FEDON, DE PLATÓN


 

Está prefigurada la cultura occidental, en un noventa por ciento, en esta pieza de Platón.

Lo que aquí se dice  es en el último día que Sócrates permanece en la celda de la prisión de Atenas antes que caiga la noche, hora en que debe tomar el veneno.

Dante se apoyó en el Fedón. Los lugares y sus  nombres de Aqueronte, Laguna Estigia, y Cocito son del Fedón, de Platón. Su guía es Virgilio, personaje de la antigüedad romana 70 años antes de Cristo.

Fedón es el nombre de uno de los once amigos de Sócrates que lo acompañaron los últimos días en la cárcel. El tema central de la pieza es el alma.


Alma
Es la gran trasmisora de conocimientos
 a generación y  generaciones  de humanos de la Hélade.
Pablo de Tarso, poseedor de una buena educación, no sólo judía sino también de la Hélade, ciudadano romano por añadidura, sabía lo que hacía. Se fue a las poblaciones griegas a “hacer llover sobre mojado.” Hablaba desde las sinagogas ya helenizadas. Debió tener presente el Fedón de Platón (427 a C ), escrito cinco siglos antes.

Aun cuatro  siglos es tiempo más que suficiente para que las ideas de calidad, crucen los mares en barcos de vela, y atraviesen desiertos a lomo de camello.

El Fedón contiene temas perfectamente meditados y desglosados por Sócrates. La existencia del alma, sustancias eternas, la equidad, de la belleza, el amor, la amistad, lo material, lo espiritual, la devoción en la divinidad, la decadencia del cuerpo, la inmortalidad del alma, la resurrección del cuerpo con su alma en una instancia metafísica…

En un tiempo,  que se pierde en el pretérito, surgieron estos temas en embrión con los pensadores griegos  conocidos como Presocráticos.

Durante siglos se  consideró y reconsideró estos temas  hasta que llegaron  los tiempos del Sócrates platónico.

Todo un sistema filosófico, vigente a través de los siglos, el de Platón, queda  tanto explícitamente, como tácitamente, expuesto  cuando Sócrates se refiere a las instancias, metafísicas, en las que los humanos, con sus almas,  deben comparecer ante las divinidades para dar cuenta de sus actos en cuantos mortales.

Otros pueblos tienen sus normas  de vida en libros, tablas y códices. La manera son imperativos categóricos. Sócrates prefiere el diálogo mayéutico. No impone un deber. Con los once que lo acompañan en su último día de vida, reunidos en la celda, buscan la causa final de la existencia. Sócrates no es el legislador punitivo, es un paradigma.

Eran doce filosofos que acompañaban a Sócrates pero al parecer Platón estaba enfermo y no asistió. O no pudo resistir ver morir a su maestro.

Entre otros temas les dice que,  por la sanción suprema de la ley moral, el filósofo y el justo serán admitidos de  participar en la naturaleza de los dioses.

En cambio los malvados estarán privados de la vida bienaventurada en el Hades. Sócrates les dice a los once:

Purgatorio...

“Dispuestas así las cosas por la naturaleza, cuando los muertos llegan al lugar al que los ha conducido su guía, se les somete a un juicio para saber si su vida en este mundo ha sido santa y justa o no.

“Los que no han sido ni enteramente criminales ni absolutamente  inocentes son enviados al Aqueronte, y desde ahí son conducidos en barcas a la laguna Aquerusia, donde habitan sufriendo castigos proporcionados a sus faltas, hasta que, libres de ellos, reciben la recompensa debida sus buenas acciones”

 

Paraíso…

“Pero los que sólo han cometidos faltas que pueden expiarse, aunque sean muy grandes, como haber cometido violencia contra su padre o su madre o haber quitado la vida a alguno en el furor de la cólera, su vida, son sin remedio precipitados también al Tártaro; pero trascurrido un año, las olas los arrojan y echan a los homicidas al Cocito, y a los parricidas al Piriflegetón, que los arrastra hasta la laguna Aquerusia. Allí dan grandes gritos, y llaman a los que fueron asesinados y a todos aquellos contra quienes cometieron violencias, y los conjuran para que les dejen pasar la laguna, y ruegan se los reciba allí. Si los ofendidos ceden y se compadecen, aquellos pasan y se ven libres de todos los males; y si no ceden son de nuevo precipitados en el Tártaro, que los vuelve a arrojar a los otros ríos…”

 
Walpurguis, de Fausto

Infierno

“Los que se consideran incurables a causa de lo grande de sus faltas y que han cometido muchos y numerosos sacrilegios, asesinatos inicuos y contra la ley y otros crímenes semejantes, el fatal destino, haciendo justicia, los precipita al Tártaro de donde no saldrán jamás”
 

Hasta  sus últimas palabras, Sócrates declara que va al Hades, donde ya no hay que preocuparse por los requerimientos sensatos e insensatos del cuerpo, mediante el enigmático recordatorio que le hace a Critón: “Debemos un gallo a Asclepio”.

Se trata de un  sacrificio, en acción de gracias, al dios de la medicina que libra de todos los males de la vida mediante la muerte.


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