BERGSON NO CREE EN LO QUE SE DICE


 

Hablar, hacer.

“Trátese de salvajes o de civilizados, si se quiere saber el fondo de lo que un hombre piensa, hay que tener en cuenta lo que hace y no lo que dice.”

Henry Bergson, Las dos fuentes de la moral y de la religión

Podemos tratar felizmente  cincuenta años con un vecino, familiar o compañero de trabajo, en tanto no se presente una situación de crisis, que es donde se distingue  el oro de la calcopirita.

Se conoce hasta el momento de actuar, no antes. Podemos leer en la Hemeroteca cien discursos de  políticos de todo el mundo, de lo que prometieron en tiempos de campaña, y compararlos con sus obras al término de su mandato…

Los juramentos de amor eterno, de cuando eran novios, no se parecen a los gritos frente al juez al momento de iniciar los trámites para el divorcio.

Está el recurso kantiano del a priori, por intuición, conocer antes de conocer. Pero hasta los que saben de esto suelen lamentarlo.

El eminente psiquiatra alemán W. Stekel (autor del libro  La mujer frígida), no logró ver lo suficientemente lejos como para salvar su primer matrimonio.

Y dicen los amigos de Sócrates (el gran conocedor de la pasta humana) que Jantipa, su esposa, era tan insoportable que mejor dialogaba  con Diotima, la filósofa.

“De lengua me como un plato”, es un dicho de los mexicanos, para referirse a la situación del puro hablar cuando todavía está por verse la actuación.

Bergson es reiterativo en esta idea: ver los hechos y tomar   las palabras como meras intenciones, pero no como algo fuera de duda.

El decir y el hacer es central en la Iglesia Católica con la Caridad, la más importantes  de las virtudes teologales.  Puedo pasarme la vida rezando rosarios y asintiendo a la celebración de la eucaristía todos los días del año, pero en tanto no lleve cabo la Caridad, mediante la cual amo a mi prójimo, todo queda en palabras y en meras intenciones.
 
La pauta para orientarse entre la jungla de habilidosos sofistas (yo mismo no sé cómo me portaré cuando llegue la situación de crisis) es que las acciones tengan moral con orientación hacia el bien.

“Hay muchas morales”, se oye decir. Por eso Bergson se anticipa: “Una actividad es tanto más moral cuanto más conforme es al bien”.

Dibujo tomado de El País 17/12/2017
Jesús sabía que Tomas, como prototipo de los escépticos del mundo, no iba a creer que él volvería después de morir en la cruz. Y, dicen los evangelistas, volvió.

Y aun ante la evidencia, falta pasar la realidad por el tamiz. En los deportes de competencia, así como en el profesional, sabido es por los medios, abundan los campeones de laboratorio, como se dice ahora al doping. 

El alpinismo no está exento de los súper escaladores químicos.

No está por demás escuchar una vez más a Bergson:

“Para saber lo que la inteligencia piensa implícitamente, basta mirar lo que hace”.

BERGSON
 Henri-Louis Bergson o Henri Bergson (París, 18 de octubre de 1859 – Auteuil, 4 de enero de 1941) fue un filósofo francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1927. Hijo de un músico judío y de una mujer irlandesa, se educó en el Liceo Condorcet y la École Normale Supérieure, donde estudió filosofía. Después de una carrera docente como maestro en varias escuelas secundarias, Bergson fue designado para la École Normale Supérieure en 1898 y, desde 1900 hasta 1921, ostentó la cátedra de filosofía en el Collège de France. En 1914 fue elegido para la Academia Francesa; de 1921 a 1926 fue presidente de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. régimen de Vichy El bagaje británico de Bergson explica la profunda influencia que Spencer, Mill y Darwin ejercieron en él durante su juventud, pero su propia filosofía es en gran medida una reacción en contra de sus sistemas racionalistas.1 También recibió una notable influencia de Ralph Waldo Emerson.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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