NUESTRA TRAVESIA EN EL DESIERTO DE ALTAR,MÉXICO
Presentación
Titulo: El Rumor del Desierto
Autor: Armando Altamira
Gallardo
Viñetas: Manuel Sánchez
Portada: Javier Osorio
Publicado por: Editorial del
Magisterio “Benito Juárez”, (Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación)
2000 ejemplares
13 de diciembre de 1985
110 páginas
dibujo de la portada por Javier
Osorio Betancourt
Una travesía de cinco días, del 20 de diciembre al 24, de 1979.
Ofrecemos una síntesis del mencionado libro.
Las anotaciones que
siguen pueden servir a los que deseen
intentar la fantástica aventura de cruzar Altar, en plan deportivo ortodoxo
alpino, es decir, caminando.
El desierto, como la alta
montaña, requiere de un proceso de adaptación para acercarse a él.
Temperaturas
En la montaña los habitantes
de cotas bajas necesitan subir gradualmente (cosa que nadie hace) para
propiciar positivamente la nivelación de glóbulos rojos y blancos requeridos en
esas altura. Se previene así lo que se
tiene como “mal de montaña” que puede ir, en cosa de pocas horas, desde un
ligero malestar hasta la muerte del alpinista. ¡Y no es ninguna fabula!
Para meterse al desierto, los
que vivimos en lugares de temperaturas que oscilan entre los 20 y 10 grados C.,
necesitamos un acercamiento gradual (que tampoco nadie hace).
Permanecer al menos un día en
cada ciudad o población en tanto marchamos
en dirección al desierto. De esa manera nuestros sistemas de adaptación
tendrán el tiempo suficiente para no resentir los efectos adversos de los 45
-55 grados que encontraremos en el desierto.
Como anécdota recordamos la
vez que fuimos, por primera vez al desierto de Samalayuca, en nuestra travesía
Samalayuca- partiendo de la Ciudad de México,(20-10 grados)donde vivimos,
llegamos al lugar de descenso en la calefacción artificial del autobús (20
grados).Al abrirse la puerta del trasporte recibimos un golpe (literalmente) de
30 grados más de lo que teníamos en el vehiculo. Ignoramos cómo funcionaros
nuestros sistemas de adaptación de manera tan brutalmente violenta, para salir bien del paso, pero desde luego no
aconsejamos que alguien se exponga de esa manera.
Para los habitantes de esas
latitudes, aunque la sufren cotidianamente, no es nada excepcional para ellos.
Para nosotros es algo no solo de tomar precauciones empíricas, sino de estudiar
tales procesos, y trasmitirlos a los que después tendrán que ir a los desiertos
bajo la concepción de deportiva.
En el desierto lo que vemos es
mensurable y, por lo tanto, nuestro ánimo puede calcular...Lo que vemos no es
lo que nos preocupa.
El horizonte latente, ese que
no vemos, pero sabemos que está ahí, rodeándonos por todos lados, es lo que
golpea nuestro espíritu y lo achica, por los once peligros reales que sabemos
encierra.
Y, a la vez, también lo
subleva, por el reto que promete tanta belleza.
Si eres hombre razonable
conténtate con mirar el desierto desde su orilla.
Si piensas adentrarte en él, caminando, cargando tu mochila y tu galón
de agua, puede ser que hayas perdido el sano juicio.
Lo cual también puede ayudarte a ganar la otra
orilla de las arenas....
Regresamos al Desierto de Altar en 1979.
Hicimos esta vez el recorrido más
grande, en sentido perpendicular a la trayectoria solar, que es el meridiano
114° 10’. En el norte el paralelo que más se pega a la frontera
con Estados Unidos y en el sur el que mayormente se adentra en las aguas del
Golfo de California.
La llevé a cabo con Manuel
Sánchez (foto derecha) y Mario Ramírez(foto izquierda).
Una idea adyacente de esta
empresa es ampliar los límites de ese deporte que conocemos como “alpinismo”.
En las montañas se puede hablar de rutas y sus características puntuales. Tan
puntuales que con toda confianza escribimos que
un metro más allá está una clavija, tres metros a la derecha se encuentra el diedro, etc.
No es raro encontrar las
huellas de nuestras botas en la arena congelada que dejamos el año pasado. Son
rutas milimétricamente trazada y seguidas. De la misma manera nos topamos con la basura que patológicamente dejamos
hace diez años en el glaciar o cosas así nada románticas.
Eso no existe en el desierto.
Aquí la huella de nuestro paso sobre la
arena puede que no exista apenas una
hora después de haber pasado pues el viento la habrá borrado para siempre.
Si algo queda, incluido
el alpinista herido, las faunas de tierra y aire lo devorarán totalmente antes
que se ponga el sol de ese día. Así es como el desierto se borra él mismo de
toda huella humana.
Y esto quiere decir que aquí
el alpinista siempre estará “abriendo” rutas. Es un horizonte infinito para
ejercitar la voluntad y la destreza del individuo. Su pensamiento lógico y su
capacidad para la ensoñación.
Una advertencia: en el
desierto no hay reflectores. La hazaña más espectacular puede llevársela el
viento apenas media hora de haber terminado. Algunos han tenido que comprobar
que aquí los egos humanos valen lo mismo que una águila o una lagartija,
literalmente, no metafóricamente. Es decir, nada. Aun el águila, señora de los
aires. por enfermedad o por vejez, un día tendrá que morder el polvo y quedar a
merced de la fauna de tierra.
Y en la quietud del desierto todo pasa a una velocidad sorprendente. En las montañas,
como anotamos, las rutas se miden por metros o hasta por centímetros. En el
desierto los itinerarios se pueden mencionar sólo por minutos y segundos
geográficos.
Aun tratándose de un mismo
meridiano, en el desierto nadie puede decir que siguió las huellas de otro. El
desierto es una eterna hoja blanca donde todos podemos escribir sin dejar de
ser pioneros. Después de todo, la categorías de “primero”,”segundo”, tercero”,
etc., tan usadas en el alpinismo mundial, no son más que subjetivismos que
nosotros mismos hemos inventado.
El desierto está esperando a
todos aquellos que gustan de ir, a pie,
a las regiones donde todo está por comenzar.
El cine ha satanizado al
desierto como cosa horrible. La realidad es que resulta difícil
describir su belleza. Algún día llegarán al desierto nuestros poetas, filósofos
y novelistas. Ellos lo harán.
También llegarán todos aquellos que estén a punto de
enloquecer bajo presión de la cultura industrial y que la ciencia medica llama como psiconeurosis. Cárceles y hospitales
están llenos de eso. Ya en 1901 Alexis
Carrel dijo, en su libro famoso, que hay millones, nada más en Estados Unidos,
afectados por este mal. Otros países, en los que ni siquiera se lleva ese tipo de seguimiento o registro hospitalario, no están exentos del mal.
El desierto es, en muchos sentidos, el viaje lejos de la sociedad de consumo y el desperdicio.
Del celular y los medios de comunicación masiva, periódicos, televisión y cine,
con sus productos de magra calidad. En
eso hemos convertido nuestra civilización.
Una estancia en el desierto,
aunque sea de unos días, nos regresará a los límites reales de nuestra cálida y
maravillosa civilización. “Hay que volver atrás”, escribió ya hace mucho tiempo
Norman Mailer.
La desbordante luz del desierto, su
impresionante silencio, sus horizontes sin fin y su soledad…La biología
descubrió, para curar, inyectando el agente maligno en forma de vacuna. Así el
psiquiatra encontrará, algún día, el
remedio para la soledad patológica de sus pacientes en la terapéutica soledad
del desierto.
Para cuando se dio nuestra
segunda travesía a Altar ya habíamos efectuado varias primeras travesías
deportivas en el desierto de Samalayuca, sector norte del estado de Chihuahua. En su sección de
lado este de la carretera, por Medanos Blancos. En el oeste, hasta la estación
de servicio de ferrocarril Sapelló, que va de Casas Grandes a Ciudad Juárez.
Manuel Sánchez, uno de los componentes de esta
travesía a Altar, de 1979, había sido líder en otra travesía, nueva, en
Samalayuca, con un grupo independiente que él formó, preparó y guió.
Las hermosas viñetas que forman parte de
este libro fueron creadas por Manuel
Sánchez.
Hemos de confesar que las fotografías que aparecen en este trabajo sobre Altar en realidad corresponden al desierto de Samalayuca. En el momento de la impresión de este trabajo no teníamos a la mano las fotos de Altar y echamos mano de este recurso. En ellas aparecen Luis Burgos Peraita y Armando Altamira Areyán (consultando la brújula), entonces de once años de edad, cruzando las dunas. Al fondo la sierra de Samalayuca.
