Este autor nos dice que el pensamiento griego tiene un valor eterno porque de ahí arrancan las más desatacadas corrientes filosóficas en las que se sustenta la cultura occidental. Y por la solución que ese filosofar dio a problemas esenciales del pensamiento abstracto.
Los filósofos griegos es un excelente resumen de la filosofía clásica griega, desde los oscuros orígenes hasta su culminación en Aristóteles. Este autor es, en ese periodo de la filosofía del mundo antiguo al que nos referimos, el fin de un largo camino que empezó con Pitágoras, los pluralistas y los sofistas. Apareció Sócrates, lo siguió Platón y todo desembocó en el universo aristotélico.
W. K. Guthrie fue profesor distinguido de la Universidad de Cambridge. La primera edición en inglés de esta obra fue en 1950. La primera en español en 1953, por el Fondo de Cultura Económica, México. Para 1980 había alcanzado siete reimpresiones. En esta última con un inusitado (en México) tiraje de 5 mil ejemplares.
Guthrie nos invita a detenernos y estudiar con cuidado a estos pensadores para, de esa manera, evitar una serie de ideas deformadas que, por ignorancia o de manera deliberada, han sufrido a través de los siglos. Estas deformaciones las arrastramos: “Como parte integrante de nuestros equipo mental, de suerte que las llevamos con nosotros como cosas incuestionables y la mayor parte de las veces inconscientemente”.
En la obra de este sabio académico los filósofos materialistas y los teleologistas se suben al ring y frente a nuestros ojos de espectadores se desarrolla el más formidable encuentro daléctico de las ideas. Los materialistas definían las cosas con referencia a su materia: aquello de que estaban hechas. Los teleologistas aseguraban que la esencia de las cosas era el destino o función: “La estructura sirve a la función y depende de ella”. Desde estos pensadores, a los de todos los siglos por venir, y entre ellos los zoólogos, hasta nuestros días, elucubrarán si el dedo prensil hizo a la función o la función a la mano.
Cita a Pitágoras en aquello que todo evoluciona para la forma y el orden: “El filósofo que estudia el cosmos se hace kosmios-ordenado- en su propia alma”. Creían que el amor es el que impulsa hacia mundos armónicos: “El amor es lo que hace que los sexos se unan, que los hombres piensen benignamente y que efectúen buenas acciones” Fuera de esto está la antítesis.
Guthrie cita a Parménides que fue el que dijo que el hombre es la medida de todas las cosas. Y a Platón,”El más grande de los pensadores griegos”, que da la definición de lo bueno: “Lo bueno tiene que ser algo que siempre beneficia y nunca daña”.
Platón, dice el autor, tiene verdades duras de tragar. Mismas que a través de los siglos le restaron simpatías. Una de ellas se refiere a los políticos: “Uno de los males más grandes de la vida política, según Platón, es la ambición material de los políticos…Los que tuvieran mayor interés en enriquecerse podían hacerlo en horabuena, pero renunciando a los cargos de gobierno y limitando sus actividades al comercio”. La insalvable prueba de fuego es que los que conforman el gobierno debían ser servidores voluntarios para el pueblo, sin cobrar…
Todavía no nace esa cepa de servidores públicos...sino todo lo contrario...
El último de los filósofos considerados en esta obra es Aristóteles. Se aparta substancialmente de muchas cosas que dijeron Sócrates y Platón. Aunque, como alumno de éste último, nunca dejó de ser platónico. El impulso que quiere dar Aristóteles a la Humanidad es mediante el saber. Y para adquirir y guardar conocimientos nada mejor que la biblioteca. Según Estrabón, Aristóteles tenía una academia y: “En uno de los edificios instaló una biblioteca, la primera en la historia, al decir de Estrabón”.
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