FICHTE REGESA DEL FIN DEL MUNDO


Su yo pudo haber llegado hasta el solipsismo disolvente. Hacia la negación de la materia, de la conciencia, de la libertad y a la negación de la pluralidad. 

Antes de cruzar la raya emprendió el regreso hacia el mundo, hacia las gentes, hacia las cosas, hacia Dios.

Decir “mundo” es referirse a las cosas que nos rodean. Al situarse Fichte en un mundo puramente ideal, a través de su yo, niega la existencia de ese mundo real. 

Así empieza una singular actividad intelectual, hiperbólica, con calidad de altos vuelos espirituales. La libertad, principalmente, la conciencia, y también la actividad, son los ejes de su pensamiento.

El que conoce la vida de este filósofo sabe que entraba en conflicto con suma facilidad en su trato con la gente. Era alguien marcadamente contradictorio. Pero al final, por esa contradicción, va a  encontrar su lugar en el mundo. Es como un ensayo inconsciente dialéctico. Toca lo infinito desde lo finito.

Era una manifestación de su idealismo que chocaba con una realidad que no aceptaba. En su anhelo de libertad choca con la idea de una “cosa en sí”, independiente de todo, como sería Dios.

 No es que quiera manipular el concepto de Dios o hacer un Dios a sus intereses, o a su color o a su medida, como es lugar común en el mundo de la mercadotecnia religiosa.

 Solamente no acepta la “cosa en sí” porque es un óbice para su libertad.

Buscaba la libertad absoluta para sí, y se encontró con un egoísmo consumado, que tuvo que destruir para poder llegar a la verdadera libertad absoluta, la que ya no pertenece  a la fenomenología.

Parecía tener  algo de común con Sócrates. Éste manifestaba, en el último día de su vida, una convicción que iría a vivir a la Ftía espiritual, donde los requerimientos del cuerpo de humano ya no le distraerían más. Libre ya en el mundo espiritual se dedicaría a  seguir conversando con sus amigos filósofos que se le han adelantado por medio de haber fallecido para el mundo.

Pero el idealismo de Fichte es otro. Se niega, por medio de su yo, a toda realidad material y esto lo sitúa en la soledad total:”Fuera de él no existe nada-escribe Weischedel en Los filósofos entre bambalinas -, ni un Dios, ni otros hombres, ni un mundo. Sin embargo, él mismo existe en la soledad más fría. Es cierto que es libre; pero, ¿qué puede hacer con su libertad en una realidad que se ha hecho irreal?”

Había llegado a una especie de disolución del  yo, pero no fundándose  en el Nirvana, como los hindúes, sino en una disolución total.

De ahí llegará a otra concepción de la “libertad sustentable”  o la certeza de existencia de una “cosa en sí”. Es cuando se escapa del fin del mundo y regresa al mundo. 

Fichte escribe en El destino del hombre: “Existe un número infinito de individuos, que son otros tantos puntos de vista de la conciencia total del universo, y no existe otra, pues sólo en el individuo hay completa determinación y realidad.”

Sin embargo, concluye, la  libertad tiene que ser acotada. Escribió:  “para que la libertad no se destruya a sí misma no puede permanecer en lo absoluto  carente de limitaciones. La libertad sólo puede evitar su fin si encuentra limitaciones originales, si en todo su absolutismo se concibe, al mismo tiempo, como libertad finita.”

Entendía que un ser asilado de todo o era una entelequia o un aspirante a  ser aceptado en el manicomio.

“Así, Fichte tuvo que reconocer- escribe Weischedel- que junto al yo libre y al mundo de las cosas desarrollado gracias a su fuerza creadora, están los otros yos libres."

 Pero en esa forma tuvo que alterar  el principio fundamental de su pensamiento. El punto de partida  no es ya el yo aislado, sino la comunidad de seres libres, el”reino de los intelectuales.”

Encontró que  hay algo por lo que no podemos actuar tan a la libre (salvo los casos patológicos muy bien determinados por la ciencia médica), y es la conciencia.

 Fichte encuentra que tenemos la conciencia  ya colocada en alguna parte de nuestro ser que es como una especie de vigilante. Antes de emprender nuestro vuelo en busca de la libertad ya llevamos consigo esa cosa llamada conciencia.

Sino pregunte a Fedor Dostoievski.

Semejante a lo que sucede con el erotismo. Podemos hacer los razonamientos más objetivos que el mismo Kant, pero ya antes que todo eso hay todo un programa hormonal…Rhett Butler, el personaje de Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell, era el tipo más cínico, ladrón de tesoros de los ejércitos, calculador y mujeriego, pero lo que no podía vencer eran sus hormonas que lo ponían, casi indefenso, a los pies de Scarlett O ´Hara.

Así es con la conciencia. Como si tuviéramos instalado, en alguna parte de nuestro ser un chip (para decirlo con términos cibernéticos) que nos vigila.

“Por ello- dice Fichte - no podemos hacer ningún uso arbitrario de nuestra libertad; la conciencia siempre ha dispuesto de ella…Todo individuo es una conciencia particular completamente determinada por su naturaleza; nadie puede tener otro, ni en otro grado de claridad, que el que realmente tiene.”

Fichte recapacita en el sentido que el yo debe ser aniquilado por la muerte y solamente así puede elevarse a sí mismo y llegar al Yo Absoluto que es Dios. 

Su conciencia le ha dado luz verde en este sentido. Su libertad se refugia en la libertad de Dios: “Vivir en Dios es ser libre en él.”
Fichte

Johann Gottlieb Fichte (Rammenau, 19 de mayo de 1762Berlín, 27 de enero de 1814) fue un filósofo alemán de gran importancia en la historia del pensamiento occidental. Como continuador de la filosofía crítica de Kant y precursor tanto de Schelling como de la filosofía del espíritu de Hegel, es considerado uno de los padres del llamado idealismo alemán.”


