En el desierto las sombras nos hablan. Foto de arriba tomada en la mañana. Ellos se dirigen hacia el norte.
En la ciudad hemos perdido nuestra sombra, el GPS en tanto manejamos y los semáforos cuando peatones, nos guían.
El desierto, para las
travesías deportivas, a pie, presenta varios peligros que en cualquier momento
pueden ser de graves consecuencias.
Agua
La primera cuestión es el agua. Si vamos a
creerle a A. Starker Leopold (El Desierto, Pág 85, Time-Life Internacional,
Nederland NV., 1967), el individuo pierde un litro de agua, en temperaturas
elevadas del desierto, en una hora. ¡Y, decimos nosotros, cada individuo no
puede cargar más allá de quince litros, aparte de su bagaje! Nosotros pasamos
extremos apuros por falta de agua.
Esto se puede solucionar de
varias maneras. Una, para no apartarse de la ortodoxia alpina de ir a pie, es instalar campamentos con el sistema de
“lanzadera” tal como se hace para subir una montaña.
Ocho de la mañana. Los dos caminan hacia el fotógrafo, en dirección norte... Fuera del GPS, y la brújula, los que no descifran en el desierto, de manera empírica la orientación...
La otra manera sería arrojar
desde helicóptero depósitos de agua en
una ruta trazada de antemano o en vehículos un tanto especiales, como el jeep,
surtir una ruta, etc. Tal vez parezca poco ortodoxa esta solución pero la
realidad del desierto nos impone condiciones.
Animales
Otro peligro potencial es la
fauna. En los desiertos secos de arena hay más víboras, escorpiones y arañas,
mortalmente venenosas, que alguien puede
imaginar.
Fauna del desierto de Altar. Abajo el monstruo de gila
Fotos tomadas de Internet.
Todas esas criaturas están
dedicadas, las veinticuatro horas del día,
a matar para poder comer. En Altar, además, está el Monstruo de Gila.
Pequeño lagarto (medio metro) un tanto escaso en población y lento, pero que
también es de cuidado.
Caminando durante el día y
acampando no se crea que se nos van a aparecer por todos lados. Pero de todos
modos no es ocioso tener noticias al
respecto.
Por idea, o por necesidad, de
caminar en la noche, es donde más riesgo se corre porque es una fauna
especializada para mover en la oscuridad y ahí el humano está en desventaja.
Nosotros lo hemos hecho por necesidad de escasez de agua. Si se puede evitar
mejor.
Entonces no era tan familiar
el uso del teléfono de mano por lo que de haber sufrido alguno de estos
percances no lo estaríamos contando… Uno del grupo lo perdimos de vista y
sólo hasta haber llegado a Puerto Peñasco pudimos dar la noticia y emprender en
ese momento su búsqueda por avionetas.
El recurso del que creemos se
puede echar mano, en caso de peligro, es comunicarse con los grupos de salvación
de Puerto Peñasco o de Caborca. Para eso tener a la mano números telefónicos.
En esta travesía se perdió uno del grupo y al final fue localizado. Los detalles se relatan en la publicación presente. La búsqueda se realizó desde el aire en dos avionetas coordinadas por Marcos Arocha, piloto del Club Aéreo de Auxilio y Salvamento de Caborca, Sonora, el 25 de diciembre de 1979.Participaron volando en la otra avioneta sus dos hijos Marco e Ignacio.
Yo fui en la del señor Marcos señalando nuestra ruta de recorrido. En varias ocasiones recorrimos desde casi la frontera hasta las orillas del Golfo. Nada. Por eso tuve la oportunidad de tomar fotos aéreas de la estación López Collada que aparecen en la publicación.
Hubo escepticismo en algunos sectores del alpinismo de la capital de la república. Aseguraban que las fotos, donde aparecen las avionetas, las conseguimos en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez.
Aprovecho este espacio para dar las
gracias a la familia Arocha y a la vez exhibir dos de las fotos que entonces
tomamos.
Los dos de la izquierda son
los hermanos Arocha, el de la derecha es Mario Ramírez, de nuestro grupo.
López Collada y carros tanque del ferrocarril. Lo que se ve en la foto son las casas de la estación. Son estaciones de servicio y vigilancia. Es decir su misión es revisar cada día tantos kilómetros, o verificar, que las vías esté en buenas condiciones. Sus habitantes son trabajadores del riel que viven allí con sus familias. Se ofrece esta explicación porque puede considerarse extraño que haya estaciones en pleno desierto(de hecho enmendó del desierto y la costa).
