UNA EXCURSIÓN A LOS BOSQUE DE SANGRI-LA


 

Un hombre de ochenta años de edad va a ser un libro abierto de cómo llevó su vida. No es necesario oír el veredicto del geriatra, se ve en su cara y su manera  de caminar. En su mirada apagada.

¡Del modo de hablar, si todavía Alzheimer no lo visita. ¡Y de cuántas pastillas, por prescripción médica, toma al día!

Artículos publicados recientemente en periódicos, y re vistas especializadas, han tomado el tema llamado la polimedicación.

No es que la ciencia médica se equivoque, sucede que cada médico, según su especialidad, receta lo que considera que el enfermo necesita. Si se trata de cinco patologías, esa va ser la cantidad de pastillas que va tomar al día, por lo menos.

Las clínicas, los hospitales, están saturados y los médicos (mal pagados, por cierto, y no con puntualidad), hay que aceptarlo, no pueden hacer como si sólo atendieran a dos o tres “pacientes” al día.

Cincuenta  años atrás, como dicen en las películas, este individuo eran un deportista de tiempo completo, por decirlo así. Jugaba tres partidos de futbol a la semana, nadaba, se levanta a correr  a las cinco de la mañana y hasta participaba en maratones: Ciudad de México, Nueva York, Tokio… Los hábitos patológicos “propios de la juventud”, según se estilaba entonces en las películas del extranjero, y que la sociedad mexicana  se apresuró a imitar, fumar, copetines y desveladas, no hacían estragos.

Del libro Técnica Alpina
de Manuel Sánchez y Armando Altamira,
UNAM 1978
A los treinta y cinco años de edad dejó de hacer ejercicio. En México se practica deporte, por salud, (amateur) de los quince años de edad a los treinta y cinco. A partir de ahí ¡cero! Las excepciones no hacen estadísticas. Sólo quedaron los hábitos patológicos…

Lejos del bosque, del sol, el aire, el frio y la lluvia, nos volvemos mentalmente, y físicamente, blandengues. Muchas horas en la sombra de la casa, nos priva de la vitamina D, por ejemplo.

“El doctor Serra se topa con muchísimos mayores carentes de vitamina D, fundamental para paliar la osteoporosis. Es una población que está menos expuesta al sol, imprescindible para la síntesis de esta molécula tan necesaria para combatir  las temidas fracturas y la debilidad muscular.”

(El País, sábado 13 de abril de 2019, Pág. 24.De un reportaje de Ana Alfageme, con título: Tantas pastillas perjudican seriamente su salud.

Llega el sobrepeso y con ello  un rosario de enfermedades.

Conocemos algunos montañistas octogenarios que no dejan de echarse la mochila al hombro y se van bosques arriba, con alguna frecuencia. No están exentos de tomar las píldoras, pero distan muchos de ese cuadro patológicos de la gente que no sale de la moderna ciudad llena de cosas que nadie necesita. Y esas pastillas, según el artículo referido, menos que nada se necesitan, salvo las que el medico deje de la polimedicación.

Deberíamos haber empezado esta nota de otra manera, con lo principal, con lo sustantivo: ¿Cuál es el precio por no frecuentar la soledad terapéutica de los bellos amaneceres en las montañas?


Alto es el precio a pagar si se aleja de estos
amaneceres en la montaña.
De libro citado.
En el  desván hay dos bolsas llenas con medicinas de tratamientos abandonados. Ya no sirven esas medicinas para  llevarlas al dispensario más cercano, ¡están caducadas!

Esas bolsas de medicinas abandonadas es el testimonio de una gran soledad patológica. ¡El medico sí me atiende, el medico sí me hace caso! En casa el viejo sólo es un mueble   abandonado, por ahí, en algún rincón. ¡Cada ida al medico se le toma en cuenta como ser humano!

Nuestra facultad imitativa de la Naturaleza para vivir, y sobrevivir, en tiempos remotos, nos hacía parecernos a las rocas, a lo árboles, por eso que se llama mimesis.

Amanecer en la Sierra de Pachuca Hgo.
Foto de Omar Altamira Areyán 12 abril 2019
 
Como la mimesis sigue funcionando, ahora nos parecemos más a los semáforos, a los edificios. Ya no hablamos con el viento ni dialogamos con la lluvia. Hablamos con  el celular. Y la televisión exige sólo ver y callar, pero no opinar.

Los dioses, desde detrás de las nubes, nos ven que nos quejamos, amargamente contra el cielo, de nuestros dolores, mientras vemos la comedia de la tarde, sentados en frente de la televisión, y comiendo chetos...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario