NOSTALGIA DE THOREAU




Pasear “walking
H.D. Thoreau

Podemos imaginar a este solitario  ir y venir por la casa o caminar por la calle.

Pensando en tanto observa a los hombres que atienden sus negocios, desde hace años, día tras día, de las siete de la mañana hasta las diez de la noche.
 
Caminar por el bosque. Si es afortunado hasta se puede perder por media horaTomado del libro Técnica Alpina,México, 1978 ((M. Sánchez y A. Altamira)
Asombrarse ante su capacidad de aguante. Tratar de penetrar en sus almas atormentadas, por la necesidad, que pudieron haber estallado hace tiempo ante la insoportable rutina que, de todas maneras, será necesario reproducir mañana,  y en el después inmediato.

 y la 
semana que sigue…

 Y casi pega un brinco al recordar que  él mismo está por cometer  el error de no 
 emprender  ese día  su caminata acostumbrada por el campo:
 
Caminar y más caminar
 “ Yo, que no puedo estar en mi habitación ni un solo día sin oxidarme un poco, y que cuando me escabullo para dar un paseo a las cuatro de la tarde, en el último momento, demasiado tarde para salvar el día, cuando las sombras de la noche  ya han empezado a mezclarse con la luz diurna, me siento como si hubiese cometido  un pecado que tengo que expiar.”

Y más allá, en la siguiente calle, ve a la pasada el gimnasio donde la gente se afana en ejercitarse físicamente. ¿Cuál es esa loca idea de ejercitarse con tanto afán? ¿Es por narcicismo o por recomendación médica?
 
Correr antes que los gallos canten (op.cit.)
Todo se puede hacer fuera de las cuatro paredes del local y sin aire artificial. En el parque de la colonia o en las calles, bajo el viento, las estrellas, la lluvia del atardecer o el sol de la mañana.

Agarra uno de sus lápices, que él fabrica, y escribe: “la caminata de la que yo hablo no tiene  nada que ver con hacer ejercicio, como suele decirse –como si se tratara de un enfermo que toma su medicina a horas fijas ,o alguien que levanta pesas-sino que es la empresa  y la aventura del día en sí. Si quieres hacer ejercicio, ve en busca de los manantiales de la vida.”


H.D.Thoreau
“Henry David Thoreau (Concord, Massachusetts, 12 de julio de 1817 - 6 de mayo de 1862) fue un escritor, poeta y filósofo estadounidense, de tendencia trascendentalista y origen puritano, autor de Walden y La desobediencia civil. Thoreau fue agrimensor, naturalista, conferenciante y fabricante de lápices. Uno de los padres fundadores de la literatura estadounidense.”

UR, LA CIUDAD OLVIDADA DE LOS CALDEOS




Ur, la ciudad de los caldeos
C.L. Woolley
Fondo de Cultura Económica, México, año 1975
Primera edición en ingles 1929

 Ur en Mesopotamia y  Ullman en Mesoamérica desaparecieron hace milenios y, no obstante, sus culturas, independientes una de otra,  están presentes en nuestras  tareas diarias de la vida  en pleno siglo veintiuno. Venimos directamente  de allá. No es que seamos ajenos, sólo que las hemos olvidado en el tiempo, en la ignorancia y  en la ingratitud.
 
Excavaciones en Ur
5  mil años, y un poco más, tiene de haberse fundado Ur, la ciudad formal más antigua que se conoce en aquella parte del Oriente Medio. Doscientos kilómetros al sur de Babilonia.

Ur está ubicado en el lado  suroriental  de la cuenca de los ríos Éufrates y el Tigris. Arriba de la desembocadura del Golfo Pérsico. Región que se conoció en la antigüedad como Mesopotamia, en el norte cercano  de los desiertos de Arabia.

A sus habitantes originales se les conoce como caldeos y súmeros o sumerios. Ur fue asiento de una de las grandes culturas  con tres mil años  antes del cristianismo. El que descubrió Ur fue Mr. E. Taylor,  cónsul ingles en Basora. Eso tuvo lugar en 1854. En el llamado Montículo de Alquitrán: “Desenterró  inscripciones que revelaron por primera vez en la historia que  aquella ruina sin nombre  era Ur, llamada “de los caldeos”.

Egipto, que se tiene como la cuna de la civilización madre de aquella parte del planeta, y que mucho ha aportado a la cultura occidental o de Europa, estaba todavía en la barbarie de pequeños e insignificantes reinos cuando Ur  desarrollaba ya poderosas, civilizadas y lujosas dinastías:


“Hasta hace poco se creía que la civilización egipcia era la más antigua del mundo y que era la fuente principal de la que se inspiraron  las civilizaciones posteriores de otros países occidentales. Pero en el año 3,500 Egipto era todavía una nación bárbara…” dice Woolley.