Algunos kilómetros hacia la izquierda, de esta estación, es decir al oeste, se
encuentra, próximo a la vía, el obelisco
que fue erigido en memoria de los que murieron cuando tiraban la vía del
ferrocarril, según se relata en la película mexicana Viento Negro.
Inseguridad
Estos meridianos de Altar no
están lejos de las rutas de los que subrepticiamente buscan entrar a Estados
Unidos. Si bien ellos su dirección es hacia el norte y nuestro recorrido iba al sur. De todas maneras, no pudimos escapar de la sospecha que también
buscábamos entrar de esa manera al país del norte.
Portada de la publicación de la primera travesía al desierto, meridiano 113°50
Editada por La Universidad Nacional Autónoma de México, en 1978
Asimismo, las dos ocasiones que
fuimos a este desierto no escapamos de sospechosos de narcotraficantes.
Al abordar el ferrocarril que nos llevaría de regreso a Puerto Peñasco, luego
de haber cruzado el desierto, fuimos ya a bordo del tren, revisados minuciosamente,
mochilas y ropa, por el inspector del
ferrocarril, en tanto un militar nos encañonaba con su metralleta.
Advertencia: Con la
desaparición del ferrocarril, que tuvo lugar en el país, es probable que este
servicio, que mencionamos en estos relatos, tanto para el Desierto de Altar,
como para el Desierto de Samalayuca, a la fecha ya no existan.
Temperaturas
Mexicali, de Baja California
Norte,es una ciudad fronteriza con Estados Unidos al noroeste del desierto de
Altar, pero pertenece a la misma región geográfica. En Mexicali hubo 12 muertos
por "golpe de calor", según se diría
en el canal televisivo 113 de las noticias del 15 de octubre de 2015.
Recorrido solar.
En el Trópico de Cáncer las temperaturas son las más altas en los desiertos mexicanos.
Van a requerir más agua los caminantes. En diciembre menos agua.
Considérese estas mismas
condiciones de temperatura pero en la ciudad donde hay sombras, agua y recursos
varios cómo protegerse de las altas temperaturas. En el desierto de Altar no
hay nada de eso.
La vegetación, con su flora y
plantas de la llanura, que la gente llama de "chaparral", es muy baja
y rala. Y llegados a la zona del erg, es decir, de las dunas, ya no hay sombras
ni siquiera de 5 centímetros. Al menos en el meridiano que nosotros seguimos.
La segunda ocasión que
cruzamos el desierto de Samalayuca, de Médanos Blancos a la estación
ferroviaria de servicio de Sapelló, encontramos 51 grados centígrados en la
zona de las dunas. En estas condiciones aun la ropa ligera es demasiado.
Pero no hay que confiarse, sobre todo tratándose
de la época fría. Los
desiertos mexicanos también puede cubrirse de nieve en el invierno.Es cuando
llegan cíclicamente los "frentes fríos".Esto quiere decir que si bien
hay que ir con ropa ligera y blanca también hay que ir preparado para la
eventualidad de una nevada.
Tornados.
En el año se producen muchos
tornados en el sur de los Estados Unidos que afectan de alguna manera también
el norte de México. Aquí es menos su impacto pero de todas maneras habría que
familiarizarse con la mecánica del tornado.
La tercera vez que recorrimos el desierto de Samalayuca (en esta ocasión fui con Luis Burgos Peraita y Armando Altamira Areyán) tuvimos nuestra experiencia con los tornados.
Cruzábamos la parte alta del erg (dunas), del sector oeste, cuando divisamos a
lo lejos, hacia la Sierra del Presidio,
un tornado más allá de Medanos Blancos, en el sector este de la
carretera y la vía del ferrocarril que
van hacia Ciudad Juárez. No hicimos caso pues la distancia de donde nos
encontrábamos serían unos veinticinco
kilómetros. Hasta nos pareció divertido. En ese momento el tornado se desplazaba
hacia el sur y nosotros íbamos en dirección contraria. Y en la inmensidad del
desierto un tornado se puede dirigir hacia cualquier lugar para donde se
encuentren las condiciones de temperatura en sus componentes de aire
caliente-frío.
