LA IDEA EN EL ALPINISMO


Hacemos el ejercicio mecánico de subir y bajar montañas.

Un viejo japonés, amigo mío, doctor en biología, reía cuando nos encontrábamos en el campo. Él y su grupo recogían muestras de la región.

Señalaba el hecho que nosotros sólo caminábamos. No recogíamos muestras de roca, no recolectábamos hierbas, no buscábamos tesoros, no sembrábamos nada, no descubríamos continentes, no levantábamos planos topográficos… 
CAMINAR  EN EL DESIERTO

Más aun, en ocasiones dejábamos el plácido sendero y optábamos por el lado más difícil de la montaña…

Nada de eso tenía sentido. Para él atrapar esferas de jabón, con las que juegan los niños, tenía más coherencia que buscar la esencia del ejercicio mecánico nuestro.

“Caminar, sólo caminar-decía tras su enigmática sonrisa asiática- no tiene caso”

Le decíamos que la idea de llegar a la cumbre era precisamente  la idea de caminar. Más se reía. ¿El caminar tiene idea? Sabía que caminar tiene propósito, ya sea consciente o inconsciente, pero no idea.

Y nosotros, al llegar a la cumbre, en efecto, nada recolectábamos.

Nadie nos pagaba por esto y en cambio teníamos que  pagar todo, trasporte, equipo, comida, dejar de ganar dinero durante el tiempo que estábamos en la montaña, etc.

Era lo más ilógico. Y, en efecto, el asunto se trata de lo ilógico.

También los del gimnasio hacen ejercicio y no tienen que ir hasta la montaña. No me creía cuando le decía que nuestro ejercicio difería  del ejercicio del gimnasio. No buscamos la realización estereotipada como sería bíceps abultados, espaldas anchas y cintura angosta.

Para nosotros quemar calorías era una consecuencia secundaria (nada despreciable, por cierto), de la búsqueda de la esencia del ejercicio.

 Tampoco buscábamos al unicornio que, sabido es, siempre escapa a las miradas de la gente.
CAMINAR EN EL CAMPO

Buscábamos, y encontrábamos, en cada paso, literalmente, en cada paso, la sensación de plenitud del hecho del ejercicio mecánico de caminar. Nada más.

“La plenitud del ejercicio mecánico de caminar- más reía-.El invierno pasado caminaron ustedes más de cien kilómetros atravesando el desierto de Altar y, ¿qué recolectaron?”

Nada, sólo caminamos. Rectificación: trajimos una gran deshidratación, arena en las pestañas y hasta en los calzones.

Sólo movía la cabeza y se retiraba riendo.

Tiempo después que mí amigo,  por su edad, era llevado en una silla de ruedas, me confesó que creía entender por fin el afán que tienen los montañistas de caminar.Siempre fue un hombre fuerte pero ahora  miraba sus piernas impotentes:

 “Buscan la libertad.  Empezando por la libertad de los movimientos mecánicos, para realizar la búsqueda de la condición psicofísica, si así quiere llamarse  a la libertad espiritual- dijo y agregó:-En la inmovilidad de esta silla comprendo que caminar es una cosa y también es una idea.Pero no puedo llegar a la idea si no camino.Aunque no todos los que caminan  tiene conciencia de la idea,sólo caminan....Semejante al que escribe.Escribir es una cosa pero sólo es el vehículo de llegar a la idea  sobre lo que está escribiendo"

Sí, eso o, si se prefiere, “la figura interna de nuestra vida anímica” (H. Nohl)

La última vez que lo vi, hace veinte años, me dijo: Sigue caminando, no esperes a estar postrado en una silla de ruedas para que comprendas, hasta entonces, el inmensurable valor que tiene el “simple” hecho de caminar”.

Nos despedimos. No sabíamos que era la última vez que nos veíamos. Recuerdo sus últimas palabras:

“Tú lo supiste siempre, cuando nos cruzábamos en al campo. Yo era el que…”

No lo sabía. Sólo lo intuía.










































LA PIEDAD SEGÚN SCHOPENHAUER


Los dolores del mundo
Arturo Schopenhauer

Nota dedicada a  tres jóvenes ingleses de los cuales no conocemos sus nombres...

La piedad es como el aire que respiramos, se mete a los pulmones de todos los hombres y las mujeres, quieran ellos o no.

A la piedad se le ha considerado como la cosa en sí, la que no depende de ninguna fenomenología. Como una esencia frente a la existencia. Como una sustancia, no como un producto.

Pero como todo puede quedar en la más chabacana de las imaginaciones, o, lo que es lo mismo, en potencia que no llega al acto, tiene que ser la actitud, los hechos, las obras, principalmente, la que manifieste esa piedad.

