DE REGRESO A LA MONTAÑA


 

Hay una relación, apenas sospechada,  del cúmulo de enfermedades que nos aquejan en el valle, por nuestro alejamiento del bosque.

Fatídico resultado  estar  lejos de los panoramas naturales y el rosario de enfermedades que padecemos la gente habitante de la ciudad. Diabetes, hipertensión, estrés, gastritis y en general una muy surtida hipocondría.


Mario Campos Borges
en el Nevado de Toluca
 
Los grandes institutos de investigación médica buscan con afán cómo prolongar la vida del individuo.

Nuestro médico, ese médico del barrio, nos da la solución, tengamos lo que tengamos, tanto para prevenir como para corregir: coma verduras, poca carne, tome agua, haga ejercicio físico y descanse.

Pero no le hacemos caso “Este médico quiere matarme de hambre” decimos y no apresuramos a comer tacos de  carnitas con sus respectivos cueritos: “prepáreme otro  de tripa gorda y un

sope de  chicharrón aprensado,   y otro de longaniza”

Se hace inevitable  ir al médico. Es cuando empieza el proceso de “reconstrucción”, por decirlo de alguna manera. Quizá las generaciones futuras opten por  la prevención. Así como nos vacunamos, cada noviembre, para prevenir la influenza estacional. Así, de una manera más integral, con volver a la montaña, al bosque y al desierto.
 
No hay nada misterioso en eso. Se trata de hacer trabajar los mecanismos psicofísicos de adaptación al medio  ambiente.
Sierra de Pachuca,Hgo.México,3 mil s. n. m. -5°C
Foto de Omar Altamira A. 17/03/2019


No hay nada misterioso en eso. Se trata de hacer trabajar los mecanismos psicofísicos de adaptación al medio  ambiente.

“Los tres tipos básicos de adaptaciones, basados ​​en cómo se expresan los cambios genéticos, son ajustes estructurales, fisiológicos y  de comportamiento.”(internet)

Héctor García
Campamento con noche de tormenta
en(los 4 mil) el lado oeste  cima del monte Tláloc.
Se piensa en una reminiscencia paleontológica cuando escuchamos hablar de la naturaleza  en contratesis de la vida en la ciudad moderna. No hay tal contratesis, todo es uno, sólo que está desbalanceada.

En la ciudad nuestros sistemas casi no conocen variaciones. Habitación confortable, por precaria que esta sea, ropa de abrigo y comidas hedónicas y desbalanceadas. Y con mucha frecuencia "chatarra".

Más cuando se trata de países tropicales, como en el centro de México, cuya media  anual de temperatura es de los 15 grados. Rara vez baja del cero y no sube más allá de los 30. En otras palabras: nuestros sistemas de adaptación están perniciosamente ociosos, enmoheciéndose, atrofiándose. 

No es necesario buscarle tres pies al gato. Basta con ver las salas de espera de los hospitales del Sector Salud, del Seguro Social y del ISSSTE, y los sanatorios plus, para pensar ¿por qué tanta enfermedad?

Vamos a esos lugares por la reconstrucción. Pero no, o casi no, por la prevención.

En los estados del norte tenemos una llanura inmensa para caminar, por ejemplo, del Bolsón de Mapimí hasta el desierto de Samalayuca, cerca de la frontera con Estados Unidos, más de mil kilómetros, con temperaturas que llegan a los cincuenta grados calientes en el día, o más, y por las noches  temperaturas por debajo del cero.

En al Valle de México las montañas del oeste, del sur y el este van de los tres mil metros sobre el nivel del mar hasta más de los cinco mil. Y tan cerca que en una hora en automóvil se puede llegar a su base. En el norte la Sierra de Pachuca con incontables agujas y  paredes de roca para escalar en los 3 mil.

¿Cuál, entonces, es la causa por la que tenemos tantas enfermedades, muchas de ellas, crónicas, por no decir terminales, que se oye más feo?

Dibujo tomado de
El País
27 octubre 2018
La razón de fondo está más bien en la filosofía. Para políticos, psicólogos y sociólogos estar en la ciudad es, como se dice, estar in situ. En el yo, en el ego, en el ello.
En otras palabras, su campo de acción, es dentro de la ciudad, lejos de los bosque.

 Los filosofos son los que tienen que vérselas tanto con el mundo material sensible, como con  el mundo inteligible de las ideas eternas.
 
Pero los filósofos, filósofos,  escriben para los filósofos, no para el hombre del menudo pueblo.

Entretanto, como escribe Emerson, “la filosofía de mercado corrompe la sangre del país.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario