SÉNECA, OTRA CARTA A LUCILIO

 


Referencia: Tratados filosóficos y Cartas a Lucilio

 

Un perro atrapa en el aire un bocado que se le arroja y de inmediato se pone a  la espera de otro bocado.

Así, le dice Séneca a su amigo Lucilio, hacemos muchos humanos. Cuando llega a nosotros algo de valor no lo apreciamos, disfrutamos y conservamos. Un hijo, una mujer, un amigo, un empleo, un  libro, una  comida, un tiempo para el ocio terapéutico, una taza de café, caminar entre el bosque…

Subestimamos y lo dejamos de lado porque ya estamos a la caza de otro bocado. Los que han vivido setenta años o más saben una cosa: que la verdadera felicidad rara vez toca dos veces a nuestra puerta.

No sólo eso. Por estar a la espera del segundo bocado echamos a perder el primer bocado de calidad.

Séneca le pregunta a Lucilio, con esta alegoría de bocado del perro: ¿Quién? ¿Quién arroja los bocados?

Nos inclinamos a creer que el cielo, la suerte, el Estado, el caos, el inesperado golpe de timón, la sociedad, el pueblo, el mundo, el individuo, la gran utopía cuando se haga realidad…

Sucede  que en lugar de un buen bocado llega comida chatarra, un libro de porquería que se ostenta como historia, un cita ciega por aburrimiento que busca sexo y no amor, outsorcing no un  lugar estable para laborar trascendente en sus prestaciones, apologistas en lugar de amigos, la filosofía  que más parece un tríptico de partido político que la búsqueda de la verdad y la libertad, gimnasia en gimnasios en lugar de  la naturaleza donde circulan libres los vientos y las temperaturas cambian cuatro veces al día…

No, le dice, y le insiste,  Séneca a su amigo, la felicidad está dentro de ti, vivimos en una sociedad en la que teóricamente nos interrelacionamos para bien, pero no esperes que  la felicidad a tu vida llegue de afuera. Eso nunca sucederá. Aquella sociedad solidaria, de los primeros tiempos, se ha darwinizado, le da a entender con palabras de su tiempo romano.

Algunos medios falsean la realidad y nos dan “gato por liebre”. La sociedad está llena de redentores algunos de los cuales ahora son buscados por la ficha roja de la Interpol. Tú tampoco te metas de redentor, le da a entender porque, ¿qué es un redentor? Alguien que busca colonizar tu mente y enseguida tu bolsillo.

Mejor se tú. Enriquécete de las grandes culturas que hay en el mundo desde milenios, pensamos nosotros, empezando por conocer tu cultura. No hagas como Schopenhauer, el imperdonable de la filosofía, que por aprender el inglés se olvidó del alemán o los mexicanos por aprender el español nos olvidamos del náhuatl.

 Lee mucho pero no de muchos autores, le dice. Es como el exceso de  la comida que acaba por indigestar.

Séneca le dice que pare, que no corra. Lo que ahora conocemos como ocio terapéutico, opuesto a la poltronería patológica.

Difícil porque estamos enfermos de Burnout. Es decir, tenemos el síndrome de Burnout. ¿Qué es eso? Nos sobrecargamos de actividades. Así es esta sociedad del liberalismo moderno, necesitamos correr para tener, no para ser.

Los mexicanos tenemos un dicho muy a doc, para esta nuestra cultura industrial: “Con dinero baila el perro”. En otras palabras:  ser quienes hagan bailar el perro, el que le arroja los bocados.

No sabemos qué sucede en otros lugares del planeta, estamos muy lejos para verlo de primera mano. Los medios no todos son de fiar, anotamos ya,  distorsionan la realidad. Pero, ojo, pronto estaremos añorando a estos distorsionadores porque, después de todo, se referían a una realidad.

Es el tiempo de las fake news o noticias falsas. En ellas todo es inventado, urdido.  Sólo les falta la etiqueta que tiene algunos productos de farmacia: “La responsabilidad es de quien lo consume”, es decir de quien se lo crea.

 


¡Peligro, regresemos, volvamos atrás!

Del libro La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich, 1968


En Indoamericana hay países, no todos, en los que ha pasado, por el ejecutivo nacional, toda la gama política. Partidos políticos de derecha, de izquierda de centro derecha, cetro izquierda, centro, independientes, católicos, progresistas, liberales…

No obstante, ahí las ciudades perdidas no sólo siguen creciendo de tamaño sino también en número. Las fosas clandestinas superan en número a las de los panteones de la municipalidad.

Una mañana se reúnen diez en la plaza del pueblo, dos horas después son cien, para la tarde cincuenta mil, a la media noche cien mil. Adultos, hombres, mujeres, jovencitas en edad de estudiar, ancianos, mujeres embrazadas, hombre cargando en sus hombros al hijo pequeño y... se echan a andar. No llevan nada pues nada tienen.

¿A dónde van? ¡hacia el norte del continente! Quieren poner distancia de por medio de sus redentores, de los misóginos, de los machos, de los feminicidios. “Allá también son humanos”, les advierte  alguien. “si, pero los de aquí  han dejado de ser humanos”, responden.

Norman Mailer, ese gran novelista norteamericano, debió conocer a Séneca. En el curso de una entrevista exclamo, refiriéndose a las condiciones sociales globales: ¡Regresemos, volvamos atrás!

Pero, al igual que a Séneca, pocos lo entendieron.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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