LA BRUYÉRE: ¿PARA QUÉ SIRVE LA FILOSOFÍA?


 

Lo que es el diclofenaco para sobrellevar los dolores del cuerpo, es la filosofía para la condición anímica del individuo.

Imaginemos un mundo sin diclofenaco. Ahora  imaginemos al mundo sin filosofía.

La filosofía es como la paleontología o cualquiera de las disciplinas académicas. Primero hay que leerla con atención, después ir al campo a ponerlas en práctica.

Como hacen los príncipes de Las mil y una noche, disfrazarse de mendigo, mezclarse entre la gente del mercado para conocer de primera mano qué es lo que necesita el pueblo de su reino o de qué defectos adolece. Si ya perdió el rumbo reorientarse con la brújula metafórica de los viejos libros de filosofía.

Si ya perdió el rumbo reorientarse con la brújula metafórica
de los viejos libros de filosofía.

Dibujo tomado del libro
Técnica Alpina de Manuel Sánchez y Armando
Altamira.
Editado por la Universidad Nacional
Autónoma de México,1978
 
 
Sus colaboradores cercanos, por ignorancia o por intereses propios, pueden estarle falseando la realidad. O por adularlo y hacerle creer que es un gobernante sabio.

Esos príncipes se encontraban conque tanto las leyes civiles, como los cánones de  la Iglesia, hablaban en imperativos categóricos. Esto porque en el pueblo hay  mil necesidades y otras tantas aspiraciones  genuinas que resolver. Pero otros malandrines  que detener.

La Bruyére, Los caracteres:

“Quien se mezcle entre el pueblo y escudriñe en la provincia, hace presto, si tiene ojos, extraños descubrimientos, ve cosas que son nuevas para él, y las cuales ni siquiera remotamente podía sospechar; avanza por medio de continuas experiencias en el conocimiento de la humanidad.”

El príncipe más sabio encontraba en sus indagaciones de “infiltrado”, como ahora se dice, que todo eso que había observado era él. En otras palabras, que lo que había leído en los libros no eran descubrimientos sino una descripción de cómo es el príncipe. Si el príncipe era corrupto o si era sabio….Como fuera, él era el paradigma a emular.

El Estado, o el reino, que él quería gobernar con sabiduría era él. Ahora ya conoce qué hacer para conocerse  él mismo: leer y leer los viejos libros de filosofía.

¿Por qué los viejos libros de filosofía? Porque cuando lea  los nuevos encontrará  que se parecen en mucho a los viejos. Pero que  todos, nuevos y viejos, buscan la manera   que el humano  sea feliz a través de conocerse y, en consecuencia, poner el remedio.

¿Filosofía? ¡La gente va a decir  que eso es ridículo? Pregúntales: ¿Es ridículo tomar diclofenaco?

“Muy lejos de asustarnos ni de sufrir el más leve bochorno porque nos llamen filósofos, reflexionemos que a todas las personas conviene una fuerte dosis de filosofía; su práctica es útil a todas las edades, sexos y condiciones: Ella nos consuela de la dicha ajena, de las indignas pretensiones, de los fracasos, de la decadencia de nuestras energías o de la perdida de nuestra belleza; nos vigoriza contra la pobreza, la vejez, la enfermedad y la muerte, contra los necios y los chistosos de aviesa intención: y nos enseña a vivir sin una mujer, o nos hace soportar a aquella con quien  vivimos.”

Sobre todo conviene a la mujer leer de filosofía. Así sabrá que el mundo real, que los hombres construimos,  no es el mejor de los mundos.

La mujer de la etnia había logrado ese mundo casi idílico permanente, pero llegó el liberalismo moderno y se lo descompuso, al grado de  considerar   a la mujer como un producto desechable.

 

La Bruyére
 
Jean de La Bruyère (París, 16 de agosto de 1645-Versalles, 10 de mayo de 1696) fue un escritor y moralista francés.
La Bruyère se hizo célebre con una sola obra: Les Caracteres ou les Moeurs de ce siècle (1688). Compuesta por un conjunto de piezas literarias breves, constituye una crónica esencial del espíritu del siglo XVII.

La Bruyère fue uno de los primeros escritores en servirse del estilo literario, desarrollando una frase rimada en la cual los efectos de ruptura son preponderantes. Este estilo invita a la lectura del texto en voz alta, otorgando a esta actividad un estatus de juicio moral. Muchos escritores siguieron el camino estilístico iniciado por La Bruyère: Marivaux, Balzac y Proust, pasando por André Gide.

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