MAX SCHELER Y LOS PREJUBILADOS


Era un viejo que  tomaba cerveza, en la taberna de Chico, un pueblo minero  en lo profundo de la sierra del Estado de Hidalgo, México. Me dijo que en el escalafón de la empresa donde labora, tiene la categoría de fotógrafo,  con una antigüedad de 30 años.

Es una rama de la fotografía tan especializada que, para conocerla, debió dedicarle tiempo oficial y extraoficial. Y, al igual que  la lente de máximo acercamiento del microscopio, que profundiza en el detalle dejando fuera a todo el conjunto, así fue con la familia, las amistades y la formación cultural. Todo quedó  fuera, “casi por completo”.

30 años repitiendo día tras día lo mismo. Ya ni siquiera  necesitaba la intuición ni la percepción, todo era una mecánica repetición que, como en la película El Día de la Marmota, el 2 de febrero, todo empezaba a las 6 de la mañana y el 3, todo se repetía como el día anterior. ¿Conoces el film de Harold Ramis, 1993?

Le dije que Max Scheler escribe, en su Ética, que “La persona existe exclusivamente en la realización de sus actos.”

En eso me había convertido, dijo, en una persona de actos mecánicos sin necesidad ya de intuición, casi sin familia y casi  sin cultura. Mis actos  consistían en observar en el microscopio al máximo acercamiento.

Sin embargo estos actos-agregué-, Scheler los ve a través de una escala de valores, una jerarquía de valores de conducta. Van de sensible (agradables o desagradables), vitales (de conducta) y, los valores más altos son  los del tipo religioso. Los valores para Scheler son inmutables (como las ideas de Platón), no cambian. El bien es siempre el mismo. Lo que cambia es cómo nosotros percibimos y cómo practicamos el bien.

A semejanza de la cumbre de una montaña (le puse un ejemplo del alpinismo) que fuera perenne. La diversidad es la manera cómo cada quien sube a ella.

De ahí la escala de valores de Scheler con los tres grados señalados, según el ámbito al que cada uno de nosotros nos sea accesible.

Los valores más altos para Scheler son los religiosos pero eso no quiere decir que en su escala de valores considere negativos a los valores sensibles. Si es cierto que no todos debamos ser religiosos, sí lo religioso se puede practicar en la vida cotidiana (a Scheler se le considera el Nietzsche católico).

Refiriéndose a este punto de la filosofía de Scheler, Ramón Xirau, en su Introducción a la historia de la filosofía, anota que “aun el menor de nuestros actos, si está realizado con conciencia de amor, es un acto superior.”

Y como el bien es perenne, el que realiza un acto de amor o caridad, dice Scheler, no es tanto (aunque sí lo es), que él sea bueno, sino que es el portador del bien.

¿El portador, y quién da esos valores de los que habla Scheler?

 De eso no tengo idea.

Bueno, como sea, en  el film del director Harold Ramis, Pil  Connors es el personaje, meteorólogo, que llega al pueblo de Punxsutawney, Pennsylvania y al que cada 3 de febrero le sucede lo que el día anterior, se repite el Día de la Marmota. Me parece que el film es una aplicación práctica de la aparentemente compleja teoría de los valores de Scheler.

30 años haciendo, solamente, fotografías, era yo una fotografía, ya no era una persona. “La persona existe exclusivamente en la realización de sus actos.”

¿Qué vas a hacer con tu Día de la Marmota del microscopio fotográfico? ¿Te jubilarás?

Tengo miedo pero más miedo  tengo cuando vuelva a amanecer y se dé otra vez el Día de la Marmota.

¿Cómo Pil Connors logró romper el círculo fatal?

Cuando conoce el amor… Después de todo lo que Scheler dice: “La persona existe exclusivamente en la realización de sus actos” deja la puerta abierta para romper con el Día de la Marmota.

Scheler


“Max Scheler (22 de agosto de 1874, Múnich – 19 de mayo de 1928, Fráncfort del Meno) fue un filósofo alemán, de gran importancia en el desarrollo de la fenomenología, la ética y la antropología filosófica, además de ser un clásico dentro de la filosofía de la religión” Wikipedia



































CICERON Y LOS TRANSTERRADOS


Toci, la muchacha mexicana  que escala cumbres en prácticamente  todos los macizos montañosos del planeta, dice que  pertenecer a un lugar específico es como la salud corporal. Hay conciencia de ello hasta que se ha perdido. Lo que queda, en el segundo caso, es una realidad patológica, en el primero, algo semejante, al que se le ha llamado éxodo.