Es en el nivel de la objetivación de la intención: el dinero contante y sonante. El dinero o cosa material es el yunque donde se hacen trizas los más bellos discursos de ética y metafísica. Las herencias no testadas, por ejemplo… O los seguros de vida…



Herman Nohl anota en su obra Introducción a la ética: “La fuerza disminuye, el amor se desvanece, los intereses entran en conflicto.”

"La línea recta frente a la línea  quebrada del ideal vital" Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich, 1968

Y en ese mismo libro  Nohl relata lo que  puede tomarse como una acción sin duda de lo que es la bondad. En el hundimiento del Titánic, dice, todos se apresuraron a ganar las lanchas salvavidas. En una de ellas el capitán observó  que estaban tres en sobrecupo y que todos morirían. De inmediato, de la manera más libre y espontánea, tres jóvenes ingleses saltaron al mar y se perdieron en sus heladas profundidades… 

Después de eso el antropoide del plioceno ya puede escribir con toda autoridad que la bondad no es ninguna fábula.

A la bondad Kant le llamó de manera más familiar: buena voluntad.  Y confirma la idea de la bondad como la cosa en sí: “No es posible imaginarse nada en el mundo ni fuera de él que pueda considerarse como bueno sin restricción alguna, con la única excepción de la buena voluntad.” Y más adelante reitera que lo único absolutamente bueno es la buena voluntad.

Ese homínido  apareció  en algún momento del pleistoceno, al que  luego se le llamaría “hombre”. Al principio comía y cuando estaba harto, se aburría.
Cuando la bondad no llega al acto y sólo se queda en potencia.

Como los leones hacen en libertad en la sabana africana después de haber devorado a la víctima de su caza. Se echan al sol perezosamente y no se mueven hasta que una leona se le pone enfrente para aparearse (ni siquiera se toma él el trabajo de buscar
a la leona).

O como hacen los personajes de Hollywood, que vemos en las películas, que disparan  balas  cuando atracan a los pasajeros del trasporte público para robarlos.

O como hacen los elefantes, y los grandes simios, en la selva, que son como enormes  máquinas de comer y descomer.

Schopenhauer se pregunta si valió la pena que al polvo, en la libertad de sus átomos, se le tomara para hacer lodo y con él una figura antropoide. ¿Para hartarse con comida, regar sus espermatozoides por todos lados  y después  morirse de aburrimiento?

¿Para qué una criatura más en el ya abundante horizonte de la zoología?
Es en este selvático contexto que la apreciación de la piedad, que hace Schopenhauer, nos parece importante.

Igual se refieren a la piedad  San Agustín y Santo Tomás de Aquino, sólo que ellos son religiosos y es  normal  que traten el tema de la piedad.

Pero que un viejo pensador cascarrabias, al que se le tiene como paradigma de escepticismo y dueño de una filosofía que no deja títere con cabeza ( empezando por Hegel), misógino hasta más no poder, y además declara que él escribe para nuestros bisnietos, porque las presentes generaciones ya están muy contaminadas por esa basura a la que se llama filosofía (sic)... que alguien como él escriba tan respetuosamente de la piedad…

Lo dijo Jesús “dar sin ver a quién”

De esto se ha aprovechado la “industria profesional de la limosna” de todo el mundo. Nos acordamos de Víctor Hugo y sus  Calle de los Milagros, en el siglo diecinueve y, en el centro de Coyoacán, Ciudad de México, en pleno siglo veintiuno, también tiene lo suyo.

Sin dejar de aclarar, para no medir con tabla rasa, que en los países  de economía precarizada hay gente que genuinamente necesita que se le socorra. 

Desde sacar una moneda de la bolsa del pantalón hasta los programas de emergencia instituidos por los gobiernos. En los países del primer mundo tienen el seguro del desempleado, etc.

El cine mexicano del siglo pasado también tomó como tema al profesional de la limosna para hace su película Dios se lo pague protagonizada por Arturo de Córdova. En el día pedía limosna en la puerta de un templo, por la tarde pasaba una limusina por él atrás del templo, y por las noches, ya despojado de su disfraz, se ponía  su bata de seda y con una copa de coñac en la mano vivía como príncipe en su lujosa mansión.

Todo esto no detiene a Schopenhauer cuando escribe: “La piedad sola es el principio de toda justicia libre y de toda verdadera caridad. La piedad es un hecho incontestable de la conciencia del hombre. Le es esencialmente propio y no depende de nociones anteriores, de idea  a prior, religiones, dogmas, mitos, educación o cultura. Es un producto espontáneo, inmediato, inalienable, de la naturaleza. Resiste a toda prueba y se manifiesta  en todo tiempo y país. 
Dondequiera que se la invoque con confianza, se está seguro de que existe en cada hombre y nunca es contada entre los dioses extraños. El ser que no conoce la piedad se halla fuera de la humanidad. Y la palabra misma de humanidad es considerada a menudo como sinónimo de piedad.”
A.Schopenhauer



“Arthur Schopenhauer  'ʔatʰu:ɐ 'ʃo:pnhaʊɐ (?·i)] (Danzig, 22 de febrero de 1788Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, 21 de septiembre de 1860) fue un filósofo alemán. Su filosofía, concebida esencialmente como un «pensar hasta el final» la filosofía de Kant, es deudora de Platón y Spinoza, sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el budismo, el taoísmo y el vedanta.”Wikipedia





EN BUSCA DE LA FILOSOFÍA ALPINA


¿Se  búsca  la libertad a través de la funcionalidad psicofísica?

