CICERON Y LOS HOMBRES VIRTUOSOS


 

No perjudicar al grupo es la verdadera hazaña de los hombres virtuosos, lo demás es vicio, dice Cicerón en Los oficios o los deberes.

Este día los noticiarios de la mañana están diciendo que la Interpol busca a  personas  que apenas ayer eran, en muchos  países, respetabilísimos y encumbrados funcionarios.

Ese es el clima en el que Cicerón va a desarrollar su tema de la virtud. Temas viejos de la humanidad con validez universal que se renuevan siempre. Cicerón empieza así el capítulo XXV:

“Los que se destinan al gobierno del Estado, tengan muy presente siempre estas dos máximas de Platón: la primera, que han de mirar de tal manera por el bien de los ciudadanos, que refieran a este fin todas sus acciones, olvidándose de sus propias conveniencias: la segunda, que su cuidado y vigilancia se extienda a todo el cuerpo de la República, no sea que por mostrarse celosos con una parte desamparen las demás.”

Cicerón no es hermanito de la caridad ni partidario que los bienes y las cosas se repartan por igual a  trabajadores, estudiosos, gárrulos y perezosos (no entran en esta apreciación los “ninis” y desempleados, vergüenza de los Estados, no de ellos). Se inclina porque el dinero sea bien ganado por medio lícitos y después se reparta entre todos “como  lo merezcan”:

“Lo primero y principal es que la hacienda sea bien ganada, no por malas artes ni logrerías torpes, y después que se emplee en provecho de los más que se pueda como lo merezcan.”

En algunos países se exige a los políticos, del siglo veintiuno,recien llegados a las curules, declaren su estado patrimonial para así poder cotejarlo en el tiempo que deben dejar el sitio a otro.  Esta sola disposición de ley es una confirmación de la primera máxima de Platón mencionada arriba.

Cuando el interés común se desatiende equivale abrir la puerta a la anarquía, donde muchos  pierden y pocos ganan. El lenguaje es el pueblo contra el gobierno, es decir, dos abstracciones, no el todo:

“Porque los que se desvelan por una parte de los ciudadanos, y descuidan por otra, introducen un perjuicio, el más notable en el gobierno, que es la sedición y discordia; de donde nace que tomen unos el partido del pueblo, otros el de la nobleza, y muy pocos el del común.”

Pero la virtud y la grandeza de ánimo, dice Cicerón, tiene su más grande prueba en los aduladores. No porque los aduladores sean los peligrosos, ya que nadie sabe qué necesidad real, y hasta urgente, viva el adulador, que lo lleve hasta ese anonadamiento de su yo.

El peligro está para quien recibe la adulación. Resistir a la adulación es donde se prueba la virtud y la grandeza de ánimo. De ahí que Cicerón alerte:

“…es cuando más cuidado hemos de poner en no dar entrada a las lenguas lisonjeras, cerrando los oídos a las adulaciones.”

 Porque cuando la firma deja de tener poder, todos  abandonan al otrora líder.

La definición de virtuoso, en Cicerón, estriba en que el apetito obedezca a la razón. Logado esto, el barco no se zangoloteará hasta niveles de naufragio.

Cicerón está consciente que, para lograr que el patológico ego no rebase al terapéutico yo, es decir, comportarse como un hombre virtuoso, es más fácil domar a un toro salvaje, trepado en su lomo y teniendo las manos amarradas a la espalda.

Cicerón considera que la perspectiva está en el trabajo, la economía y la buena conducta, dentro de la liberalidad y la beneficencia, no las superficialidades de lujo y los deleites:

“El que observe estas reglas puede vivir magnifica, grave y animosamente, y también con sencillez y fidelidad y en la gracia y estimación de todos los demás hombres.”

En cinco palabras: no perjudicar a la comunidad.
CICERÓN
 
“Marco Tulio Cicerón, en latín Marcus Tullius Cicero1 (pronunciado ['mar.kʊs 'tul.liʊs ˈkɪkɛroː]), (Arpino, 3 de enero de 106 a. C. - Formia, 7 de diciembre de 43 a. C.) fue un jurista, político, filósofo, escritor y orador romano. Es considerado uno de los más grandes retóricos y estilistas de la prosa en latín de la República romana.WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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