Echarse la mochila al hombro e irse a
las montañas o tirarse en el sofá a ver películas y comer palomitas.
Esto en nuestros tiempos del
sedentarismo, pero en el pasado el
asunto se veía diferente.
El héroe, o el rutinario, eran abstracciones del conjunto de la vida. Correspondían
estas categorías a la ética aristocrática, la primera, y a la ética
democrática, la segunda.
El que se iba a hacer proezas
memorables y el que se quedaba a limpiar en el establo las heces de los animales.
Si bien le iba, se lo llevaban de
escudero, como a Sancho Panza. O como a Planchet, de los Tres Mosqueteros.
Vienen esas categorías de héroes y de
villanos, desde los tiempos del Imperio Romano, con sus héroes y su plebe (así
les llamaban), y siguió en el feudalismo
europeo, Edad Media, Renacimiento, Ilustración y se fueron diluyendo, como antes se les
concebía, con la aparición de la ciudad
industrial.
Fue cuando el individuo, niños incluidos, tuvo que
cubrir sendos horarios por una miseria de salario y no le quedaban energías
para nada más.
Omar Altamira Areyán
Rappel en la Sierra de Pachuca,
Hidalgo, México.
Ahora el motor de todo esto es el entusiasmo, mediante el cual se echa a andar la voluntad de hacer
algo más, valioso, que la rutina.
La rutina, en sí, es de inmensurable valor, es la que da cohesión a la vida en general, del
individuo y de la sociedad. Es el vehículo que mantiene la tradición y evita el
caos.
Pero, el canto de las sirenas, mediante
el cual Odiseo pierde de vista la
valiosa tradición, material, cultural y espiritual, es el utilitarismo de la
vida moderna.
El tener, y un descanso sibarítico, lo llevan,
cuando todavía es joven, a un cuadro de enfermedades que, según la Organización Mundial de la Salud, están
convertidas en pandemias mundiales.
Es un mundo en el que no se puede ser diferente:
"No todos encajamos en este mundo-le dijo el detective River,de la serie policiaca, a su psiquiatra-.En este mundo nadie puede ser diferente o extraño o problemático. O te encierran".
Son las patologías, las que nos hacen iguales a todos, por la poca actividad psicofísica.
Así, lo que en tiempos pasados eran categorías que señalaban a señores y a villanos, o habitantes de las villas, (Zaratustra bajaba de las montañas para sacudir a los plebeyos), en la actualidad son modos que han pasado al dominio de la ciencia médica, tanto para ricos como para pobres.
Es un mundo en el que no se puede ser diferente:
"No todos encajamos en este mundo-le dijo el detective River,de la serie policiaca, a su psiquiatra-.En este mundo nadie puede ser diferente o extraño o problemático. O te encierran".
Son las patologías, las que nos hacen iguales a todos, por la poca actividad psicofísica.
Así, lo que en tiempos pasados eran categorías que señalaban a señores y a villanos, o habitantes de las villas, (Zaratustra bajaba de las montañas para sacudir a los plebeyos), en la actualidad son modos que han pasado al dominio de la ciencia médica, tanto para ricos como para pobres.
Los ricos por sebreproteinas y los
pobres por sobre carbohidratos.
Del Libro Los Pirineos
de Patrice de Bellefon
Nos quedamos en la ciudad,
desplegando el mínimo posible de actividad. Sin apenas sospechar lo que eso
significa para veinte millones de
individuos.
¡No le cambies el agua a la pecera y
observa lo que le pasa a los peces y a su entorno!
Encomiables trabajos han salido de la pluma de
la psicología social poniendo bajo el microscopio al adaptado y al desadaptado.
¡Pero, con todo, las pandemias siguen avanzando! Aquellos viejos edificios del ISSSTE y del Seguro Social que en el principio daban, holgadamente, atención a unos cuantos derechohabientes, ahora deben soportar, enloquecedoramente masificados, a muchos más.
Subir montañas, caminando, parece ser el último recurso que le queda al individuo habitante de la ciudad, para tratar de evitar, el peligro de la “buena vida”, el pastillero y sus patologías psicofísicas.
