CAMBIAR, DE ANAXIMANDRO


Obra: LOS FILOSOFOS GRIEGOS
Autor. GUTHRIE

Cambiar. Este verbo fue observado seguramente ya desde el fondo de la cueva. En la remota época en que el animal bípedo sin pelo (no el famoso pollo que corre en la historia de la filosofía)  se  humanizaba.

Observó que a un tiempo de oscuridad de la noche seguía un tiempo de luz del día. Y en el cielo un disco claro y frío, aparecía cuando el otro disco, deslumbrante y caliente, se había ido.

Cuando la fogata se apagaba o cuando estaba encendida. Cuando un anciano se iba y cuando un niño llegaba. Cuando el agua en las montañas se congelaba y cuando volvía fluir hacia los valles.

Tendríamos que esperar a que Hegel y  Bergson nos dijeran que todo ese cambio constante, eternamente constante, en la tierra y en el universo, se observa desde una permanencia. Desde la generación que trasciende generaciones, desde la estabilidad.

Las guerras nos hablan de conquistas a través del caos que después habrá que conservar. Los caóticos se vuelven conservadores. No es cosa de sonrojarse.  El belicoso sindicato del principio ahora tiene que conservar su contrato colectivo. Tampoco  es cosa de  semántica sino del peso de los acontecimientos.

Es una sucesión de cosas o de condiciones que tienden a guardar un equilibrio pero que, a estos complementarios, por su contraste, se les ha llamado contrarios, opuestos. Técnicamente en filosofía se le conoce como devenir.

Una precaución. Siempre hay inclinación de considerar a la sucesión de las cosas con la reconciliación de las cosas. Es decir el devenir con la dialéctica

Porque aunque son cuestiones diferentes no son tan ajenas una de otra. La naturaleza tiene su dialéctica de reconciliarse consigo misma. Lo mismo los humanos. Y sin embargo al devenir y a la dialéctica se les trata en casilleros aparte para no caer en galimatías.

Para bien o para mal el devenir es una transición que le da dinamismo a todo. Un biólogo nos puede decir de los cambios que tienen lugar, en la flora y en la fauna, cuando la primavera llega y el contraste cuando el invierno regresa.

Del paisaje bello y bucólico que, “de pronto”, es alterado por la aterradora presencia de un volcán, el geólogo nos diría que deberíamos estar agradecidos porque allá abajo grandes bloques están buscando un equilibró (en el momento que escribo esto, va como anécdota, 9:35Horas, 18 de abril 2014, viernes de Semana Santa, la ciudad de México es sacudida por un temblor de 7.5  grados Richter  procedente de Tecpa, Estado de Guerrero).

Cuando regreso a la computadora sigo escribiendo,un poco tembloroso todavía por el susto: Si el surgimiento del volcán acaba con  vidas humanas, como casi siempre  sucede, eso ya es factor humano, no geológico.

El sacerdote y el juez de lo civil que unen en matrimonio a una pareja están testimoniando estabilidad intrínseca en dos humanos. El juez, que divorcia a dos, busca con su autoridad, reordenar, por medio de la separación, dos vidas que habían entrado en conflicto irreversible.



Podemos imaginar el ultimo día de Sócrates, en aquella prisión de Atenas, en el momento del amanecer, ya cuando llegan sus amigos filósofos que lo van a visitar por última vez, los guardias lo liberan de los grilletes con el que lo tuvieron atado toda la noche.

Desierto de Altar, NW de México. En otra época este desierto era un vergel. Ahora es uno de los desiertos más secos del planeta. Por la ley del devenir volverá  a ser un vergel.

En ese “simple” hecho de verse libre de sus ataduras el maestro hace toda una observación del devenir, relatado por Platón en su obra Fedón :

“Es cosa singular, amigos míos, lo que los hombres llaman placer; y ¡qué relaciones maravillosas mantiene con el dolor, que se considera  como su contrario! Porque el placer y el dolor no se encuentran nunca  aun mismo tiempo; y sin embargo cuando se experimenta el uno, es preciso acepta el otro, como si un lazo natural los hiciese inseparables…Yo acabo de hacer la experiencia  por mí mismo; puesto que veo que el dolor  que los hierros me hacían sufrir en esta pierna, sucede ahora el placer.”

Anaximandro, joven filósofo de Mileto, anterior a Sócrates con más de un siglo, ya había observado que el equilibrio tiene lugar por medio de esas condiciones antitéticas, o más bien que se suceden unas a otras, buscando el equilibrio. W.K.C. Guthrie se refiere a él en su libro Los  filósofos griegos:

“Considera este mundo como una concurrencia de cualidades opuestas que mantiene entre sí  constante guerra. Cuatro de estas cualidades-caliente y frío, seco y húmedo- son primarias. El proceso del mundo es cíclico. El calor del sol seca el agua, y el agua apaga el fuego. Es una escala universal, esto se advierte en el ciclo de las estaciones, y aunque uno u otro de los opuestos puede prevalecer  durante algún tiempo, el equilibrio se restablece constantemente.”
 
Anaximandro
“Anaximandro de Mileto (en griego antiguo Ἀναξίμανδρος; Mileto, Jonia; c. 610 a. C.-c. 546 a. C.) fue un filósofo jonio considerado el primer científico, al usar la experimentación como método demostrativo.[1] [2] Discípulo y continuador de Tales, compañero y maestro de Anaxímenes;se le atribuye sólo un libro, que es sobre la naturaleza, pero su palabra llega a la actualidad mediante comentarios doxográficos de otros autores.”













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