El alpinismo es una de esas actividades que se practican lejos de los estadios y las luces accionadas por las leyes del mercado, como sucede con algunos deportes del valle.

Busca la soledad terapéutica entre los bosques  pero con relación a la ciudad que es el hábitat al que pertenece.

“Vencimos a la montaña” o “conquistamos ese meridiano del desierto”, son expresiones del argot alpino.


Para que eso tenga sentido fue necesario convertir rocas en células. Antropológizar, primero a la montaña, y luego darle categoría de cosa animada como lo entienden los humanos.

Libertad a través de la funcionalidad psicofísica.

Si nos va bien decimos que la montaña es nuestra amiga. Cuando la tragedia se presenta juramos contra ella. En su bella  novela Grieta en el Glaciar, Roger Frison-Roche, hace decir a Zian, guía alpino,  que acaba de sufrir la muerte de un “cliente”, durante el descenso de la Aiguille Ravanel, en los Alpes Franceses: “Furioso, lanza invectivas contra la montaña”.

Sigue toda una escala  de dificultad, que  le han dado los hombres a la montaña,  de manera artificial y subjetiva, en la que continua el proceso, o la intención, de humanizar a la montaña. Igual que sucede en el box con sus categorías de peso mosca, peso ligero, etc.

Sólo que la montaña pertenece al “reino” de la geología, no al de la antropología.

Gravedad, altitud, latitud y longitud son las realidades  con las que tiene que vérselas el alpinista. No tanto con la montaña.

Si no hubiera gravedad andaríamos flotando, quitados de la pena, con una taza de café en una mano y con la otra fumándonos un cigarro a lo largo de desplomes y paredes de roca y hielo. Pero la realidad es que  es la gravedad  la que nos aplasta contra la base de la montaña y es necesario ir ganándole metro a metro hacia la cumbre.

La altitud es la que nos va a  indicar la cantidad de oxigeno que se relaciona con la producción de glóbulos rojos en nuestra sangre. Además de la temperatura que nos obligará a llevar cierta clase de ropa, sacos para dormir, tiendas de campaña y material. Temperatura y oxigeno, entonces, son los factores  sobre el nivel del mar los que nos imponen normas de conducta.

A.A.A. en el ignoto flanco oeste del Citlaltépetl. Vagabundear durante días por sus viejos lahares,bosque y glaciares,arriba de los 4 mil m.s.n.m. Foto diciembre de 2011.

Algo semejante va a ocurrir con la proximidad que tengamos con la latitud ya sea  norte o sur, y sus masas de hielo.

La longitud, en cambio,  nos hace pensar más en sus paralelos norteños (en torno del paralelo 30) y los desiertos secos donde  están distribuidas las grandes extensiones arenosas del planeta. Sin dejar de anotar que, en esos mismos paralelos, más allá de Irán, hacia el este, están Paquistán, la India, Nepal…  

Todo  es pura fenomenología. De la que también es parte el humano. Sólo que el humano no es pura causa y efecto mecánico. Piensa y anhela lo ilógico. Habla de voluntad, estética y todas esas cosas. Y aquí es donde pone un pie fuera de la fenomenología. No hay nada lógico en la intención de subir la montaña, nada más por subirla. Enfrente queda lo ilógico para el alpinista.

¿Por ego? Tampoco. En el valle se puede practicar el hedonismo y el utilitarismo  en todas sus facetas que se le puedan ocurrir al más agudo de los solipsismos, sin necesidad de pasar fríos, hambres y peligros que pueden ser mortales. Rodeados de placeres, vinos, aduladores, mujeres  y manjares. ¿Para que ir hasta la lejana montaña?


El reverso de la moneda nos mostraría al individuo que va a la montaña para conocer  las potencialidades propias, físicas, anímicas y técnicas. Igual que hace el atleta sobre la pista de correr.

Manuel Ramírez,guía alpino de Pachuca Hgo, México, en la cumbre de El Obelisco,Región de los Frailes,1943.

Lejos de percibir algún dinero por ir a las montañas (sucede en áreas restringidas donde hace las tareas de guía profesional), el individuo financia de su bolsa todo lo que haya menester. Esta es la prueba que va por decisión propia.

Por eso se cree que el alpinista nace, y se hace sólo en el aspecto que debe informarse de las materias prácticas antes mencionadas.

