FICHTE, UN FILOSOFO PARA ESTOS TIEMPOS




El destino del hombre
J.G. Fichte
Editorial Porrúa, México, Serie Sepan Cuantos Núm.641,2012
Primera edición en alemán 1797

Fichte no habla de marcos,euros, dólares, libras esterlinas ni yens, habla de valores.

El dinero se reparte mejor en la medida que en las calles reaparezca la virtud. Ningún país puede gozar de salud  si su erario público es víctima de mega fraudes cada doce horas, todos los días del año.

Hasta el presente ha funcionado en el mundo  el viejo proverbio mexicano de: “Nadie resiste  un cañonazo de 50 mil pesos”. Cuando esa cantidad era una fortuna. Ahora se le agregarían N cantidad de ceros.

No sirve  una abundante captación de divisas del extranjero,  o un pujante Producto Interno Bruto, si el dinero no llega a la choza del campesino y corre por las calles de la colonia de los precaristas y fortalece los presupuestos de la educación pública.

Fichte quiere empezar desde más atrás, desde el individuo y habla en primera persona. No habla con alter ego ni usa gafas contra el sol ni voltea para otro lado en tanto habla. 

Se quita las gafas y se planta frente al espejo y Fichte le habla a Fichte.
  
Se dice que el determinismo de los instintos seguirá actuando inevitablemente en tanto no sea consciente de mí mismo con relación al mundo. El químico revelador  está compuesto de dos sustancias que son la Iglesia y el Estado laico. Estamos hablando de la civilización occidental. Quien hable de sólo Iglesia, o sólo Estado laico, estará hablando de otro mundo, pero no del occidental.

 Se ha visto, y se sigue viendo,  que cuando ambas no emplean sus potencialidades, en su razón suficiente, para los que fueron creados, todo va mal para el individuo y el grupo. Las calles se llenan de gritos y falta el oxigeno. Unos mueren por bulimia y otros por anorexia.

Cree que el instinto y el conocimiento cambiarían en positivo ese determinismo, pugna por: “la absoluta necesidad de un mundo mejor. Echo una Hojeda sobre  las actúales relaciones  de los hombres entre sí y con la naturaleza, y veo la debilidad de sus fuerzas y la pujanza  de sus deseos y de sus pasiones. Dentro de mí  resuenan irrefutables estas palabras: Esto no puede seguir así; todo debe cambiar o mejorarse.

 Fichte mira en derredor suyo y ve como si las cosas tuvieran un programa de acción para desarrollarse en las próximas 12 horas. Soñando en un mundo de 12 horas, como en el universo de El Principito, de Antonio de Saint Exupery.

O como cuando la población ha visto que  el tornado ha traspuesto los límites del desierto y avanza contra la ciudad. No hay tiempo para leer, para el arte, para ir a escalar montañas, para la magia, para imaginar utopías como era cuando aun  no llegaba el consumismo. Ni siquiera hay tiempo para tirarse en una hamaca y soñar entre palmeras y la brisa del mar. 

 ¿Quién lee ya a Thoreau, a Emerson,a Goethe,a Tolstoi,a Jean Wahl a Margaret Mitchell?

 ¿Dónde quedaron los grandes pioneros de los temas filosóficos griegos de la antigüedad? ¿Dónde la magia y la mitología del continente americano desde Alaska hasta la Tierra del Fuego? ¿Dónde el lirismo poético- filosófico de Bukowski? ¿Se trata de una regresión hacia las cuestiones básicas del comer,copular y reproducirse y mañana lo mismo? 

Ya no  abundan aquellos  tipos locos que se trepaban a un jamelgo y viajaban enderezando entuertos. El universo del inmortal manco ahora está lleno de entuertos. 

Nosotros, que creemos en la magia, estamos seguros que sus paisanos, que han muerto en el Himalaya, volverán a mostrar cómo se cabalga en un jamelgo.

Si algo nos enseña la historia es que donde falta la magia abundan los entuertos.La magia es colectiva y lo otro es para el coleto particular.De ahí que las plumas mercenarias hayan declarado guerra a muerte a la magia.

Sólo las naves espaciales equivocaron el concepto al creer que dejaron obsoleto al que se pegaba plumas en los brazos e intentaba volar hacia el sol. Ícaro hablaba del Sol que está detrás del sol.

“Como y bebo, solamente para poder de nuevo comer y beber, en tanto dure mi rastrera peregrinación hasta el borde de mi fosa, y me dé a la tierra como alimento. ¿Contemplo seres semejantes a mí, cuyo destino sólo sea comer, beber y morir y dejar en pos de mí seres semejantes a ellos, que hagan lo mismo que ellos hicieron?”

Fichte sigue hablando frente al espejo y en primera persona:

 “Yo no puedo considerar la actual situación de la humanidad  como definitiva; no puedo imaginarla  como su último y definitivo destino. De lo contrario, todo sería sueño e ilusión, y no valdría la pena de vivir este juego vano que nace de la nada y vuelve a la nada. Sólo en cuanto puedo considerar este estado  como medio para otro mejor, como punto de partida  para otro y más alto  y más perfecto, puede tener valor para mí.”

J.G.Fichte





Johann Gottlieb Fichte (Rammenau, 19 de mayo de 1762Berlín, 27 de enero de 1814) fue un filósofo alemán de gran importancia en la historia del pensamiento occidental. Como continuador de la filosofía crítica de Kant y precursor tanto de Schelling como de la filosofía del espíritu de Hegel, es considerado uno de los padres del llamado idealismo alemán.











EL DIOS EXTRANJERO DE ORTEGA Y GASSET

¿Qué es filosofía?
José Ortega y Gasset
Espasa Calpe,S.A.
1973


Cuando a la camisa le falta un botón es cuando nos damos cuenta de su ausencia.

Ortega escribe “El Dios extranjero” entre comillas para dar a entender que en realidad no es extranjero.

España vive el desastre económico, México gime bajo la inseguridad social, los  países árabes tienen el caos de las revoluciones internas, África se pierde entre el hambre y la insalubridad, las favelas son cada día más numerosas en Brasil…

Con la imagen del   “Dios Extranjero” Ortega  nos dice que el mundo se muere de hambre porque en él lo que abunda  es el dinero.

Este contexto mundial nos recuerda que hay ausencia de valores vitales.

¿Cómo sabemos que falta el  principio fundamental? A eso se refiere Ortega: “Cuando en un mosaico falta una pieza lo reconocemos por el hueco que deja; lo que de ella vemos es su ausencia.”

En los últimos 50 siglos, partiendo de los súmeros, los demiurgos han destruido y edificado y vuelto a destruir, ciudades. Pero el elemento destruidor, llámese  solipsismo, queda  intacto, por eso la destrucción continúa sin fin. Ur, Troya, Cartago, Roma, etc. ahora sólo son  escombros. En todo esto al mosaico le falta una pieza.

La filosofía, como todas las ciencias, tiene su modo de decir las cosas que los pilletes de la calle no entendemos. La psicología habla del yo y de ello, la geología de sedimentarias e ígneas. Sólo los dioses  saben de qué están hablando.

La filosofía con el Devenir y la Dialéctica dice cosas concretas, que se pueden pesar y medir, pero parece que está hablando de entelequias. 

Cuando se logra descifrar su lenguaje sabemos que está diciendo,  simplemente,  que el país más pobre del planeta alimenta dos veces al día su medio millón de presidiarios, que, incluida la metrópoli como los estados, tiene 1000 legisladores con súper sueldos y súper prestaciones, que ocupa el primer lugar en obesidad y que el 90 por ciento de sus habitantes tiene teléfono celular...

La terminología simbólica de la filosofía todavía, más, parece desaparecer  detrás de un método didáctico que llama mayéutica. Te da los elementos y tú tienes que llegar a la conclusión. Por ejemplo esto dice Locke: “detrás de las propiedades hay algo, algo de lo cual no podemos decir nada:”

Este estilo, de los símbolos y el lenguaje mayéutico, es lo que hace que las publicaciones de filosofía, libros, revistas y periódicos,  no se vendan en las carnicerías, como era el sueño de Platón.

El “Dios extranjero” va a actuar al revés. No va a destruir a los hombres ni a sus reinos, como antaño hacía el demiurgo,  sino sólo lo intenta con lo negativo que hay en ellos. Por eso Ortega cierra con estas palabras, refiriéndose siempre al “Dios extranjero”:

“No crear el mal mundo  como un demiurgo pagano, sino, al contrario, ”descrearlo”,anular su maldad constitutiva, es decir, salvarlo.”
José Ortega y Gasset

José Ortega y Gasset (Madrid, 9 de mayo de 1883 – ibídem, 18 de octubre de 1955) fue un filósofo y ensayista español, exponente principal de la teoría del perspectivismo y de la razón vital (raciovitalismo) e histórica, situado en el movimiento del Novecentismo.

