HÖLDERLIN, UNA POESIA QUE NO LLEGO A EMPAÑARSE NUNCA.

Hölderlin es el Van Gog  de la filosofía idealista alemana. Sólo le faltó cortarse una oreja. Dependió en lo económico muchos años de lo que podían proporcionarle su madre y su tía, lo cual siempre era una cantidad magra. La familia quiere que, al igual que su padre, se ordene de ministro de la iglesia. En ocasiones estas dos mujeres, ya ancianas, le confeccionaban a mano su ropa exterior y también la interior. En su imaginario mundo griego clásico Hölderlin no quería saber nada de cualquier actividad manual, y aun intelectual, remunerativa que lo distrajera de su poesía.

A los catorce años de edad entró en calidad de alumno en la escuela del monasterio protestante de Denkendorf, más tarde estará en el convento de Maulbronn y a los dieciocho años ingresa en el seminario de Tubinga, del que salió en 1792.De la entrega total de su vocación de poeta y su consecuente despego a lo demás, gustaba explicarla diciendo que no hay magnificencia en el crepúsculo si no se refleja en la retina del hombre.

Durante un tiempo le da por estudiar filosofía y se entrega de lleno a tal actividad. Se considera por sus biógrafos que es una de sus peores proyectos toda vez que la disciplina que requiere esta ciencia, decían, ata lo espontáneo de la creación lírica de la poesía de Hölderlin. Conoce el pensamiento de Kant y, dice Ferdinand Meyer, resultó una idea casi fatal: “Kant perjudicó en extremo la expresión sensual, la euforia de la poesía, el libre curso de la imaginación, al querer llevarlas hacia un criticismo  estético”

Schiller, con el que  Hölderlin lleva  alguna amistad, le recomienda: “Huya usted siempre que pueda de las materias filosóficas...Permanezca más bien cerca del mundo sensible, así no se expondrá a perder el entusiasmo”. Hölderlin conoció a Hegel, Shelling y a Goethe. Schiller fue el único que lo ayudó económicamente durante algún tiempo.


Permaneció alejado de las cosas del mundo y para tal redujo al máximo sus necesidades inmediatas. Comía una vez al día y tomaba agua en lugar de vino o cerveza. No tuvo mujer ni hijos ni hogar ni propiedades ni empleo duradero ni profesión fija. Se negó en todo momento a tender un puente que uniera lo prosaico con su vocación. La cama en la que dormía no era suya y la silla en la que se sentaba era alquilada. Lo mismo la mesa en la que escribe y la habitación en la que va pasando es alquilada, cuando puede pagar. Su prolongada ancianidad ( 1770- 1843)  la pasaría en el desván de un carpintero, en Tubinga, hombre de buen corazón, que lo dejó vivir ahí hasta el final.

El día que muere  este poeta, considerado como  “el más puro de la pléyade sagrada”, prácticamente ha perdido la razón y nadie en Alemania se entera ni a nadie le importa. Unos obreros lo llevan al cementerio. Y, así como él es abatido por la vida, sus huesos dispersados y su memoria ignorada, sus miles de páginas escritas corren la misma suerte en el siguiente medio siglo. Muy poco se sabe de su creación literaria. Solamente tres obras se han salvado de la destrucción. Y tan escaso material es suficiente para que a su poesía se le recuerde como “un canto que perdurará siempre mientras perdure la lengua alemana”. Esto es Hyperion, Empédocles y las Poesías.  Una novela, una tragedia y poesía, respectivamente. “nada ha producido la prosa alemana más puro y más lleno que esas oleadas sonoras que no se interrumpen ni por un segundo. Ninguna obra de la poesía alemana tiene una continuidad de ritmo, esa armonía tan bellamente desplegada”.

En su plenitud física y mental veía la vida común con repugnancia y se apresuraba a apartarse  de ella. Es desde luego un tipo solitario e introvertido. Hölderlin quiere vivir en un mundo, en un solo mundo, y es el de la poesía. Conrad Ferdinand Meyer, se refiere al mundo de Hölderlin del siguiente modo: “Un mundo donde no haya necesidad de mezclarse con las cosas bajas y donde el espíritu puro pueda flotar en un elemento también puro. En esa resistencia fanática, en esa grandiosa intransigencia hacia la realidad, es donde se manifiesta el sublime  heroísmo de Hölderlin mucho más claramente aun que en cualquiera de sus poesías. Sabe que, con esa exigencia, queda anulada la seguridad de su vida. Sabe que renuncia a tener casa y hogar, sabe, en fin, que se aparta para siempre de las comodidades de la existencia. Los grandes de la cultura alemana de su tiempo se desatendieron del que vivía entre ellos. En cambio, como hemos visto, un sencillo carpintero le da cobijo en su taller para que duerma. No ignora cuan fácil es ser feliz si uno tiene un corazón superficial, y tampoco ignora que no podrá conocer la alegría. Pero no quiere que su vida sea un tranquilo lugar donde estar a cubierto, sino que desea un destino profético. Así pues, con la mirada hacia el cielo, con el alma impasible ante las necesidades de su cuerpo, con el corazón lleno de privaciones, marcha decidido hacia el altar invisible en el cual va a ser sacerdote”.

Schiller, al que Hölderlin conoció personalmente, se expresa de éste, a manera de censura, que es impulsivo y le falta estabilidad. No obstante, ese poeta individualista y por demás introvertido, que no quiere saber nada de la multitud, trata de comunicarse con ella y escribe su novela “Hyperion”.
Susanne Gontard es la musa de su vida, su Diotima. Inalcanzable pues es mujer casada, madre de un niño a quien él sirve por un tiempo de instructor. Después se aleja de ese ambiente pero él conservará, en tanto no lo alcance la locura, el recuerdo de esta dama como una auténtica musa.

Hölderlin pasaría los últimos años de su vida sumergido en las tinieblas de la locura. Igual que Nietzsche. Pero en tanto en este filósofo la locura llega con la velocidad del rayo, en Hölderlin es muy lenta y la agonía se prolonga durante mucho tiempo. La existencia de este poeta parece confirmar la vieja creencia que viene desde los días de Homero. Decía que los dioses castigan a aquel que se les aproxima  mucho. Acaban arrojando al atrevido al fondo del  abismo

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