Eurípides y Orestes

Orestes, que mató a su madre Clitemnestra, parece  que perdió la razón al saber que  va a morir  sentenciado por las leyes de la ciudad de Argos. Clitemnestra había matado al  padre de éste, Agamemnon. Para vengarlo, Orestes la mató a ella. Se hizo justicia por él mismo cuando  debía haber acudido a que las leyes sentenciaran a Clitemnestra.

Orestes es  hijo de Clitemnestra, hijo de Agamemnon,  hermano de Electra, y sobrino de Menelao.

Las tragedias de Eurípides  presentan a un responsable de algún crimen al que, según las leyes de los hombres y de las del cielo, no tienen salida,  explicación o perdón. En el caso de Orestes, el mejor abogado  rehusaría a tomar la defensa de un matricida. Sin embargo, esto es condenarlo sin haberlo escuchado. Eurípides le da voz al condenado. Presenta la contra tesis.

A este dramaturgo se le lee más que hace veinticuatro siglos  por su formidable juego dialéctico. No toma partido, expone los dos puntos de vista. Si se lee ahora más que antes es porque, de unos siglos para acá, las cosas sólo tienen una verdad, la del vencedor. Políticos, historiadores líricos, historiadores de la academia, escogen datos aislados que justifican un bando y los presentan  como “historia universal”. Es lo que Eduardo Spranger  llama los “intelectuales unilaterales” (Educación y Cultura, Colección Austral, número 876, Buenos Aires-México, 1948).
 
En la dictadura nada más existe la voz del dictador. En la democracia nada más se oye la voz de la mayoría y la minoría no tiene micrófono. Aunque en ocasiones sea minoría por tres votos.  Estos no existen para decir su verdad. Con frecuencia hay que inferir esa  verdad por medio de las diatribas que contra ellos dijeron los historiadores. Los silencios de los historiadores nos dicen más que lo que ellos mismos escribieron. Su bibliografía al final del escrito puede ser universal pero nos esperamos a ver qué uso se le dio a esa bibliografía. Por eso Eurípides  es, desde entonces,  “el señor de las dos verdades”. Y, para que no haya abstracción  en este dicho, agregamos nosotros: “señor de las dos verdades balanceadas”.En otras palabras: alguien puede decir noventa y cinco argumentos a favor de un bando y sólo cinco del otro.



Orestes parece estar loco y la gente cree porque mató a su madre. En realidad Orestes lo que hace es justificar esa muerte, pero no lo dejan hablar: “De ahí la enfermedad que atormenta a Orestes. Está aquí yaciendo en su pobre lecho. La sangre de su muerte lo comete con saltos de  locura, que yo no he de mentar a las diosas innombrables, que con  sus temores lo hacen delirar”.
 Cuando tiene la oportunidad de hablar  dice que mató a su madre Clitemnestra para vengar a su padre Agamemnon, que fue muerto por aquella. Pero hay más, Clitemnestra tenía relaciones ilícitas con otro hombre. Fue, como se dice, una doble venganza a favor de su padre. Orestes se defiende: “Odiaba a mi madre, sí, la odiaba. Pero mi odio era justo. Ese odio me empujó.  Su marido había salido del hogar para ir a Troya, a defender el honor  de la Helade entera! ¡Ella lo traiciona, sin conservar intacto y puro el lecho conyugal!”.

Para justificar su acción, en contra del adulterio de su madre, Orestes pone el caso de Penélope que guardó fidelidad a Ulises, no obstante todos los años que éste tardó en regresar de Troya: “¿Acaso la esposa de Ulises fue muerta por su hijo Telémaco¡ ¿Ah, ella no tomó un segundo esposo! ella , a pesar de tantos importunos, guardó fidelidad al lecho conyugal! ¿Sin mancha lo halló Ulises!”

Cuando Agamemnon se fue a la  guerra contra Troya es cuando Clitemnestra se entrega a Egisto. Al regreso de Agamemnon, en lugar de reconocer su falta y, en todo caso darse muerte ella misma (según las leyes ella sería muerta, por adulterio, por el pueblo  de Argos, a pedradas), y a su amante, da muerte a su esposo: “¡No: mató a mi padre: en vez de castigarse ella, lo castigó a él!”

