PASCAL, REFLEXIONES SOBRE LA EXISTENCIA DE DIOS


 

Blaise Pascal es un hombre religioso, filósofo que tiene presente la Creación, más que la Evolución.

Piensa que hay dos pensamientos  que no  se pueden evitar, o eludir. La búsqueda de Dios y la muerte física.

Por más que miremos para otro lado. Nos anestesiemos con estupefacientes o de manera hiperactiva, para no pensar en ello.

Nos llaman la atención esas dos “cosas” porque nos movemos, a diario, en un mundo material  siempre en tránsito, cambiante, científico, fenomenológico.

Ni siquiera el “tiempo geológico” es tan estable mirado por el insecto que nace a las ocho de la mañana y muere a las cinco de la tarde de ese mismo día:

“Todo lo que yo conozco es que debo bien pronto morir; pero lo que más ignoro es esta misma muerte, que no podré evitar.”

Por eso Platón dice  que la existencia real son las Ideas, por imperecederas, no las cosas materiales que tenemos a la vista por físicas. Éstas están  en perpetuo transformarse, deshaciéndose y rehaciéndose, disgregándose y consolidándose.

Buscamos lo imperecedero. Como el escalador que sube en cotas elevadas de su montaña, allá donde es el reino de  la denudación. Erosión de las rocas merced al agua que durante el día se  introduce en las fisuras, y,  por las noches, con el descenso de la temperatura, se congela y actúa como poderosa cuña haciendo estallar el bloque sólido.

(Cualquiera puede hacer la prueba, en el congelador del refrigerador   de su casa, con una botella de vidrio llena de agua).

Entre el caos vertical el escalador busca anhelante lo sólido en qué poder confiarse:

“La inmutabilidad del alma es una cosa que nos importa tanto, que nos toca tan profundamente, que es preciso haber perdido todo sentimiento para estar en la indiferencia de saber  lo que hay en ello.”

Pascal no increpa a los que no piensan como él. ¡Cada quien su vida! No estamos en los tiempos en que  cristianos y   ateos se enviaban  mutuamente a la hoguera.

Pero a los ateos que se entretienen criticando a la religión, no desde la razón ilustrada, sino desde la  ignorancia emocionada, les dice:

“Que aprendan, por lo menos cuál es la religión que ellos combaten, antes de combatirla.”



Hay mar de fondo en esto de  creer, o no. Y lo que hay es todo un modo de vivir con respecto como se piensa. Un efecto con respecto a la causa. Hay consecuencias inmediatas para el grupo.

Según la meta de la montaña el alpinista tiene que pensar en  alimentarse, ejercitarse y en general vivir en congruencia:

“Nuestro interés primordial y nuestro primer deber es ilustrarnos acerca de este asunto, del que depende toda nuestra conducta.”

Si el mundo estuviera poblado por gente que quiere llevar la fiesta en paz y tener su contexto social en la perspectiva del progreso ético, científico, cultural y económico, podríamos cerrar los ojos y pensar que hemos alcanzado la meta soñada por las religiones. Pero, Pascal se pregunta:

“¿…que sacamos con oír decir a un hombre que, pues ha sacudido el yugo, no cree en un Dios que vigile  sus acciones, se considera dueño absoluto de su conducta, y que no piensa rendir cuentas de ella más que así mismo? ¿Piensa por eso que de aquí en adelante hemos de confiar en él, y esperar consuelos, consejos y socorros en todas las necesidades de la vida?”

Dicho en otras palabras, quítese de la sociedad la Constitución política, de cualquier país, sus leyes secundarias, las instituciones legislativas, las judiciales, las policías, los ejércitos, y a ver qué pasa.

Al sur de la frontera no necesitamos esperar ver qué resulta del  experimento. Los medios de información masiva dicen (el 8  de septiembre de 2016),  que en algunas regiones del país  México hay miles de desplazados (se habla de medio millón, en cierto tiempo) por la inseguridad social. Ellos, los desplazados,  saben qué pasa cuando no hay leyes, o cuando estas no se aplican.

Pascal hace la observación de que Dios existe tanto si se acepta como si no se le acepta. Nadie niega a la nada, sólo se niega lo que es probable que exista:

“No solamente el cielo de los que le buscan prueba la existencia de Dios, sino la ceguedad de los que no lo busca.”

Pero no solo para las cuestiones pragmáticas, de todos los días, importa qué tipo de creencias se posean, sino de  trascender y de esa manera ofrecer calidad a la existencia de las generaciones que están por venir.

Algunos de los países, al sur de la frontera, están a la sazón hundidos en el fango porque sus generaciones pasadas fueron indolentes respectos de hacer valer,  en su población, los valores tanto materiales como vitales.

¡Y en el presente, con tres que dejaran en paz en erario público, la economía sería de las del primer mundo!

Dibujo tomado del diario El País, España
 Entre el cielo y la tierra está el humano. Sin éste, dirían Leibniz, Copleston, Schopenhauer y otros, no existe nada. Sí, la piedra sigue, pero tan sujeto a cambios físicos que nada hay imperecedero. Nadie, sólo el humano, posee valores materiales y espirituales.

En el nivel epistemológico una cosa es calentar el banco y otra adelantarse a nuestro tiempo para ir abonando el terreno para la buena cosecha:

“los filósofos han conducido su moral independientemente de ello: deliberan para pasar el rato. Platón para preparar el cristianismo.”

Se puede, como todo buen hedonista, tratar de detener  la vida, como el niño juega en el río tratando de contener con sus manos el agua:

“Es una cosa horrible-dice Pascal-sentir cómo pasa todo lo que se posee.”

Los ateos, o, como Pascal lo dice, los impíos, requieren el mayor conocimiento de la ciencia para hacerse  fuertes en su modo de pensar.

O se confundirán con los indolentes que ni se interesan por la teología pero tampoco por lo suyo, que es la filosofía. Sólo tiene opiniones. Y, para opiniones, en el arrabal donde vivo, tenemos al menos dos toneladas:

“Los impíos que hacen profesión de seguir a la razón deben ser extraordinariamente fuertes en razón.”

Como sea, Pascal reitera, al final del capítulo IV de su obra Pensamientos, que para efecto práctico es necesario en la vida diaria no perder de vista la causa que nos mueve a ejecutar cualquier acción:

“Es indudable que de ser el alma mortal o inmortal, depende de una moral enteramente distinta.”

 
PASCAL

“Blaise Pascal fue un polímata, matemático, físico, filósofo cristiano y escritor francés. Sus contribuciones a la matemática y a la historia natural incluyen el diseño y construcción de calculadoras mecánicas” WIKIPEDIA

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