Middlemarch, de George Eliot

Middlemarch, de George Eliot, es la historia de las fuerzas vitales que produjeron lo bueno de la sociedad del mundo como ahora lo conocemos. Y son fuerzas tan absolutamente anónimas, que los individuos que las encarnaron, nacieron y murieron, ahora nadie sabe de ellas. Hay personajes de la sociedad de un pueblo inglés, no lejos de Londres, que se llama Middlemarch. Pero que fundidos en la historia propiamente del pueblo, el factor tiempo se encarga de enviar a esos personajes al anonimato. Pasan a ser una referencia, un dato, un número y, después, el olvido.

Middlemarch está en todas partes. ¿Cuántos trabajadores, hombres y mujeres eminentes de la ciencia y las letras, de la administración y rectores, ha tenido la Universidad Nacional Autónoma de México? Existieron, y fueron tan reales que por varias décadas ocuparon un lugar en el espacio universitario y en su nómina de pagos. Vivieron alegrías, esperanzas, tedios y conflictos. Pero después el tiempo fue borrando su memoria hasta casi desaparecerla. ¿Cuántos conocemos a los rectores y directores de los tiempos de la Colonia española? De los cientos sólo quedan, en alguna apartada galería, retratos de algunos de ellos. Y esos retratos mismos son tan ajenos a las nuevas generaciones que es como si nunca hubieran existido.

En Middlemarch, novela tan extensa como La Montaña Mágica, de Thomas Mann, la autora no ha podido desprenderse del todo del tratamiento decimonónico de la literatura europea de entonces. Principio, desarrollo y final. Y final feliz. Pero aquí la escritora se aparta y en las últimas páginas quita a sus personajes su aureola de fin de cuento feliz. Les da, como el título de la novela lo dice, un tono medio. Efectúa al final un movimiento sinóptico de varias generaciones de gentes en
Middlemarch y todo vuelve a perderse.

 Es, efectivamente, como dice el subtítulo de la obra, un estudio de la vida de las provincias inglesas de ese siglo. Middlemarch es un pueblo en el que campea el riguroso espíritu metodista. Una falta en la conducta y todo amenaza con resquebrajarse estrepitosamente. “Todo el mundo prefería hacer conjeturas a saber simplemente la verdad”. Al banquero Bulstrode se le descubre algo turbio que hizo mucho tiempo atrás y esto bastó para sacar a mención su origen judío y provocar un escándalo que de hecho casi llega a ser el leit motiv de la enorme novela.

No obstante, hay que decir que George Eliot es una de las escritoras que tratan con la mayor delicadeza, equilibrio y conocimiento, la cuestión religiosa. Sus referencias a la vida inglesa protestante, a la “cuestión católica” y a la muy difusa presencia judía. No se erige en defensa de una ni levanta la espada contra la otra.

Hay pocos personajes. Y estos se mueven por pareja. Lydgate, médico, con su compañera Rosamond. Will Ladislaw, artista y político, con su compañera Dorotea Casaubon. Nicholas Bulstrode, banquero y prestamista, con su chantajista John Raffles. Pequeños burgueses cuya meta en la vida es mantenerse en ese nivel de la sociedad, evitando caer al nivel de más abajo, que los enviaría al anonimato de las ciudades. La religión juega aquí su rol social. Un personaje le pregunta  a otro: “¿Sigues en la línea de los disidentes? ¿Vives todavía como hombre devoto?  ¿O te has pasado a la Iglesia anglicana por más elegante?

En Middlemarch las clases sociales reproducen sus costumbres.  En una colonia popular una pareja no le da muchos rodeos a su relación. Se ven, se gustan, se besan, se tocan y se reproducen. En el estrato social al que pertenecen los personajes de Middlemarch se ven los enamorados y, mucho antes de darse el primer beso, siquiera, hay un diálogo más o menos en los siguientes términos: debo marchar al extranjero para labrarme una fortuna y hacerme digno de su amor. Volveré con los años si usted me lo permite. Y la otra le responde: vaya y haga lo que se ha propuesto. Lo esperaré todo el tiempo que usted necesite.

El ritmo de la novela es, efectivamente, decimonónico. Se desarrolla en un país en el que no eran raros los lectores de libros. Una sociedad en la que una de sus figuras centrales era el libro. Son novelas extensas porque hay lectores de novelas extensas. La trama, lineal o enmarañada, era preferible con tal que no se acabara. Así eran los lectores y así eran los escritores. La autora parece referirse a esto cuando dice: “Hay que aprender a vivir en el aburrimiento”

Otra  frase de la autora podría servir como corolario de esta novela: “Cuando las mujeres  quieren, los hombres aprenden a reprimir su mutua antipatía”. Porque, en efecto, en Middlemarch los hombres disponen pero a la postre las mujeres deciden…




Inglesa, nació en Arbury Farm,  el 22 de Noviembre de 1819
Murió en  Londres el  22 de Diciembre de 1880
George Eliot es un seudónimo de Mary Ann Evans, que asistió a escuelas locales hasta la muerte de su madre, haciéndose cargo del cuidado de la casa paterna. A los veintiún años, marchó con su padre a las cercanías de Coventry, y tras la muerte de su padre viajó a Suiza, instalándose en Londres a su regreso. Trabajó y posteriormente fue editora de la revista Westminster Review, lo que le permitió frecuentar los círculos literarios y culturales de Londres. Comenzó a escribir en 1856, alcanzando gran éxito en la Inglaterra Victoriana de entonces.

Sus libros, fundamentalmente novelas, se desarrollan en la Inglaterra rural, y se caracterizan por su profundidad psicológica y realismo.

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