Fue el chispazo de genio que dio lugar al potencial de la cultura, sociedad, la ciencia y la guerra, como de manera independiente sucedería en Mesoamérica en Ullman, la región olmeca, México, estado de Tabasco y  sur del  actual estado de Veracruz.

Pero, como Ullman, después de irradiar su genio civilizador hacia otros pueblos, que después serían grandes civilizaciones apoyadas en sus descubrimientos prácticos y vitales, Ur declinó hasta prácticamente desaparecer, entre el tiempo y las invasiones de  pueblos bárbaros.

La ciudad de los súmeros desapareció. A tal punto que la historia conocería a Egipto como la gran civilizadora en tanto los caldeos se habían perdido ya en la memoria de los hombres. A Ullman se la tragó la humedad de la selva y Ur fue barrido por las arenas candentes del desierto. Sólo quedó un inmenso páramo lleno de silencio: 

“Parece increíble que el hombre haya podido habitar alguna vez  en semejante soledad, y sin embargo las lomas desgastadas por el tiempo que vemos  a nuestros pies cubren los templos  y las casas de una gran ciudad.”

Con el tiempo, como siempre sucede, primero  llegaron los saqueadores de tumbas y después los exploradores de academia. Pero las investigaciones de más alcance en ese entonces, como Woolley escribe, se efectuaron entre 1922 y 1929.Los trabajo los  llevaron a cabo  la expedición patrocinada por los museos Británico y de la Universidad de Pennsylvania: “La dirección de la Expedición me fue confiada a mí, y en el curso de siete inviernos  sucesivos se  han llevado a cabo los trabajaos cuyos resultados intentamos  exponer en este libro.”

 Cabe destacar la ironía que Ur surgiría de nuevo a la superficie de la tierra, y a la memoria de los hombres, por gente de países que en el tiempo de Ur ni siquiera existían.



Ellos, los ingleses y los norteamericanos, fueron los que empezaron a precisar la antigüedad de las diferentes dinastías que ahí reinaron. Si bien, el trabajo, como aclara el autor de esta obra, es el relato del descubrimiento de las tumbas de Ur, más no propiamente de la historia de los súmeros.
Dibujo tomado de El País 13 enero 2018

 


Es el relato de esperanzas, fracasos y grandes hallazgos en   trabajos desarrollados ya sobre el terreno. Escribe, a detalle, lo que es familiar a los paleontólogos cuando encuentran los restos de los dinosaurios. ¿Cómo extraer el hallazgo pegado a la tierra, conservarlo, trasportarlo y posteriormente reconstruirlo?

El autor menciona el Génesis y el Diluvio, que tanto calaron en el ánimo de la gente de ese tiempo remoto y hasta la fecha se les tiene como algo fuera de duda. Ambos  episodios tiene su procedencia en esta región, si bien más parecen metáforas que quieren describir  otra cosa:

 “son muchas las autoridades que ponen en duda el que tanto una como la otra estén basadas en hechos históricos…Este diluvio no fue universal, sino simplemente un desastre  local restringido  al valle inferior del Tigris  y el Éufrates, que afectó a una superficie de unos 650 kilómetros de largo y 150 kilómetros de ancho: más para los habitantes del valle  esto era todo el universo.”


La estatuilla del "carnero trabado en la zarza"

Se refiere al “carnero trabado en un zarzal”, que se menciona en la Biblia, sólo que las estatuas de este carnero de Ur “se habían hecho mil quinientos años antes del nacimiento de Abraham.”


La antigüedad mencionada, de 5 mil años para Ur  es susceptible de moverse por algo que dice el mismo Woolley: “Nuestras tumbas, como ya se ha dicho, corresponden a una época  entre los años 3,500 y 3,200 a.C. y de acuerdo con las características de aquella civilización, y las pruebas aportadas por los descubrimientos hechos  en los residuos  debajo de las tumbas, la antigüedad de esa civilización era ya de muchos siglos.”

El esplendor de esa civilización lo tenemos en un solo acontecimiento que tuvo lugar al descubrir el casco de un personaje llamado Mes-kalam-dug. La descripción que Woolley hace de la pieza es muy minucioso y concluye: “como ejemplo de orfebrería este casco es de lo más bello  que hemos encontrado en el cementerio, más aun que los puñales de oro o las cabezas de toro, y aunque no existiera ninguna otra cosa por la cual pudiera juzgarse el arte de los antiguos  súmeros, sólo por el mérito de esta obra les concederíamos  un lugar importante  entre los pueblos civilizados.”



