Bergson, el pensamiento universal





Introducción a la metafísica
Henry Bergson
Editorial Porrúa, México, Serie Sepan Cuantos… Núm. 491, año 2004
Primera edición en francés en 1903


Henri-Louis Bergson o Henri Bergson (París, 18 de octubre de 1859Auteuil, 4 de enero de 1941) fue un filósofo francés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1927. Hijo de un músico judío y de una mujer irlandesa, se educó en el Liceo Condorcet y la École Normale Supérieure, donde estudió filosofía. Después de una carrera docente como maestro en varias escuelas secundarias, Bergson fue designado para la École Normale Supérieure en 1898 y, desde 1900 hasta 1921, ostentó la cátedra de filosofía en el Collège de France. En 1914 fue elegido para la Academia Francesa; de 1921 a 1926 fue presidente de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. régimen de Vichy El bagaje británico de Bergson explica la profunda influencia que Spencer, Mill y Darwin ejercieron en él durante su juventud, pero su propia filosofía es en gran medida una reacción en contra de sus sistemas racionalistas.1 También recibió una notable influencia de Ralph Waldo Emerson.

La influencia de la filosofía bergsoniana, dice Morente, se ha extendido sobre toda la filosofía moderna.

Manuel García Morente es un sabio español, autor de una erudita, y muy consultada, obra que se conoce en el mundo de las letras  con el modesto título de Lecciones preliminares  de filosofía. En esta edición que Porrúa hace  del filosofo Bergson, Morente desarrolla una interpretación de su pensamiento.

Para darnos una idea  de la importancia de este modo de pensar, escribe que en Francia una serie de eminentes  discípulos trabaja por desenvolver  en varias direcciones las doctrinas de su maestro Bergson. El punto de apoyo del pensamiento de Bergson es la intuición.

Se dio  una reacción a los mil años del misticismo  de la Edad Media europea, y para ello  el espíritu humano usó de la razón y del intelecto. Pero “lo hizo hasta el empacho.” En esta etapa es cuando aparecen los adjetivos y excesos que cada vez se alejan más de una posición dialéctica o al menos con tintes  ecuménicos.

El mismo Descartes definía al alma por sentimiento y esto en la perspectiva de un sentimiento  confuso e inferior. Eran los tiempos en que se quería medir lo metafísico mediante el fenómeno. Cuando la razón perdió sus filos de tanto repetirse, ya no se habló de la razón pero empezó a invocarse a la ciencia.   Es cuando aparece Bergson, no para sacar la espada y contestar los mandobles denostando a la ciencia sino, para nivelar la ortodoxia y darle toda su brillantez al término genérico que conocemos como cultura occidental. 
Henry Bergson

Durante centurias  el pensamiento grecorromano ha desarrollado, como nadie lo ha hecho en otra parte del planeta, mil tesis y otras tantas contratesis, del pensamiento humano, es decir, del Humanismo. La síntesis de todo esto  es lo que llamamos cultura occidental. El pensamiento europeo no va tonta y a locas dando tumbos en la noche de los tiempos. Tiene una síntesis que de alguna manera todos conocemos. O al menos de la que hemos oído hablar.


Occidente desarrolló la Razón para llegar a la especulación religiosa abstracta y para la especulación filosófica.En La función de la Razón, A.N. Whitehead considera que: "Las grandes civlizaciones asiaticas,india y china, también produjeron variantes del mismo método, pero ninguna de esas variantes alcanzó la perfección técnica del método griego.Sus modos de utilizar la Razón especulativa fueron  efectivos para la especulación religiosa abstracta y para la especulación filosófica, pero fracasaron ante la ciencia  natural y las matemáticas.Los griegos crearon el instrumento definitivo para la disciplina de la especulación." 

Cuando las sectas intelectuales  hacen abstracción del pensamiento universal, y no sólo se encierra esa abstracción en el laboratorio, sino también quiere  encerrar en el laboratorio al espíritu todo, es cuando aparece Bergson. El intelecto y las ciencias avanzan con lentitud  sin agotar nunca  la realidad toda, dice: “La intuición intelectual, en cambio, nos da súbitamente el ser.”

El problema de renunciar  a la metafísica es que hay el riesgo de hacerse dogmático. Y cuando el dogmatismo aparece, se está renunciando a la síntesis, al pensamiento universal. Para caer otra vez en la abstracción: “El intelectualismo de los científicos no se contenta con renunciar a la construcción metafísica: subrepticiamente se ha  ido él también  haciendo dogmático.”

 Y la historia enseña que, cuando aparece el dogmatismo, del color que sea, el pueblo cierra  las puertas de sus casas  porque las calles  se llenan de terror. Por eso Bergson advierte: “No debe confundirse  la ciencia teórica con la moral  ni con el arte.” No sumar subjetivo con fenómeno. 

El genio de Bergson trata de restaurar algo que se ha salido  de balance  y tiende hacia la peligrosa radicalización. No niega ni entorpece la labor científica sino sólo de acabar  con el dogmatismo: “El verdadero espíritu clásico no consistirá en negar, sino en colocar en su conveniente puesto el afán romántico y metafísico.”

Lo que si trata Bergson  es prevenir  contra las seudociencias que, sin pasar todavía el requisito  de medida, experimentación y observación (lógica, análisis y experiencia  sensible), ya están tirando pistoletazos dogmáticos contra un campo  caracterizado por la intuición, el arte y el espíritu. En otras palabras, un campo del conocimiento  que trata  del “fondo último y común a todos los esfuerzos de la especulación, desde los eleáticos hasta el mismo Comte, a través de Platón, Descartes y Kant.” 

Juzgar la fe, con el escalímetro de la fenomenología, es, como dicen en Chamonix, querer sumar bananas con patatas. Bergson lo dice con el gran estilo del Romanticismo, corriente filosófica del siglo diecinueve que es la afirmación del sentimiento  sobre el pensamiento: “La inteligencia no conoce más que selecciones. Es, por lo tanto incapaz de aprehender lo absoluto.”














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