COMO UN TORBELLINO, ES EL DEVENIR, EN LA FILOSOFÍA DE WAHL






El Devenir es uno de esos temas de la filosofía que parecen una invención del intelecto sin repercusiones en la vida de todos los días del humano.


Los hombres del común podríamos decir: “si el Devenir existe, o no, me da lo mismo y aquí no ha pasado nada”

Semejante a la vida de un ancianito que no salió nunca de su remotísima aldea, entre montañas del Himalaya, y un día le dijeran que existe un continente que se llama América. Con América o sin América él seguiría viviendo.

Si alguien quiere objetivar lo que es el devenir filosófico lo tendrá en la imagen de un tornado atmosférico. El contacto entre los opuestos. Lo caliente y lo frío que se levanta de las arenas a los fríos espacios, vacíos desplazados que son llevados por el otro dando ocasión al tiovivo que vemos avanzar en las dunas o la llanura y dando paso a otro aspecto de la misma realidad.

Así sucede cuando lo sensible toca lo vital.

 El “mundo occidental”, con su inmensa cultura, contiene sólo dos principios: Dios y los átomos. El humano quiere hacerse, desde el viejo Parménides, el tercero en importancia, con su ingeniosa bandera del antropocentrismo, pero no lo logra del todo. 

Queda siempre tironeado de  un brazo por los átomos y  el otro brazo por el Espíritu.

Propiamente el Devenir sería el tercero y último paso de un proceso. Empieza con una tesis seguido por una antítesis y desembocaría en una síntesis. Como sucede en el tema de la Dialéctica. Pero no idénticamente.

 En la Dialéctica la causalidad, muy del gusto de los atomistas, no tiene principio ni fin. 

Ni para atrás ni para adelante. El presente es el resultado de una acción precedente y a la vez la causa de un efecto que tendrá lugar en el futuro, eternamente.

 Sin el Primer Motor de Aristóteles ni lo que se pudiera llamar el Juicio final.

En el universo, como apunta D. H. Lawrence, al referirse al Quinto Sol de la cosmogonía náhuatl, todo se apaga, sin extinguirse, para dar paso a otro estado luminoso.

Parece que Wahl tuviera presente la interpretación de Lawrence, cuando escribe de la síntesis de todas esas antinomias de lo frío y lo caliente, la juventud y la ancianidad, la fuerza y la debilidad:

“Pero hay una solución práctica que consiste en construirnos a nosotros mismos  y al propio tiempo  destruirnos a nosotros mismos, porque lo uno no tiene lugar sin lo otro.”

¿Cómo conciliar el Ser, el otro pilar de la cultura occidental? Razón y Espíritu son estadios de una misma sustancia pero se nos presentan, por los intelectuales, como dos abstracciones, antagónicas, irreconciliables, por los siglos de los siglos.

Devenir, Movimiento, pero con respecto de qué. Necesita un referente eternamente estable. Y eso hace que sin la síntesis estemos en un mero platicadero de jubilados, a la hora de tomar la taza de café, para llenar el día:

“Nos encontramos frente a una maraña de fenómenos de que las filosofías clásicas no nos dan ni idea. Estamos en presencia de una tierra de nadie. Incluso de una tierra para la que no hay palabras.”

Sin síntesis no hay cambio, dice Wahl. Un Devenir, un ir lineal pero, ¿hacia dónde? ¿O sólo, como pensaba Lawrence, siguiendo a los nahuas, sólo círculos eternamente retornantes? ¿O círculos, al estilo de las amonitas, dentro de una evolución?

Eventos temporales dentro de cosas eternas. Átomos y Ser son, al fin, valores eternos. Pero a esa hoja en blanco es donde el individuo hace, con sus obras temporales, su autorretrato. Como Rembrandt lo hizo a lo largo de su vida.

Pero no hay que ir tan lejos, recomienda Wahl, con eso del Ser, igual a Dios, que, por perfecto, ya no deviene. Porque ya es.

Primero hay que pensar con detenimiento en la expresión, más bien en la antinomia: “yo devengo”. Si ya soy en mi yo,¿ cómo puedo devenir o moverme, para hacerme? ¿Quién es este yo. Y si yo soy yo, ¿cómo puedo devenir?”

¿Por qué interesaría al hombre de la calle que el asunto sea sólo átomos eternos que se estén golpeando como bolas de billar, sin la menor posibilidad de un razonamiento vital, o bien un Ser luminoso, bello y eterno?

 Porque esos son dos parámetros en los que se va a medir mi conducta. Ésta sería, pues, al final,  la síntesis de todo este asunto:

“Tenemos que devenir nuestro Ser y que ser nuestro Devenir, uniendo  estos dos elementos con nuestras obras.”

Como sea, al final Wahl cita a Nietzsche  cuando éste dice algo semejante:

“debemos decir  sí a la vida y sellar nuestra naturaleza con nuestro actos.”

Con lo que parece que el antropocentrismo, al final, alcanzó su sueño  al quedar situado en el centro de los dos valores eternos mencionados: Parménides  y Platón.

Jean Wahl

“Jean Wahl nació en Marsella, en  1888. Falleció en París en 1974. Filósofo francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a Francia (1945) para enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de París. Es recordado, sobre todo, por su estudio sobre La desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929). Otras obras a destacar son, entre otros títulos, Filosofías   pluralistas de Inglaterra y América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).”








SCHOPENHAUER ANTES DEL ALZHAIMER




La cuádruple raíz del principio de razón suficiente
A.    Schopenhauer
Buenos Aires, Losada, 2008

Los genios tienen mala memoria y el hombre del común goza de buena memoria.

Porque aquel maneja muchos conceptos y el segundo pocos: “El genio no suele tener muy buena memoria y esto se explica por la gran cantidad de pensamientos y de combinaciones que maneja, que no le dejan tiempo de repetirlos.”

Como la madre que tiene diez hijos, cuando quiere llamar a Juan,  pronuncia varios de los nombres de los otros hijos antes de acertar con el de Juan. Esto no sucede con la mujer que sólo tiene un hijo o dos.

 O como alguien  que, estando en la cocina, se levanta y va por algo a la sala pero al llegar ya se le olvidó por qué iba. Se debe que en ese corto tiempo le vino un tropel de pensamientos y la motivación original acabó extraviándose, al menos por el momento.

Por eso el relato oral de nuestros abuelos cazadores, campesinos, o granjeros, al igual que Homero, eran capaces  de repetir un relato de manera tan igual como hacer dos fotografías del mismo negativo.


En cambio el genio, o el hiperactivo citadino, desde que se levanta ya están pensando en tantas cosas que, si se les preguntara de qué color son los calcetines que llevan puestos, no sabrían  decirlo.

Igual sucede con el que lee sólo un libro cultural al año, podría casi repetirlo de memoria. Caso contrario el que lee varios o numerosos:

“Así se explica que hombres que leen incesantemente novelas pierden la memoria, porque a ellos les sucede como al genio: que la multitud de representaciones, que aquí no son conceptos y combinaciones, sino rápidas impresiones pasajeras, les quita el tiempo para la repetición, así como la paciencia.”

De ahí que tanto Ortega y Gasset, como Santayana, Nietzsche y el mismo Schopenhauer, son de la opinión que se lea mucho pero de pocos autores, para evitar  el galimatías intelectual, dicho de otra manera, el eclecticismo disolvente que campea en no pocas  sectas intelectuales.

En el subcapítulo  45, que se refiere a la memoria, Schopenhauer señala que  algo vivido empíricamente se recuerda más en el tiempo que algo leído o aprendido de manera oral. Podemos leer tres cuartillas, del tema del beso, pero nada perdurará como el segundo en el que nuestros labios tocaron los otros labios.

Si queremos grabar algo  de manera duradera, y con precisión, necesitamos darle una imagen o referirlo a algo:
 
A.Schopenhauer (1788-1860)
“Cuando queremos retener profundamente  algo en la memoria, hay que referirlo a una imagen sensible, ya directamente por un ejemplo, ya por una simple comparación cualquiera, pues lo percibido intuitivamente se adhiere de un modo más sólido que los simples pensamientos abstractos y que las palabras. Por eso retenemos mejor lo que nos ha sucedido que lo que hemos leído.”  

De ahí que todo capital cognoscitivo del intelectual necesite volver a repetirlo, visual y mentalmente, sino quiere que se le  escape:

“Así se explica  que nuestros conocimientos  cuando no los ejercitamos, acaban por desaparecer paulatinamente de nuestra memoria, porque sólo son objeto de ejercicio de la costumbre; así, por ejemplo, olvidan los sabios  su griego, y los artistas que vuelven a su patria, su italiano…De aquí que quien aprende varios idiomas, debe leer de cuando en cuando obras en dichos idiomas para conservar su posesión.”









Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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