Seguimos en dirección a la
estación de servicio de ferrocarril Sapelló, en el noroeste. Cruzamos la
pequeña sierra de Samalayuca, a través de un puerto que hay en su extremo norte y llegamos a un pequeño
oasis. Un espejo de agua somero redondo y en su orilla grandes árboles y un
piso de pasto verde y fresco. Después el desierto infinito y ardiente sigue en todas direcciones. Le pusimos por
nombre “el oasis de las ranas y las hormigas” por la abundancia que hay de
estos pequeños animales.
Esa era nuestra meta para acampar.
Serían las dos de la tarde. Dejamos las mochilas recargadas en unas rocas de
las que brotaba agua y nos disponíamos inspeccionar el oasis. Nos habíamos
retirado veinte metros de las mochilas
cuando un golpe de aire frío que descendió, seguramente cuarenta grados
en un segundo (media hora antes habíamos registrado cincuenta y un grado
centígrados), nos golpeó.
Ni siquiera volteamos a
indagar las causas del asunto. Corrimos hacia las mochilas. Ya un chubasco de
agua violentísimos nos caía de todas partes. Sacamos como pudimos la tienda con
la intención de armarla y protegernos en su interior. Solamente pudimos fijar
un poste y el otro la sostuve en el fondo con las manos.
Escala Fujita
En ese momento recordé lo que
sabía acerca de los tornados pero tenía como mera curiosidad hemerográfica y
bibliografica. Que en norteamérica la primavera representa algo más que
temperaturas cálidas.
Los tornados más veloces se forman en esta
época principalmente los meses entre abril y julio. Tan pronto empieza a subir
el aire caliente por el Golfo de México, y se mezcla con el aire frío que baja
de Canadá, los remolinos son casi inevitables. Sobre todo en la parte norte de
México que abarca del otro lado los estados de Texas, Oklahoma y Kansas. Es un
corredor vertical.
Lo tornados se puede formar en
cualquier parte del mundo pero cerca de
un 75 por ciento se originan en Estados Unidos. La mayoría en el centro de este país en un área conocida
como el Corredor de los Tornados. Los tornados se consideran en tres diferentes
tamaños, cada uno con diversas características y son “débil”, “fuerte” y
“violento”.Su tamaño depende no sólo en su ancho físico sino también en altura
y otras cuestiones que considera la Escala Fujita.
Se sabe que los “fuertes” representan un 29 por ciento de
los tornados. Su velocidad media es de 110- 205 mph. Estos tornados pueden
durar unos 20 minutos. Son los que derriban casas rodantes y voltean trenes de
ferrocarril. Esto, más que la Escala Fujita, nos puede dar idea de su fuerza.
Los tornados “violentos” son
los menos comunes pero son los más fatales. Son los responsables de un 70 por
ciento de las muertes por tornado. Sus vientos por lo general pueden alcanzar
hasta 205 mph y más. Son los que pueden arrojar automóviles por los aires,
levantar viviendas, lanzarlas a kilómetros de distancia o elevan casas aun de
fuertes marcos ( Al finalizar el mes de abril del 2011murieron 310 personas en
Alabama, sur de Estados Unidos,por causa de los tornados).
Barack Obama, presidente de
Estados Unidos, visita uno de los escenarios del desatre por la serie de
tornados en Alabama en abril de 2011(foto Ultimas Noticias)
Fue un tornando de los
llamados “débiles “el que nos alcanzó el Samalayuca. De todas maneras la sierra
nos había atenuado el impacto. Si este tornado nos agarra en lo alto del erg
probablemente habíamos volado los tres con todo y tienda.
En la región centro de México
no estamos familiarizados con el fenómeno de los tornados. De alguna manera nos
parecen acontecimientos esporádicos.
Pero no habría que perderlos de vista y familiarizarnos con su mecánica, para
pensar en prevenir de alguna manera. Recuérdese el tornado que azotó Ciudad
Acuña, Coahuila, México, en la última semana de mayo de 2015. Se dice que en
tan solo 6 segundos(seis) destruyó 750 viviendas, dejó 13 muertos y muchos
heridos.
En el centro de Altar. Primera travesía mayo de 1977,Meridiano 113° 50´
El plano marca las dos rutas que hemos abierto.
Km. 100, en 1977,km 130 en 1979
Sí, el desierto está plagado
de animales potencialmente mortales para el humano pero, como exclamó
Zaratustra al llegar a la plaza, después de dejar su cueva en la montaña : " Más
peligro he encontrado entre los hombres que entre los animales".