Nace como nace el poeta o el místico o el escritor de novelas.

Es una especie de determinismo, “como un péndulo que se mueve entre el racionalismo e iluminismo, o sea  entre el uso de la fuente de conocimiento objetivo y subjetivo” según hemos copiado de  Schopenhauer.

De alguna manera, la mayoría de las veces, inconsciente, va buscando, a través del rudo ejercicio de ascender, bajar montañas o cruzar desiertos, la ausencia del dolor, porque sus placeres estéticos, él los concibe de manera diferente a  como es el fausto en mucha gente del valle.

La ciudad para él es el lugar donde yacen los valores auténticos de la existencia humana, pero están revueltos con intereses inmediatos, legítimos, con otros mezquinos y hasta vesánicos.

En su marcha por los senderos del bosque, evolucionando por las paredes de roca, nieve y hielo, el alpinista tiene mucha claridad de la miseria que hay en las clases sociales desprotegidas y el hastío en las clases acomodadas que habitan el valle. Esa antinomia provoca muchas fricciones y las calles se llenan de ruido. El instinto social hace que se reúnan un día y al siguiente se rechacen.

El alpinista no es un reformador social. Sólo quiere encontrarle un sentido a la vida, a su vida, yendo cada vez en busca de tres cosas que son salud, funcionalidad y libertad. Y, ésta última, como su síntesis: libertad.

Pero intuye que sólo buscando la salud psicofísica, por medio del recio ejercicio de ir por las sierras, bañarse con el sol de los desiertos o caminando entre los bosque umbrosos, se puede aspirar a la funcionalidad. Igual que sea de diez años de edad que de noventa o cien. Cambiarán el ritmo y los grados de la pendiente, pero él o ella seguirán allí,subiendo y bajando.

Funcionalidad para la libertad. Porque si hay una cosa de más valor, que la vida misma, es la libertad. Es lo que nos enseña la historia de los pueblos de todas las épocas. Los hombres entregan su vida por la libertad.

El alpinista sabe que la libertad profunda es con relación a su propia cárcel.  Sabe que  muchos que van por la calle son más prisioneros que el preso que está tras las rejas de la cárcel. Por algo está la psiquiatría. Muchos sufren hasta porque son felices. Pero se dan cuenta de ello hasta que ya no son felices. No supieron ser felices en la ausencia del dolor.

Ser capaz de llegar a sentir la ausencia del dolor a través del rudo ejercicio de ir por las montañas. La gente del valle siente el dolor pero no siente la ausencia del dolor.

Para ello el alpinista busca defender su individualidad de voluntad y su funcionalidad física.

Manuel García resolviendo el paso clave de la Vía Whymper,flanco oriental del cerro Chiquihuite,Sierra de Guadalupe,norte de la Ciudad de México.
 Fue uno de los escaladores, en los años cincuentas, del siglo veinte, que acometieron y resolvieron problemas de Las Inescalables, 5mil m.s.n.m. flanco norte de la Cabeza de la Iztaccihuatl,México. Foto invierrno de 1958.

Pero también, siguiendo a Schopenhauer, respetando el principio de que el hombre es como es, y no cuestionar su manera de ser, así sea el más detestable porque, reiteramos, el alpinista no es un reformador, él es un escalador.

Lo que sigue es de Schopenhauer: “cuando se quiere vivir entre los hombres, hay que dejar a cada uno existir y aceptarlo con la individualidad que se le ha concedido, cualquiera que ella sea.”

Como sea, lo suyo del alpinista es prepara sus cosas, echarse la mochila al hombro y marchar en busca de la soledad terapéutica y de la funcionalidad psicofísica. Antes que, como una vez dijo, Epicteto, antes que el capitán del barco de la señal de partir.





EN LA ÉTICA DE HERMAN NOHL


Introducción a la ética
Herman Nohl
Fondo de Cultura Económica, México, 1986

La ética como estudio es la cuestión más aburrida del mundo, y como practica el asunto más incómodo que alguien pueda imaginar.

Y cuando volteamos la cara había  ya tantas cárceles, y todas en sobrecupo, que había que pensar  en convertir los reclusorios, por sus dimensiones físicas,  en campos de concentración.

 El mundo, en mucha parte, se fue por la trapacería  al tiempo que arrojaba al cesto de la basura los libros de ética, dijo alguien del grupo mientras cruzábamos  el desierto de Chihuahua.

 Luego de forzar aquel sector de altas dunas pasamos la noche en un lugar tan bello que el mismo Mahoma se quedaría con la boca abierta. Un círculo de cincuenta metros de diámetro con árboles en derredor de una minúscula laguna de  veinte centímetros de profundidad.