Variados matices tiene este tema que se pueden evocar con las palabras transterrados (empatriados), desterrados, refugiados políticos,  etc.

Toci observa que se cruzan las fronteras de los países todos los días, por cielo, mar y tierra, de manera legal o no. Para estudiar, ganar dinero (en lugar de pesos, dólares, o gastando dólares viviendo en un país pobre) escapar del peligro, turistear, por amor, o por cien cosas más.

Tiene la impresión que de  este lado de la frontera somos los  internacionalistas más convencidos. ¡Y nuestro país apesta! Cuando estamos de aquel lado de la raya tenemos más conciencia de lo que dejamos.  Afectos, valores y cosas. Todo eso resalta en la medida que allá  soy una extranjera.

La hemos acompañado al aeropuerto y tomamos un café en tanto llega su turno de partir. Va a la pared sur del monte Ameghino, en la Cordillera Central de los Andes, arriba de Mendoza y Uspallata. Una ascensión como  para devolverle seriedad al alpinismo.
La pared sur del monte Ameghino

Yuma,  otro de nuestra cordada de escalar, comenta que Cicerón, romano, y Fidelino de Figueiredo, portugués, escribieron  de las migraciones tanto internas como externas. Entre uno y otro median diecinueve siglos y, sin embargo, el pensamiento de ambos tiene enorme semejanza en este tema.

Si existe a través del tiempo, casi podríamos decir que el  patológico sentimiento del éxodo es una cosa en sí, una deidad con esas características.

Cicerón escribió, dice Yuma : “Son muchos los grados de la sociedad humana. Porque descendiendo de aquella infinita y universal, la más inmediata es la de una misma nación, la de una misma tierra, la de una misma lengua, por la cual se unen mucho unos  hombres con otros. Pero todavía es más estrecha la de una misma ciudad, porque son muchas las cosas que tienen comunes los ciudadanos, como la plaza. Los templos, los paseos, los caminos, leyes, votos, privilegios, y además los tratos, amistades y muchos negocios y contratos particulares. Aun más de adentro de los parientes, que reduce a un estrecho punto la sociedad universal de todos los hombres. Porque como sea propio de todos los animales el deseo de multiplicarse, la primera sociedad está en el matrimonio, la segunda en los hijos, de que se forma una casa y un todo común, y éste es el principio de las ciudades y como semillero de la república…

Y agrega Cicerón:

  “…síguense después los hermanos, sus hijos y los hijos de éstos; que no cabiendo ya en una casa, se extienden y reparten en otras familias, de quienes resultan otros muchos parientes, la cual propagación y descendencia es causa y origen de las repúblicas. El vínculo de la sangre es uno de los que más estrechan la unión y benevolencia de unos hombres con otros, a lo cual contribuye mucho tener en su familia los mismos monumentos, la misma religión y las mismas sepulturas.

Es la tierra física la que primero entra por los ojos, asegura Toci, pero también, y al mismo tiempo, numerosos factores culturales. Y es esto lo que nos llama cuando estamos fuera de nuestro ámbito. Otro paisaje, otra temperatura atmosférica y la historia de otros pueblos que ya  no es la nuestra. La comida puede ser deliciosa pero, no es la nuestra…Los mexicanos venden tamales en Estados Unidos y los chinos, españoles y argentinos han instalado restaurantes en México con la cocina de sus respectivos países…

En otros países siempre seremos extranjeros, así tengamos ahí cuarenta años, para ellos y sobre todo para nosotros mismos. Pasamos a ser “ciudadanos de pastillaje” (pastillaje, ¿recuerdan?  es una técnica de la cerámica mexicana de tiempos precristianos consistente en agregar, ir pegando, rasgos que no  estaban incluidos en la pieza inicial).


Tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich,1968

Siempre nos impactaban, ¿recuerdan?,  las tumbas de los ingleses del panteón de Real del Monte, Estado de Hidalgo, México ( cuando íbamos a escalar Peñas Cargadas), que desde el siglo dieciocho están orientadas hacia su amada Inglaterra. Es el postrer intento de “sentirse” o estar, en el seno de la comunidad en la que nació y a la que ya no pudo o ya no quiso (por los   nuevos vínculos desarrollados en la lejana tierra) volver.

 Les recuerdo que, para escapar del franquismo, se fundó en México la Segunda República Española en el exilio, en 1939, y bajo su bandera  30 mil españoles  abrigaban en el país el sentimiento de acercamiento con la tierra que habían dejado.

