LA IDEA EN EL ALPINISMO


Hacemos el ejercicio mecánico de subir y bajar montañas.

Un viejo japonés, amigo mío, doctor en biología, reía cuando nos encontrábamos en el campo. Él y su grupo recogían muestras de la región.

Señalaba el hecho que nosotros sólo caminábamos. No recogíamos muestras de roca, no recolectábamos hierbas, no buscábamos tesoros, no sembrábamos nada, no descubríamos continentes, no levantábamos planos topográficos… 
CAMINAR  EN EL DESIERTO

Más aun, en ocasiones dejábamos el plácido sendero y optábamos por el lado más difícil de la montaña…

Nada de eso tenía sentido. Para él atrapar esferas de jabón, con las que juegan los niños, tenía más coherencia que buscar la esencia del ejercicio mecánico nuestro.

“Caminar, sólo caminar-decía tras su enigmática sonrisa asiática- no tiene caso”

Le decíamos que la idea de llegar a la cumbre era precisamente  la idea de caminar. Más se reía. ¿El caminar tiene idea? Sabía que caminar tiene propósito, ya sea consciente o inconsciente, pero no idea.

Y nosotros, al llegar a la cumbre, en efecto, nada recolectábamos.

Nadie nos pagaba por esto y en cambio teníamos que  pagar todo, trasporte, equipo, comida, dejar de ganar dinero durante el tiempo que estábamos en la montaña, etc.

Era lo más ilógico. Y, en efecto, el asunto se trata de lo ilógico.

También los del gimnasio hacen ejercicio y no tienen que ir hasta la montaña. No me creía cuando le decía que nuestro ejercicio difería  del ejercicio del gimnasio. No buscamos la realización estereotipada como sería bíceps abultados, espaldas anchas y cintura angosta.

Para nosotros quemar calorías era una consecuencia secundaria (nada despreciable, por cierto), de la búsqueda de la esencia del ejercicio.

 Tampoco buscábamos al unicornio que, sabido es, siempre escapa a las miradas de la gente.
CAMINAR EN EL CAMPO

Buscábamos, y encontrábamos, en cada paso, literalmente, en cada paso, la sensación de plenitud del hecho del ejercicio mecánico de caminar. Nada más.

“La plenitud del ejercicio mecánico de caminar- más reía-.El invierno pasado caminaron ustedes más de cien kilómetros atravesando el desierto de Altar y, ¿qué recolectaron?”

Nada, sólo caminamos. Rectificación: trajimos una gran deshidratación, arena en las pestañas y hasta en los calzones.

Sólo movía la cabeza y se retiraba riendo.

Tiempo después que mí amigo,  por su edad, era llevado en una silla de ruedas, me confesó que creía entender por fin el afán que tienen los montañistas de caminar.Siempre fue un hombre fuerte pero ahora  miraba sus piernas impotentes:

 “Buscan la libertad.  Empezando por la libertad de los movimientos mecánicos, para realizar la búsqueda de la condición psicofísica, si así quiere llamarse  a la libertad espiritual- dijo y agregó:-En la inmovilidad de esta silla comprendo que caminar es una cosa y también es una idea.Pero no puedo llegar a la idea si no camino.Aunque no todos los que caminan  tiene conciencia de la idea,sólo caminan....Semejante al que escribe.Escribir es una cosa pero sólo es el vehículo de llegar a la idea  sobre lo que está escribiendo"

Sí, eso o, si se prefiere, “la figura interna de nuestra vida anímica” (H. Nohl)

La última vez que lo vi, hace veinte años, me dijo: Sigue caminando, no esperes a estar postrado en una silla de ruedas para que comprendas, hasta entonces, el inmensurable valor que tiene el “simple” hecho de caminar”.

Nos despedimos. No sabíamos que era la última vez que nos veíamos. Recuerdo sus últimas palabras:

“Tú lo supiste siempre, cuando nos cruzábamos en al campo. Yo era el que…”

No lo sabía. Sólo lo intuía.










































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