 Después de eso, un centímetro más allá, el desierto  inmenso y las (ya visibles) vibraciones solares, sus serpientes de cascabel Mojave, que se protegen del sol al pie de las matas de gobernadora, del ocotillo o lagartijas cola de látigo, los pinacates, escorpiones y arañas…

Al echarnos a la mañana siguiente las mochilas al hombro,  nuestro compañero siguió contándonos un montón de cosas de ética. Llevaba consigo, de día y de noche, una obra de Herman Nohl. Y ya fuera en la pequeña sombra de nuestra manta o en el trascurso del campamento, en torno de la hoguera, nos leía.

Ahora que  nos dirigíamos, a pie, hacia un punto llamado El Volcán, algo así como 90 kilómetros de desierto de arena sálica blanca, carente de sombra y de agua, en dirección noroeste, en todo el tiempo bajo la sombra improvisada de nuestra manta, de las 13:00-16.00 horas, y 52 grados Celsius, o en las tiendas, al amanecer, leía a Nohl.
Consultando la brújula. En el desierto no se puede perder el rumbo... En la sociedad tampoco...

Aristóteles se refería al hedonismo y a la abstención. Una referencia muy ad hoc para nuestros tiempos sería la bulimia y la obesidad. El exceso y el defecto al parecer son cuestiones antitéticas pero  que se necesitan o, al menos, ahí están. Y si están es por algo no por adorno. Sobre todo como testimonio didáctico.

Lo bueno y lo malo o el bien y el mal son referentes el uno y el otro. Como la graduación del termómetro que nos lleva al congelamiento del 0 grado y al hervor de 100 grados. O como las bellísimas teorías políticas de las constituciones de los países, aparejadas con sus leyes secundarias y, enfrente, la práctica política, suficientemente turbia como para que el más santo pierda su alma.

Para el caso que tratamos, a la biología y a los valores vitales. La religión una espiritualidad que se hace carne o que actúa a través del fenómeno. En tanto la filosofía parte de la tierra hasta ir conquistando la evolución espiritual.
El oasis

Ya instalados por la noche, en el cuarto campamento, casi sin agua en los recipientes, pero con muchisisímas  estrellas sobre nuestras cabezas, nuestro compañero dijo que todos los días en la charla de café decimos “el ser humano…” y muchos creemos que es la misma cosa cuando en realidad es la manera de decir que es la fórmula que une lo antitético. El ser, es, pero lo humano tiene que hacerse.

Hacerse a través de la cultura con los valores éticos del laicismo y con  los valores morales de lo religioso. Precisamente, dijo, Aristóteles llamó a  uno de sus libros Ética Eudemia. Eudemia es vivir bien a través de una serie de actos ganados por la razón como punto intermedio entre  el exceso y el defecto.

Sólo cuando nos hemos alejado de la cueva (aquella curiosa y trágica manera de presentar al cavernícola del pleistoceno con un garrote en la mano diestra y con la siniestra arrastrando a la mujer agarrada de la cabellera), podemos decir aquí estamos pero sólo de paso. ¿Dijiste pleistoceno? En él estamos…
La sombra artificial.:48°-Sol 52° Esa diferencia de 4 grados nos mantenían todavía en este planeta...

Hablan nuestros instintos y nuestra necesidades básicas, pero no es esta la meta del viaje que hemos emprendido, cita a  Nohl:” Por encima del estrato impulsivo, en donde se realiza nuestra vida física y que absorbe a la mayoría de los hombres, en un grado tal que raya en el tormento, se elevan las actividades superiores de las direcciones fundamentales de nuestro espíritu.”

El camino hacia lo humano es más arduo de lo imaginado. Con frecuencia nos parece más cómodo quedarnos habitando en la cueva. En su novela Lo que el viento se llevó Margaret Mitchell dice que el hombre se queda casi traumado cuando descubre que su mujer es capaz de pensar y, ¡increíble: hasta tiene potencial para las matemáticas! Antes de aceptar eso Schopenhauer se hubiera ido de este planeta.

La conquista de lo humano, del Humanismo, no es ningún juego.

Así de ese tamaño estamos cuando los griegos, del tiempo de Platón, pronunciaron la palabra tyhmos, que es el alma como fuerza vital en el hombre. O cuando Parménides, contemporáneo de Sócrates, empezó a ver la acción del atomismo por todas partes,  en lugar  de los  inmortales del Olimpo. 

Y el mismo Sócrates razonador se fue por el camino de la inducción sin la cual, diría más tarde Fichte, no hay filosofía. Ni ciencia académica.

Pero en realidad es imposible para el humano conducirse con ética de manera mecánica, sin sentimientos, como si estuviéramos fuera de la fenomenología. 

Las pulsiones tiene la misión de asegurar la continuación de la vida y estas no siempre están de acuerdo con las construcciones sociales que hacen los pueblos refinados.

Ir por la vida en la absoluta y virginal pureza, en el rango de los humanos, eso no existe. Aquí es donde aparece un estado supremo de la ética que es rescatar al infractor que quiere rescatarse.