Toci es de una etnia del norte de México y tiene información histórica. Nos comenta: La arqueología dice que la Troya, cantada por  Homero, nueve  veces lo troyanos regresaron a reconstruirla. Los teotihuacanos recorrieron, caminando, medio continente hacia Centroamérica llevando su cultura y, durante treinta siglos, siempre regresaron a su sagrado Valle de Teotihuacán.

Comenta la  conocida  anécdota de la mujer mexicana kikapú que siempre soñaba con regresar a la tierra norteña  en la que había nacido. Cuando sus nietos la llevaron quedaron horrorizados. Era el erial más desolado. La viejecita en cambio lloraba de felicidad al tiempo que decía: “esta es la tierra,  hermosa sin par, donde yo nací”.

Es hasta la generación de los nietos que el trauma del éxodo desaparece.

Yuma cita las palabras de un filósofo portugués: Fidelino de Figueiredo, donde  se refiere a la pertenencia mediante los aspectos culturales:

 “Los idiomas son verbos  de familias de hombres que viven en uno u otro punto de la Tierra. El arte-literario ha de ser, por ello, como actividad de comunicación, localizada y territorial o arraigada en la gleba sobre que se habla  y se vive el idioma  que la expresa. Literaturas desarraigadas de un territorio o emigradas son literaturas de vida efímera, que sólo viven mientras duran las adherencias de la gleba que trasportaron. Es lo que, experimentalmente nos prueban las literaturas de los refugiados de las dos Grandes Guerras, que se debilitan de prisa…”
CICERÓN


“Marco Tulio Cicerón, en latín Marcus Tullius Cicero1 (pronunciado ['mar.kʊs 'tul.liʊs ˈkɪkɛroː]), (Arpino, 3 de enero de 106 a. C. - Formia, 7 de diciembre de 43 a. C.) fue un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano. Es considerado uno de los más grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín de la República romana.









PLATÓN, EL NOVELISTA, SEGÚN FIGUEIREDO


Conciencia, percepción, Intuición, ficción y ensayismo, es lo que hacemos todos, todos los días, en nuestras charlas aun en  las más vulgares o inocuas.

Es lo que hacían, en el siglo diecinueve, las personas que escribían en sus diarios personales, principalmente las mujeres. Algunas empezaron por un diario casero y terminaron de grandes novelistas como Madame Stäel, George Sand…

En los hombres era más frecuente la práctica epistolar. Unas cartas iban y otras venían. Lo que ahora es un correo (moderno) electrónico o un e-mail. Goethe, Flaubert, se la pasaban escribiendo cartas. Tanto que en literatura se convirtió en “género epistolar”.
G. SANTAYANA

Los compadres del frontón, las mujeres almorzando en Tiffanys¨s, o las charlas menos callejeras, siempre echan mano, de una manera o de otra, de la conciencia (sinónimo del yo), de la percepción (síntesis de las emociones) y de la intuición (conocimiento).

Percibo el mundo desde que tengo conciencia de mi yo. Sólo así puedo desplegar toda actividad intelectual de la percepción. Percepción sensible y percepción intelectual. J. G. Fichte le concede a la percepción  ( en Introducciones a la teoría de la ciencia)  una importancia capital: “La intuición intelectual es la única posición sólida para toda filosofía. Partiendo de ella puede explicarse todo lo que se presenta en la conciencia.”

Juan Valera escribió su bella obra, Pepita Jiménez, a base de cartas de los tres personajes masculinos  de ficción que se enviaban cartas entre sí. Henry Miller es el autor de una obra que se formó a base de cartas que enviaba desde Europa a Anaïs Nin.

Las cartas se fueron convirtiendo en reseñas, en cuentos y en novelas. Al estilo de algunas  obras filosóficas que empiezan por una conferencia y después se les fue ampliando…

Leibniz, desde su siglo diecisiete, recomendaba el arte de leer novelas como ejercicio vivencial, en su Nuevo Tratado sobre el entendimiento humano: “el que haya leído más novelas ingeniosas, ese, digo, tendrá más conocimientos que otro cualquiera, aun cuando no haya una palabra de verdad en lo que se le haya descrito o narrado; pues la costumbre que tiene de representarse muchas concepciones o ideas expresas y actuales, le hace más apto para concebir lo que se le presenta, y de seguro será más instruido y más capaz que otro que no haya visto, ni leído, ni oído nada, siempre que esas historias y representaciones no tome por verdadero lo que no lo es, y que dichas impresiones no le impidan discernir, lo real, de lo imaginario, o lo existente de lo posible.”

