¿Por qué leer tanta fantasía
de filósofos, novelistas y poetas? Dicen que esa es la realidad de la vida.
Pensadores idealistas y otros materialistas lo aseguran.
La otra realidad son los
programas hueros de la televisión, la propaganda, con técnica de conflicto, que
se hacen algunos artistas, los pleitos de las familias de la realeza que, fuera
de su establishment, nadie conoce ni
conocerá y, por si algo faltara, las cínicas fake news.
Diez minutos, no más de diez
minutos, viendo canales de televisión para decidirse por la fantástica realidad
de los novelistas.
¿Y la gente pobre (noventa por
ciento de la población mundial) que no tiene para comprar tarjetas de programas
televisivas seleccionadas?
Virgilio y Dante están listos
para guiarlos en un tour por los
mismísimos infiernos del estrés.
En la nada fresca mansión de Dite
Grabado de Doré
Abro las páginas del Quijote y
ahora hay tres personajes, no dos. Lo leí cuando niño y luego de adolescente y
lo sigo leyendo. A las andanzas de los legendarios personajes ahora saltan, por
conexión, los recuerdos de mi propia experiencia que han vuelto a aparecer con esas
siempre emocionantes lecturas de Cervantes.
Lewis
“Como cuando volvemos a algún sitio hermoso
que conocimos de niños-escribe C. S. Lewis en La experiencia de leer-.Apreciamos
el paisaje con nuestros ojos de adultos, pero también revivimos el placer, a
menudo muy diferente que nos produjo cuando éramos pequeños”.
En cada etapa de mi vida he
pensado de manera diferente respecto de lo que Cervantes quiso decir. Los cien,
o tal vez más, ensayos que se han escrito analizando esta obra, me dan la razón.
Cada quien ve la misma calle de diferente manera.
Lewis: “Por naturaleza, cada uno de nosotros
ve el mundo desde un punto de vista”.
El mismo autor de una obra,
según pasa el tiempo, va considerando otro modo de ver de cómo lo escribió por
primera vez. Los trabajos de filosofía son donde más se ve este fenómeno cuando
encontramos la expresión “En mi obra de juventud…”
Kant, en la segunda edición de
su Critica le agregó capítulos y le
quitó otros.
Luego están los que, a mi
manera de ver una calle, me dicen cómo debo de verla. Los filósofos escriben
sendos trabajos enmendándole la plana a lo que escribió Aristóteles y
Aristóteles, a su vez, no pierde renglón, al menos en su Metafísica, marcando
lo que, a su modo de ver, equivocó Platón, etc.
De ahí que Oswald Spengler
escribió en La decadencia de occidente: “ Los posteriores se han originado en
transformación de los anteriores”.
Las formas arquitectónicas de los templos religiosos como mezquita, cúpula, y basílica hablan de un antiquísimo y respetable enjambre de religiones primitivas mágicas y sectas del oriente árabe que dejó su impronta en el actual mundo occidental(sectas que crecieron a religiones y religiones se redujeron a sectas). En las etnias nativo americanas las danzas de oración son por completo al aire libre, bajo la bóveda cósmica, en contacto directo con el viento, la lluvia y el sol. Las capillas cristianas edificadas por los jesuitas en el norte mexicano del siglo dieciséis son presencias frecuentadas pero en realidad ajenas al pensamiento indígena en pleno contacto con la tierra en la que viven, cultivan y caminan. Aquí no hay aquella bella metáfora de la cueva, de la ignorancia y el pecado, que luego iluminará la Gracia. Aquí la luz de las estrellas ilumina a la sagrada madre tierra. Los vestidos de la danza ritual llevan el símbolo sagrado tohono O´ odham del Laberinto.
foto tomada de Internet
Santayana, el filósofo estadounidense-español,
se refiere a las teorías filosóficas de todos los tiempos, incluida su obra,
como meras literaturas. En otras palabras, son trabajos liricos u ocurrencias
que cada quien tuvo (Santayana se auto consideraba como ”un filósofo
vejestorio”). Lewis hace esta reflexión:
“¿Qué valor tiene, e incluso,
qué justificación puede tener, interesarse con tanto entusiasmo por unas
historias que narran cosas que nunca han sucedido, y participar indirectamente
de unos sentimientos que no nos interesaría en absoluto experimentar en nuestras
vidas? ¿Qué valor tiene concentrarse para imaginar cosas que nunca podrían
existir, como el paraíso terrenal de Dante…”
Como ir por primera vez a escalar una montaña.
Unos no sentirán nada interesante en esa acción y no volverán. Se encerrarán en
la ciudad industrial de los pantalones rotos y el teléfono en la mano, para ya nunca salir de ella.
Para otros puede ser una
experiencia tan trascendental que harán del alpinismo no su deporte ocasional
sino su modo de vida. Así dice Lewis, en esto de la lectura:
“Para una clase de personas la
primera lectura de una obra literaria suele ser una experiencia tan trascendental
que sólo admite comparación con las experiencias del amor, la religión o el
duelo. Su conciencia sufre un cambio muy profundo. Ya no son los mismos. En cambio,
los otros lectores no parecen experimentar nada semejante”.
Leer literatura cultural, composiciones
liricas, novelas o poesía es, como dice la insignia sagrada de los tohono O’odham, etnia de Sonora, México-Estados Unidos, en el Laberinto de la Vida, de calidad en el que cada individuo encuentra su
realización como ser.
El Laberinto
¡Que locura esto de leer!
Estamos en la disyuntiva:
Navegamos en el mar encrespado
de las ideas de calidad de todos los tiempos o,
nos arrellenamos en el sofá, comiendo
palomitas viendo los programas hueros, en espera que Virgilio y Dante nos lleven en su próximo tour a la nada fresca mansión de Dite.