 Se auto rescata o más bien se enaltece, cuando incluye los verbos ayudar y perdonar, tal como dice Nohl que hace el cristianismo: “Que el cristianismo haya incorporado la bondad a su concepto de lo divino, que haya encontrado en lugar del Dios que sólo exige, al que también perdona y ayuda, constituye el máximo ahondamiento ético de esta religión.”

Como sea, nuestra realidad  criminalizada nos está diciendo, casi gritando, que hay otra clase de libertad, más trascendente que la libertad tras las rejas. Y esa libertad sólo se recupera si emprendemos la tarea de sacar  los libros de ética del cesto de la basura.





“Herman Nohl. (Berlín, 1879-Gotinga, 1960) Pedagogo y filósofo alemán. Fue discípulo de Dilthey y profesor en Gotinga. Editó los Escritos teológicos de juventud, de Hegel (1907), y es autor, entre otras obras, deSócrates y la ética (1904), Introducción a la filosofía(1934), Antropología pedagógica (1938) e Introducción a la ética (1939).”Wikipedia
















99 REFLEXIONES DE MARGARET MITCHELL


 De su novela Lo que el viento se llevó.

Inglaterra no apuesta nunca a favor del perro o del caballo que está en condiciones de inferioridad; y esta es su fuerza.

La guerra sería una excursión si no fuera por los piojos y la disentería.

¡Scarlett! ¡Usted ha leído un periódico! No lo vuelva a hacer; es una lectura que crea confusión en el cerebro de las mujeres!

Los momentos buenos para ganar dinero son dos: cuando se construye un país y cuando se destruye. Lentamente en el primer caso, de prisa en el segundo.

Con frecuencia los hombres después de un beso se enamoran ciegamente  y hacen cosas absurdas, siempre que la muchacha tenga la habilidad de resistirse después del primer beso.

Es más fácil caminar con una pierna herida  que con la disentería.

Las guerras se hacen siempre porque hay hombres que aman la guerra. Las mujeres no, pero los hombres…sí, y ese amor es más fuerte  que el amor a las mujeres.

Una semana pasa pronto y la guerra continúa siempre…

La guerra amenazaba prolongarse mucho. Ya había muchos muertos, muchos heridos y mutilados, muchos huérfanos y muchas viudas. Y no obstante, faltaba por realizar un esfuerzo aun  mayor y más duro, que significaría más muertos, más heridos, más huérfanos y más viudas.
 
M.Mitchell
La situación era ideal para especuladores y ventajistas, y no faltaban gentes que procurasen enriquecerse a cosa de tal estado de cosas. Cuanto más escaseaban víveres y ropa y más fabulosamente subían los precios, más energía y virulencia adquiría el clamor público contra los especuladores.

Una guerra de ricos hecha por pobres.

En la guerra no hay gloria si no suciedad y miseria.

Un caballero no escogería por esposa a una mujer que tuviese más inteligencia que él.

Se conoce a la mujer que   es una señora porque come como un pajarito.

Desear y conseguir son dos cosas distintas.

Muchos hombres se quedan sorprendidos después de casados  al darse cuenta de que sus mujeres son más listas que ellos.

Sólo los hombres y las mujeres muy viejas pueden eructar sin temor a la reprobación social.


Correr no siempre significa alcanzar.

Los libros en gran cantidad siempre le deprimían (a Scarlett O´Hara) así como las personas aficionadas a leer mucho.

La gente parece no comprender  que se puede ganar tanto dinero con el naufragio de una civilización como con la construcción de otra.

La vanidad es más fuerte que el amor a los dieciséis años.

Las señoritas que comen mucho delante de la gente no encuentran marido.
 
Scarlett O´Hara
Sólo las parejas afines pueden ser felices en el matrimonio.

Lo que los señores dicen y piensan son cosas muy diferentes.

Cuando las guerras acaban nadie sabe qué las motivó.

Los jóvenes no saben lo que quieren. Saben sólo lo que creen querer. Y si les das lo que creen querer, las señoritas se evitan una porción de malos ratos y el peligro de quedarse solteras.

Los hombres dan con gusto cualquier cosa a las mujeres, excepto el reconocimiento de su inteligencia.

¡Qué breve era el tiempo de las diversiones, los bellos vestidos, el baile y la coquetería! ¡Pocos años, demasiado pocos!

Se cogen más moscas con azúcar que con vinagre.

Hasta que uno ha perdido la reputación, no comprende que era un peso enorme  y que la libertad es algo formidable.

Habían muerto millares de hombres luchando junto a Jonesboro. Y sin duda vagaban  ahora por aquellos bosques  embrujados sobre los que brillaba el oblicuo sol de la tarde  a través de las frondas inmóviles.

¿Por  qué tendrían hijos las mujeres?

