CICERON EXHORTA A LOS JOVENES APRENDER PARA LA VEJEZ

 


Lo necesario es aprender a morir

Séneca



La tradición de un lugar se mide según el respeto se tenga de la vejez en sus necesidades.

En la etnia, en las zonas rurales, las canas se saludan con deferencia.

En la ciudad inhumanamente técnica, donde la brecha generacional anda muy ocupada, las canas se tienen como enfermedad, como un estorbo, no como algo natural.


 Viñeta tomada  de El Pais, 23 de diciembre de 2017


Los ancianos, en cierta etapa, requieren ser tratados como niños. y para eso no hay tiempo ni dinero. El que no entienda esto es que no  ha visto de cerca a la vejez.

En América, al sur del paralelo 32, hay países en los que el discurso político pondera a la vejez, pero en la realidad ésta no pasa de ser tratada como una entelequia, algo que no existe en la realidad material.

El lugar coloquial que para esto tenemos los mexicanos es: “De lengua me como un plato”

Otros países atienden de manera efectiva, institucional, las necesidades inmediatas de la vejez, con dinero en nómina y la atención gerontológica, sin distinción de la condición social, con el sólo requisito de haber cumplido cierta edad.

Con tal comprensión en el detalle que han legislado en el sentido de dejar  paso libre, sin costo alguno, a los sitios donde se puede orinar como los wc del metro, en los mercados públicos, etc. Un organismo en situación de vejez requiere el mingitorio con frecuencia.

Cicerón pasa a considerar a la vejez  desde una situación personal, setenta año antes de llegar al gerontólogo: 

“Los fundamentos de una vejez suave y feliz se han de echar muy de antemano en la mocedad

Virtud (buenas maneras) y ejercicios físicos son la clave para llegar a esa vejez “suave y feliz”.

Correr, trotar o caminar, dan salud corporal pero no comprensión de la vida, como lo intenta la filosofía.

Pero leer libros de cultura, sólo leer, no da la posibilidad de un organismo sano y fuerte. Necesario el ejercicio físico.

Nuestra vida moderna ( con su síndrome de Bournot o surmenage, como se decía antes a la fatiga por exceso de actividad) pone al descubierto una realidad insoslayable: menos filosofía, más estrés.

Porque la filosofía busca  hacer claridad entre las necesidades primarias,  y las necesidades   y las enfermedades inventadas por la ciencia de la mercadotecnia.

Y con tal  bagaje de información que, por eso es ciencia, que nos hace ir tras de cosas que no necesitamos y llegar realmente a  padecer enfermedades que no tenemos.

Cicerón no pierde el piso y se acerca a lo que preocupa al humano ya viejo: “ A mi modo de entender son cuatro los motivos por que la vejez parece a algunos llena de trabajos: el primero, porque aparta del manejo de los negocios; el segundo porque debilita y enferma el cuerpo; el tercero porque priva de casi todos los deleites, y el cuarto porque no está muy lejos de la muerte”



Marco Tulio Cicerón tenía  ochenta y cuatro años cuando se hallaba en plena redacción de esta su obra De la Vejez




Hemos visto que Séneca, en su obra Cartas a Lucilio,  en un apartado de su obra que llama: Elogio de la vejez, es del parecer que se necesita  aprender a morir. 


Séneca: Lo necesario es aprender a morir


Lector asiduo de Epicteto, Séneca dice que miremos a nuestro contexto social de todos los días y con responsabilidad, sin estrés, sin angustia, lo tomemos como un curso propedéutico, como preparación, para el día último de nuestra vida.




La idea del zompantli se puede ya comprobar en la zona arqueológica de Tula (actual Estado de Hidalgo,México),capital de la civilización tolteca.

Cráneos de civiles y de  guerreros, propios y enemigos, puestos en hilera.




Era la idea del zompantli  de la civilización azteca de tener uno en prácticamente  cada esquina de las calles de México-Tenochtitlán. Un recordatorio constante, para niños, adultos y viejos, de no desperdiciar las vida en cosas hueras porque, como apuntó Epicteto: un día el capitán llamará,   el barco está ya a punto de partir y allá arriba, en cubierta, los marineros metafísicos ya elevan anclas.

Pero no esperar a ser viejo, dice Séneca: 

"¿Que eres joven? Eso no importa; la muerte no cuenta los años. No sabes en qué lugar te espera. Espérala, pues, en todas partes".


Una muy vieja leyenda griega dice que un hombre (Lameodonte,  rey de Troya), llegado a cierta edad pidió a los dioses lo dejaran vivir veinte años más, cumplido el plazo pidió otros veinte, cuando tuvo cien años, otros veinte, al  cumplir  ochocientos rogó a los dioses que le  permitieran morir…

 

 

 

 

 

 

 

 

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