AQUELLA VIEJA FE DEL PAGANISMO


 

Virtud del pensamiento occidental es cuestionar. Elegantemente la filosofía   le llama dialéctica. La metafísica del cristianismo libre albedrío. Una gran cultura hecha a base de tesis y contratesis. ¡Ni Dios se escapa! Mejor dicho, es el primero al  que se cuestiona.

 Los mejor intencionados lo sientan en el banquillo de los acusados. Los obnubilados lo confunden con el negro de la feria…

Extensas y profundas meditaciones preguntándose por qué siendo Dios (del cristianismo) tan bueno, y puro amor, hay tantos pillos en todos los estatus de la sociedad. En la calle, en los pasillos del palacio laico, en los tribunales de justicia y aun entre los príncipes de la Iglesia.

 ¿Por qué Dios permite esto? ¿O cuál es el plan que los humanos no entendemos? ¿Y si no entendemos por qué esa limitación? ¿Por qué ese suspenso de novela policiaca?

Grandes filósofos desde la antigüedad cristiana, y la teología católica, no se han quedado atrás con esas preguntas.

Así es como se ha logrado un enorme y rico edificio  de pensamiento dialectico a base de buscarle solución a las dudas, de tanto dudar, cuestionar, y tanto responder, o suponer.

Un océano de  opiniones vulgares, junto a conceptos bien estructurados. ¡La ciudad donde habita el hombre está  revuelta de moralidad y utilidad!

¿Eso le sucede por no frecuentar los bosques altos de las montañas, donde soplan vientos menos contaminados. Está encerrado en la ciudad que  cada tercera semana se decreta contingencia ambiental por rebasar los 100 puntos IMECAS.

La región en la que los vientos están menos contaminados
Sierra de Pachuca, Hgo. México
Foto de Omar Altamira A.
Por una parte, pero ya desde Demócrito, Hacia una moral sin dogmas, de José Ingenieros y Aurora, de Nietzsche. Por otra, las cartas de los apóstoles, San Agustín, Santo Tomás de Aquino, Descartes, Leibniz con el mundo perfecto y su armonía preestabelcida, Kant y su hipotética “facultad fuera del mundo” (Critica de la razón pura), Coplestón con su monumental Historia de la filosofía.

El mismo ateísmo no es tan absoluto  como para no tener momentos de preguntarse ¿creación o evolución?  Su firme apoyo en el razonamiento de la fenomenología va en sentido contrario al del creyente ¿Y si no hay? dice el creyente, ¿Y si hay? dice el  del pensamiento laico. Esa es, en dos líneas, el pensamiento occidental.

La tercera  posición es al estilo de José Fouché. “Creo, total, si no es cierto, nada pierdo, pero si es verdad,       ya me gané el cielo”

El pensamiento étnico del continente americano, desde los remotos siglos hasta el presente del siglo veintiuno, al igual, exactamente igual, que el pensamiento de la Helade, no cuestiona. Cuestionar ya es dudar (el preludio de una fe mediocre, convenenciera). No duda. Sólo obedece, más allá de lo inexplicable.

Epicteto, en su Manual, escribe  “Condúceme, oh Zeus, y tú, destino, a donde esté ordenado por ustedes que yo vaya, les seguiré gustoso. Y si no quisiere, por ser malo, aun así los seguiré de igual modo.”

Siglos antes Sócrates había declarado a Critón, estando en la cárcel sentenciado a muerte por el Estado: “ Si los dioses amenazan mi vida con las funestas señales de una horrible tempestad y si han resuelto la sentencia de mi muerte, mi  espíritu se somete sin resistir.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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