RECORDANDO A HEGEL DESDE LA BASURA


“Este domingo 22 de abril (2014), México y el mundo celebrarán el Dia Mundial De La Tierra o “Día Internacional de la Madre Tierra”, una iniciativa que promueve el reconocimiento de las sociedades de que la Tierra y sus ecosistemas proporcionan el sustento para la existencia de la vida.”

Si la naturaleza es Dios mismo, como veremos con Hegel y con Spinoza, cabe la pregunta: ¿Por qué la encochinamos?

Desacralizar a la naturaleza tiene un precio muy elevado, ahora lo sabemos, sino preguntemos a Greenpeace.

El primer paso lo dieron las religiones espirituales. Pusieron inusitado empeño en combatir los viejos mitos que vivían en el bosque y las montañas, desiertos y ríos.

Luego vino, desde el viejo Parménides, el pensamiento laico agresivo que reclamaba su lugar en el centro del universo, el antropocentrismo. Su divisa se llama “prosperidad”. Uno de sus grandes afluentes es el consumismo. Lo demás es una historia que todos conocemos:un millón de toneladas de basura al día. 

El progreso, que de otra  manera se le llama Humanismo, con su laicismo cultural, que clama el respeto por la naturaleza, ahora sólo parece una exigencia de los boy scouts de la que nadie hace caso.

Prosperidad,consumismo,basura.

Ni los países en ascenso que explotan los recursos hasta el desbordamiento de lo racional. Ni los países en descenso que, faltos de cultura suficiente, lo ensucian todo, lo queman todo y lo desforestan todo.

Basta mirar el retroceso, hacia arriba, inusualmente acelerado de los glaciares en las montañas para comprobar que el deterioro mundial no es una fantasía. Igual en el Monte Blanco, McKinley, Pico de Orizaba, Everest, Aconcagua…

Este es el contexto atmosférico patológico en el que cabe traer a la memoria el pensamiento de dos filósofos que, de otra manera, parecería que se ocupan de temas meramente académicas con mucha lejanía de la gente de la calle. Es una manera de decir porque el aire atmosférico contaminado, con alta dosis de plomo, azufre, etc. se mete hasta las alcobas de las lujosas mansiones de los apartados fraccionamientos.

Benedictus   Spinoza y G. W. Friedrich Hegel buscan con afán la presencia de Dios en la naturaleza. ¿La naturaleza, como creían los antiguos, es el mismo Dios? ¿O Dios habla por medio de la naturaleza? 

Prosperidad, consumismo,basura.

Hubo un tiempo que se encerraba  en manicomios  a los que creían en dioses, ahora todos estamos quedando  encerrados en  hospitales para tuberculosos, elegantemente roturados como: “instituto de investigaciones de las vía respiratorias”.

Spinoza escribía, ya en el siglo diecisiete, una manera  directa y sencilla de conocer a Dios y es ver que la naturaleza es el efecto de la causa. Dios sería la causa. Pero la naturaleza no  como una creación  salida de las manos de Dios, que es como tradicionalmente  dicen las religiones, sino la naturaleza  como un reflejo de Dios, al estilo de cuando nos vemos en el espejo.

 “sin Dios nada puede ser ni concebirse, es indudable que todo lo que hay en la naturaleza, considerada con su ciencia y perfección, envuelve y supone el concepto de Dios, de donde resulta que a medida que conocemos más las cosas naturales, mayor y más perfecto conocimiento adquirimos de Dios, y en otros términos, puesto que conocer el efecto por la causa no es más que conocer una de las propiedades de esa causa, a medida que conocemos más las cosas naturales, conocemos con mayor perfección la esencia de Dios que es causa de todo lo demás.”(Tratado Teológico-Político)

Todo es Dios en la concepción hegeliana, montañas, cielo, lo material y lo inmaterial. Y como en la naturaleza material todo está en constante cambio, para guardar el equilibrio, Dios mismo está en constante cambio.

En esto está la diferencia de la concepción hegeliana de Dios que la que tiene el cristianismo, como una teología perenne en desarrollo y no una cuestión estática.

En el cristianismo ya  todo está  hecho, es decir, Dios  es la  cosa en sí, desde antes del tiempo porque está fuera del tiempo y por lo tanto fuera de la causalidad.

Dios en el  concepto hegeliano tiene una historia y que por lo mismo se desarrolla. Deviene y tiene lugar la dialéctica. Es una especie de evolución del espíritu en lo de Hegel: “Su concepto filosófico fundamental es que Dios mismo tiene una historia, que   da pasos para el desarrollo de todo su ser.”
Prosperidad, consumismo,basura.

Todo tendría lugar en una especie de causalidad metafísica. Esto lo anota W. Weischedel en su obra Los filósofos entre bambalinas (Fondo de Cultura Económica, México, 1974):

“Su pensamiento es una filosofía vital que surge de las preguntas  concretas de la existencia y que, tal como se desarrolló en un sistema, se convirtió precisamente en la última gran metafísica del espíritu occidental.”

Hegel quiere ser preciso y no dejar dudas para los manipuladores y ventajistas de la historia: “Si el mundo es la forma en que se manifiesta Dios, de ello se desprende  necesariamente que también el mundo, a fin de cuentas, es de naturaleza espiritual. Todo lo que vemos ante nosotros: no sólo el hombre  y las creaciones de su espíritu, sino también las cosas, las montañas, los animales, y las plantas, en resumen toda la naturaleza es, en el fondo, espíritu. Es sólo nuestro punto de vista limitado y finito el que nos lleva a creer que las cosas tiene una naturaleza material…Quien lo examina en verdad, debe considerarlo como un espíritu que se ha hecho visible. Porque sólo lo espiritual es lo real.”

En términos generales este pensamiento de Hegel se identifica con la filosofía nahuatl, donde los dioses deviene eternamente, encontrando de esa manera, en el equilibrio, su dialéctica. Este respeto por la naturaleza vive aun en las más de cincuenta etnias de México.

Weischedel escribe, refiriéndose al pensamiento de Hegel en este punto: “Así pues, lo que vemos como cosas, como naturaleza, es en realidad Dios mismo.”

 
Hegel
“Georg Wilhelm Friedrich Hegel (Stuttgart, 27 de agosto de 1770Berlín, 14 de noviembre de 1831), filósofo alemán nacido en Stuttgart, Wurtemberg, recibió su formación en el Tübinger Stift (seminario de la Iglesia Protestante en Wurtemberg), donde trabó amistad con el futuro filósofo Friedrich Schelling y el poeta Friedrich Hölderlin. Le fascinaron las obras de Platón, Aristóteles, Descartes, Spinoza, Kant, Rousseau, así como la Revolución Francesa, la cual acabó rechazando cuando esta cayó en manos del terror jacobino. Se le considera el último de los grandes metafísicos[cita requerida]. Murió víctima de una epidemia de cólera, que hizo estragos durante el verano y el otoño de 1831.”















12 REFLEXIONES DE MARGARET MITCHELL


De la novela Lo que el viento se llevó.

Inglaterra no apuesta nunca a favor del perro o del caballo que está en condiciones de inferioridad; y esta es su fuerza.

La guerra sería una excursión si no fuera por los piojos y la disentería.

¡Scarlett! ¡Usted ha leído un periódico! No lo vuelva a hacer; es una lectura que crea confusión en el cerebro de las mujeres!

Los momentos buenos para ganar dinero son dos: cuando se construye un país y cuando se destruye. Lentamente en el primer caso, de prisa en el segundo.

Con frecuencia los hombres después de un beso se enamoran ciegamente  y hacen cosas absurdas, siempre que la muchacha tenga la habilidad de resistirse después del primer beso.

Es más fácil caminar con una pierna herida  que con la disentería.

Las guerras se hacen siempre porque hay hombres que aman la guerra. Las mujeres no, pero los hombres…sí, y ese amor es más fuerte  que el amor a las mujeres.

Una semana pasa pronto y la guerra continúa siempre…

La guerra amenazaba prolongarse mucho. Ya había muchos muertos, muchos heridos y mutilados, muchos huérfanos y muchas viudas. Y no obstante, faltaba por realizar un esfuerzo aun  mayor y más duro, que significaría más muertos, más heridos, más huérfanos y más viudas.

La situación era ideal para especuladores y ventajistas, y no faltaban gentes que procurasen enriquecerse a cosa de tal estado de cosas. Cuanto más escaseaban víveres y ropa y más fabulosamente subían los precios, más energía y virulencia adquiría el clamor público contra los especuladores.

Una guerra de ricos hecha por pobres.

En la guerra no hay gloria si no suciedad y miseria.

Margaret Mitchell

“Margaret Mitchell (Atlanta, Estados Unidos, 8 de noviembre de 1900 – Ibídem, 16 de agosto de 1949) nació y murió en Atlanta, ciudad que influiría en su única obra Lo que el viento se llevó, una de las novelas más populares de la historia de la literatura, que el director de cine Victor Fleming inmortalizaría en la pantalla en 1939.”






















EL SUICIDIO, SEGÚN CRISIPO


Vida de los filósofos más ilustres
 Diógenes Laercio

Sócrates recibe   la orden, que esperaba, de dirigirse a Ftía.

Morir entre los filósofos paganos era un acontecimiento feliz porque así  se podrá seguir platicando en Ftía, ya sin los requerimientos del cuerpo.

Decir “paganos” no es sinónimo de ateos, para todos. La etiqueta se refiere a tiempos precristianos.

Las necesidades primarias, y sobre todo, las secundarias, que son las ambiciones, modernamente llamadas consumismo, quitan el tiempo y no se puede dedicar plenamente a filosofar.

 En especial hay dos cuestiones que enloquecen a los humanos y son el  sexo y la guerra. Y, dice Margaret Mitchell, en Lo que el Viento se llevó, los hombres prefieren más la guerra que a las mujeres.

Todo eso hace mucha boruca. De ahí que morir era cosa feliz entre los filósofos paganos, porque era abrir la puerta  que les daba acceso a  Ftía,   donde reina la sabiduría.

Por el contrario, tener miedo a morir es aferrarse a cosas perecederas que, como la palabra lo dice, alguna vez desaparecerán también. Sólo basta mirar en nuestro entorno cercano y mediano para comprobarlo.

Sucede con el cristianismo. La muerte física es tener acceso a una existencia superior e imperecedera. A eso corresponde que los primeros cristianos cantaban de alegría cuando un ser amado fallecía. Su familiar iba a un mundo mejor. Llorar ahora  para el cristiano, por la misma situación, es una contradicción. Es querer que su familiar permanezca en un mundo finito y sobre todo es cuestionar  la voluntad de Dios. No es raro escuchar gritos desgarradores como: “¿Por qué te lo llevaste?”

Así que ambos, paganos y cristianos, van, con la muerte del cuerpo, en pos de una vida mejor. Sólo que en ambos casos no es lícito quitarse la vida. Porque el asunto se está tratando con gente de fe, con los dioses,  se les   llame en plural o en  singular.

Se ve a la muerte como el modo de ir al encuentro de una vida bella e imperecedera, no para huir de algo.

Cuando no se aspira a una estancia en la Ftía espiritual, y todo queda circunscrito a esta vida, al fenómeno, a la causa y el efecto, a la causalidad, se patentizan  con el suicidio manifestaciones de amar mucho a la vida. Pero una vida que ya no es vida, por así decirlo. Ya no son las condiciones aceptables. Y entonces, como protesta y en nombre de la libertad, se recurre al  suicidio. 

