SAN AGUSTÍN, CIUDAD


 

Ciudadano. ¿Pero de cuál ciudad?

¿Jerusalén, Ciudad de Dios? ¿Babilonia, Ciudad del Diablo?

“Que cada uno se pregunte a sí mismo a quién ama y averiguará de cuál de esas dos ciudades es ciudadano”, dice san Agustín. (Confesiones)

Dos ciudades es una alegoría  para referirse al bien y al mal, que se “maneja” en filosofía y en teología.

 Pero también es una realidad material inmediata que tenemos en la fábrica, oficina, partido político, hogar, sindicato, club deportivo, etc.

Y aquí es donde es necesario proceder con seriedad para no enredar las cosas: Los hombres buenos y los hombres malos están en todas partes. No se dan en blanco y negro, los buenos por aquí y los malos por allá. Aun en las cárceles hay hombres buenos, inocentes del delito imputado, junto a los malos. Y en las iglesias hay ministros malos como los malos   de las cárceles.

No  de la manera en que  se vistan los hombres o a qué institución pertenezcan. Es cómo actuamos. Es lo que dice san Agustín: “Que cada uno se pregunte a sí mismo a quién ama y averiguará de cuál de esas dos ciudades es ciudadano.”

El paganismo, al menos hasta Cicerón, metía a las dos ciudades en una sola palabra: sabiduría (entonces a la sabiduría  no se le daba el carácter exclusivamente epistemológico).  “La cual-decía -según la definición de los antiguos, es la ciencia de las cosas divinas y humanas.”

Cicerón, senador romano, una autoridad en el ejercicio del poder, y conocedor de la pasta humana, hace referencia, en  su modo pagano, a esas dos ciudades (las llama virtud y vicio) a las que dos siglos más tarde se referiría san Agustín:

“Más si esta grandeza de ánimo (seguía diciendo Cicerón a sus esforzados romanos) que se muestra en los trabajos y peligros no está acompañada de la justicia, y sí se interesa por asuntos particulares en lugar de emplearse en servicio del bien común, no es virtud sino vicio.”(Los oficios, libro I, Cap. XIX).

La “declaración patrimonial”, que en el siglo veintiuno tanto se les exige a los políticos, se refiere a la vigencia de lo que decía Cicerón: “asuntos particulares”.

La figura del Purgatorio, que nos dice Dante, está habitada, temporalmente, de individuos que no pasaron la prueba de la pureza, ni siquiera la de templanza. Pero que no fueron irremisiblemente malos. Al modo de san Agustín.

El que conoce la biografía de san Agustín sabe, él mismo lo confiesa, que fue ciudadano de las dos ciudades. Con su ejemplar vida, el santo nos dice que es malo ser malo, pero más malo es quedarse como malo.


Fueron habitantes de las dos ciudades,
pero en algún tiempo, no físico, saldrán a la luz
Jesús mismo, en su avatar de pastor, se dedicó a buscar ovejas que se le habían salido de la Ciudad Celeste. No eran bestias sin razón. Eran ovejas muy valiosas.

Con más de 5 mil años de antigüedad la Babilonia histórica (más bien prehistórica) ni siquiera los arqueólogos apenas saben dónde quedaron las ruinas, se cree que un poco más al norte de Ur.

Formidables trabajos de exploración arqueológica de Academia se han emprendido por varios gobiernos de distintos países, en especial por Inglaterra y Estados Unidos     

Trabajos de exploración  arqueológica en Ur,
foto tomada de Internet.
(De Ur, doscientos kilómetros al sur de Babilonia, se tienen estos datos que deben darnos mucho acercamiento, en  costumbres y antigüedad, con la Babilonia que estamos considerando. 5  mil años, y un poco más, tiene de haberse fundado Ur, la ciudad formal más antigua que se conoce en aquella parte del Oriente Medio. A sus habitantes originales se les conoce como caldeos y súmeros o sumerios. Ur fue asiento de una de las grandes culturas(parece que la primera)  con tres mil años  antes del cristianismo.  

Mr. E. Taylor,  cónsul ingles en Basora, fue quien descubrió a Ur. Eso tuvo lugar en 1854. Las investigaciones de más alcance en ese entonces, como Woolley escribe en su valioso libro: Ur, La ciudad olvidada de los caldeos, se efectuaron entre 1922 y 1929.Los trabajo los  llevaron a cabo  la expedición patrocinada por los museos Británico y de la Universidad de Pennsylvania).

