J.WAHL,  TIEMBLA Y BUSCAMOS TIERRA FIRME

Ira y amor son dos cosas que le dan dinamismo al Olimpo de Zeus.

 Juno le hace la vida difícil a Eneas fortaleciendo al enemigo para que le infrinja derrotas en el campo de batalla. Y vemos a Venus, la madre divina de Eneas, despejándole el terreno para salir victorioso cuando todo estaba perdido.

Así explicaba la mitología griega lo que sucedía en su subsuelo con las placas tectónicas. Destinos llevados y traídos en aparente inexplicable lógica.Pasado el desastre podemos apreciar, ser conscientes, de la Felicidad. O de la normalidad. 

La antinomia resalta la importancia del contrario. Ante una situación de maldad podemos apreciar mejor lo bueno.

 No es que el bien exista gracias al mal sino que lo hace resaltar no sólo en las personas conscientes e instruidas, y también, sobre todo, en las  multitudes amodorradas.

En los países donde la corrupción de las burocracias  alienta la inseguridad de la sociedad, de manera instintiva las iglesias se llenan de gente. Así es como el diablo trabaja para Dios, allegándole más feligreses, que todos sus sacerdotes del mundo. Se tiene mayor consciencia del bien. Del valor de las buenas  relaciones  entre los individuos ante la cercanía del caos.

Los santos lo dijeron primero, inspirados en parte por Platón. Pero como pocos se interesan por conocer la vida de los santos (esas figuras llenas de polvo que vemos en áreas oscuras de los templos), no se sabe lo que ellos dijeron del bien y del mal, de la normalidad, del caos.San Agustín, Santo Tomás de Aquino, Santa Teresa de Ávila...

A lo filósofos, que dicen lo mismo que los santos, no se les conoce mejor pero como sus ideas circulan fuera de los templos, en aulas, cafés y bares, y manicomios, algún conocimiento trasciende de esa antinomia.

En su obra, Introducción a la filosofía, Jean Wahl anota:

“Puede incluso decirse que esta insistencia en el mal como positivo ha conducido a una conciencia más clara del bien, puesto que cada contario saca del otro un valor más intenso.”

 
                                    Dibujo tomado del libro
                                La psiquiatría en la vida diaria
                                     de Fritz Redlich, 1968
 
No hay que esperar años para poder observar que la tranquilidad y la sosobra se alternan. En un mismo día eso sucede con frecuencia. El estrés, la parálisis facial, no son tan raras como se cree. Por algo será.

Por eso buscamos en la religión, o en la filosofía, o en la actividad deportiva, estar en paz. La paz natural o espiritual, no la paz química.

Hay lugares comunes que ilustran la manera: “No hagas lo que no quieres que te hagan”, “El respeto al derecho ajeno es la paz”…

O bien, buscar vivir en la plenitud, en la belleza, en la ataraxia, como si fuera este minuto el último. Esto no es ninguna intención de escritorio.

En regiones sísmicas como chile, Perú, México, Guatemala, las costas del Mar Egeo, la casa donde vivimos puede colapsarse en este mismo segundo. En México hemos visto colapsar edificios, de varios niveles, en tan solo cinco segundos.

Si el brinco, o la liberación de fuerzas por superposición de dos placas tectónicas, se dan lejos, entonces la alarma sísmica nos avisa que tenemos algunos segundos para buscar un área más segura.

A eso se debe que en esta situación vemos en la calle gente descalza que no perdieron tiempo buscando los zapatos y ni siquiera las chanclas y salió corriendo.

O gente que se bañaba, y si estaba en el excusado, no perdió tiempo  en limpiarse el trasero y también salió corriendo. Esto no lo creerá el que no se ha encontrado dentro de un sismo en la ciudad.

Pero si las placas están cerca, como el 19 de septiembre del 20017 pasó en México, el colapso del  edificio llega al mismo tiempo, o antes, que la alarma sísmica.

El sismo es un recordatorio que hemos hecho nuestra vida muy vulnerable. Culpamos al sismo que los edificios se colapsaron. ¿Qué culpa tiene el sismo que construyamos, o que edifiquemos, en áreas vulnerables?

Hablamos de desastres naturales pero no de desastres provocados por la sociedad, por su imprevisión o por su corrupción.

 México, por si algo le faltara, está sobre cuatro placas tectónicas: Norteamérica, Pacifico, Rivera y Cocos.

Igual culpo a Dios, como autor, de los males que me aquejan, sin aceptar que yo soy el que he hecho mi vida vulnerable.

Después de esto, si seguimos con vida, por haber ganado la calle ilesos, o por haber sido rescatado dentro de las ruinas del colapso, sigue  la creencia que menciona Wahl:

“Partiendo de distintos puntos de vista, han llamado Hegel y Nietzsche la atención sobre el hecho de que a las horas más negras de la humanidad siguen las más bellas.”

                                                                         Wahl
 
“Jean Wahl nació en Marsella, en  1888. Falleció en París en 1974. Filósofo francés. Tras ejercer como profesor en EE UU, regresó a Francia (1945) para enseñar en la Sorbona y fundó el Colegio Filosófico de París. Es recordado, sobre todo, por su estudio sobre La desdicha de la conciencia en la filosofía de Hegel (1929). Otras obras a destacar son, entre otros títulos, Filosofías   pluralistas de Inglaterra y América (1920), Hacia lo concreto (1932) e Introducción a la filosofía (1948).”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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