DESCARTES ENCERRADO EN LA DUDA


Descartes es como el joven e intrépido explorador que, para cruzar un río,  después de cuidadosas consideraciones, avanza lleno de confianza su pie hasta la otra orilla con éxito. Pero que después duda en despegar, completamente, el pie de este lado de la orilla.

Ahora es habitante de las dos orillas y el agua de la vida fluye sin cesar bajo sus pies...

Hay que decir que los temas en filosofía son pocos y tarde o temprano vuelven a encontrarse. Pero ahora con los modos de los tiempos que corren.

Toda generación se inclina a poner etiquetas a su tiempo. En la pintura, en la filosofía, en la literatura, en la poesía, etc. Hasta en la escalada de montañas. Aparecen las “escuelas”, las “generaciones”, las” corrientes”, los “movimientos”, etc. Pero los temas siguen siendo (o casi) los mismos.

Se elucubra que el socratismo puede ser un pre cristianismo y el cristianismo un pos socratismo. El senequismo de Séneca un pre pablismo de Pablo y el pablismo un pos senequismo (fueron contemporáneos). Que el agustinismo un pre cartesianismo y el cartesianismo un  pos agustinismo, etc.

El asunto de Descartes es la duda, aunque ahora se aborda el tema con método. El Método.

La duda, el escepticismo, es desde luego lo valioso tanto en la ciencia como en el pensamiento metafísico. Permite seguir  avanzando y derribar paradigmas. Dudar para dejar de dudar.

 En especial en la ciencia donde tiene lugar el devenir, y no tanto en la metafísica donde todo ya está hecho.

Precisamente a Descartes se le considera, por haber dudado, como el iniciador de la filosofía moderna.

El punto de certeza, el yo que piensa, el yo que duda, lo había anticipado San Agustín en Confesiones y en la Ciudad de Dios. Es la revelación de que se existe. No que el pensar sea la causa del existir sino sólo el efecto. Y si hay efecto hay causa. Y así es como Descartes encuentra a Dios.

La duda fue el campus intelectual en el que San Agustín vivió muchos siglos antes que Descartes. Del santo es la frase: “No hay fe más firme que la fe que duda”.

A condición, eso sí, de no pasarse la vida dudando.  Más acá de Descartes, Schopenhauer diría que es necesario considerar con todo cuidado y detenimiento pero, una vez tomada su decisión, cerrar los ojos y lanzarse de cabeza. Así es como hacen los que escalan montañas o cruzan desiertos, los bomberos y los toreros.

Descartes  dudó primero  que el destino del hombre fuera sólo estar encerrado en el racionalismo. Después pensó mucho del irracionalismo.

Conocerse a sí mismo, con todas las potencialidades del hombre, y conocer a los demás, es lo más avanzado que el hombre pudo imaginar. Por lo mismo no pudo ir más allá. No podría conoce más allá de la causalidad.

Otros pensadores llegan a esa realidad, que vemos, considerando el valor didáctico del sufrimiento. Incluida  la angustia de Kierkegaard.  Hasta que el hambre y la miseria golpearon sin piedad,   el estómago de Scarlett Ó Hara, pensó ésta  en sus inconscientes días de felicidad, bonanza y frivolidad que antaño vivía en Tara. Fue una lección inolvidable. Porque en  general se cree que  la salud física y la felicidad nos dejan indiferentes o en la inconsciencia. Hasta que llega el dolor…

La pregunta trascendente de Descartes es si el hombre sólo puede imaginar cosas dentro de los límites del  hombre. Entonces, se dijo, ¿cómo es que alberga en su ser ideas que ya no pertenecen a los límites de lo finito?

La misma revolución nietzscheana, encaminada a superar la presente condición humana, es un testimonio de la mencionada limitación. 

En ocasiones Descartes se pregunta, como tantos otros lo hicieron y lo seguirán haciendo, incluidos los poetas nahuas del México precristiano, si todo esto de la tan discutida realidad sea sólo un sueño. La vida es sueño o los sueños, cuando dormimos, son la vida.

Dice W. Weischedel (Los filosofos entre bambalinas) de Descartes: “con el descubrimiento de la autocertidumbre y con la investigación de la naturaleza del ego no estaba todo concluido aun.”

Si albergamos la certidumbre de que Dios existe es porque existe. ¿Pero cómo probar que más allá de nuestros límites hay una mayor perfección?

Esa sola duda sería ya una prueba  de su existencia: “Descartes responde que sólo el ser perfectísimo puede implantarla en él.” Esta certidumbre irracional hace que, una vez situado dentro de la certidumbre, de la existencia de Dios, 
Descartes vuelva a pensar, pero ahora en sentido inverso camino a la terrenalidad del hombre.

 Weischedel anota: “Amenazadoramente cerca de la certeza de la existencia de Dios se encuentra en la duda…”

Hubo un tiempo,se recordará,  que los filósofos se afanaban en definir qué es un hombre. Encontraron que es alguien que anda en dos piernas y no tiene pelo. Entonces, de manera deliberadamente irreverente, alguien sacaba un pollo hervido sin plumas.

Pero regresando a la formalidad Descartes define al hombre porque éste tiene la facultad de pensar.

Y piensa tanto que hasta puede invertir el sentido de las cosas. De ser un efecto, un producto finito de la causa infinita que es Dios, el hombre llega a pensar que él es la causa y Dios sólo un efecto de su pensamiento.

Es decir, la duda da certeza de la existencia. Y ya cada quien, según su empeño por saber de estas cuestiones, armado de la cultura o de la fe, o de ambas cosas, se abrirá paso entre el laberinto o se perderá. O, impotente, se abandonara en la obligada indolencia.

 La indolencia es la que cubre este mundo tan afanado en conseguir como hacer rendir el miserable sueldo mínimo. O cómo superar el outsourcing que no da seguridad en el trabajo, cuando se tiene trabajo.

Con su Método Descartes quiso despejar el panorama, no revolverlo más de lo que ya estaba, como resultado de la eterna controversia que entre sí se traen los filósofos en su, por otra parte, interesante   e inevitable juego dialéctico, desde los tiempos de Sócrates y Parménides.

Para tal propósito, para despejar el panorama, Descartes dice que la realidad se sustenta en dos sustancias que son cuerpo y alma. Es decir, espacio y pensamiento. Espacio, la sustancia espacial que es el campus de la fenomenología. El pensamiento, el alma,  la sustancia espiritual.
René Descartes




“René Descartes[1] (La Haye, Turena francesa, 31 de marzo de 1596 - Estocolmo, Suecia, 11 de febrero de 1650), también llamado Renatus Cartesius, fue un filósofo, matemático y físico francés, considerado como el padre de la geometría analítica y de la filosofía moderna, así como uno de los nombres más destacados de la revolución científica.”Wikipedia.









W. Weischedel







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