ALPINISMO: IMITACIÓN E INNOVACIÓN


 

Ser alpinista tiene semejanza como casi todos los modos de formarse o llegar a ser esto o aquello.

¿Se hace alpinista o se nace  alpinista? Es la eterna pregunta. Las dos cosas. En el “banco” genético de posibilidades somos, y también los demás nos hacen.

Carpintero, biólogo, beisbolista, filósofo, albañil, asesino o santo. Siempre hay dos modos, el propio y el que el exterior nos aporta.



 
Imitamos al principio al que cruza el desierto  en plan deportivo.
 Aprendemos de él o de ellos. Y acabaremos innovando.
 
Oasis en el desierto de Samalayuca
(extremo noreste de la Sierra  Samalayuca), Chihuahua, México
En la foto Armando Altamira A. y Luis Burgos Peraita.
 
Foto de Armando Altamira G.
Verano de 1982
 
 
Si vemos mucha televisión seremos como nos hacen, y perderemos de vista  como somos. La televisión es un eterno monólogo de comerciales y acabaremos de consumistas.

 Si algo enseña la Humanidad es que se tiene una amplísima gama de potencialidades en un mismo individuo para ser desarrolladas. La prueba es que en la Humanidad “ha habido de todo”.

El sello genético, o por disposición del cielo, nos predispone  a cierta actividad. De poder hacerlo, haríamos  como somos. Pero no vivo solo en el universo, de manera que tengo que escuchar a los otros.

Algunos pensadores aceptan que ese modo de ser, muy propio de cada individuo, ya está puesto en él desde siempre y lo señalan como condiciones innatas.

Otros se van con más tiento y dicen que estamos equipados con predisposiciones. Como se tiene predisposición a la diabetes o al sobrepeso corporal. La cuestión es que si hay predisposición biológica, también debe haberla    espiritual.

“Hay predisposiciones para tales ideas; ciertas ideas están presentes en determinadas personas, no completa y actualmente, sino en virtud de la predisposición de ciertas familias para ellas.”

Jean Wahl, Introducción a la filosofía, Cap. IX.

Un escalador  es capaz de colgarse del saliente rocoso de un centímetro para pies y manos, sobre un abismo de quinientos metros, pero se hará en los pantalones si se encuentra frente a un toro, como sí lo hacen los de la tauromaquia. Y viceversa.

¿Quién reparte las predisposiciones?

¿Por qué no fui ajedrecista en lugar de tener que vérmelas con vientos, tormentas, “mal de montaña”, hipotermias en los vivacs, caminatas extenuantes, desiertos quemantes sin agua, verticalidades y bosques umbrosos?

Como exclama  Ezra Pound,   levantando los ojos al cielo por su “maldita” vocación de escritor:

¿Por qué me diste esta  engorrosa vocación de escritor, corregir pruebas, tachar, aumentar, investigar, suavizar el texto o endurecerlo, todos los días hasta veinticuatro horas al día ,hasta soñando? ¿Por qué?

El por qué esa genética desde la biología, o esa genética diseñada desde el cielo,  que los chichimecas llamamos predisposiciones, la desconocemos.

Luego está el segundo modo mencionado que es el formativo. Esto viene de fuera, de la convivencia ya sea cercana u observada con la gente. Esa gente nos dice cómo es el mundo en el que vivimos y al que debemos ajustar nuestras acciones. Aunque siempre hay heterodoxos que se van por la libre. A la libre frente a la sociedad, no a la libre en la soledad.

De los errores alpinos también se aprende.
 
Tomado del libro Técnica Alpina
de Manuel Sánchez y Armando Altamira.
 
Editado por la  Dirección General de Actividades Deportivas y Recreativas
de la UNAM, 1978
 
 
Hay soledades  e individualidades genuinas que, por extraño que parezca, tienen una fuerte relación con la gente.

Otras son individualidades patológicas sobre una base falsa.

La boruca del mundo es altamente didáctica si uno se para a observarla. Sobre todo al regreso de la soledad de la montaña. Es como beber agua saliendo del desierto seco de arena. Aun su vulgaridad tiene muchos matices por demás enriquecedores.

La masa es como un arrecife en el mar, todos se alimentan de ella.

Pero observar a la boruca   quiere decir que no se está dentro de la boruca, sino apartado fraternalmente de ella. Soy parte de la masa pero sin dejar de ser yo.

Kierkegaard ya lo había observado (en Mi punto de vista) al escribir: “El espíritu puede perfectamente conservarse no siendo igual a los demás.”

Kierkegaard escribe “plebe”. “multitud”, “injerencia de la vulgaridad”, “mercado del pueblo”, pero con más frecuencia “masa humana”. Daba por cierto que se entendía a qué se  estaba refiriendo. Muchas de las dificultades que tuvo en su vida se debían a esta falta de precisión ya que  muchos se sintieron aludidos. Ortega y Gasset, en cambio, como veremos, fue puntual en esto.

Aclaración.

Hay dos clases de analfabetismo, el académico y el cultural. El analfabetismo académico es cuando no puedo distinguir una roca volcánica de la plastilina con la que “juegan” los niños en el kínder, por ejemplo.

Analfabetismo cultural es cuando no he leído ni dos líneas de la Divina Comedia, para el “área occidental”, a la cual pertenecemos desde el siglo dieciséis. Ni dos líneas del Popol Vuh, para el “área latinoamericana o, mejor, Indoamericana, de la cual naturalmente somos.

Dicho lo anterior, la palabra “masa” no es señalamiento de un estatus económico de la sociedad en especial.

Kierkegaard y Ortega (ver de este autor  La rebelión de las masas) coinciden en que “masa” se refiere a la precariedad intelectual donde esta se encuentre. Viajando en el microbús proletario, en el Vocho, el Lamborghini o en la limusina.
 Aprendemos de él o de ellos. Y acabaremos innovando.
Sierra de Pachuca, Hgo, México
Foto de Omar Altamira A.
Otoño de 2019

Los exquisitos solitarios reniegan de la masa sin saber, tal vez, que  sin esa masa ellos no serían solitarios. No se puede ser individualista sin tener enfrente al número. Individualista en un mundo solo no tiene sentido.

El alpinista se parece al lector, no al lector esporádico sino al que tiene el hábito de leer: acabará escribiendo.

Imitamos al principio al que sube  o cruza montañas en plan deportivo. Aprendemos de él o de ellos. Y acabaremos innovando.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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