Cayo Valerio Cátulo nació en Verona el año 87 a C. Fue a vivir a Roma y ahí conoció a intelectuales y políticos. Escribió versos de los que sólo se conocen 116. En ellos describe sus relaciones amorosas, frecuentemente llenos de obscenidad.
En lo sexual Cátulo es tan absolutamente ensimismado que, se puede decir, es la fuente de inspiración de este género de literatura en los siglos que estaban por llegar. Pero Cátulo no se queda en el falismo o en el vaginismo
Cátulo cree que los juramentos de amor de los amantes se escriben en la arena del desierto que es azotada por los vientos…
Al hecho de “rogar” a su amada le da un valor existencial inmensurable. Si se siente rogada, o buscada, el universo se llena de colores. Pero, sino hay ruego,… el vacío: “tú sufrirás cuando nadie te ruegue”.
Verso XXXII
Te lo ruego, dulce Ipsitila mía,
Encantos y delicias de mi vida,
Invítame a tu casa por la siesta
y hazme este otro favor, si es que me invitas:
que nadie eche el cerrojo de la puerta
y ten tú la bondad de no salir.
Mejor quédate en casa preparada
Para echar nueve polvos sin parar.
Aunque invítame ya, si vas a hacerlo,
Que acabo de comer y, panza arriba,
Atravieso la túnica y el manto.
Verso LXX
Dice que nunca querrá entregarse a ninguno mi amada,
Ni tan siquiera si Júpiter se lo llegara a pedir
Dice…Lo que una mujer a su amante ferviente le dice
Más vale en viento escribirlo…
Verso VIII
Brillaron, sí, para ti blancos los soles.
Más ella ya no quiere, y tú-reprime la pasión-
Tampoco quieras,
Ni vayas tras quien huye, ni vivas desgraciado,
Sino que, duro el ánimo, tente firme. No sientas,
Adiós muchacha, Cátulo ya no siente.
Pues que no lo deseas, ya no te irá a buscar
Ni te hará ruegos,
Pero tú sufrirás cuando nadie te ruegue…
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