SCHOPENHAUER Y EL PALEONTOLOGO LITERARIO


 

Leer nos quita en gran parte el trabajo de pensar por nosotros mismo, escribe Schopenhauer en su obra El amor, las mujeres y otros temas.

Leer para enriquecer nuestro acervo cultural no debería ocupar más  esfuerzo que el pensar. Estaríamos pensando como otros y no como nosotros.

Schopenhauer era un gran lector y sabía la riqueza que significa el leer. Desde el hecho de leer literalmente el texto, a la redacción y el conocer   las ideas de la humanidad.

En nuestros días se moriría de coraje frente al fenómeno electrónico que es ver la televisión y el contenido de sus programas y el trágico hecho de  ser sólo espectador.

Nada de redacción, ortografía y sí veinte anuncios  por dos minutos de algún film que, por cierto, se parece a otros cincuenta films. Es lo que ve el pueblo en la televisión abierta.

Las series, por su costo,  sólo están al alcance de pocos.

Con tan solo media hora de ver televisión( o menos) cualquier sociólogo sabe el contenido cultural  que está abrevando  ese país.

¿Leer de tiempo completo? Tampoco. Pone el ejemplo del sabio que se pasa el día leyendo. Como aquel, dice, que se  pasa el día montado a caballo y se le olvida caminar. Como el profesor de religiones que su vida es un desastre.

El sabio se la pasa navegando en ideas extrañas a él, en cambio un obrero es más genuino, dice, porque tiene tiempo, entre sus quehaceres manuales, de ideas propias.

Schopenhauer coincide con Epicteto, Séneca y otros, en un eclecticismo integrador. Tiene la idea que es necesario leer mucho pero de pocos autores y, de uno, de su preferencia, conocer a profundidad.

George Santayana
Describe el ruido relativizador
del liberalismo moderno
“No hay mayor goce espiritual que la lectura de los antiguos clásicos: su lectura, aunque sea de media hora, nos purifica, recrea, refresca, eleva y fortalece, como si hubiese bebido en una fresca fuente que mana entre las rocas.”

De otra manera acabará con la brújula intelectual descompuesta y desembocar en el eclecticismo desintegrador.

Hace algún tiempo, empezando el siglo veintiuno, un pensador coreano, ya en el contexto de la filosofía alemana, Byung-Chul-Han, dijo en una entrevista de prensa que “La acumulación de información no es capaz de generar la verdad. Cuanta más información nos  llega, más intrincado nos parece el mundo.”

Es reiterativo Schopenhauer cuando dice que leer de todos y de todo lleva a lo inane:

“La monomanía dominante actualmente (habla en el siglo dieciocho) de leer historia literaria para charlar de todo sin conocer realmente nada.”

No pensar por sí mismo es el origen de muchas distorsiones intelectuales que llenan el panorama en el que vivimos. Pensamos como piensan otros, no como nosotros.

 En este sentido Schopenhauer no es nada considerado con la idílica idea que tenemos de las bibliotecas, como el cofre que guarda los tesoros  de la sabiduría de los siglos de la Humanidad, etc.

Menciona  que en realidad puede no ser la biblioteca otra cosa que un almacén donde se guardan montones de libros ya anquilosados que ha producido el hombre.

No se refiere a tal o cual  ideología o modo de pensar. Sólo a las obras que no pasaron a través de los siglos. Como los dinosaurios que acabaron por extinguirse:

“Como las capas de la tierra  conservan los seres vivos de épocas pasadas, así conservan los estantes de las bibliotecas errores pasados: vivos y muy ruidosos, como aquellos una vez, pero ahora, rígidos y petrificados y que sólo estudia el paleontólogo literario.”

 

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