Schopenhauer lo dice de esta manera: “Quien se mata quiere la vida, sólo se queja de las condiciones en que ésta se le ofrece. No renuncia a la voluntad de vivir, sólo a la vida.”Y eso es todo.

En la antigüedad griega existió un filósofo  llamado Crisipo. Decía algo que parecía  aconsejaba el suicidio. Sus palabras están consignadas en Vida de los filósofos más ilustres, de Diógenes Laercio: “con mucha razón el sabio se privará a sí mismo de la vida por la patria y por los amigos…”

No se quita la vida, la ofrece, llegado el caso, para el bien común. Piénsese en los que siguen la carrera de las armas, ejercito, bomberos, donadores voluntarios de sangre en los hospitales, etc.

Es  uno de los grandes fundamentos del pensamiento occidental. Negarse a sí mismo ( la famosa negación de sí mismo de Hegel en nombre del amor), si es el caso, buscando la salvación del otro. Historia de dos ciudades, de Dickens, ilustra esta idea a la perfección. Abatir el egoísmo propio para procurar una vida sana a la comunidad.

 La circunstancia es la que dice que se le ha enviado ya la señal de morir. Entre tanto, no está en él decidir morir. Así va a suceder con Sócrates.”Los dioses tiene cuidado de nosotros”, dijo Sócrates a Cebes, en el último día de su vida estando en la prisión de Atenas. Se refería  que a nadie le es permitido suicidarse, aun aquellos que tiene poderosas razones para hacerlo.

Sus amigos filósofos que acompañaban a Sócrates no lo entendían. 

Sócrates al rechazar la posibilidad de seguir con vida, por haber preparado sus amigos la huida, de hecho, les parecía a ellos que prefería morir, suicidarse. Pero a la vez Sócrates seguía diciendo qué, a todo creyente en los dioses, está prohibido suicidarse.

 El maestro les dice que los verdaderos filósofos aman la vida y por eso no llevan hasta el extremo, hasta el lujo, cosas primarias como comer, beber, y vestir.

 Aquello  es una manera muy refinada de suicidarse. Por lo menos cuarenta y cinco enfermedades mortales, cada una de ellas, llegan por la exageración en nuestra vida moderna.

 Al contrario, la sobriedad se obtiene rechazando las necesidades inventadas por el mercado. Sólo por la sobriedad se accede a la belleza incomparable del alma.

No les induce a entrar en un cuadro patológico de lo que ahora conocemos como la dupla anorexia-bulimia. Ni en el comer ni en el actuar.

 Nada más que  sobriedad.  Teresa de Jesús, la Santa de Ávila,  decía: “las perdices son las perdices y la espiritualidad es espiritualidad.”

Y puesto que, en la tierra, la muerte es esa separación del cuerpo y del alma, no hay porque temer a la muerte, ya que es el paso para vivir en aquella belleza inmensurable de Ftía. Es cuando Sócrates dice que “el alma del filósofo desprecia el cuerpo, y huye de él y hace esfuerzos para encerrarse en sí misma.”

Hasta aquí parece que está hablando a favor del suicidio. Es al revés. Si fue fiel hasta el último momento a las leyes de los hombres, también lo va  ser a los mandatos divinos.

Sócrates percibe que su condena, dada por los atenienses, es una señal del cielo mediante la cual le dice que es hora de partir para Ftía. Y para que no haya duda de que obedece a los dioses, y después la posteridad manipule su memoria, como suele suceder con muchísima frecuencia  con los pensamientos de los ya fallecidos, dice:

“Es justo sostener que no hay razón para  suicidarse, y que es preciso que Dios nos envíe una orden formal para morir, como la que me envió a mí este día.”


Crisipo
“Crisipo de Solos (Χρύσιππος ὁ Σολεύς, Chrysippos ho Soleus; n. 281/78 a. C., en Tarso o Solos (Cilicia) - 208/05 a. C., en Atenas) fue un filósofo griego, figura máxima de la escuela estoica. Ya en la Antigüedad, le llamaban segundo fundador de la Stoa, y hasta decían que «De no haber existido Crisipo, no existiría tampoco la Stoa». Diógenes Laercio escribió: «Si los dioses se ocuparan de dialéctica, utilizarían la dialéctica de Crisipo”.























CAMBIAR, DE ANAXIMANDRO


Obra: LOS FILOSOFOS GRIEGOS
Autor. GUTHRIE

Cambiar. Este verbo fue observado seguramente ya desde el fondo de la cueva. En la remota época en que el animal bípedo sin pelo (no el famoso pollo que corre en la historia de la filosofía)  se  humanizaba.

Observó que a un tiempo de oscuridad de la noche seguía un tiempo de luz del día. Y en el cielo un disco claro y frío, aparecía cuando el otro disco, deslumbrante y caliente, se había ido.

Cuando la fogata se apagaba o cuando estaba encendida. Cuando un anciano se iba y cuando un niño llegaba. Cuando el agua en las montañas se congelaba y cuando volvía fluir hacia los valles.

Tendríamos que esperar a que Hegel y  Bergson nos dijeran que todo ese cambio constante, eternamente constante, en la tierra y en el universo, se observa desde una permanencia. Desde la generación que trasciende generaciones, desde la estabilidad.

Las guerras nos hablan de conquistas a través del caos que después habrá que conservar. Los caóticos se vuelven conservadores. No es cosa de sonrojarse.  El belicoso sindicato del principio ahora tiene que conservar su contrato colectivo. Tampoco  es cosa de  semántica sino del peso de los acontecimientos.

Es una sucesión de cosas o de condiciones que tienden a guardar un equilibrio pero que, a estos complementarios, por su contraste, se les ha llamado contrarios, opuestos. Técnicamente en filosofía se le conoce como devenir.