¡Pensar que los yanquis querían liberar a los negros! ¡La que  se iba a armar!

A ninguno de ambos nos importara  un comino que el mundo entero se vaya al diablo, siempre que nosotros quedemos salvos y cómodos.

Dios los niños, aquellos seres inútiles, llorosos, molestos, siempre necesitados  de cuidado, siempre estorbando para todo.

¡Niños, niños, niños! ¿Por qué crearía Dios tantos niños? Pero no era Dios quien los creaba, no, sino la gente necia.

Y al final de aquel camino no quedaba nada, nada más que Scarlett O´Hara, de diecinueve años, viuda y con un hijo pequeño.

Ahora ya era una mujer y la juventud había acabado.


Cosas que yo puedo remediar sino me dedico a pensar en las irremediables.

¡Comida! ¡Comida! ¿Por qué el estómago tenía la memoria más sensible que el cerebro?

Rhett estaba equivocado al decir que los hombres  hacían la guerra  por el dinero. No, combatían por ondulantes hectáreas de tierra, suavemente surcadas por el arado, por verdes pastos de erguida hierba  recién segada, por perezoso y amarillentos riachuelos y por casas blancas y frescas, sombreadas de magnolias. Aquellas cosas eran las únicas  merecedora de que se luchase  por ellas, aquella tierra rojiza que era de ellos, y que sería de sus hijos, y que habría de producir abundancia de algodón para los hijos de sus hijos.

La tierra era la única cosa del mundo que merecía que se luchase por ella.

Para cualquiera que tenga en sus venas  una sola gota de sangre irlandesa, la tierra en que vive  y de la que vive es como su madre…Es lo único que justifica que se trabaje, se luche y se muera por ella.

La vida continua y el hambre también.

La única ocasión en que podía servir el llanto era cuando se tenía cerca a un hombre de quien  se quisiera tener algún favor.

Era mejor saber las cosas que quedarse en la duda.

Nadie se atrevía a llorar delante de la abuela Fontaine sin su permiso.

Dios quiso que las mujeres fuesen criaturas tímidas  y asustadizas y hay algo antinatural en una mujer que no siente el miedo. Scarlett, procura tener  siempre algo que te infunda miedo…Lo mismo que te debe de quedar siempre algo que amar…

Yo soy india en parte y los indios no olvidan a los que  son buenos con ellos.

Las gentes de Atlanta son (perdone usted, señora Melanie) tan obstinados  como mulas en lo que se refiere a su ciudad.

Ser buen ladrón no impide ser buen soldado.


¡Qué agradable debía ser  tratarse con gentes ricas que no tuviesen  que preocuparse  acerca de si comerían o no al día siguiente.

Personas que derrochaban el precioso dinero en lápidas cuando los alimentos estaban tan caros no merecen mucha compasión.

Viejos y jóvenes, charlatanes y taciturnos, ricos y plantadores  y curtidos obreros, todos tenían dos cosas en común: los piojos y la disentería. El soldado confederado estaba  ya tan acostumbrado a ese estado parasitario, que ni pensaba en ello siquiera, y se rascaba sin el menor  reparo en presencia  de las damas.

Con todos esos jóvenes muertos en la guerra, miles de chicas en todo el Sur  tendrán que quedarse solteras.

Veía que ella lo entendía  todo demasiado bien, y experimentó la usual indignación masculina  ante la doblez de las mujeres. Añadíase a ello el usual desencanto masculino al descubrir  que una mujer tiene cerebro.

 
Rhett Butler
Dios sabe que ninguna mujer  que esté en sus cabales tendría hijos si pudiese evitarlo.

¿Y no le importaría satisfacer mi curiosidad acerca de un punto que me viene intrigando  desde hace algún tiempo?¿No ha sentido usted jamás la menor repugnancia femenina ,ningún escrúpulo de conciencia antes de casarse, no ya con un hombre ,sino con dos, por quienes no sentía usted amor, ni siquiera afecto?

Casarse por conveniencia y amar por placer. Un sistema muy acertado, ¿verdad? Está usted más cerca del viejo mundo de lo que yo creía.

Creo más bien que la manía adquisitiva, el afán de poseer, es una excelente cualidad que debería ser reconocida  y admirada por todos.

He descubierto que el dinero es  lo más importante  del mundo, y Dios me sea testigo de que me propongo no verme sin dinero de aquí en adelante... ¡Nunca he de volver a tener hambre! ¡Nunca he de volver a tener hambre!

Ya estaba mal eso de haberse metido entre rudos obreros, pero era todavía peor  que una mujer mostrase  públicamente sus conocimientos de matemáticas.

¡La muerte, los impuestos y los hijos!¡Todo ello siempre viene  cuando menos falta hacen!

La sociedad no quiere que nadie se destaque. Es el único pecado que no perdona.