Por más que Sancho Panza le decía a   su amo que eran molinos de viento y no gigantes…Eres un mentecato que no entiende cosas de caballería, recibía por toda contestación. Había leído muchas novelas ingeniosas pero a tal grado que ya no discernía la realidad vulgar.

 La academia, la Iglesia y la autoridad civil no lo abandonaron en su lecho de muerte. De alguna manera entendieron estas instituciones que ahora Quijano cabalgaba en la región de las esencias. Un poeta porque vivía “historias fingidas”. Tan reales porque él les daba realidad aunque no era una realidad vulgar.

Muchos necesitan decir cosas porque el pensamiento no se detiene. Y no se detiene porque, dice Fidelino de Figueiredo, el pensamiento es una función vital, como el sistema digestivo o el respiratorio…

Cuando la psiquíatra comunicó a la industria que el pensamiento no se detiene, que busca expresarse, y que  no podemos permanecer en silencio más allá de diez minutos seguidos, salvo situación forzada, fue cuando apareció el fenómeno del teléfono celular.

Ya permanezcas allá, solo, “perdido” en el desierto, o escalando montañas en la ignota cordillera, puedes abrir tu pequeña “tableta” y comunicarte con alguien, hasta el otro continente.

Epicteto, desde el siglo primero del cristianismo, recomendaba “manifestarse con el carácter de un filósofo o de un hombre vulgar”, como sea, pero manifestarse.

Durante milenios el humano libró la lucha por la palabra, primero hablada y enseguida escrita, la lucha por la expresión, dice Figueiredo. Ahora hay que emprender la lucha por  conquistar el silencio. Hablando se habla, se comunica, a “bote pronto”. En silencio se piensa para después hablar ya digerido.

Pensar que las suelas de mis zapatos ya hacen aguas pero también bogar en la región de las  ideas. En las soluciones fáciles o toparse con las aporías.

Tener ideas, así  sean locas, como la de los molinos de viento.

¿Ideas? Esta palabra produce erisipela en algunos debido a la abstracta  interpretación política o a la ignorancia. Manuel García Morente explica el significado de idea que es con lo que se identifica  a Platón.

No es otra cosa que intuición intelectual: “En primer lugar la palabra “idea” es  un neologismo de Platón. Es una palabra  inventada, nueva, por eso se llama “neo logos”. La formó con una raíz de un verbo griego que significa “ver”. De modo que “idea”, en puridad, significa visión, intuición intelectual.” (Lecciones preliminares de filosofía).

Es cuando Fidelino de Figueiredo voltea hacia Platón y queda impactado por su diversidad de ideas: “Platón pertenece tanto a la historia de la filosofía como a la de la literatura, porque fue un creador novelesco, un inventor de metáforas y símbolos, un creador de medios estilísticos, usó la forma dialogada entre espíritus diversos como variadas son las inteligencias humanas y mostró  escrúpulos igualmente en la profundidad y la congruencia de las ideas y en la esplendidez  de su vestimenta real. Mitos, utopías, cuentos, bellas palabras y brillantes  imágenes forman el contenido de su obra poblada de gente lejana, manteniendo la ilusión de una “historia fingida”, como llamaba Bacón a la poesía.”



“Fidelino de Sousa Figueiredo (Lisboa, 20 de julho de 1889 — Lisboa, 20 de março de 1967) foi um político, professor, hispanista, historiador e crítico literário português, que se destacou pela sua faceta de ensaísta e intelectual cosmopolita. Encontra-se colaboração da sua autoria em diversas revistas, nomeadamente na revista Serões[1] (1901-1911), Feira da Ladra[2] (1929-1943) e Anais das bibliotecas, arquivo e museus municipais[3] (1931-1936).”





ARISTIPO, COMO LOS AMIGOS DE JUVENTUD, ASÍ SON LOS LIBROS


Reencontrados veinte años después, me pregunto cómo pude convivir con semejantes amigos.

Nos dice Yuma, mi amigo de escalar montañas. Se le ocurrió que hiciéramos un vivaque en el Corredor Superior, del flanco oeste del Pecho de la Iztaccihuatl, en los 4,800 m.s.n.m. Hemos tallado duro en la nieve y el hielo del fondo de la roca, y hacer una plataforma  suficiente para la tienda, en la que estamos tres metidos hasta las orejas en nuestras bolsas de dormir, para soportar el frío de la madrugada.  

Pudimos haber acampado más abajo pero ahora hay mucho vandalismo, contra los alpinistas, en los bosques del pueblo de San Rafael, Estado de México.  