Una precaución. Siempre hay inclinación de considerar a la sucesión de las cosas con la reconciliación de las cosas. Es decir el devenir con la dialéctica

Porque aunque son cuestiones diferentes no son tan ajenas una de otra. La naturaleza tiene su dialéctica de reconciliarse consigo misma. Lo mismo los humanos. Y sin embargo al devenir y a la dialéctica se les trata en casilleros aparte para no caer en galimatías.

Para bien o para mal el devenir es una transición que le da dinamismo a todo. Un biólogo nos puede decir de los cambios que tienen lugar, en la flora y en la fauna, cuando la primavera llega y el contraste cuando el invierno regresa.

Del paisaje bello y bucólico que, “de pronto”, es alterado por la aterradora presencia de un volcán, el geólogo nos diría que deberíamos estar agradecidos porque allá abajo grandes bloques están buscando un equilibró (en el momento que escribo esto, va como anécdota, 9:35Horas, 18 de abril 2014, viernes de Semana Santa, la ciudad de México es sacudida por un temblor de 7.5  grados Richter  procedente de Tecpa, Estado de Guerrero).

Cuando regreso a la computadora sigo escribiendo,un poco tembloroso todavía por el susto: Si el surgimiento del volcán acaba con  vidas humanas, como casi siempre  sucede, eso ya es factor humano, no geológico.

El sacerdote y el juez de lo civil que unen en matrimonio a una pareja están testimoniando estabilidad intrínseca en dos humanos. El juez, que divorcia a dos, busca con su autoridad, reordenar, por medio de la separación, dos vidas que habían entrado en conflicto irreversible.



Podemos imaginar el ultimo día de Sócrates, en aquella prisión de Atenas, en el momento del amanecer, ya cuando llegan sus amigos filósofos que lo van a visitar por última vez, los guardias lo liberan de los grilletes con el que lo tuvieron atado toda la noche.

Desierto de Altar, NW de México. En otra época este desierto era un vergel. Ahora es uno de los desiertos más secos del planeta. Por la ley del devenir volverá  a ser un vergel.

En ese “simple” hecho de verse libre de sus ataduras el maestro hace toda una observación del devenir, relatado por Platón en su obra Fedón :

“Es cosa singular, amigos míos, lo que los hombres llaman placer; y ¡qué relaciones maravillosas mantiene con el dolor, que se considera  como su contrario! Porque el placer y el dolor no se encuentran nunca  aun mismo tiempo; y sin embargo cuando se experimenta el uno, es preciso acepta el otro, como si un lazo natural los hiciese inseparables…Yo acabo de hacer la experiencia  por mí mismo; puesto que veo que el dolor  que los hierros me hacían sufrir en esta pierna, sucede ahora el placer.”

Anaximandro, joven filósofo de Mileto, anterior a Sócrates con más de un siglo, ya había observado que el equilibrio tiene lugar por medio de esas condiciones antitéticas, o más bien que se suceden unas a otras, buscando el equilibrio. W.K.C. Guthrie se refiere a él en su libro Los  filósofos griegos:

“Considera este mundo como una concurrencia de cualidades opuestas que mantiene entre sí  constante guerra. Cuatro de estas cualidades-caliente y frío, seco y húmedo- son primarias. El proceso del mundo es cíclico. El calor del sol seca el agua, y el agua apaga el fuego. Es una escala universal, esto se advierte en el ciclo de las estaciones, y aunque uno u otro de los opuestos puede prevalecer  durante algún tiempo, el equilibrio se restablece constantemente.”
 
Anaximandro
“Anaximandro de Mileto (en griego antiguo Ἀναξίμανδρος; Mileto, Jonia; c. 610 a. C.-c. 546 a. C.) fue un filósofo jonio considerado el primer científico, al usar la experimentación como método demostrativo.[1] [2] Discípulo y continuador de Tales, compañero y maestro de Anaxímenes;se le atribuye sólo un libro, que es sobre la naturaleza, pero su palabra llega a la actualidad mediante comentarios doxográficos de otros autores.”













RECORDAR, DE PLATÓN


Obra: Fedón

Recordar. Los pensadores del tiempo de Sócrates le decían reminiscencia.

Era una técnica provocadora para pensar, para capturar la atención de los oradores y lectores. Como ahora la técnica de periodismo que, en el primer párrafo, debe “enganchar” al lector porque sino éste voltea la página del periódico.  Y a otra cosa.

Recordar era  instalar un postulado para dar entrada a una serie de cuestiones de la máxima importancia. Una es la inmortalidad del individuo. Con la conservación de su cuerpo y su correspondiente alma.

“En tres días estarás en Ftía”, le dijo la misteriosa y bella dama a Sócrates el día que éste  bebió la cicuta.

 Ftía es un lugar de Grecia pero que de alguna manera se le identificaba con el paraíso intemporal. Igual que con el Tlalocan teotihuacano mexicano. Geográficamente éste  queda situado arriba del pueblo del actual Río Frío, sureste del Valle de México, y es también la ubicación del paraíso metafísico.

  “En tres días estarás en Ftía”.  Sólo seis palabras para decir lo que la teología cristiana necesitarían más tarde  volúmenes enteros, San Agustín, por ejemplo. Sólo seis palabras para disentir de todas esas religiones que anuncian que el alma, al morir el cuerpo, se funde, desaparece, al integrarse con el gran espíritu del universo.

Sólo seis palabras para delimitar los campos entre la teología y la filosofía. Los del pensamiento laico, ilustrado, buscando ser   felices con su declaración de principios llamada ética.  Los religiosos con sus sistemas de creencias, basados en la fe, que está más allá de la razón práctica.

Con lo de Ftía no es que se dejara llevar por una idea que pudiera ser sólo una ilusión. En el Pórtico había enseñado que, si en la vida hay perecederos, también hay imperecederos: “Todo lo que tiene un contrario nace de este contrario.” Y, si hay muerte…

Otro tema es que el conocimiento humano no empieza con el nacimiento del individuo y tampoco acaba con su muerte individual. Lo saben los padres cuando el niño, apenas dejada la cuna, empieza a relacionarse con la vida de una manera que no le es del todo ajena: “Saber no es más que recordar, y el recuerdo supone un conocimiento anterior.” Se dice en el Fedón.