Las pruebas, la adversidad, forman a la gente o la destrozan. Así que tendrá que esperar con la aprobación de sus nietos.

Si una muchacha no sabía conservar su novio  y lo perdía, era que no merecía conservarlo.

Se estremeció dándose cuenta  de la poca distancia entre la gente distinguida  y los blancos pobres.

¿A qué viene la cuestión de las categorías sociales ahora ¡Lo que es menester es que una muchacha  encuentre un marido que vele por ella.

Cuando el viento sopla fuerte, hay que ser flexible; es mejor ceder que mantenerse erguido. Cuando se presenta un enemigo lo aceptamos sin quejarnos y nos ponemos a trabajar y sonreímos y esperamos nuestra hora...

La charla femenina, parecida al cacareo de una banda de gallinas…

Me había metido en la cárcel por matar y me soltaban dándome un fusil e indultándome para que volviese a matar.

El abuelo era un viejo odre lleno de viento.

Los negros estaban mejor en la esclavitud que ahora en la libertad, y, si no se creía esto, no había más que mirar alrededor.

Sabía que un irlandés, cualesquiera que fueran sus características personales, era un hombre determinado y valeroso.

Pedir a una mujer que cierre la boca es pedir un imposible.

Nunca dejaba de hablar  de los tiempos de antaño, Rehtt: las personas de edad son todas así.

Hemos visto el partido que podíamos sacar de la ruina de una civilización y nos hemos aprovechado.

Scarlett ¿Por qué no estrujar a los ricos y fuertes en vez de a los pobres y débiles? Desde los tiempos de Robín Hood se considera aquella forma de robo como una acción de alta moralidad.


Me trataban como a un blanco, pero, en el fondo, no me querían…No quieren a los negros.

Todos no pensamos lo mismo, no obramos lo mismo, y es una equivocación al juzgar a los demás por nosotros…

Los hombres nunca son demasiado viejos para hacer locuras…

Después de todo, un mal marido era mejor que ningún marido. Y las señoras yanquis decidieron ser extraordinariamente amables con (los del sur) Scarlett.

¿Por qué, señor, había que ser correcto que una mujer bebiera vino y no había de serlo beber coñac?

Hay placer para los hombres, aunque Dios sabe por qué. Nunca he podido comprenderlo. Pero todo lo que la mujer saca en limpio es algo que comer, y mucho trabajo, y tener que aguantar todas las chifladuras de un hombre, y…un bebé todos los años.

Dios tenga piedad del hombre que se enamore de ti; le destrozarás el corazón, querida. Eres una gatita cruel y revoltosa y tan despreocupada que ni siquiera te preocupas en esconder las uñas.

La gentuza puede salir de una buena familia igual que de una mala.

…una mula con arnés de caballo; uno puede limpiar las patas de una mula, cepillar sus ancas, ponerle arneses de brillante latón y engancharla a un esplendido carruaje. Pero siempre será una mula, no engañará a nadie.

Si yo fuera un villano de baja extracción y muerto de hambre, la gente se quedaría muy tranquila. Pero un villano rico y floreciente…es imperdonable.



¡He visto tan poca gente que no se ablande a la vista del dinero!

Son todos ovejas negras, bribones. Todos son aventureros o aristócratas del negocio turbio. Todos hacen dinero especulando como tu amado esposo, o fuera de los cauces legales, o por caminos oscuros que no admiten un estudio detenido.

Ahórrame tus celos, monina. La belleza no hace  la dama, ni los vestidos la gran dama.

¡Debe ser espantoso soñar que se muere de hambre después de una cena como la de esta noche y de aquel enorme langostino!

Vas demasiado lejos Rhett. Cuando se tiene dinero, todos le bailan a uno el agua…Menos la gente del Sur. Es más difícil al dinero del especulador entrar en los grandes salones que al camello pasar por el ojo de una aguja.

Y las mujeres eran el poder inflexible e implacable tras los bastidores sociales. La perdida Causa era más fuerte y más querida para sus corazones ahora que cuando estaban en el pináculo de su gloria.

Los días más felices son aquellos en  que llegan los bebes.

…a Scarlett nunca se la había ocurrido que hubiera alguien a quien no le importara ser o no rico.

No se va a ningún lado estudiando todo tan a fondo.

No puede ya mira adelante. No puede ver el presente, teme el futuro, y por eso mira al pasado.

Un lupanar es un puerto de refugio, después de esta casa de infierno…
 
M.Mitchell



“Margaret Mitchell (Atlanta, Estados Unidos, 8 de noviembre de 1900 – Ibídem, 16 de agosto de 1949) nació y murió en Atlanta, ciudad que influiría en su única obra Lo que el viento se llevó, una de las novelas más populares de la historia de la literatura, que el director de cine Victor Fleming inmortalizaría en la pantalla en 1939.” Wikipedia

















































Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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