Yuma nos cuenta que, el 26 de febrero, 25 encapuchados asaltaron, con armas de fuego, en Nexcoalango, el paraje muy conocido por los montañistas, por ser un lugar de acampar, a 60 alpinistas, violaron a tres mujeres, golpearon a varios, incluido un niño, y les quitaron a todos las botas para dificultarles el regreso. Se llevaron sus celulares, carteras, dinero, relojes, cámaras, equipo de montaña y les amarraron de pies y manos con las agujetas. Esta noticia salió publicada en el diario El Universal, el 5 de marzo, del  año 687, de la fundación de México-Tenochtitlán.

Bueno, exclamó Toci, con la escases de oxigeno a de estas altitudes, y los 15 grados bajo cero, no es muy fácil hacer la cuenta del año de su publicación.

De cien conocidos de convivencia, frecuente- dice Yuma-, podría volver a reunirme, como antes, acaso con tres.

Tiene claro, sin embargo, que ese era su mundo.

 Nos pasábamos horas hasta  de la madrugada desternillándonos de risa de los chistes que contaba aquel o de las cuestiones que exponía el otro. Cómo podíamos reírnos, hasta casi orinarnos en los pantalones, de semejantes bobadas? O nos parecían las ideas más formidables que contaban los de más allá.

La semana pasada Yuma tiró doscientos libros a la basura.

Son basura, dijo. No exponen ideas de calidad.

 ¿Cómo sabes que es basura?-le pregunto Toci, la muchacha que escala de manera profesional en Los Andes o en cualquier montaña del mundo.

 Fíjate en   la manera que piensa la mayoría del pueblo de aquel país sin nombre. Sus modos de vivir los han sacado de estos libros. Estos libros han sido su guía. Ese pueblo de aquel país sin nombre  está sumido en la ignorancia cultural,  en la corrupción, en la miseria económica y en la desnutrición.

¿Qué leen,qué escriben, esos países?
Ilustración de Max.

Durante años pasaste leyendo esos libros que ahora tiras, le digo.

 Es verdad, ese era mi mundo, pero ya no lo es. No hay nada nuevo en esto. 
Hasta los filósofos se refieren a sus “escritos de juventud”, de los que la mayoría de ellos no quiere volver a saber nada. Sólo me he quedado con una docena de autores, por así decirlo.

¿Por qué no  leíste esos  desde un principio?

Porque no había leído los que acabo de arrojara a la basura. No tenía criterios de contraste o dialécticos. Las editoriales, la televisión y los diarios, tienen tal poder de persuasión que cualquier cosa te hacen creer que se trata de obras maestras de la literatura tanto local como universal.

Citó a Fidelino de Figueiredo en su obra La lucha por la expresión:

“El vulgo aun hoy confía  mucho en el sentido común o en el consenso universal. Sobre todo para la solución de los problemas morales de cada día, los cuales sólo tienden a defender posiciones, intereses y comodidades pacíficas.”

¿Pero qué criterio empleas para decir que estos libros ya no te sirven y aquellos sí?, volvió a preguntar Toci.

Ya se los dije: el nivel   de vida del pueblo. No son criterios subjetivos ni  abstractos a los que me refiero. Hay pueblos en este planeta que tienen un buen nivel de cultura y de vida en general. Sus gobiernos invierten un considerable porcentaje de su presupuesto en la educación desde el nivel elemental hasta universidades, investigación y difusión de la cultura.

 El nivel de inseguridad en sus calles es de bajo perfil, digamos, y se puede estudiar, trabajar, vivir, convivir, divertirse, alimentar al cuerpo y al espíritu… No llegaron a ese estado de cosas por generación espontánea.  ¿Qué leyeron, qué escribieron, qué hicieron? Ese es el punto.

Agrega otra cosa.  

 Alguien le pidió a Aristipo, filósofo griego fundador de la escuela cirenaica, que se hiciera cargo de la instrucción de su hijo para lo cual, desde luego, estaba dispuesto a pagar. Destaco esto último porque en esos lejanos días dominaba la idea entre filósofos, Sócrates incluido, o sobre todo Sócrates, de no cobrar  por su labor de enseñar, ya fuera la instrucción personalizada o la comunitaria.

Este episodio que sucedió hace casi veinticinco siglos, tiene que ver, y de manera importante, con el estado que guardan en la actualidad,  del siglo veintiuno, los presupuestos para las universidades públicas de muchos países. Algunos países  consideran que esos presupuestos son un gasto cuando debería considéreseles una inversión. En otras palabras, son precaristas sus pueblos por ser miserables con los presupuestos para educación. Por más materia gris que haya en esos países  condenan a sus pueblos a ir a la zaga de las regiones que más invierten en educación. Son exportadores de fuerza empírica, no intelectual.