 Si somos partidarios  de la teoría evolucionista nada más en su lugar que la causa y el efecto. El recordar de un conocimiento anterior. Semejante a lo que en tiempos modernos C. Jung explicaría con su inconsciente colectivo o más acá la ingeniería genética. 

Como contra tesis Chestertón escribió una excelente obra titulada El hombre eterno,descartando la evolución y en su lugar ponderando la teoría creacionista.

La preexistencia del saber,  de las generaciones pasadas, se nos trasmite mediante algo que necesariamente sea inmortal, algo que sirva de puente entre el pasado y el presente y a eso, ya entonces, más de cuatro siglo antes de Cristo,   se le llamaban alma.

Podríamos hacer un símil terrenal  para más claridad. ¿Cómo un individuo del siglo veintiuno conoce la Ilíada, el Quijote de la Mancha, el Popol Vuh o el Cantar de los Nibelungos, todas obras de siglos pasados? Porque hay algo que sirvió de puente entre nosotros y  aquellas, ya pasadas y casi olvidadas, generaciones que los produjeron. Es el libro. En su forma de tablilla, rollo, códice de hojas plegadas o como fuera.
Libro:puente entre generaciones.

Pero creer en la inmortalidad  conduce a llevar una vida de cierto modo. Porque  si todo acaba aquí, entonces “bebamos, copulemos y comamos, porque esta vida se acaba”, según escribió Petronio en su obra El Satiricón, cuando se refriere a la  Cena de Trimalción.

En su último día de vida, mediante el indulto que le concedía el Estado, o la huida que le habían preparado sus amigos filósofos, sobornando al juez, Sócrates  podía seguir viviendo. Pero, dijo, no se trata de sólo vivir (en el shopping), sino vivir bien consigo mismo.

Y ese requisito, para ganarse un lugar en Ftía,  reclama un cierto estilo de vida en el “acá”.

Como sea, es de notar que estos filósofos se ajustaban a la teoría evolucionista. Recordar es el efecto de una causa.

 Es de notar que ya con Sócrates la gente se saltaba de la filosofía a la teología. Como hace un conductor ebrio cuando va de un carril a otro de la carretera de manera  suicida. Esta forma, en apariencia inocua, de ver  las cosas, ha costado millones de vidas.

 Con cierta frecuencia se cae en la tentación de  suprimir, desde arriba, a la teología o bien a la filosofía. ¡Y ya está otra vez el mundo envuelto en llamas! 

El  emperador Marco Aurelio, hace veinte siglos, lo destacaba con su famosa frase: “En la ciudad hay lugar para ambas”. Cada una puede caminar por la banqueta que le toca de la calle.

Esta confusión prolifera porque el vulgo permanece vulgo. Hay que apresurarse a decir que  no se refiere  al lumpenproletariado que con tanto afán  cortejaban los oradores del primer tercio del siglo veinte a las masas.

Vulgo, masa, para seguir la definición de José Ortega y Gasset, se le  llama a la falta de vitaminas culturales en cualquier nicho de la sociedad, no específicamente en uno de sus estratos. El vulgo puede vestir de pantalón burdo o llevar traje con corbata.

 De hecho la mayoría de filósofos, que la vida aportó  a la humanidad, no nacieron precisamente en pañales de seda. Pero aun así, no se quedaron haciendo la mañosa  apología de la pobreza y, en cambio, se fueron a buscar otros mundos más allá del shopping.

En el Fedón, Platón escribe que el vulgo se apega a la vida, porque de lo único de que se cuida es del cuerpo y de los placeres de los sentidos, olvidándose de que tiene alma. Y así la muerte le aterra, porque al destruirse el cuerpo, se ve privado de lo que más quiere…

Y si sólo se apega a la vida…  no hay lugar para meditar en que llegamos ya con un paquete de conocimientos que, de manera encantadora, aquellos filósofos llamaban recordar.
Aristócles (Platón)

“Platón[n. 1] (en griego antiguo: Πλάτων) (Atenas o Egina,[1] ca. 427-347 a. C.)[2] fue un filósofo griego seguidor de Sócrates[n. 2] y maestro de Aristóteles.[3] En 387 fundó la Academia,[4] institución que continuaría su marcha a lo largo de más de novecientos años[n. 3] y a la que Aristóteles acudiría desde Estagira a estudiar filosofía alrededor del 367, compartiendo, de este modo, unos veinte años de amistad y trabajo con su maestro.[n. 4] Platón participó activamente en la enseñanza de la Academia y escribió, siempre en forma de diálogo, sobre los más diversos temas, tales como filosofía política, ética, psicología, antropología filosófica, epistemología, gnoseología, metafísica, cosmogonía, cosmología, filosofía del lenguaje y filosofía de la educación; intentó también plasmar en un Estado real su original teoría política,”





PLATÓN Y LA CAMPANA DE CRITON


Hace mucho tiempo, en  Atenas, Grecia, había una campana colocada en la plaza principal. No cumplía las funciones de campana pues carecía de badajo. Tenía otra misión.

Había sido forjada por el dios Hefestos, conocido por los romanos como Vulcano, bajo el monte Etna, en el mar Tirreno, y traída a Atenas por sus ayudantes los cíclopes y los gigantes.

Era de oro puro de 24 quilates con una pureza de 99.9%.Originalmente era de pureza 100 pero uno de los cíclopes sintió ganas de robársela y bajó en pureza. Fue cuando Hefestos pensó en que la campana  sirviera de una especie de termómetro de la conducta. Lo dijo en griego antiguo pero quiere decir algo así como conductómetro. Parecido al alcoholímetro para conocer el grado de bebida que ha ingerido el que va manejando un automóvil.

