CICERÓN Y TERMINAR LA VEJEZ EN PAZ


Cicerón señala dos motivos para morir en paz cuando ya somos viejos.

 Fuera de eso, de la paz, están las patologías, no  los respetables síndromes naturales genéticos, sino las patologías arrastradas por mí mismo en el río revuelto de la vida.

Uno, porque Cicerón  cree en la inmortalidad, pues es hombre de fe: “¡Oh dichoso y feliz el día aquel en que me parta a aquella divina junta de los ánimos, y deje esta barahúnda del mundo! Porque  iré a ver a todos estos grandes hombres de quienes arriba he hecho mención…”

 El otro motivo porque, pensando como laico, sabe que somos de la naturaleza y la naturaleza, imperecedera, tiene sus tiempos finitos: “No nos ha dado la naturaleza casa donde habitemos, sino posada donde paremos poco.”

Cicerón se dirige a sí mismo desde una vejez  consciente  que ya va de salida (63 años de edad:106-43 a C), como quien dice, que ya no tiene caso pensar en lo que pudo haber sido y no fue.

En realidad lo escribe para la juventud que tiene todas las potencialidades para desarrollar y los distintos modos de vivir. Sabe que los jóvenes no hacen caso de reflexiones  de viejos  sobre la vida, por eso dice: “Ojalá lleguen ustedes a ella, para que puedan confirmar con la experiencia lo que me acaban de oír.”

Pero Cicerón no es de los que dudan, ni siquiera quiere dudar: “Y no quiero que me saquen de este error mientras vivo, porque en él me gozo.”

 El mundo tiene su razón práctica, muy a lo Parménides  y a lo Lucrecio,  de la misma manera que  tiene sus mitos y sus magias y sus supersticiones. Somos de la generación de la señal satelital o “GPS”  y del teléfono celular pero, escribe Nietzsche:”El devenir arrastra detrás de sí lo que fue en el pasado.”

 El homínido le hizo más caso a su percepción, que a su intuición, por eso llegó  primero a  las estrellas, antes que lograra despojarse de los modos de la selva.

Ralph Waldo Emerson, en sus Ensayos,ya lo había advertido: "El pensamiento y la forma son iguales en el orden del tiempo,pero en el orden de la génesis el pensamiento es anterior a la forma."

En la inversión de estos valores (no la anulación) estaría el secreto, o la pauta, durante la vida del joven, para llegar a la ancianidad feliz que dice Cicerón. Más Humanismo y menos tuercas...

Un anciano kikapú, de Tlamatzinco, noreste del desierto de Chihuahua, México, estaba consciente que, aun de  viejo, sudaba mientras dormía porque de niño  le habían leído el terrible cuento de Caperucita Roja.


¡Estoy bien! Saben, amigos, si no somos inmortales hay que marcharse a tiempo en la vejez. Parto hacia Ftia, hacia  la divina junta de los ánimos, con  esos grandes hombres  que tanto leí, y sobre los que yo mismo escribí.

Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich, 1968

Durante su vida Cicerón no se movía en lo inmediato sino que vivía en un tiempo vital que todavía no llegaba. Por eso estaba seguro de la trascendencia sino ¿para qué afanarse?:

“No sé de qué modo, levantando  el ánimo miraba siempre la posteridad, si hubiera de vivir cuando saliese de esta vida: por cierto que si no fuera verdad que las almas son inmortales, ¿me hubiera sido mejor para esto vivir una vida quieta y sosegada sin empeño ni trabajo alguno?”

Cicerón escribió un libro sobre la vejez (De la vejez, es el título) en el que considera a ésta como el resultado lógico de una trayectoria personal. En cuanto hizo lo propio de lo que estuvo de su parte en su condición interior. Y lo que le fue posible hacer respecto de lo bueno y lo malo que le llegaba del mundo exterior que le tocó vivir.

¿Hizo del sufrimiento su leimotiv  o de la alegría una patología? En la extrema vejez la auditoria biológica nos dará el promedio. Cuando nos pongan el pañal de la incontinencia y empujen nuestra silla de ruedas.

Si la auditoria fue favorable habrá alegría, aun dentro de la borrasca del Alzheimer, y es cuando Cicerón dice: “Por estas cosas me parece tolerable la vejez, no sólo no molesta, sino aun gustosa…Más, sino hemos de ser inmortales, es de desear al hombre morirse a tiempo.”

Más, como después de todo, la vida es tan hermosa y bella (sensual y espiritual), no falta a quien le gustaría una segunda oportunidad. Cicerón dice que a él no:

“Nadie me haría fácilmente volver atrás ni me fundiría de nuevo como a Pelias (A quien, siendo ya muy viejo, restituyó Medea a la juventud, infundiéndole nueva sangre en las venas).Y si algún Dios me concediera volverme de esta edad a la de niño otra vez, y llorar en la cuna, lo resistiría mucho, pues no quiero desde el fin de la carrera volverme otra vez al principio.”





“Marco Tulio Cicerón, en latín Marcus Tullius Cicero1 (pronunciado ['mar.kʊs 'tul.liʊs ˈkɪkɛroː]), (Arpino, 3 de enero de 106 a. C. - Formia, 7 de diciembre de 43 a. C.) fue un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano. Es considerado uno de los más grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín de la República romana.”      Wikipedia

















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