Tomado de El País, de España,28 de junio 2014
Ilustración de Max.

Los países precaristas ¿qué leen, qué escriben y que hacen? No tenemos que recurrir a sendos trabajos de sociología para saber si por la calle que caminas pasó el barrendero o no.

¿Y qué ha sido de tus viejos amigos?, pregunté

 Noventa y siete siguen reuniéndose, como antes…Siguen contándose las mismas bromas y las mismas cuestiones y, al parecer, son felices como entonces…
ARISTIPO




“Arístipo (435 a. C. - 350 a. C.) fue un filósofo griego fundador de la escuela cirenaicagriega que identificaba el bien con el placer. Nació en Cirene en 435 a. C. Atraído por la fama de Sócrates, fue a encontrarle y se hizo su discípulo. Muerto el maestro, se volvió a su patria, donde en los últimos años de su vida enseñó filosofía para subvenir a su sustento. Fue el fundador de laescuela cirenaica, propugnadora del Hedonismo.”Wikipedia









NEGANDO A SCHOPENHAUER TRES VECES CUANDO EL GALLO CANTA


Homero, Ovidio, Cervantes y Flaubert niegan a Schopenhauer.

El genio de la especie es procrear un hijo o hija, lo demás es poesía semejante a un gallo que canta en el corral  al amanece buscando una gallina.

Así hablaba Schopenhauer.

Sólo cinco segundos necesita un gallo y acaba todo. Se pierde satisfecho cacareando entre el gallinero, negando el presente que ya  no existe para él porque el encuentro con la gallina fue sin que mediara el pasado y habrá futuro hasta que vuelva a  sentir que sus pulsiones canten de nuevo en el gallinero.

Los poetas se tapan los oídos. No pueden conciliar su arte poético con ese misoginísmo que ha reducido a la mujer  a sólo una criatura biológica. 

Emprenden el camino contrario, dimensionándola  como sólo los poetas saben hacerlo, aunque se vayan al    extremo de lo  creíble.

Sin Helena no se hubiera dado una guerra de Troya, tampoco conoceríamos el infierno en el que se introduce Orfeo buscando a su Eurídice ni a Cervantes haciendo hazañas para que lleguen a oídos de su Dulcinea ni a Matho arrostrando el peligro mortal  buscando a su Salambó.
Helena de Troya por Evelyn de Morgan

Schopenhauer no cree en esos arrebatos líricos que le parecen anhelos propios de adolescentes, de la enseñanza media, a los que les empiezan a brotar barros en la cara. Todo para él se reduce al interés de la especie cantando en el gallinero:

 “el humus de lo que nace lo poético y lo sublime que los poetas nunca cesarán de cantar”, dice en Los dolores del mundo.

Los poetas, en cambio, sin hacer caso de misoginísmos, han dejado imperecederos arrebatos de bellas mujeres que, por seguirlas, los hombres fueron capaces de destruir reinos o cometer locuras.

Epicteto es otro escéptico y dice que la mujer fue sólo el leit motiv que esconde las intenciones que   los hombres tienen para emprender sus locas aventuras: “A Paris le pareció bien robar a  Helena y a Helena seguir a Paris. Si a Menelao le hubiera parecido bien, asimismo, prescindir de una mujer infiel, ¿qué hubiera sucedido? Pues que nos hubiésemos quedado sin Ilíada y sin Odisea: lo demás no tiene importancia.” (Manual y Máximas)

Homero canta en realidad, en la Ilíada,  el poema que debió llamarse Héctor. Helena, como Aquiles, los griegos y los troyanos, parece que le importan poca cosa. Cuando Héctor muere Homero se desentiende de todo. Como luego lo hará Paul Áster en el siglo veinte con algunos personajes de    sus novelas. Es Virgilio el que nos contará la destrucción de Ilión y la huida de un grupo de troyanos hacia la Península Itálica. 

Eurípides ha quedado abrumado con el tratamiento que Homero ha dado a Helena. Helena adúltera y provocadora, que el pueblo troyano odiaba porque se alegraba cuando los troyanos iban ganando y se burlaba de ellos cuando los griegos eran los que avanzaban. Ligerita porque se fue corriendo tras Paris aunque siempre dijo que éste la había raptado.

Esa Helena no puede estar asociada con el símbolo sagrado que quedará grabado,  como un glifo imperecedero, recordándonos a la Grecia que vivirá como recuerdo histórico y como guía de la alta cultura de la humanidad, la que nos dejó su inmortal Paideia que nos relata W. Jaeger.

Eurípides nos ha dejado una obra (Helena) que  niega  la participación de Helena en la tragedia de Troya. La sitúa lejos, en Egipto, en tanto se desarrolla el sitio de diez años contra Ilión por los griegos.

No fui yo la que  estaba en Troya, le jura Helena a Menelao cuando éste se reúne con ella en Egipto, fue una figura hecha de viento y humo semejante a mí y que también se llamaba Helena…

Eurídice es también sólo un leit motiv porque en el poema de Ovidio esta mujer no pronuncia una sola palabra ni externa la menor intención ni deseo. Es Orfeo el que despliega toda una actividad tan unilateral como narcisista. Con el hechizo de su flauta logra lo que solamente pocos mortales (Pitágoras, Eneas y Dante) han logrado y es entrar y salir de los infiernos.  

Matho es el personaje de Flaubert que se ajusta más al ideal Schopenhaueriano. Ya no quiere atacar a Roma para defender a Cartago ni tampoco le importa dirigir sus ejércitos mercenarios contra la Cartago que ya no paga sus servicios.  Ahora habla en él el genio de la especie y busca a su adorada Salambó, aunque eso signifique  para él la muerte a manos del pueblo cartaginés.

Aldonaza Lorenzo, al igual que Eurídice, sólo es la pura figura que un tal Quijano evocará como musa inspiradora de sus ingeniosos e inmortales sueños locos que tiene la humanidad y que él protagoniza. Es una mujer resistente de campo, y una experta en fabricar chorizos, en la que puede muy bien sentar sus reales el genio de la especie de Schopenhauer. Pero Cervantes es un poeta…


Schopenhauer tiene un argumento que parece echar por tierra los arrebatos líricos de los poetas y hacer prevalecer su idea del genio de la especie.  Con este argumento Schopenhauer espera convencer que el amor no es lo más importante, como dicen los poetas.

Don Quijote veía así a su Dulcinea del Toboso
Collaut-Valera,Madrid

Dice que todo el éxtasis sexual que  la gallina tiene, en sus cinco segundos con el galló, no justifican los dolores cuando pone el huevo. Y, sin embargo,  de esa serie de malestares y dolores, sigue acudiendo cuando el gallo canta:

“No son las almas las que se buscan, son los cuerpos. El objetivo es crear el ser más perfecto.” Schopenhauer. 

“¡Tremendo a las mujeres es el dolor del alumbramiento y el amor a los hijos es como la esencia del sexo femenino!”  escribe Eurípides en su tragedia Las fenicias.

"El ser más perfecto" es el  pensamiento de Schopenhauer que rescata a la pareja de las ciegas pulsiones ciegas y la lanza hacia un destino superior más allá del gallinero...
Schopenhaur


“Arthur Schopenhauer [Acerca de este sonido 'ʔatʰu:ɐ 'ʃo:pnhaʊɐ (?·i)] (Danzig, 22 de febrero de 1788Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, 21 de septiembre de 1860) fue un filósofo alemán. Su filosofía, concebida esencialmente como un «pensar hasta el final» la filosofía de Kant, es deudora de Platón y Spinoza, sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el budismo, el taoísmo y el vedanta.”Wikipedia


CON ARISTÓTELES EN LO ILÓGICO


La  razón y la suerte son dos personajes de la Gran ética de Aristóteles y siempre están  presentes  en el alpinismo.

Hay triunfos que llevan al fracaso humano y fracasos que salvan del desastre existencial. Esta realidad es más frecuente de lo que creemos en la esfera en la que cada uno  nos movemos.

En el alpinismo pero también está presentes en la gente que vive en el  mar, a los que de una u otra forma van y vienen en aviones, a los guerreros, a los bomberos, a los toreros…

 En las actividades del valle podemos hablar, tal vez, de resultados lógicos si sus causas son lógicas. Tal vez, porque tampoco en la ciudad todo es tan automático para medirlo  por las leyes de la fenomenología.

Si bien en la práctica del alpinismo no profesional se reduce mucho el concepto  de razón. ¿Qué tiene de razonable que alguien deje la seguridad, de la calle donde vive, y vaya a meterse a un mundo en el que las reglas de la naturaleza son diferentes a las  de la ciudad?