Como en el siglo veintiuno hay aparatos para medir la presión arterial, la calentura corporal, el ritmo cardiaco, la droga de la verdad, etc. Hefestos fue el primero que empezó con esos inventos, con su famosa campana sin badajo.
Tomado del  diario El País, de España.

 Pero él, para medir la conducta de los humanos. Porque Hefestos, como dios que es, sabe que los humanos somos muy ladinos y decimos una cosa para encubrir otra. Igual en filosofía, en la calle del mercado como en campaña de elección los políticos a puestos públicos.

Si algún habitante cometía un ilícito, aunque fuera con el pensamiento, la campana se hacía opaca y era señal que las cosas en la comunidad no andaban bien. Sólo se oscurecía por un momento y enseguida volvía a  su 99.9 por ciento.

Hefestos había dicho que la campana recuperaría su 100 por ciento cuando alguien de la ciudad   se preocupara por la  “ley” del oro, como dicen los joyeros. Aunque nadie estaba  seguro de qué ley se trataba.

Esa mañana los amigos conjurados de Sócrates se reunieron en la plaza de Atenas. Como eran muchos no quisieron levantar sospechas, yendo hasta la celda, y estorbar la fuga del maestro  a  los carceleros que estaban en el secreto por haber sido sobornados.

Decidieron esperar reunidos en la plaza. Con la vista fija en la campana sabrían si la fuga se habría consumado e irían al encuentro de su maestro para ocultarlo en algunos de sus provincias. Sólo enviaron a uno de ellos llamado Critón, con un reducido número de otros filósofos.

A Sócrates las leyes de la república lo habían condenado a beber la cicuta porque recorría  calles y plazas  enseñando cosas que, en el marco de la filosofía, no iban con la constitución religiosa del lugar.

Es una injusticia, le decía una y otra vez Critón a Sócrates. Y una injusticia se paga con otra injusticia, es decir, huyendo. Todo está preparado. El juez ha recibido regalo de tus amigos de los filósofos y esperan afuera para encubrirte.

Pasaba el tiempo y los filósofos, reunidos en la plaza frente a la campana, no veían signos de alteración de la misma. Después Critón les contaría que, aun estando en esos momentos tan apremiantes que se decidiría su vida o se cumpliría la sentencia de su muerte, Sócrates se había puesto a dialogar con los  otros pocos que habían acompañado a Critón. Hasta, interrumpiendo un momento su discurrir, se había ido a dar un baño.

Finalmente los filósofos de la plaza vieron que la campana se alteraba, pero…se había cumplido el requisito que pusiera el dios Hefestos. La acampana ahora había recuperado el 100 de pureza…

Más tarde, cuando Critón y los otros se reunión con ellos, faltaba Sócrates.

El maestro me dijo algo que todavía no acabo de entender-les contó Critón-, y es que no aceptaba el indulto que el Estado le había otorgado a condición de abandonar su modo de hablar. A lo que me dijo que no se trata de sólo vivir, sino de vivir bien, con migo mismo, conforme las ideas de uno y llevadas a la práctica.

 Porque si sólo tienes ideas y no las practicas o hasta actúas en sentido contrario a cómo vas diciendo, entonces mejor beber la cicuta. De otra manera  te conviertes en un virus patógeno que iras inficionando todo lugar donde te pares.

Otra cosa que dijo el maestro es que aunque fuera una injusticia la que se cometía con él, él debía respetar las leyes. Que si alguien no estaba conforme como se llevaban aquí las cosas, era libre de marcharse a alguna de nuestras colonias, o a otro Estado, como siempre ha sucedido con los que emigran a otros países. Pero que si permanecía aquí, como nosotros lo hacemos, entonces hay que acatar esas leyes.

Exactamente lo dijo así: “la justicia me prohíbe fugarme y hacerlo  sería desobedecer  las leyes, esas leyes que me han alimentado como madre y nodriza desde mi nacimiento hasta mi juventud y me han educado.”

Y cuando hice mi último intento de persuadirlo a la fuga, me contestó:”Critón, ¿qué Estado puede subsistir si los fallos  dados no tienen ninguna fuerza y son eludidos por los particulares?”

Le pregunté si no tenía miedo de morir. Se quedó extrañado con mi pregunta. ¿Morir, quién dice que voy a morir? “Allá” me esperan mis amigos los filósofos con los que seguiré platicando?

-¿Cómo puedes estar tan seguro de  la inmortalidad?-le pregunté.

¿Qué te respondió el maestro?

Esto: “Me ha parecido ver cerca de mí una mujer hermosa  y bien formada, vestida blanco, que me llamaba y me decía: Sócrates, dentro de tres días estarás en la fértil Ftía”.
 
En tres días estaré en la fértil Ftía
 “Sócrates de Atenas (en griego Σωκράτης, Sōkrátēs; 470-399 a. C.)[1] [2] [3] fue un filósofo clásico ateniense considerado como uno de los más grandes, tanto de la filosofía occidental como de la universal. Fue maestro de Platón, quien tuvo a Aristóteles como discípulo, siendo estos tres los representantes fundamentales de la filosofía de la Antigua Grecia.”







OVIDIO Y PIGMALIÓN


METAMORFOSIS
Ovidio

La pureza no es de humanos y los dioses  corrigen al que así piensa.

La pureza es tan aberrante como estar servilmente subordinado al sexo. Esta parece ser la lección  que, dice el poeta Ovidio, Venus dio a Pigmalión.

El mundo es como es. Pero cada individuo se lo imagina según la concepción que de  él tenga. Cada modo de mirar la vida es sólo una abstracción del todo. Llevan libros los aviones de un continente a otro y a esto se le llama cultura globalizada. La abstracción étnica, de cada país, va más allá del comercio y trasiego de los libros. Cada etnia también ve al mundo como ella es.