Sobra decir que alguna ciencia de la conducta humana, en el primer tercio del siglo veinte, no dudó en hacer sospechoso a Orestes de desear a su madre Clitemnestra y, los celos,  serían el móvil subyacente que movió a Orestes para asesinar a su madre. Así como había un complejo de Edipo, y otro de Electra, ahora había un complejo de Orestes…

En un principio Orestes tenía la esperanza que Menelao, su tío, interpusiera su prestigio de guerrero, vencedor de Troya, para que intercediera por él. Pero pronto se da cuenta que no hará nada. Se expresa en estos términos de Menelao y de su esposa Elena: Marido de mujer malvada  tiene que ser  malvado”.

Orestes le pone a Menelao un ejemplo de toda la injusticia que se puede cometer creyendo que se hace justicia. Su padre  Agamemnon (de Orestes) levantó todo un ejército para ir a destruir Troya y, ¿sólo para qué? Para rescatar a la malvada Elena, esposa de Menelao.

Orestes, además, quiere sentar un precedente contra el asesinato del marido por la esposa: “Si llegaran las mujeres a tal audacia que cada una, a su placer, pudieran matar a sus maridos, y luego refugiarse  en el amparo de sus hijos, mostrándoles el seno, embaucándolos con tiernas palabras, ¡se acabó! Por cualquier pretexto  una mujer de Grecia  podría matar a su esposo”.

Electra, hermana de Orestes, y Pilades, amigo de Orestes, de alguna manera estuvieron ligados en la muerte de Clitemnestra y ahora se sienten también condenados a muerte. Pero antes de que eso suceda, ellos tres traman dar muerte a Elena. También quieren matar a Hermione, hija de Menelao y Elena. Se introducen en palacio y cuando están por cumplir su propósito, aparece el dios Apolo.

Aquí también, como  hace en otras tragedias, Eurípides recurre al deu ex machina para arreglar lo que parece que está tan enredado que no tiene solución.( ¡Ya ha corrido mucha sangre y para qué más sangre! ¿Cómo detener esta carnicería?). Sólo un dios sabe cómo hacerlo. Es un recurso que el burlón de Aristofanes le criticaba mucho. En Orestes aparece Apolo y, a los adversarios irreconciliables les ordena que s e tranquilicen en nombre de “la más hermosa de las diosas, que es la Paz”.

El dios dice que él arreglará las cosas con los ciudadanos de Argos para que acepten a Orestes. Esto porque fue él, Apolo, quien ordenó a Orestes dar muerte a su madre Clitemnestra.  Apolo dice que Elena, hija de Zeus, tiene un elevado destino! Ha de reinar en la región del éter y será estrella de salud para los navegantes…Tiene el cargo de vigilar los mares y salvar a los náufragos”.


Apolo arregla las cosas de tal modo que todo acaba en armonía. Orestes se casará con Hermione y Electra con Pilades. Todos hacen la paz. Pero, por si quedara algún resquemor en los otrora enemigos a muerte, Apolo dice: “Obedezcan o no, ya lo dejé mandado. Y aquí acaba la contienda”

Como si con esto Eurípides quisiera  dejar el ejemplo  que el  humano necesita mano dura que le diga cómo deben ser las cosas. De otra manera se destruyen  entre ellos antes de ponerse de mutuo acuerdo. Ya había dejado esta idea con su tragedia “Las Fenicias” donde los dos hermanos contendientes, Eteocles y Polinice, se dan muerte uno al otro antes de ponerse de acuerdo. Les importaba la posesión del poder pero les importaba más que prevaleciera su ego…

Es hasta la tragedia Orestes que Febo, uno de los dioses, dice por qué fue la guerra de Grecia contra  Troya. No  para rescatar a Elena, como se ha dicho y  creído a través de los siglos. Fue porque la tierra ya estaba muy poblada: “Y si tantos murieron en la contienda, fue solamente para purificar la tierra de tantos hombres. Ya estaba repleta”. 

Interesante dato el que da Eurípides a los sociólogos de la actualidad: ¡hace veinticuatro siglos  se consideraba que la tierra ya estaba sobrepoblada…!

Resumiendo: todos acabaron felices. Pero por más felices que hayan sido todos al final,   queda una advertencia dicha por Orestes. Se refiere al crimen cometido por su madre Clitemnestra contra su padre Agamemnon: “Si asesinar maridos es santa obra para las mujeres, no tardarán  en morir ustedes. Vivan en espera”

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