueblos y la historia inmediata de  los individuos, cada una con su velocidad diferente.

Pedro se llevó una dura reprimiendo al decirle  a Jesús, en la Ultima Cena, ante el inminente peligro para Jesús, vámonos lejos. Piensas como hombre, Pedro, no como Dios, le respondió su maestro. Y cuando a Jesús le preguntan sobre el fin del mundo, responde, eso sólo el cielo lo sabe.

Dos modos, dos dimensiones, la mecánica y la vital.

En el Popol Vuh, y de hecho los poetas del Altiplano Mexicano, son reiterativos cuando pregunta ¿vivimos o sólo soñamos?

Otra vez los dos modos, el práctico y el especulativo.

Wahl lo enmarca en el tema del error: “Este sería un aspecto de vida negativa, que ya hemos estudiado, la idea del error, y también podríamos decir que el error es una especie de desorden.”

Ni Homero ni Pedro comprenden esa especie de “error”. Entrecomillada la palabra error para dejarla en suspendo entre lo luminoso y lo patológico.

Y, sin embargo, el error sucede, todos lo cometemos. Aparte de lo que  pueda tener en lo inmediato de didáctico, la pregunta es: ¿por qué’? ¿ Para qué sucede?





























Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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