¡Pero, con todo, las pandemias siguen avanzando! Aquellos viejos edificios del ISSSTE y del Seguro Social que en el principio daban, holgadamente, atención a unos cuantos derechohabientes, ahora deben soportar, enloquecedoramente masificados, a muchos más.
Subir montañas, caminando, parece ser el último recurso que le queda al individuo habitante de la ciudad, para tratar de evitar, el peligro de la “buena vida”, el pastillero y sus patologías psicofísicas.
Ir a las montañas, al campo, a la llanura, al desierto, como un modo de vida, es decir, no como deporte, sino toda la vida, y una inteligente alimentación, parece ser lo único que podemos hacer contra el decaimiento físico y mental que, se ve, devasta a la humanidad antes de tiempo.
En el Macizo de Las Monjas, arriba de Chico, Hgo, México.
Foto de Omar Altamira A. 17/03/2019
Podemos mirar para todos lados buscando, el fantástico reino de San-gri-lá, donde nunca se envejece.
Pero Huehueteotl, el dios del tiempo
de la cultura náhuatl, nos recuerda que la vida pasa. En el mejor de los casos
sana y alegre, pero no se detiene.
Ir a las montañas, al campo, a la
llanura, al desierto, como un modo de vida, es decir, no como deporte, sino toda la vida, y una inteligente
alimentación, parece ser lo único que podemos hacer contra el decaimiento
físico y mental que, se ve, devasta a la humanidad antes de tiempo.
El sucedáneo que ha encontrado la
gente, es el gimnasio o la pista de correr o los maratones en las calles de la ciudad. Y eso ya es algo.
Pero no deja de ser un ambiente
artificial, muy cuidado dentro de la ciudad. Falta el contacto con el calor, el
frío el viento, la lluvia y la tierra.
No como una inclinación masoquista
sino porque eso echa a andar nuestros adormecidos, o ya atrofiados, mecanismos de adaptación
psicofísica a los diferentes modos de la
naturaleza, sin dejar fuera la manera como responde nuestro organismo a la altitud,
relacionada a su vez con la presión
atmosférica y ésta con la presión arterial y la producción de glóbulos rojos,
etc.
Los que más se acercan, a la "naturaleza natural", son los que practican el ciclismo de montaña.
Armando Altamira Areyán
en los lahares oeste
del Pico de Orizaba
Los que más se acercan, a la "naturaleza natural", son los que practican el ciclismo de montaña.
Ya los Presocráticos habían advertido
que, sin este contacto con la naturaleza, toda práctica se aleja de la vida
vivida. Y en su tiempo, casi treinta siglos atrás, ni idea tenían de lo que
ahora conocemos como megalópolis.
En todo caso no(sólo)se trata del esfuerzo físico bruto por sí, sino del ideal que mueve a ese esfuerzo. Escribe Herman Nohl en Introducción a la ética:
" Es el ideal del esfuerzo y de la obra lo que da forma a ese trabajo subjetivo y siempre se halla presente en él."
En todo caso no(sólo)se trata del esfuerzo físico bruto por sí, sino del ideal que mueve a ese esfuerzo. Escribe Herman Nohl en Introducción a la ética:
" Es el ideal del esfuerzo y de la obra lo que da forma a ese trabajo subjetivo y siempre se halla presente en él."
Bernardo González y José Flores en el
Desierto de Altar
Sonora,México
Lo que tal vez sólo los montañistas saben
es que, disfrutando de la buena vida en la ciudad, se incuban sueños de subir
montañas y, cuando se ha caminado por las montañas, ya sean unas cuantas horas,
o por días, y se regresa al valle, seguramente que nadie puede sentirse tan
feliz, cansado y sano, en la ciudad.
Porque la ciudad ahora se aprecia tanto, como un plato de
lentejas luego de un ayuno total de dos días.
Las toxinas, mediante el sudor, en la
ascensión, han salido despavoridas de nuestro cuerpo y los vecinos… ¡ya no nos
parecen tan diabólicos!