¡Ni siquiera se sabe todavía la composición geoquímica de los ladrillos de sus palacios, pues de Babilonia el tiempo no dejó “piedra sobre piedra”! Con ser la primera, antiquísima civilización, que conoció la humanidad en esa parte del planeta, ¿cómo asegurar que fueron malos, es decir, nada más malos, perversos?

Babilonia, junto con Ur, no debieron ser ajenos a los conceptos, o al menos intuiciones morales, del bien y del mal, lo sensible y lo esencial, la moral y lo pervertido. Ideas y prácticas que corren en todas las poblaciones del planeta y de todos los tiempos.

En realidad “Babilonia”  puede ser cualquier Estado del mundo, antes, ahora y siempre, cuando en él no hay justicia, cuando en él predominan los “asuntos particulares”.

De hecho somos ciudadanos del campo y de la ciudad. Va a depender  con cuál campus nos identifiquemos más, según nuestros actos, no según nuestras palabras o vestidos.

La idea de las dos ciudades las utilizó san Agustín para referirse, no a una área geográfica sino, al bien y al mal. “Es aquello que renuncia a la esencia y tiende a no-ser. El mal es, pues, una privación del recto orden en la voluntad creada.”

Esta privación del mal, como privación, la tomó san Agustín de Plotino y, agrega  Copleston :

“Los escolásticos tomaron en general esa doctrina de san Agustín, y a ella se adhirieron varios notables filósofos modernos, como Leibniz.”

El estereotipo histórico-religioso es que al Estado laico se le identifica con la Babilonia del Mal y a la Iglesia de Cristo con la Jerusalén Celestial.

Pero…

Vemos todos los días a presidentes, de Estado laicos del mundo, visitar el Vaticano, y algunos de ellos asistir a la celebración de la Santa Misa y comulgar.

También vemos al Papa Francisco, reunido con los obispos mexicanos, en la catedral metropolitana, en su visita pastoral al país, en la primavera del 2016.Conminandolos a que no aflojen las cuerdas morales, a que se vayan a las calles donde están los pobres, que no se anquilosen dentro de las paredes de sus templos, que denuncien a la autoridad civil a los sacerdotes pederastas…

Con sus dos mil años de  existencia, abierta al mundo, las que habrá pasado la Iglesia, en lo interno y en lo externo…Relatando la vida de Ricardo de San Víctor, con relación a su estancia de Ricardo, en la abadía de San Víctor,  Copleston nos dice que allá por el siglo doce:

“La abadía pasó durante aquellos años por un periodo difícil, porque el abad, un inglés llamado Ervisio, derrochó sus bienes  y arruinó su disciplina, comportándose de un modo tan independiente que el papa Alejandro III le llamó “otro Cesar”…Con dificultad ,el abad fue inducido a abandonar su cargo.”

Esos no-valores esenciales ya no son de la Iglesia y por eso el Papa mismo los  señala. No se exhibe a  la Iglesia de Cristo sino a lo que ya no es de ella.

Seguramente muchos católicos se escandalizarán con las palabras que siguen de Coplestón. No hay que olvidar que Frederick Coplestón es un sacerdote de la Compañía de Jesús (como el Papa Francisco) y autor de seguramente la más influyente y extensa Historia de la filosofía que se haya escrito en los veinte siglos de cristianismo:

“Así pues, aun cuando la Ciudad de Babilonia, en su sentido moral y espiritual, tiende a ser identificado con el Estado, particularmente con el Estado pagano, y la Ciudad de Jerusalén tiende a ser identificada con la Iglesia como organización visible, la identificación no es completa; no se puede concluir legítimamente que porque un hombre sea, por ejemplo, un personaje eclesiástico, sea necesariamente un ciudadano de la espiritual Ciudad de Jerusalén, porque, en lo que concierne a su condición espiritual y moral, puede pertenecer a la Ciudad de Babilonia. Además, si el Estado coincidiese  necesariamente con la Ciudad de Babilonia, ningún cristiano podría ocupar  legítimamente cargos  en el Estado, ni siquiera ser un ciudadano, y san Agustín distó mucho de suscribir semejante opinión.”(Óp. Cit. tomo II, capítulo VIII).

 
San Agustín

“Agustín, considerado el más grande entre Los Padres de la Iglesia y uno de los filósofos cristianos más importantes de todos los tiempos, nació en el año 354 en la ciudad de Tagaste, en la provincia romana de Numidia (hoy Argelia, en el norte de África). Su padre era pagano y su madre cristiana (santa Mónica).”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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