En alpinismo todavía en el siglo veintiuno se cree que hay montañas fáciles o difíciles para escalar. Y para el efecto los escaladores han elaborado ingeniosas escalas de dificultad. Es al revés. La dificultad está en el escalador. Lo que se necesita es elaborar una “escala de subjetivismos”. “Fácil” o “Difícil” son valores subjetivos  humanos, no son valores atómicos  geológicos. También aquí cada escalador ve a la montaña como el escalador es.

De la misma manera el mundo, la humanidad, es tan puro o tan perverso como a mí me parece que es. Estoy midiendo a la totalidad del  mundo  con mi parcial  subjetivismo.

Melanie, unos de los personajes de la novela Lo que el viento se llevó, es una mujer sencilla y bondadosa. Margaret Mitchell, la autora, la describe así: “No había sirviente estúpida en la que ella no descubriera alguna cualidad de lealtad o afectuosidad, ninguna tan fea o desagradable en la que no encontrase  gracia de formas o nobleza de carácter, no había hombre insignificante  o fastidioso en el que ella no  viese la luz de sus posibilidades…”Melanie veía el mundo como ella era. O sólo veía la parte del mundo que era como ella era.

Benedictus Spinoza dice que la intensidad con la que criticamos una cosa, o situación, es la medida que esa afección viven en nosotros: "la fuerza de cualquier afección se define por la potencia de la causa exterior comparada con la nuestra."

Pigmalión creía que la mujer guarda en su corazón una infinita perversidad y se apartó de las mujeres. No repudiaba a la mujer en si sino a su perversidad.  Buscaba la pureza.

 Era escultor y empezó a trabajar el bloque de mármol dándole forma de mujer. Al final logró una figura de  mujer tan perfecta que acabó enamorándose  de ella. Le hablaba y la besaba como si fuera de carne. Y en su lecho dormía con ella como si fuera de carne.

Ovidio, el poeta, habla por medio de Pigmalión a los que  de una u  otra manera tiene confinada en su casa a su mujer para que no tenga contacto con el mundo.  Por los medios sabemos que Fulano mantuvo encerrada, bajo llave, literalmente, a su mujer durante cinco, diez o quince años. Hasta que fue liberada por la policía.

La mujer de Pigmalión también sólo era de Pigmalión. Pero sólo era una escultura de mármol. No había reciprocidad. Como tampoco la hay  con las muñecas inflables de plástico. O en el retrato de mi artista favorita que tengo en la pared de la recámara.

En ocasión de la fiesta que el pueblo hacía a Venus, en aquella isla llamada Páfos, y en todo Chipe, Pigmalión pidió a la diosa Venus que le permitiera conocer a una mujer como la que él tenía de mármol en su casa. No se atrevió a  decir que la de mármol la hiciera de carne.

La obra perfecta de Pigmalión no podía ir más allá del mármol. Le faltan las potencialidades de amor, odio, santidad, perversidad, hastío, alegría, lo que llamamos necesidades vulgares fisiológicas, como pedorrearse o la fantasía para escribir una novela.

Todo eso ya lo hicieron los dioses y basta asomarse por la ventana para comprobarlo. Las calles están llenas de criaturas que tienen todas esas potencialidades. La iracundia de una Scarlett O´Hara o la espiritualidad de una Teresa de Ávila.

La perversidad que él tanto repudia es parte de lo humano. Si bien, sólo una parte, no lo llena todo, como él lo cree. Más aun, pedir pureza, como él lo exige, esa sí es una perversidad. Se puede aspirar a la santidad, que es superación de lo demasiado humano, pero no pureza, que niega la condición humana.

¿Una mujer de carne y hueso como la de mármol que Pigmalión tiene en su casa? Era, ciertamente, una petición absurda. Pero no para Venus. De ahí el dicho que los humanos no vemos la vida como la ven los dioses.

La lógica de la diosa Venus es que la adoren, no que se haga del amor una cuestión puramente virtual. Ver películas pornográficas para Venus es sólo cosa de comer palomitas en el cine que nada tiene que ver con el amor. No hacer el amor realmente es rechazar a la diosa Venus.

 Para Pigmalión parecía una petición imposible pero para Venus fue lo más propio. Y se apresuró a cumplir el deseo de Pigmalión. El amor es de dos, no es de uno. Y de tres, como el de uno, ya no recibe el nombre de amor.

Ahora, desde que a las universidades públicas les dio por laicizarse, Venus ya no se hace presente a los hombres como antaño. En su lugar instaló oficinas por todo el planeta. Se les conoce a estas oficinas  como “Centro de Salud Mental”. Ahí el tratamiento busca  reintegrarlos a la vida de la  comunidad normal, de amor, erótica y sexual. Como Venus hizo con Pigmalión.

Ovidio nos relata el final de la historia de Pigmalión:

“Cuando regresó a su casa, se dirigió hacia la imagen de la doncella y, al ponerse en el lecho, le dio un beso, pareciéndole que estaba tibia. De nuevo acerca su boca y con la mano le toca el pecho. A ese contacto el mármol se reblandece y, abandonando la rigidez se hunde bajo los dedos y cede…La diosa asiste a su matrimonio, que es obra suya. Y cuando los cuernos de la luna  se habían juntado nueve veces  formando el disco completo, la esposa dio a luz una hija, Páfos, cuyo nombre tomó de la isla.”
 
Ovidio
“Publio Ovidio Nasón (Publius Ovidius Naso, Sulmona, 20 de marzo del 43 a. C.Tomis, actual Constanza, 17 d. C.) fue un poeta romano. Sus obras más conocidas son Arte de amar y Las metamorfosis, esta última obra en verso, recoge relatos mitológicos procedentes del mundo griego adaptados a la cultura latina de su época.”








Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

Seguidores