C.S.LEWIS, EN BUSCA DEL MÉTODO PARA LEER


 

El valor que tiene la literatura es cuando se lee, dice Lewis, de otra manera la literatura no pasa de valor potencial.

Como de niños vamos a la ciudad sagrada de Teotihuacán. Subimos, bajamos y corremos. Pero su historia y sus valores vitales nos son ajenos. Sólo vemos una arquitectura que tampoco sabemos descifrar.

Sentimos la necesidad de encontrar la manera de conocerla. La historia humana, la lectura ideográfica de sus paredes, la arqueología y sobre todo la filosofía nos lo dirán.

Así con el anaquel lleno de libros que tenemos en casa pero que no abordamos.

 “Lo que necesitamos es un método que nos aparte de la literatura potencial, abstracta, para situarnos en el centro mismo de su actualización”, agrega Lewis en  La experiencia de leer.

Tener libros en casa es una fascinación difícil de explicar. Con todo el polvo que les cae todos los días, ahí están. Resistiendo. Como aquella olla de miel con antigüedad de mil años que se encontraron los arqueólogos en Egipto. La miel resistió todos los virus patógenos que le llegaron en ese tiempo.

Yo tenía en casa una docena de libros con obras de los grandes como Shakespeare, Platón, Copleston, Margaret Mitchell,  Tolstoi, Séneca, Ibsen, Santayana, Goethe, Cervantes, etc. No sabía pero en alguna parte había escuchado que estos eran “los meros, meros”.

Pero en mi caso se trataba de una ingeniosa obra de artesanía porque en realidad eran botellas de licor en cubiertas de libros que no eran libros. Eso sí, de piel y con letras de oro.

Con el tiempo hice una cava y puse las botellas en su lugar y substituí las falsas portadas por los libros reales. Pero resultó lo mismo, tampoco los leía.

 Sólo pensaba, cuando los veía de reojo: ¿Cuántas cosas pensaron y escribieron esos autores a través de los siglos? ¿Por qué escribieron? ¿Para qué escribieron? ¿Para quiénes escribieron? Y las preguntas seguían en los modos que hacen los periodistas cuando escriben sus notas.

Me pareció que el precio de los libros, conforme los iba adquiriendo, era elevadísimo. Alguien me señaló que cualquier botella, de mi cava, costaba más que dos de aquellos libros. Fue cuando pensé que mi pueblo, tal vez en un noventa por ciento, no gasta en medicina preventiva para el cuerpo, sólo en la correctiva, que es mucho más cara. Así con la cultura.
El Roto, Dibujo tomado del diario El País, España, 11 de junio de 2016

Los libros sólo estaban ahí. Como cuando en la pared de la sala se tiene la cruz. Sólo es una imagen. Pero una imagen que, como los libros en el estante, se niegan a desaparecer. Sólo esperan…No tienen prisa.

¡Alguna vez se podrá ver más allá de la imagen! Están en otra dimensión del tiempo, de ese tiempo mensurable   que nosotros conocemos. ¡No tienen prisa! Si esta generación no les hizo caso, tal vez la que viene o la que le sigue. ¡No tienen prisa! Algunos están en las reservas de las bibliotecas, llenos de agujeros de las polillas, pero ahí están.

Si leer fuera sólo una afectación esnobista, para aparentar ser lo que no se es, ya sería ganancia. Se estaría en la práctica del imitar, de hacer, de leer. Pero no leer ni siquiera  llega al esnobismo.

No leer de cultura tiene repercusiones catastróficas nacionales, semejantes o peores,  como el hecho de no querer vacunarse contra la influenza estacional.

Basta con asomarse por la ventana para ver que un pueblo que no cuenta con vacunas culturales es un pueblo enfermo que, por lo tanto, no está en condiciones de sostener a su Estado en condiciones  terapéuticas.

Por interese propio de la nación, para la edificación, o en su caso contrario, para su ruina, H. Bergson anota: “El que conoce a fondo su lengua y la literatura de un pueblo no pude ser completamente su enemigo.” (Las dos fuentes de la moral y de la religión)

Santayana escribiendo y leyendo

Dibujo tomado del diario El País
de España
Mucho del conflicto humano, tanto entre los individuos como entre los grupos o naciones, nos dice Leibniz (siglo diecisiete) en su obra El entendimiento humano, está en el desconocimiento de la literatura:

“La mayor parte de las sectas de la filosofía y de la religión las han introducido para sostener una opinión extraña o para ocultar algún lado débil de sus sistemas…Si examinásemos más a fondo las imperfecciones del lenguaje, la mayor parte de las disputas terminarían por sí mismas, y el camino del conocimiento y quizá de la paz estaría más franco a los hombres.”

 Es cuando llegan las palabras de Lewis: lo que necesitamos es un método que nos aparten de la literatura potencial. Como potencial, es cierto, se puede dar la lectura, pero en tanto no se dé es no-literatura. No existe.

A nivel general nadie ha encontrado el método que haga que el pueblo todo, todo el pueblo (por qué alguien tendría que quedar excluido), lleve a todas partes el libro y lo lea.

Como se lleva en la actualidad en la mano el teléfono celular que, por ir viendo su mensaje, no sólo los conductores de vehículos chocan sino hasta peatones que van leyendo el mensaje deben ser esquivados en la banqueta porque  no hacen caso por dónde caminan.

El binomio tecnología-mercadotecnia encontró el modo, el método, que ese “milagro” sucediera. Llenó una necesidad de la gente que es comunicarse, para lo sustantivo o para lo banal, pero comunicarse.

Los libros también comunican los sustantivo y lo banal, pero es otro modo que no le ha llegado al pueblo todo. Y los que saben de esas cosas de la pedagogía no han encontrado la clave para descifrar el misterio.

 Individuos de todas las clases sociales llevan su imprescindible,  y muy útil, celular en la mano,  o a la mano. Así se trate del país, pueblo o individuo de lo “más precarista”, hasta el indigente que duerme en el parque, o el menesteroso que pide limosna y busca entre la basura, todos lo llevan.

Ese es el método que busca Lewis para la lectura cuando reitera: “Los libros que están en un anaquel sólo son literatura potencial.”

Entre tanto se encuentra ese “milagro”, ese método, los libros esperan…

 
Lewis
“Clive Staples Lewis /klaiv steɪplz 'lu:ɪs/ (Belfast, Irlanda del Norte, 29 de noviembre de 1898-Oxford, Inglaterra, 22 de noviembre de 1963), popularmente conocido como C. S. Lewis, y llamado Jack por sus amigos, fue un medievalista, apologista cristiano, crítico literario, novelista, académico, locutor de radio y ensayista británico, reconocido por sus novelas de ficción, especialmente por las Cartas del diablo a su sobrino, Las crónicas de Narnia y la Trilogía cósmica, y también por sus ensayos apologéticos (mayormente en forma de libro) como Mero Cristianismo, Milagros y El problema del dolor, entre otros” WIKIPEDIA.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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