RECORDANDO A SÉNECA


 

Ni me diga-dijo el médico mientras estudiaba a contraluz la radiografía de mis pulmones-.Aquí está la historia de su vida. ¿Cuántos años hace que no fuma?

-Cuarenta.

-¿Cuánto años fumó?

-Veinticinco. Empecé a los quince.

Era un médico platicador que daba confianza. No regañaba, sólo comentaba la evidencia en los cloruros de plata, sin dejar de ver la placa  del tórax.

-Por más que nos dicen: No hagas esto, lo hacemos. Cuando comprendemos el daño ya está hecho. ¿Le dijeron sus padres del daño que es fumar?

- Creí que me estaban asustando, nada más. Tenían unas ideas muy anticuadas.


PADRES CON IDEAS ANTICUADAS
Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich, 1968
-¿Cuándo le pega más la tos?

-Por la noche, al acostarme.

-¿Siente que se agita, que a sus pulmones no llega suficiente  aire?

-Algo.

-A lo que se puede aspirar  a estas alturas es lograr una calidad de vida buena, o no tan mala.

El médico, de unos setenta años de edad dijo:

-La mayoría de los enfermos que viene a consulta, por tos crónica, tienen nuestra edad, ¿esto le dice algo?

-Sí. Las películas que se filmaban en esa época… sus personajes se la pasaban fumando en todo lo que duraba el film. Eran nuestros paradigmas y también nosotros fumábamos.

-Ahora hay que agregarle lo de la contaminación ambiental.

Al final ya habíamos entrado en confianza, de comunicación fácil y sin rodeos. Me dio una buena noticia.

-Su enfermedad es mortal. Algunos la conocen como EPOC. La noticia buena es que es muy lenta y, a su edad, usted se va a morir de otra cosa, no de esa.

-Gracias, doctor, que susto me llevé.

Al marcharme me sentí aliviado y con un hato de frasquitos, de “chochos”, llenando mi ligera mochila alpina de “ataque”.

Casi estuve a punto de reír porque esa madrugada, después de un acceso de “tos vieja”, de esas que te quitan el sueño, mejor me había puesto leer, en el libro que alcancé, al azar, Kant tiene un remedio contra la tos. Su método es sumamente sencillo: no pensar que se tiene tos. No me dio resultado.

 Otro. Eran  Tratados filosóficos, de Séneca. Leí: “Recordemos las numerosas faltas que cometimos en nuestra juventud, deberes mal cumplidos, expresiones poco meditadas, excesos en la bebida. ¿Se nos castigó por eso? Dejemos al irritado el tiempo que necesite para conocer su falta, él mismo se corregirá, se castigará a sí mismo. ¿Qué necesidad tenemos de llevar la cuenta de sus actos?”

Como sea, me felicité porque la placa había sido sólo del tórax. De haber abarcado los riñones y el hígado, el médico se habría dado cuenta de los ríos de cerveza que pasaron por ahí. Más bien tsunamis.

A lo mejor se dio cuenta, ¿por eso dijo que de aquello no alcanzaría a morir pero, de otra cosa sí?

De todos modos no le creí todo lo que me dijo. ¿Saben por qué? Al despedirnos me señaló que aquello era un tratamiento, no algo definitivo. Me dio cita para el mes siguiente.

Eso es, me dije, trató de asustarme para no soltarme como cliente, no como paciente. Después de todo, es un consultorio costoso, casi de lujo y alguien tiene que pagar su renta.

Mejor me voy a caminar por las montañas. Aire limpio, esfuerzo vivificante. Sí, eso ha de ser, quiso asustarme…

 
SÉNECA

“Lucio Anneo Séneca (Latín: Lucius Annæus Seneca), llamado Séneca el Joven (4 a. C. – 65) fue un filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moralista. Hijo del orador Marco Anneo Séneca, fue Cuestor, Pretor y Senador del Imperio Romano durante los gobiernos de Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, además de Ministro, tutor y consejero del emperador Nerón.”WIKIPEDIA

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario