TOMAS DE AQUINO, EL GRAN DESCONOCIDO

 


Referencias:

Tomás de Aquino: Tratado (de la Ley, de la Justicia, del gobierno de los príncipes)

José Egido Serrano: Tomás de Aquino a la luz de su tiempo

 

Lejos de los centros de estudio, y de la gente de Iglesia, pocos conocen a uno de los más grandes pensadores de todos los tiempos. De la misma talla filosófica y fe que san Agustín de Hipona.

Grandes ambos por la valentía de haber volteado hacia la Paideia griega  y buscar, afanosamente, cómo desde la razón humana, desde la causalidad, desde el fenómeno, algo que existe por si, fuera del tiempo y del espacio.

San Agustín platónico y Tomas aristotélico. El primero es del siglo cuarto y el segundo del siglo trece.

¿Aristóteles, el pensador ya conocido por los árabes? Eso hizo voltea a la Inquisición y fijarse con detenimiento en Tomás. ¿Lecturas desde el paganismo? ¡Y en un tiempo en que más de una interpretación heterodoxa del cristianismo buscaba penetrar a Roma!

Hay algo que, aun en los tiempos más oscuros de la Iglesia, no la deja de la mano. Tomás pudo seguir.

Murió muy joven, a la edad de 47 años (7 de marzo de 1225-1274). De familia de la media aristocracia (Roccaseca, actual Italia), fue llevado al convento a la edad de cinco años para su educación. Por voluntad propia, cuando pudo decidir, ya jamás salió de allí.

                                                 


              Santo Tomás de Aquino







Salvo algunos cargos administrativos y de docencia, dentro de la Iglesia, su vida entera fue de estudios. Es de la Orden de Predicadores “conocida también como Orden Dominicana y sus miembros como dominicos, es una orden mendicante de la Iglesia católica fundada por Domingo de Guzmán en la ciudad de Toulouse, Francia, y confirmada por el papa Honorio III”

Son muchos siglos trascurridos ya en los que vivió Tomás pero, tal vez sea una extremosidad de nuestra parte decir que, el pueblo desconoce a este gran pensador de la Iglesia católica. Algunas ideas suyas:

Tomás:

El primer principio de la razón práctica es que se funda sobre la noción del bien. Y sobre este precepto se fundan todos los demás de la ley natural.

 

Serrano:

El universo familiar (para Tomás) es el primer punto de contacto de la mente del humano con la realidad que le rodea, con el significado que se atribuye a cada objeto o experiencia, con la panoplia de roles que puede desempeñar él mismo, con las expectativas y deseos que puede considerar apropiados y viables.

 

Tomás:

El fin de la ley es el bien común

 

Serrano:

Debió observar con interés (Tomás) si es que no con zozobra espiritual, cómo esas dos realidades, Papado  e Imperio, tan necesarias para el buen funcionamiento de la Cristiandad, interferían negativa y conflictivamente entre ellas. Debió intentar documentarse sobre las diversas propuestas teóricas existentes acerca de la relación del Papa y el Emperador.

 

Tomás:

La Nueva Ley (Nuevo Testamento) nos enseña además que la observancia de sus mandatos es necesaria para la virtud; púes no basta el sólo confesar la fe, ni el obrar milagros, o el sólo ser oyente de la palabra.

 

Serrano:

Durante el “decenio italiano” y también después en Paris  y en Nápoles, Tomás llevó una vida relativamente errante, bastante más móvil de lo que pudiera  pensarse en un profesor en pleno siglo XIII y quizá más ajetreada de lo que cabría imaginar como ideal para quien estaba ocupado en redactar los escritos teológicos que sin hipérbole podemos considerar más influyentes de toda la  historia del cristianismo, si excluimos tal vez  los de san Agustín.

 

Los dominicos en México

“Los dominicos desembarcaron en el puerto de San Juan de Ulúa el 23 de junio de 1526. En un principio eran doce pero unos murieron y otros enfermaron en la travesía, de tal manera que sólo tres frailes llegaron a la Ciudad de México. Fueron éstos Domingo de Betanzos, Gonzalo Lucero y Vicente de las Casas”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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