Woolley dice al finalizar el capítulo II de su libro: “  la civilización más antigua que, como ahora sabemos, se desarrollaba  y florecía en el valle del Éufrates desde hacía mucho tiempo, y podemos atribuir a los súmeros gran parte de los orígenes no sólo del arte y del pensamiento de Egipto, sino también de los babilonios, los asirios, los hebreos y los fenicios, y así vemos que hasta los griegos  están en deuda con este antiguo pueblo  tan largo tiempo olvidado, iniciador del progreso del hombre occidental.”




  

L.L. SCHUCKING Y LOS LABERINTOS DE LA LITERATURA





El gusto literario
L.L. Schücking
Fondo de Cultura Económica, México, año 1960
Primera edición en alemán 1931


“Levin Ludwig Schücking (29 May 1878, Steinfurt, Westphalia – 12 October 1964, Farchant) was a German scholar of the English language and English literature

La tesis de este libro, en su capítulo Medios de Selección, trata  que en materia de literatura tenemos lo bueno y lo que se hace  creer qué es lo bueno.

Y luego de una intensa y bien  planificada campaña, damos por bueno lo que sólo era un   sofisma.

Si bien, ninguna campaña, por excelente que sea, va a producir un Goethe, dice el autor. Demasiado tarde, después de haber desplazado de nuestro criterio lo bueno y puesto en su lugar el sofisma, en adelante vamos a vivir diferente, no lo nuestro.

 Sucede cuando la gente  no tiene vitaminas culturales suficientes.

Trescientos años antes, Leibniz, en Nuevo tratado Sobre el entendimiento humano, escribe que oír y aceptar sin análisis es cuando se da entrada al elemento apócrifo: “ Nos inclinamos a las personas, a las lecturas y a las consideraciones favorables a cierto partido; no prestamos atención a lo que procede del partido contrario, y por estos medios y otros muchos que se emplean frecuentemente sin propósito formal y sin pensar en ello, llegamos a engañarnos, o por lo menos a cambiarnos y a convertirnos  o pervertirnos, según las circunstancias…Frecuentemente razonamos en palabras sin casi tener en el espíritu los objetos del razonamiento.”

Lo nuevo son buenas y deseables oportunidades para ampliar nuestro conocimiento y, en todo caso, incrementarlo. Si no se hace así el capital cultural se descompone y  llega el escorbuto literario.

 Pero cosa diferente y grave  es que la subcultura desplace lo bueno.¡Si es que se tiene!

En política es también frecuente recurrir a la promesa hecha sofisma. En especial cuando una nueva camada de políticos aspira alcanzar el poder y necesita convencer a las multitudes para que le den su voto en las urnas. El sofisma de la promesa es que algunos países salgan de la extrema violencia generalizada, en la que viven, la solución son mayor educación y fuentes de empleo suficientes.


 Es el argumento por excelencia que se escucha hasta en los mejores foros  de la academia. Pero dicho esto en una economía nacional precarizada sólo son buenos deseos que no se podrán cumplir en los próximos cien años. Y para entonces es muy probable que la cosa esté mucho peor.

 Porque los presupuestos de esas universidades públicas son magros, no hay suficiente dinero  para la docencia, la investigación y la difusión. La prueba de esto es que cada año millones de jóvenes quedan sin la posibilidad de estudiar.

 Por otra parte las tasas de desempleo crecen.

Un tercer ingrediente es que un noventa por ciento de lo que se encuentra en las pantallas, chicas y grandes, de diversión, es de contenido de extrema violencia.

 Y entonces volveremos a escuchar el programa, de oro, convertido en desgastado sofisma: mayor educación y fuentes de empleo suficientes.

Por eso Sücking anota: “Ante la creencia que lo bueno se impone, el crítico no pude sino preguntarse  escépticamente si las cosas no suceden más bien al revés, si no es más acertado  decir que aquello que se impone es lo que después se considera  bueno.”

Nuestros ejemplos son cercanos de la vida diaria, entendibles porque  los  vive  la gente del común. El autor de la obra comentada describe que  una cosa análoga suele suceder en los medios literarios:

 “Tampoco es cosa rara que un periódico influyente  dedique sus columnas  a la alabanza exclusiva  de un poeta amigo, y rechace, en cambio, cuanto se diga en contra de él…Porque cierto es que la propaganda no puede hacer de nadie un Goethe  pero la propaganda puede contribuir  poderosamente a crear espacio e interés  para ciertas tendencias  del gusto, allanarles el camino, elevarse su significación a los ojos de quienes  carecen de opinión propia, obstruyendo así el camino de otros, al impedir que se expresen a su modo y al obligarlos a imitar esa tendencia:











W. STEKEL Y EL AMOR QUE NO SE ALCANZA




La mujer frígida
Wilhelm  Stekel
 Ediciones Iman, Buenos Aires, Rep. Argentina, año 1956

 
W.Stekel
Wilhelm Stekel (n.18 de marzo de 1868 en Bujon, Bucovina - 25 de junio de 1940 en Londres, Reino Unido) fue un médico, psicólogo y psicoanalista austríaco. Nacido en Bujon, Bucovina, escribió un libro titulado Auto-erotism: A Psychiatric Study of Onanism and Neurosis (Autoerotismo: un estudio psiquiátrico sobre onanismo y neurosis), publicado por primera vez en inglés en 1950. También es meritorio por acuñar el término parafilia en sustitución de "perversión".

