J.WAHL ¿POR QUÉ NO TODOS PODEMOS LEER LA DIVINA COMEDIA?


 

Porque la Divina Comedia es  mucho más que una cosa.

El modo de ser y el contexto lo harán posible, o no.

Primero el ser y luego hacer. Dos hombres ven a una muchacha.  A uno le gusta y al otro no.

Dos muchachas entran a una zapatería y en su adquisición se ve que no tienen el mismo gusto.

Dos que caminan  por deporte uno decide ir a la montaña y el otro prefiere cruzar el desierto.

De vivir en  un país donde hay libertad se hará según es el sujeto. Leer a Dante, por ejemplo.
Grabado de Doré
 
Se entiende que no se está hablando aquí de transgredir las normas del lugar ni de dar rienda suelta a impulsos patológicos. En tiempos que corren eso hay que dejarlo bien establecido.

El tema es el sujeto y la cosa. De cómo el sujeto cobra conciencia de sí mismo cuando está en presencia de la cosa.

La cosa: A la vez la cosa en su naturaleza material, sirve para que el sujeto se conozca a sí mismo: “La existencia del objeto en un estado, y la existencia del objeto que se resiste.”

Jean Wahl. Introducción a la filosofía.

Es lo que se llama una situación antitética. Por raro que esto parezca es lo que  vivimos a cada momento dentro de nuestro día.

Es la inercia de estará acostado y el esfuerzo que se necesita para levantarse. Incluso al revés. Estamos acelerados por la actividad del día que cuesta  parar y echarse a dormir. Abrir un libro para leerlo requiere de un esfuerzo. Pero cerrarlo, cuando es una  lectura cautivadora,  también cuesta trabajo.

 Lo antitético está siempre presente. Subir a la escalera, ahora bajar. Anochece, amanece. El famoso postre dulce después de la comida con sal…

En la literatura lirica ha tenido una gran difusión ideas románticas como “La montaña nos permitió”, ”La montaña se vengó”.

Es una bonita manera de referirse a la resistencia que se encuentra para realizar la ascensión. Y que ha dado lugar para imaginar grados de dificultad que opone la montaña para ser escalada. ¡Todo en un terreno de lo subjetivo!

En otras palabras, la lectura de La divina comedia para algunos será accesible, otros encontrarán dificultad pero la leerán y otros jamás podrán.

¿Qué tuvo que ver en esto la obra en sí? Fueron la disposición natural, a la vez que la preparación del lector, su contexto familiar, los que hicieron posible su lectura, o no.

 ¿Contexto familiar?

 Decir contexto  social es echarle la responsabilidad a la escuela, a la gente y también al Estado. Alguien (que no recordamos su nombre pero muchos lo han repetido) dijo alguna vez una cosa disparatada pero que parece no estar tan loca: a la escuela no se va aprender nada, que no se haya  aprendido en casa, al menos en nivel  propedéutico, ya informado  o empírico, previo a la metodología del aula.

Ahora que si en el hogar no ha tenido orientación debida, por parte de los padres, entonces no hay por que quejarse de lo que "mundo" pueda colgarle. 

 “Así podría definirse-escribe Wahl-la existencia por la resistencia. La existencia del objeto que resiste”.

Descartes  diría: "Encuentro resistencia para subir esta montaña, luego existo". "Encuentro resistencia para leer La Divina Comedia, luego existo."

Pero el hecho que importa destacar no es el verbo sino el sujeto. Yo fui el que eligió ir a aquella montaña, comprar estos zapatos y no aquellos. ¿Por qué elegí estos? Porque así soy yo, yo no soy aquel.

Cuando se tiene conciencia del asunto  parece una cuestión por demás obvia. Empero, más de un pensador tuvo que bregar  fuerte para  llega a esa conclusión "obvia", anota Wahl:

 “Jasper ha llamado la atención sobre el hecho, ya percibido por Kierkegaard y Nietzsche, de que la existencia es elección. Pero esta elección está determinada por el dato que soy yo.”

Y aquí llegamos al drama del hombre moderno, engarzado en la cadena de producción en serie, que debe hacer lo que el Estado, o la empresa privada, necesitan, no lo que él quiere.

Sin embargo, en el fondo es un gran drama de humo porque el hombre se ha circunscrito a lo necesariamente útil para pasar el día.

Se ha olvidado de la esencia de las cosas. De la lectura de libros, de la sala del museo, de la música, de la ociosidad terapéutica (lejos del reloj y del celular), del teatro, y sobre todo, se ha apartado tajantemente de ir  a caminar a los bosques y los desiertos.

Cuesta trabajo imaginar a Vivien Leigh y Clark Gable, en Lo que el viento se llevó,  comunicándose por teléfono celular al principio de cada escena, como es ahora con las series y las películas donde el celular pasó a ser el actor principal. 
 
En estos tiempos en los que más de un distinguido  ciudadano del mundo está agazapado en el  rincón más apartado del planeta para esconderse de la ficha roja de la Interpol, que lo busca, bueno es recordar las palabras de aquel pensador estadounidense que se autodenominó a sí mismo como el “filósofo más vejestorio”: Jorge Santayana.

 Caminando desapaciblemente por las calles de Roma, en los últimos años de su vida, solo, sin guardaespaldas ni abogados que le estén gestionado amparos para evitar ser encarcelado:

“Me agrada deambular entre las cosas hermosas que adornan el mundo, pero me aparto de la riqueza privada, o de cualquier tipo de posesiones personales, porque me quitarían mi libertad.”

Deambular por las calles, después de las horas de la fábrica, en fin de semana o vacaciones, sentarse en cualquier banca del parque, a leer La divina comedia. Ahora es accesible a pocos en esta era de la distracción.

El hombre moderno se ha olvidado de lo que los antiguos llamaban el espíritu de las cosas, y se ha quedado nada más con las cosas.

Esa es la respuesta:  La Divina comedia no es una cosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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