J.WAHL Y LAS FAMOSAS APORÍAS


Con datos de la razón práctica es con lo que trabaja la filosofía de academia. Los artículos de fe son propios de la religión. Revolver estos campos produce mucho ruido y al final queda la confusión.

“Callejón sin salida” es la expresión, o la impresión, cuando volteamos para todos lados y vemos que no hay salida. En filosofía esto se llama aporía.

Para el lector apresurado de Internet que quiera un resumen de esta nota, sepa, en lenguaje coloquial, que la aporía en filosofía salta cuando queremos sumar jitomates con cebollas…Realidad con idealidad.

Lo habitual es que entendemos que la armonía es armonía porque hay desarmonía. Entonces todo fluye normalmente, al problema se le busca solución, hay movimiento, hay devenir, y la vida sigue en el lógico tapete de las antinomias: del invierno nos vamos a la primavera, de la comida salada al sabroso postre dulce, del llanto a la risa, de la abundancia material  a la pobreza, de la soledad a la multitud, de la hamaca en la playa al vivac en la montaña, etc.

En la aporía, en cambio, la vida parece detenerse. Y, como el escalador que ha llegado en su ruta que traza, a lo que parece inescalable,  empiezan a buscarse soluciones desesperadas. 

Es cuando se tiene la impresión que se está en la última frontera de lo razonable.

La aporía en filosofía reaparece cuando se ha hace presente la vieja cuestión de si las cosas sólo son cosas o son apariencias. Algo que vemos pero que contiene algo que no vemos.

Como la imagen  latente en la película que todavía no se ha revelado. Cualquiera ve sólo la película pero el fotógrafo sabe que ahí hay algo más que la película. Y lo que hay es lo esencial. Que la película es el vehículo en el que se manifiesta aquello.

Lo que está más a la mano es la bandera nacional de todos los pueblos. ¿Por qué se les rinde honores si en apariencia sólo son trapos, líneas y colores? Sería demencial si esto pasara y no se creyera que  ahí haya  valores esenciales.

 Este es el campus en el que, de una manera o de otra, se desarrollan todos los sistemas filosóficos, tanto los empíricos como los idealistas.

¿La vida es así, de empírica, o persigue algo de valor, no sólo  valor práctico, sino  sobre todo valor esencial, trascendental?

¿Hay un Ser que trasciende, sobre el movimiento presente, que pasa? Wahl escribe: “Fue Protágoras quien dijo que  no se debe usar nunca el término “Ser” porque todo está en cambio constante.”

Desde el viejo Protágoras, como acabamos de ver, hay filósofos que dicen que las cosas son como son y no hay porque andar buscando debajo de las piedras. De los pensadores modernos,  Nietzsche lo reafirma en su libro Aurora.
Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich,1968 

Y, sin embargo, son estos mismos pensadores, escépticos, empiristas, los que dejan abierta la pregunta. Se sacuden las manos, creen dejar solucionada la cuestión, pero, al final, confiesan, no la incredulidad, sino la impotencia para encontrar la solución.

La solución sustentada en la razón práctica, no en la fe, que no cuestiona, de los creyentes.

“Locke concluyó-escribe Wahl, en su gran obra Introducción a la filosofía-que la sustancia es un “no sé qué”, no obstante creía que existe y que por detrás de las propiedades  hay algo, algo de lo cual no podemos decir nada.”

Y Eckermann, en sus Conversaciones con Goethe, consigna un pensamiento del autor de Fausto: “En la naturaleza queda siempre algo problemático, a cuya exploración no alcanzan las humanas facultades.”

Y Wahl dice de la filosofía de Schelling que: “por encima de todos los conceptos intelectuales hay un Ser, algo que no puede expresarse, pero que no obstante es la fuente de todo.”

Y del pensamiento de Jasper,  Wahl comenta, refiriéndose al tema del Ser y lo que deviene, que: “pudiéramos encontrar un oscuro fondo del que tenemos un cierto sentimiento, pero que nunca logramos apresar, salvo en momentos parciales y fugitivos, por tal modo que finalmente sucumbimos y en cierto sentido zozobramos en nuestra empresa.”

Wahl cuenta la dificultad que Kant experimentaba cuando consideraba las dos ciencias  que parecían sólidamente constituidas al final del siglo dieciocho, la geometría euclidiana, que tenía siglos de vida, y la física newtoniana: “le impresionaba la dificultad de resolver las antinomias del espacio: no se puede decir ni que el mundo tiene límites ni que no los tiene; no se puede decir ni que es infinitamente divisible, ni que es necesario detenerse en átomos o monadas.” En la realidad ni en la idealidad.

 Con el testimonio a la vista de estos pensadores, Schopenhauer no se anda por las ramas. En México hay un dicho que reza de la siguiente manera: “cada chango a su mecate” o el peligro de sumar cebollas con jitomates. Bueno, Schopenhauer  dice lo mismo pero de esta manera:

“En la religión cristiana la existencia de Dios es cosa decidida y por encima de toda investigación. Y así debe ser: pues pertenece a ella y se funda en la revelación. Por eso considero un desacierto de los racionalistas que en sus dogmáticas hayan intentado demostrar la existencia de Dios de otra forma que por las Escrituras. No saben, en su inocencia, cuan peligroso es este juego. La filosofía, en cambio, es una ciencia y en cuanto tal carece de artículos de fe: en consecuencia nada puede admitirse en ella como existente más que lo dado directamente por experiencia o lo demostrado con razonamientos indubitables.”(Parerga y Paralipómena)
 
J.WAHL
Jean Wahl nació en Marsella, en  1888. Falleció en París en 1974. Filósofo francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a Francia (1945) para enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de París. Es recordado, sobre todo, por su estudio sobre La desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929). Otras obras a destacar son, entre otros títulos, Filosofías   pluralistas de Inglaterra y América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).”Wlipedia



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