HUELGA DE ESTUDIANTES EN LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO-2000



 

Duró nueve meses y eso fue en febrero de 2000.

Otra huelga volverá a  la UNAM, no sabemos cuándo, pero volverá.

La reseña de la huelga del 2000, que aquí ofrecemos, es con la idea que sirva a la comunidad universitaria, toda, para cuando se cierren de nuevo las puertas y se pongan otra vez las banderas.

 Diferirá en las circunstancias del momento pero en el fondo serán  los mismos intereses, a saber: ¿universidad científica o universidad democrática? ¿Consejo Universitario o Consejo de Asamblea?






 







LA VIDA FACIL DEL GUIA DE LA AVENTURA ALPINA



Diálogo en el refugio del Teyotl, lado norte de la cabeza de la Iztaccihuatl.

Ayer “hicimos” la Noroeste de la Cabeza, de la Iztaccihuatl. Una de las más alpinas ascensiones de la alta montaña de México.

Evolucionar por rocas inestables en el primer tercio y el resto por rampas de nieve y hielo. Al principio fue bien, las rocas estaban soldadas a la pared por el hielo. En otras ocasiones esto es muy diferente y hay que trabajar mucho en subir estas  placas inestables por falta de hielo.

La Noroccidental
Vía de ascenso de la Noroccidental
 Por la mañana, luego del almuerzo en el refugio, somos conscientes de haber salido ilesos de dos peligros. El de la escalada y el de ser asaltados durante la noche. Estos lugares están ahora infestados de maleantes que en caballo llegan a los refugios  de la montaña. O en vehículos hasta los valles altos.
B-Noroccidental A-Ruta de Los Aretes ( recibe el mismo nombre la rampa un poco más a la derecha)., en dirección al refugio de Laminas.


Yuma es guía profesional alpino y va de continente a continente. O de un país a otro en América.

-Andas muy atareado-, le digo mientras nos echamos la mochila al hombro para iniciar el largo descenso hacia el pueblo de San Rafael.  Bajamos por el refugio de Láminas que es precisamente  la cañada(Hueyatlaco) donde asaltan y asesinan a los alpinistas.

Sistema de cañadas del lado occidental de la Iztaccihuatl que van a dar a San Rafael.
Milpulco y Alcalican también  se siguen para descender  a Amecameca.
Hueyatlaco es la más transitada por los alpinistas y de ahí que la delincuencia
 organizada la infeste. 

 
Flanco occidental de la Iztaccihuatl (foto tomada de Internet)
A- Ubicación del refugio del Teyotl y su ascenso hacia la Noroccidental.-A-6 travesía hacia el refugio  de Laminas. 4-B-6 ruta Los Aretes hacia Laminas. 2.Roca El Solitario (Al pie se encuentra el adoratorio tolteca) -3 Roca Los Yautepemes

-Mi vida es fácil, aunque movida-dice-. Tengo que vérmela con mi yo físico, mi yo intelectual, con los demás miembros de la expedición y con la montaña.


Esto es lo fácil en la vida
del guía alpino,
lo difícil es cuando
baja caminando
hacia el valle.
-Es complicado.

-No es todo. Falta el conocimiento que necesito alcanzar de mis límites.

-¿También?

-No. Falta el ejercicio que debo hacer, en esa franja donde se mueve el ser y el no-ser. Que se llama potencialidades. ¿Hasta dónde soy capaz de moverme por lo vertical, en   el extraplomo y en la llanura inmensa de los desiertos?

-¡Vaya!

-Más todavía. Tengo que distinguir la frontera de mi inclinación a la soledad patológica y a mi soledad terapéutica.

-Te  falta otra-le digo-

-¿Cuál?

-A ver si llegamos con vida a San Rafael.

Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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