Si todo fuera cosa de conocer, y de prepararse en consecuencia, nos preguntamos por qué hay alpinistas que mueren contándose entre ellos sacerdotes y egresados de las más diversas disciplinas académicas. O por qué ninguno de estos murió donde era de esperar que murieran?

Hay toda una técnica para subir montañas, incluidos conocimientos generales de los  estados de las rocas en sus diferentes cotas, condiciones atmosféricas... 

Y no obstante, hay ocasiones, que  sucede lo que no era de esperar que sucediera y otras en las que  no sucede lo que tenía muchas probabilidades de  haber sucedido:

 “Mi voluntad y mi discurso se remueven ya  de un lado, ya de otro, y hay muchos de esos movimientos que se gobiernan sin mi ayuda. Mi razón acredita impulsos y agitaciones diarias y casuales”, dice Montaigne en sus Ensayos

En la Segunda Guerra Mundial hubo combatientes que estuvieron en todos los frentes de batalla y no sacaron ni un rasguño. Otros, en cambio, no tuvieron la oportunidad de dispara un solo tiro y ya estaban muertos.  

Aristóteles lo dice así: “La buena suerte, pues, parece consistir en el goce de algún bien que la razón no esperaba, o bien en evitar algún mal que la razón anticipara.”

Como la buena suerte llega por igual a buenos y a malos, más parece que  la suerte o azar nos está exigiendo otra interpretación del asunto.

Aristóteles cree que aquí no hay intervención de Dios porque “no es posible que Dios se ocupe de los malos”. ¿Y si se ocupara también de los malos? ¿Cómo lo haría? No castigándoles porque el cristianismo se ocupa, para bien, principalmente de los malos.


De los buenos no se ocupa Dios, como los padres del hijo que saca nueve o diez en calificaciones en la escuela. Hay la lleva solo y la lleva bien. Pero el otro, el de calificaciones deficientes, ese sí necesita que se le ayude, pero ¿cómo?



Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria,de Fritz Redlich, 1968. 

Aristóteles tiene una  expresión capciosa: “donde hay más suerte hay menos inteligencia”. Parece una expresión clara como el agua de las playas de Cancún. Pero el mismo Aristóteles nos previene de esta fácil interpretación porque en seguida agrega; “la inteligencia, la razón y el conocimiento parecen ser algo absolutamente extraños a ella”, a la suerte.

¿Es licito pensar en corregir a un tragón dándole más comida con la idea que regresara a la mesura?

La expresión moderna, de lo que Aristóteles dijo hace veinticinco siglos, es que hay gente que no le tiene miedo al éxito. Porque sólo siendo dueño de dinero y fama el individuo será plenamente libre de revelarse tal como es. Y es aquí donde Aristóteles quiere situar al individuo para revelarnos el secreto de su pensamiento.

Honorato de Balzac ya lo había desentrañado con su personaje Rafael, de su novela, La piel de zapa

En México la mayoría de boxeadores que han conocido la gloria, el triunfo, el dinero, el sexo y el poder, han acabado en el callejón de las almas perdidas. Y no pocos personajes de Hollywood, de nuestros días, también acabaron siendo víctimas de su “buena suerte”.

Si todo en el universo está en perfecta armonía, como dice Leibniz, habría que considerar que lo ilógico del azar o suerte, tiene una manera ordenada de actuar en ciertas condiciones. Aristóteles señala esas condiciones:

“La buena suerte opera en la misma esfera en que nuestras capacidades o probabilidades no pueden hacer nada, donde nosotros no tenemos ningún control, ni podemos llevar a efecto la acción.”

 Montaigne agrega: “vemos las cosas porque suceden, no suceden a causa de que nosotros las vemos.”

Ante lo que nos parece ser el triunfo o el desastre, es donde tienen sentido las veladas palabras de Aristóteles. “Donde hay más suerte hay menos inteligencia.”

Y sigue lo que está más difícil de interpretar: “la buena suerte puede consistir en evitar algún mal que la razón anticipara.”

 Por ejemplo el que se dice tener mala suerte por haber llegado tarde y no pudo alcanzar el avión y luego se enteró que ese avión se perdió en el mar o se estrelló en las montañas...

La “buena suerte”   que nos llevó al fracaso humano la tenemos a la vista. De la mala suerte salvadora, de la que fuimos beneficiarios,  tal vez nunca nos enteremos.








“Aristóteles (en griego antiguo Ἀριστοτέλης, Aristotélēs) (384 a. C.-322 a. C.)1 2 fue un polímata: filósofo, lógico y científico de laAntigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente por más de dos milenios.” Wikipedia









Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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