Idea y acción o todo queda en distorsión.

Stekel se refiere en esta parte de su libro a lo que significa enamorarse de una estrella y no caminar en la dirección de alcanzarla.

Es probable que no le de  alcance dado que pueden  haber factores exterior que no están en mí controlar (hasta el presidente del país más poderoso del planeta tiene que andar negociando  con los grupos de poder cercanos y lejanos), pero al menos valdrá la pena intentarlo con todo empeño.

En la moderna versión del film norteamericano Picnic, la muchacha se va a buscar al apuesto trotamundos del que está enamorada. La madre de ella, para desanimarla, le dice que no lo va a encontrar, ella le contesta: “Puede ser que no lo encuentre, pero valdrá la pena intentarlo.”
 
M.Monroe.Soñada por millones de hombres.
Esta frase, escueta pero llena de significado, parece ser también la que encierra toda la filosofía en la práctica del alpinismo que se mueve siempre en dirección de alcanzar la cumbre de la montaña o el otro lado del desierto: “Valdrá la pena intentarlo.” En otras palabras, es lo que Santayana, y otros filósofos, llaman Idea operante, que consiste en hacer, no en sólo  decir.

Stekel advierte, y demuestra con trabajos de clínica, que si no se trabaja para realizar el sueño, se está viviendo en una patología, así se trate de la vida diaria, la filosofía  o la religión.¿

Pero qué sueño? Los matrimonios para siempre son los que se casan con las virtudes y con los defectos de la pareja. Lo matrimonios efímeros son los que se casan nada más con las virtudes de la pareja. El parámetro que se requiere por la autoridad para contraer matrimonio, por lo civil, es la prueba de sangre. Lo esencial para la estabilidad de un matrimonio está en otra parte. Lo dijo Robert Redford, a Jane  Fonda, en la película Descalzo en el parque, de 1967: " Deberían referir más que una prueba de sangre. Deberían entonces probar el sentido común, la cordura y la madurez. emocional de una pareja."

Y como la religión, que sabido es, se trata de la más antigua practica vital del humano, tiene la necesaria experiencia como para anticiparse a toda distorsión y decir: “si tienes alguna diferencia con tu semejante, primero ve, ponte en paz con él, y después vienes a rezar.”

Stekel es psiquiatra y lo dice al modo laico y desde la academia: “ Un gran número de mujeres que se enamoran de cantantes, de actores, de pianistas célebres, profesan ese amor a distancia  y evitan con angustia la ocasión de aproximarse al objeto de su amor…Porque no harán nada por acercarse a su ideal. Este es generalmente un gran artista. De igual modo los príncipes, los reyes, otras personalidades destacadas se convierten en objetos de amor a  distancia.”

Una de varias explicaciones es que se pueda tratar de un autoengaño para evitar otra situación. Cuenta de la muchacha que se enamoró de un famoso escritor: “He observado a una joven francesa histérica que se había puesto al abrigo de los peligros de este mundo gracias a un amor entusiasta por Maupassant…Huyen de la realidad, de la que tienen miedo, para salvarse en el reino maravilloso de la imaginación.”

La magia, el mito, la ensoñación, la poesía de Bukouski o la de Novalis, es lo que da calidez humana a la vida del atomismo de Epicuro y Demócrito.  

Pero el puro soñar, sin hacer, y hacerlo bien, según las reglas de la sociedad en la que se vive, es lo que a la postre nos pone frente a las grandes decepciones. De tanto soñar y soñar, podemos quedar desadaptados para la vida “común y corriente”. Esa vida  que llevaban nuestros abuelitos que no se enamoraban ni de Robert Redford ni de Marilyn Monroe.
 
R.Redford. Soñado por millones de mujeres
Sin miramientos Stekel se refiere así a las mujeres soñadoras, pero también a los hombres, pues no se trata aquí de misoginísmos  ni de ninguna truculencia de género:
“Cuando esas mujeres se casan, el amor desaparece; el matrimonio, para numerosas mujeres, es la muerte del amor. Todo lo que se convierte en deber  deja de causar placer.”

Por eso los filósofos, del tiempo de Santayana, recomendaban no perder de vista la idea operante, de hacer lo que se dice, no sólo decir.

















Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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