SÓCRATES EN EL CAMINO DE PHTIA


 

Obedecer las leyes del Estado porque son leyes justas. Leyes sabias si en la realidad, no en la retórica, benefician al pueblo, todo. La injusticia puede venir de los hombres y mujeres, no de las leyes. Eso decía Sócrates unas horas antes de su muerte.

Como filósofo se empeñó en respetar los términos sanos en las que se llevan las relaciones entre los ciudadanos.

No tenía miedo a la cicuta porque consideraba que cuando su cuerpo quedara inerte por el veneno, él se encontraría conversando con otros filósofos, en Phtia, donde ya no hay tiempo ni espacio, “ni los molestos requerimientos del cuerpo”.

Esto sucedió muchos siglos antes del cristianismo, desde los prearistotélicos, los preplatónicos y los presocráticos. Y pueden ser también los antitales, considerado el primer filosofo de la historia. Antes de Tales ya nos iríamos hacia los tiempos paleontológicos, que fue donde seguro empezaron a germinar estas ideas.

Estar en la frontera es como se pueden sentir, considerar, y  apreciar, estos valores materiales y espirituales. Como los que escalan montañas, lo militares en el frente de guerra o los toreros en el ruedo.

En la frontera

Del libro Técnica Alpina
 de Manuel Sánchez y
Armando Altamira G.
Editado por la UNAM, 1978
No sucede con el que lleva una actividad virtual, con enajenación de cinco horas frente al televisor, el celular en la mano o el videojuego. ¡Dejamos de escuchar el discurso interior que es la conciencia!

Laicismo y espíritu, en armónicas proporciones, sería la alquimia socrática para una vida sana.

En la práctica el laicismo como abstracción se aferra a las cosas de este mundo, a su cuerpo y a los placeres de los sentidos. ¡Y pasará sobre todo para conseguirlo! Olvidándose, por comodidad mental, no sólo que tiene alma sino declarándose adverso de la misma.

“He descubierto que el dinero es lo más importante del mundo, y Dios me sea testigo de que me propongo no verme sin dinero de aquí en adelante”, le dijo Scarlett al capitán Rhett, en seguramente la más grande novela norteamericana de todos los tiempos hasta ahora.

Y el espiritual, como abstracción, se desprende, o pretende hacerlo, de las cosas humanas de este mundo, perdiendo de vista inclusive lo que a  la sociedad le debe en la revelación de su propia personalidad.

Un científico y creyente, por ejemplo, no tendría que ser una antinomia, sino una sana señal de equilibrio. Lo mismo para el vulgo.

El binomio Creación y Evolución es un maravilloso ejercicio dialéctico que inventamos los humanos (muchísimo mejor que resolver el crucigrama).

Su porción espiritual le impediría disponer de su cuerpo por pertenecer éste a la divinidad, sea concebida la divinidad como singular o plural (si la vida le perteneciera al individuo no querría éste morir jamás). Menos  sería disponer de la vida de otro, incluidos su tranquilidad y sus bienes.

Su parte de laicismo le llevaría en la misma dirección pero ya con los pies en la tierra, cuidando en todo sentido su salud psicofísica, con lo que estaría impactando positivamente a su contexto familiar, laboral, académico  y social.

Creación y Evolución no es un mero juego de palabras, como tesis y antítesis. No es una antinomia.

La confusión de estos temas de laicismo y espíritu, ya sea por ignorancia o porque así convenga a los intereses, lleva a una sociedad mediocre de cualquier país, cuando no agresivamente negativa.

Sociedad nociva de la que hay que huir en caravana hacia mejores condiciones de vida en otros países.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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